Capítulo 36 – El nacimiento de un sueño
El día había llegado. Tras meses de planificación, contratos firmados y equipos preparados, los primeros hospitales de Harmonia Health estaban listos para abrir sus puertas.
El mundo entero seguía cada movimiento de Kaito, como si fuera un líder de estado. Pero él no se veía a sí mismo como un político, sino como alguien que simplemente cumplía con la misión que había decidido llevar a cabo.
El avión privado de Kaito aterrizó en una pista improvisada en medio de la sabana africana. Cuando descendió, fue recibido por cientos de aldeanos que lo esperaban con cantos y bailes.
El hospital, blanco y reluciente, se alzaba al fondo como un milagro en medio del polvo y la sequía. Su estructura modular brillaba bajo el sol, con paneles solares en el techo y sistemas de recolección de agua ya en funcionamiento.
Un médico local, con lágrimas en los ojos, tomó la mano de Kaito.
—Antes, para salvar una vida, debíamos viajar dos días hasta la capital. Ahora, gracias a ti, podremos atender aquí mismo.
Kaito apretó su mano con firmeza.
—No me agradezcan a mí. Agradezcan al futuro que ustedes mismos van a construir. Yo solo puse la primera piedra.
El primer paciente que ingresó fue un niño desnutrido que necesitaba tratamiento urgente. Kaito observó cómo los doctores lo atendían con equipos de última tecnología. Al ver al pequeño sonreír débilmente, sintió que aquella era la verdadera recompensa de su inversión.
Días después, el jet de Kaito aterrizó en un país marcado por conflictos y tensiones. Allí, en medio de ruinas y edificios destruidos, se levantaba otro hospital Harmonia.
Durante la inauguración, un grupo de madres lo rodeó, con bebés en brazos. Una de ellas, cubierta con un velo, lo miró con ojos llenos de gratitud.
—Aquí no teníamos esperanza… ahora, al menos, nuestros hijos tendrán una oportunidad.
Kaito inclinó la cabeza con respeto.
—Que cada vida que se salve aquí sea un símbolo de paz.
En un país asiático densamente poblado, el hospital se erguía como un rascacielos moderno, con alas de emergencias, maternidad, cirugía avanzada y un centro de investigación. La ceremonia de apertura fue transmitida en directo por televisión a millones de personas.
Kaito, frente a las cámaras, declaró:
—Este hospital no es mío, ni de Harmonia Records. Pertenece a la gente. Y será la gente quien lo proteja y lo haga crecer.
Los aplausos retumbaron, y millones compartieron su discurso en redes sociales.
En una región montañosa, Kaito inauguró un hospital diseñado especialmente para comunidades indígenas y campesinas. El edificio mezclaba modernidad con arquitectura local, respetando la cultura del lugar.
Un anciano líder comunitario lo abrazó.
—Los poderosos siempre nos olvidaron, pero tú nos recordaste.
Kaito respondió con humildad:
—Nadie merece ser olvidado. Todos merecen vivir.
En cuestión de semanas, los hospitales comenzaron a funcionar. Historias conmovedoras inundaban las redes:
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Una madre que dio a luz en condiciones seguras por primera vez.
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Un anciano que recibió un trasplante que jamás habría podido costear.
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Niños que antes caminaban kilómetros para un simple medicamento y ahora lo recibían en minutos.
La prensa no hablaba de otra cosa. Kaito aparecía en portadas de periódicos, en noticieros, en foros internacionales. Ya no era solo un empresario musical: era visto como un filántropo capaz de cambiar la historia de la medicina global.
Una noche, de regreso en Japón, Kaito estaba solo en la terraza de su mansión, mirando las luces de la ciudad. Pensaba en lo lejos que había llegado.
—Los hospitales son apenas el inicio… —susurró—. Si el sistema me empuja a gastar, entonces gastaré en lo que realmente importe.
El viento nocturno acariciaba su rostro, y por un instante, sintió que estaba cargando no solo con una misión personal, sino con la esperanza de millones.
Lo que Kaito no sabía era que, al mismo tiempo, sus movimientos eran vigilados por rivales, políticos corruptos y magnates que veían cómo su influencia crecía peligrosamente para sus intereses.
Pero entre quienes lo observaban, también estaban las cinco chicas que habían decidido no perder terreno: Airi, Lena, Miyu, Reina y Sofía. Todas sabían que después de estos viajes, la competencia por el corazón de Kaito iba a escalar a un nivel totalmente distinto.
Y mientras él levantaba hospitales alrededor del mundo, ellas levantaban en silencio estrategias para conquistar lo más difícil: su corazón.
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