La Cartera Infinita 32

La Cartera Infinita 32

Mateo Arriz

07/09/2025

Capítulo 32: La guardia eterna del líder

El campo de batalla ya había quedado atrás. El humo se disipaba poco a poco, y los cuerpos de los enemigos habían sido retirados por los hombres de la organización. Entre las ruinas, lo único que permanecía inmutable era la figura de Kaito, firme como un pilar.

Kurohime, herida pero erguida, se acercó a él con pasos lentos. A su alrededor, toda su organización esperaba en silencio, como si aguardaran el veredicto de un dios.

Kaito respiró hondo y habló con una calma que imponía respeto absoluto.

—He cumplido con mi misión aquí. Pero hay algo que deben recordar: mientras ustedes sigan de pie, yo también lo estaré. Ahora tengo otra tarea que me espera… mi familia.

Sus palabras hicieron que todos contuvieran el aliento. Kaito miró directamente a Kurohime, a las cinco asesinas y a cada uno de los soldados sobrevivientes.

—Esta es mi primera orden como su líder: protejan a mi familia. Ni un solo pelo de ellos debe ser tocado. Si algo les ocurre, lo pagaré con sangre.

Hubo un silencio solemne… hasta que, como un rugido de trueno, la respuesta estalló:

¡SÍ, LÍDER!

La fuerza de esas dos palabras retumbó en las paredes derruidas, en los corazones de cada guerrero. No era obediencia vacía, era un juramento sagrado.

Kurohime apretó los labios, sintiendo un nudo en el pecho. Jamás se había inclinado de esa forma por nadie, y sin embargo, lo hizo de nuevo.

—Kaito… volveremos a vernos.

Kaito giró apenas la cabeza, esbozando una sonrisa ligera.

—Puedes visitarme cuando quieras.

Aquellas palabras hicieron que el rostro de Kurohime se ruborizara levemente, aunque lo ocultó tras su mirada seria.

Con paso firme, Kaito se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la salida. Las cinco asesinas lo siguieron con la mirada hasta que desapareció en la distancia.

Desde ese día, las cinco asesinas se convirtieron en sombras inseparables alrededor de la vida de Kaito. No lo molestaban directamente, pero estaban en cada rincón, cuidándolo a él y a su familia con una devoción feroz.

Cuando Kaito dormía en su mansión, dos de ellas permanecían en los techos, vigilando toda la noche. Las otras recorrían silenciosamente los alrededores, eliminando cualquier intento de intrusión. Los ojos entrenados de asesinas que antes buscaban matarlo, ahora eran el escudo invisible que protegía su paz.

Su madre, sin sospechar nada, a veces sentía que el barrio estaba “más tranquilo que nunca”. Su hermana, al salir a la escuela, se sorprendía de que siempre hubiese alguien que la ayudara a cruzar la calle o que los chicos problemáticos desaparecieran de repente.

Lo que no sabían es que cada peligro, cada mirada sospechosa, era resuelto en las sombras por esas mujeres que habían jurado fidelidad.

Mientras tanto, Kaito volvía a centrarse en lo que había iniciado desde el principio: Harmonia Records.

En su oficina, los documentos de contratos, planes de giras y nuevas inversiones se apilaban sobre el escritorio. Los 100 billones que tenía a su disposición seguían fluyendo en ideas revolucionarias: expansión internacional, nuevas tecnologías musicales, campañas de marketing nunca antes vistas.

Pero lo más importante era su visión. Kaito no trabajaba solo para que Harmonia Records fuese un negocio. Él quería que fuese un imperio capaz de cambiar la industria musical para siempre.

Las noticias estallaban en los medios:
—“Harmonia Records consolida su posición como la disquera número uno del mundo.”
—“La visión de Kaito Takahashi sorprende a expertos: inversiones millonarias, artistas cuidados como nunca antes.”
—“Un joven empresario revoluciona la industria global en tiempo récord.”

Y mientras el mundo lo alababa, en la oscuridad, siempre había un par de ojos vigilando que nada ni nadie intentara dañarlo.

Una noche, mientras revisaba cifras en su computadora, Kaito suspiró. Sintió, sin necesidad de mirar, la presencia de una de las asesinas en el balcón.

—Sé que están ahí. —dijo, sin apartar la vista de la pantalla.

Una silueta se inclinó en la penumbra, mostrando respeto.

—Líder… nada pasará mientras nosotras estemos cerca.

Kaito sonrió levemente.

—Confío en ustedes.

Era casi irónico. Hacía apenas semanas, esas cinco mujeres habían sido enviadas para asesinarlo. Ahora, eran sus protectoras más fieles, dispuestas a dar la vida sin dudarlo.

Kurohime, desde su base, mantenía constante comunicación con ellas, pero en cada mensaje quedaba claro que había un pensamiento persistente en su mente: Kaito.

Y en la organización, los rumores ya corrían: no importaba lo que pasara, el verdadero líder era él.

Así comenzó una nueva rutina. Durante el día, Kaito era el empresario visionario que transformaba la música mundial. Durante la noche, era el líder silencioso de una organización secreta que se movía por las sombras.

Su familia, sin saberlo, vivía ahora bajo la protección de un ejército invisible. Y Kaito, aunque no lo decía en voz alta, encontraba tranquilidad en ello.

Porque ahora, más que nunca, sabía que no estaba solo.

Etiquetas: sistema

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