Capítulo 24: Entre Corazones y Billones
El ambiente alrededor de Kaito se había vuelto tan complejo como un tablero de ajedrez donde cada movimiento podía cambiarlo todo. Las cinco chicas que se disputaban su atención ya no se conformaban con sonrisas o pequeños gestos; la tensión romántica había alcanzado un punto en el que cada instante, cada mirada y cada palabra podían inclinar la balanza.
Kaito, por su parte, trataba de mantener la calma, pero sentía que todo a su alrededor ardía en llamas invisibles.
La familia Takahashi había comenzado a acostumbrarse a su nueva vida en la mansión. Los pasillos amplios, los jardines, las habitaciones dignas de reyes… pero el verdadero cambio estaba en el corazón de cada miembro.
Kaito se encontraba en la sala principal, revisando documentos de Harmonia Records. Frente a él, su padre hojeaba un periódico mientras Haruka se peinaba con calma y su madre bordaba un pañuelo. Era una escena simple, casi hogareña, pero cargada de algo distinto: paz.
En ese momento, la familiar ventana azul del sistema apareció frente a los ojos de Kaito.
[¡DING! Nueva misión desbloqueada]
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Misión principal: Gastar 100 billones de yenes en Harmonia Records.
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Recompensa: Todas tus habilidades actuales se elevarán al nivel divino.
Kaito tragó saliva. 100 billones. No era la primera vez que el sistema le pedía cifras descomunales, pero cada vez que la cantidad aumentaba, sentía un leve cosquilleo en el pecho.
Se levantó lentamente y habló en voz alta, atrayendo la atención de su familia:
—Familia Takahashi … debo gastar 100 billones en Harmonia Records.
Su padre bajó el periódico de inmediato, con el ceño fruncido.
—¿Cien billones? ¡Kaito! Eso es… eso es absurdo. ¿Cómo se puede siquiera pensar en gastar esa cantidad?
Su madre, con tono preocupado, dejó el bordado a un lado.
—Hijo, ¿estás seguro? Eso suena demasiado arriesgado. Apenas estamos acostumbrándonos a esta nueva vida, ¿y ya piensas gastar tanto dinero hijo?
Haruka, siempre directa, se acercó hasta él y lo tomó del brazo.
—Kaito… yo confío en ti. Pero prométeme que no harás algo que pueda ponernos en peligro. No quiero perder lo que tenemos ahora… ni a ti.
El joven respiró hondo.
—No es cuestión de querer o no… es algo que debo cumplir . Y si ya he cumplido otras, cumpliré esta también.
La habitación quedó en silencio por unos segundos. Aunque sus padres estaban llenos de dudas, sabían que Kaito jamás había fallado en nada desde que el sistema apareció.
Pero mientras lidiaba con las expectativas de su familia, Kaito tenía otro frente de batalla: las cinco chicas que, poco a poco, habían ido marcando su territorio a su alrededor.
Cada una de ellas lo miraba como si fuera la clave de su futuro, y cada gesto suyo parecía alimentar la competencia entre ellas.
En los últimos días, los encuentros habían alcanzado un punto crítico.
Airi había decidido que lo conquistaría con la sinceridad de sus canciones. Una tarde, se apareció en la mansión con una guitarra en la mano y pidió permiso para cantar en el jardín. Su voz llenó el aire con una dulzura que parecía imposible de resistir.
—Cada nota que canto, Kaito, la canto para ti —le confesó después, con un leve rubor en las mejillas.
Reina, en cambio, había apostado por los negocios. Invitó a Kaito a una reunión privada en un rascacielos donde le mostró un plan detallado de cómo expandir Harmonia Records a diez países en menos de un año.
—Tú y yo podemos dominar el mercado global, Kaito. No como socios… sino como algo más.
Miyu jugaba con la cercanía. Aparecía constantemente en los estudios de grabación, siempre con alguna excusa. Una noche, mientras Kaito revisaba partituras, ella se inclinó demasiado cerca, susurrando:
—¿Sabes lo difícil que es resistirse a alguien como tú?
Lena, por su parte, preparaba gestos cada vez más íntimos. Una noche en el teatro, lo arrastró al escenario vacío después de un concierto y comenzó a tocar una melodía improvisada.
—Escucha, Kaito… esto solo existe porque tú estás aquí.
Y Sofía, la princesa, desplegaba su poder con gestos fastuosos. Envió a la mansión un cuadro antiguo, valorado en cientos de millones, con una tarjeta que decía:
«Los tesoros del mundo deberían estar a tus pies.»
Una noche, las cinco coincidieron en una gala organizada por Harmonia Records. Todas habían planeado ese momento. Cada una buscaba tener a Kaito solo por unos minutos, pero la tensión escaló hasta convertirse en un espectáculo silencioso frente a los ojos de cientos de invitados.
Airi tomó a Kaito del brazo con confianza, pero Reina de inmediato se acercó y le pasó la mano por el hombro. Miyu, con su descaro habitual, se interpuso entre ambas, sonriendo. Lena, con un gesto elegante, se limitó a tomar la otra mano de Kaito, y Sofía se puso frente a él, mirándolo directamente a los ojos como si quisiera retarlo.
El público murmuraba, sorprendido de ver al joven rodeado por cinco bellezas que emanaban un aura de poder y rivalidad.
Kaito, en el centro de ese huracán, se sentía abrumado.
(“Esto es demasiado… ¿cómo se supone que enfrente todo esto mientras debo gastar 100 billones?”) pensó, tratando de mantener la compostura.
Y como si el destino lo exigiera, Haruka apareció entre la multitud. Al ver a su hermano atrapado entre cinco mujeres que prácticamente se lo disputaban, no dudó.
Con un gesto firme, tomó la mano de Kaito y lo jaló hacia ella.
—Lo siento, pero necesito hablar con mi hermano —dijo con un tono serio.
Las cinco chicas la observaron, algunas con desdén, otras con incomodidad. Pero Haruka no soltó a Kaito, aferrándose como si quisiera protegerlo de todas.
Él, nervioso, apenas pudo esbozar una sonrisa incómoda mientras las miradas de Airi, Reina, Miyu, Lena y Sofía ardían de determinación.
De regreso en la mansión, Kaito se dejó caer en el sillón, agotado. Su madre lo observó con ternura.
—Hijo… entiendo que estés en una situación difícil. Pero recuerda: las riquezas no lo son todo. Lo más valioso que tienes es tu corazón, y debes cuidarlo.
Su padre asintió, cruzándose de brazos.
—Y sobre esos 100 billones… si de verdad vas a gastar esa cantidad en Harmonia Records, asegúrate de que sea para algo sólido, algo que construya un futuro. No quiero que te pierdas en caprichos.
Haruka, sentada a su lado, aún con un dejo de molestia, agregó:
—Yo solo quiero que estés bien, Kaito. No me importa cuánto gastes ni cuántas chicas te rodeen… lo único que quiero es que no olvides que somos una familia.
Kaito respiró profundo y, por primera vez en días, sonrió con tranquilidad.
—Está decidido. Gastaré esos 100 billones en Harmonia Records. Será un paso más en este camino… y quiero que lo demos juntos.
Sus palabras fueron simples, pero bastaron para que sus padres y Haruka entendieran que, aunque el mundo se le echara encima, él siempre pensaba en ellos.
La noche cayó sobre la mansión, y mientras la tensión romántica seguía creciendo como una tormenta que no daba tregua, Kaito tenía claro que el verdadero reto estaba apenas comenzando: gastar 100 billones, mantener la paz en su familia… y sobrevivir al fuego cruzado de cinco corazones decididos a conquistar el suyo.
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