La Cartera Infinita 16

La Cartera Infinita 16

Mateo Arriz

01/09/2025

Capítulo 16: El Rugido de un Dragón en la Subasta

La noche había caído sobre la ciudad como un telón negro salpicado de estrellas, pero en el interior del Gran Palacio Imperial de Comercio Internacional, la luz resplandecía como si mil soles se hubiesen reunido para iluminar un único evento: la subasta más grande del siglo.

Kaito, vestido con un elegante traje negro hecho a la medida, con detalles dorados que simbolizaban dragones ascendentes, se sentía en el centro de una tormenta. A su lado, su padre ajustaba nerviosamente su corbata, incapaz de comprender cómo habían llegado hasta aquí, mientras su madre no dejaba de mirar los enormes candelabros de cristal que colgaban del techo, cada uno brillando como diamantes.

Los asistentes no eran simples ricos ni empresarios exitosos: eran las familias más poderosas del mundo, los magnates cuyo dinero podía cambiar el rumbo de naciones enteras. Cada mesa estaba adornada con emblemas familiares, símbolos de linajes que se habían mantenido en la cima del poder durante siglos.

Los presentadores anunciaban con solemnidad:

—En la mesa del este, la Familia Takahara, líderes en tecnología armamentística y comunicación satelital.

—En la mesa central, la Familia Von Habsburg, descendientes de la realeza europea, con inversiones en arte y bienes raíces.

—Al lado derecho, la Familia Romanov, dueños de la minería más poderosa de Siberia y accionistas mayoritarios del petróleo ruso.

—En la mesa izquierda, la Familia al-Sayeed, magnates árabes cuya fortuna era tan vasta que incluso los bancos del mundo les debían favores.

—Más allá, la Familia Yamazaki, la dinastía empresarial de Japón que controlaba gran parte del comercio del Pacífico.

Cada nombre era un peso en el aire, una montaña que se imponía sobre el lugar. Y, sin embargo, cuando el maestro de ceremonias pronunció con voz profunda:

—Y en la mesa de honor… el nuevo jugador que ha sorprendido al mundo de los negocios, el Señor Kaito Takahashi, comprador de la Mansión Dragón Número Uno.

El murmullo se hizo eco en todo el recinto. Los poderosos giraron la mirada hacia él, algunos con curiosidad, otros con desprecio, y unos pocos con interés genuino. ¿Quién era ese joven? ¿Un heredero oculto? ¿Un genio de las finanzas? ¿O simplemente un loco con suerte?

Kaito solo sonrió, con esa serenidad que el sistema y sus nuevas habilidades le daban. En su mente, la notificación resonaba:

[Misión Principal Activada: Compra todo en la subasta a precios altos. Gasta más de 20 billones de yenes. Recompensa: Dominio absoluto del estatus mundial y acceso a nuevas habilidades SSS].

El maestro de ceremonias levantó un martillo de oro.

—¡Damos inicio a la subasta internacional!

El primer objeto fue presentado: la Corona de las Mil Lunas, una joya perdida de la dinastía mongola, hecha de oro puro y esmeraldas talladas.

—Iniciamos en 200 millones de yenes.

La Familia Von Habsburg levantó la mano.
—¡Doscientos cincuenta millones!

Los Romanov no se quedaron atrás.
—¡Trescientos millones!

El aire se tensaba, cada oferta era un rugido de bestias financieras.

Kaito alzó su tarjeta con calma.
—¡Quinientos millones!

Un silencio cayó sobre la sala. La gente se giró hacia él. No había titubeado, no había subido poco: había duplicado la última oferta como si fuese un simple juego.

Los murmullos explotaron:
—¿Está loco?
—¿O de verdad tiene tanto dinero?
—Debe ser un farol.

El martillo cayó.
—¡Vendido al señor Kaito Takahashi por quinientos millones!

El siguiente objeto fue un cuadro de Leonardo Da Vinci, perdido durante siglos y recientemente recuperado.

—Precio inicial: 1,000 millones de yenes.

La Familia al-Sayeed inició.
—¡Mil doscientos millones!

La Familia Yamazaki sonrió con calma.
—¡Mil quinientos millones!

Kaito cerró los ojos. Podía sentir la presión de esas miradas, pero también el llamado de la misión. Su habilidad SSS de gestión de riesgos se activó dentro de su mente: números, estadísticas y cálculos aparecían frente a él como hologramas invisibles. El precio aún estaba lejos del verdadero valor de ese cuadro.

Levantó la tarjeta.
—¡Cinco mil millones de yenes!

La sala explotó. Algunos se levantaron de sus asientos, incrédulos. Madame Yukari, desde su mesa, se cubría los labios con una sonrisa misteriosa, observando a Kaito con fascinación.

El martillo resonó.
—¡Vendido al señor Takahashi por cinco mil millones!

El siguiente lote no era arte ni joyería, sino algo aún más codiciado: un prototipo de reactor de energía limpia creado por un laboratorio secreto europeo.

El precio inicial era astronómico: 10,000 millones de yenes.

Los Takahara lo querían a toda costa.
—¡Diez mil quinientos millones!

Los Romanov respondieron.
—¡Once mil millones!

Los al-Sayeed también entraron en juego.
—¡Doce mil millones!

Kaito levantó su tarjeta, su voz firme y cortante:
—¡Veinte mil millones!

Un silencio mortal cayó sobre la sala. El precio había sido elevado de golpe, como un trueno en medio de una noche despejada.

El martillo bajó con fuerza.
—¡Vendido al señor Takahashi!

Ahora presentaban algo aún más extraño: la espada de un antiguo emperador chino, incrustada con jade y runas desconocidas.

Las familias pujaban una tras otra, cada vez más agresivas.

—¡Dos mil millones! —gritó la mesa Yamazaki.
—¡Tres mil millones! —dijo la familia Von Habsburg.

Kaito sonrió con confianza.
—¡Diez mil millones!

Un murmullo de asombro volvió a recorrer la sala. Pero no terminó ahí: el joven se inclinó hacia adelante, mirando a todos con la mirada ardiente de un dragón, y agregó:
—Y pagaré el doble del precio final.

La sala estalló en un caos de voces.

—¡Está loco!
—¡Nadie hace eso!
—¡¿De dónde sale ese dinero?!

El martillo cayó con estruendo.
—¡La espada del emperador es del señor Kaito Takahashi!

Las familias poderosas empezaban a sentirlo. Ese joven no estaba allí para participar… estaba allí para dominar.

El patriarca Yamazaki se levantó de su asiento.
—¿Quién eres tú, muchacho? ¿Un nuevo millonario? ¿O el peón de alguien más?

Kaito lo miró fijamente y respondió con serenidad:
—Soy simplemente alguien que vino a reclamar lo que me pertenece.

El aire se tensó como un campo de batalla. Los magnates lo miraban con furia, pero también con un creciente respeto.

Los siguientes objetos fueron pasando: manuscritos antiguos, minerales únicos, arte moderno, acciones de empresas gigantes. Y cada vez, Kaito superaba las ofertas sin miedo, como si estuviera apostando la vida misma.

Su tarjeta se levantaba una y otra vez.
Mil millones.
Cinco mil millones.
Diez mil millones.
Cincuenta mil millones.

El sistema resonaba en su mente con cada compra:

[Has gastado 500 mil millones de yenes].
[Has superado 1 billón de yenes].
[Has alcanzado 5 billones de yenes].
[Has superado los 10 billones de yenes].

El público estaba al borde de la locura. Nadie podía creer lo que veía. Algunos magnates sudaban, otros golpeaban la mesa, incapaces de seguirle el ritmo.

Finalmente, tras varias horas, el maestro de ceremonias levantó el martillo y anunció:

—¡Señoras y señores! Concluimos la subasta internacional. Y el mayor comprador de la noche, gastando una suma jamás vista de más de 20 billones de yenes, es… ¡el señor Kaito Takahashi!

Los reflectores se dirigieron hacia él. Las cámaras de la prensa internacional captaban su figura. El joven se levantó, alzó su copa y sonrió.

En ese instante, el sistema habló en su mente con una voz solemne:

[Misión Completada: Compra todo en la subasta].
[Recompensa Entregada: Dominio Absoluto del Estatus Mundial + Habilidad SSS: Influencia Global].

El mundo entero lo observaba. Los magnates lo odiaban, lo temían o lo envidiaban, pero una cosa era clara: el rugido del dragón había resonado, y nada volvería a ser igual.

Etiquetas: sistema

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