La Cartera Infinita 5

La Cartera Infinita 5

Mateo Arriz

17/08/2025

Capítulo 5: El Regreso y la Mansión del Dragón

El sol apenas despuntaba sobre el cielo grisáceo de Tokio cuando Kaito y su familia, aún con la emoción viva en sus pechos, regresaron a la casa donde habían vivido toda su vida. Esa vivienda que, más que un hogar, había sido un símbolo de lucha contra la miseria.

Las paredes estaban desgastadas, las ventanas apenas cerraban y las maderas crujían como si fueran a colapsar en cualquier momento. La madre de Kaito observó con los ojos humedecidos mientras abrazaba a su hija Haruka.

—Parece mentira… —murmuró la madre—. ¿De verdad nos iremos de aquí?

Kaito miró alrededor, viendo los recuerdos de una infancia marcada por el hambre y el frío. Pero en lugar de nostalgia, lo que sintió fue una promesa: jamás volvería a permitir que su familia pasara penurias.

—Sí, mamá —respondió con firmeza—. Este lugar nos vio sufrir demasiado. Ahora, es hora de que tengamos algo mejor.

Con cajas improvisadas, bolsas viejas y maletas raídas, la familia comenzó a empacar lo poco que poseían. No eran muchas pertenencias: algunas prendas gastadas, utensilios de cocina oxidados, un par de mantas agujereadas y algunos recuerdos familiares, como fotos descoloridas.

Haruka, con sus apenas 14 años, sostenía en brazos una muñeca rota que había sido su única compañía en tantas noches frías.

—Hermano… ¿realmente tendremos que llevar esto? —preguntó dudosa.

Kaito sonrió y acarició la cabeza de su hermana.
—Sí, Haruka. Esa muñeca es parte de nuestra historia. Aunque tengamos todo el dinero del mundo, no debemos olvidar de dónde venimos.

El padre de Kaito, que había trabajado toda su vida en empleos temporales y apenas lograba sostener a la familia, cargaba una caja con esfuerzo. Aunque la emoción lo embargaba, no podía dejar de pensar que todo era un sueño del que podían despertar.

Finalmente, un camión de mudanza —contratado fácilmente por Kaito gracias al sistema— llegó a recoger las pertenencias. El contraste era doloroso: un camión moderno y lujoso frente a una casucha a punto de derrumbarse.

El trayecto hasta la nueva casa fue silencioso. La familia apenas podía creer lo que estaba pasando. Y cuando por fin llegaron a las imponentes puertas de hierro forjado, con dragones tallados que parecían vivos, se quedaron sin aliento.

La Mansión del Dragón Número 1 se alzaba ante ellos como un castillo moderno: paredes blancas impecables, ventanales enormes que reflejaban la luz del sol y un jardín tan amplio que parecía un parque.

—¡E-Esta es nuestra nueva casa! —exclamó Haruka, con los ojos brillando como estrellas.

—Es demasiado… —balbuceó la madre, llevándose las manos a la boca.

El padre, por su parte, se arrodilló en el suelo. Las lágrimas corrían por sus mejillas.
—Toda mi vida trabajé para darles aunque sea un techo… y ahora mi hijo… mi hijo nos da un palacio.

Kaito respiró hondo y abrió las puertas. El interior era aún más impresionante: pisos de mármol, candelabros de cristal, escaleras de caracol doradas y habitaciones tan amplias que parecían salones de baile.

Haruka corrió de un lado a otro, explorando cada rincón como si fuera un sueño hecho realidad.

—¡Mamá! ¡Papá! ¡Vengan! ¡Hay una habitación solo para mí! —gritaba emocionada.

La madre acariciaba las paredes, incapaz de procesar que esa riqueza ahora les pertenecía.

—Kaito… ¿cómo lo lograste? —susurró con voz temblorosa.

Él solo sonrió.
—Digamos que tuve suerte, mamá. Y que ahora todo cambiará para nosotros.

Mientras la familia celebraba en la mansión, en la oficina de bienes raíces el ambiente estaba tenso. La noticia de que la Mansión del Dragón Número 1 había sido vendida corrió como pólvora.

La jefa del lugar, una mujer elegante de cabello recogido llamada Madame Yukari, entró con paso firme.

—¿Quién fue el comprador? —preguntó con autoridad.

Los empleados guardaron silencio hasta que una voz temblorosa respondió:

—F-Fue el señor Kaito… el joven que vino acompañado de su familia humilde.

Madame Yukari arqueó una ceja, intrigada.
—¿Un muchacho? ¿Con aspecto pobre?

La chica amable que había atendido a Kaito dio un paso adelante.
—Sí, jefa. Aunque todos lo despreciaron, él fue quien compró la mansión más cara… y pagó al contado.

Un murmullo recorrió la sala.

—Interesante… —dijo Yukari con una sonrisa fría—. Puede que no sea un simple joven. Quizá sea alguien poderoso o un rico oculto. Iré personalmente a conocerlo.

Esa noche, mientras la familia ya dormía en sus lujosas habitaciones, Kaito permanecía despierto en la terraza de la mansión. La brisa fresca acariciaba su rostro mientras pensaba en todo lo que había pasado.

De pronto, la voz metálica del sistema resonó en su mente:

[¡Nueva misión desbloqueada! Misión principal: Gastar 20 millones de yenes.]
Recompensa: Habilidad SSS — Planificación Financiera.
Descripción: El dinero infinito es inútil sin control. Aprende a multiplicar, administrar y organizar tus recursos para un futuro imparable.

Los ojos de Kaito brillaron.
—Planificación Financiera… eso suena aún más poderoso que cualquier habilidad de combate.

El sistema continuó:

[Misión secundaria: Gana reconocimiento en la sociedad.]
Recompensa adicional: Atributo de Carisma aumentado +100.]

Kaito sonrió mientras miraba las luces de la ciudad en la distancia. Sabía que ese era apenas el inicio. Ya no se trataba solo de sacar a su familia de la pobreza… sino de construir un imperio.

Cuando el sol iluminó el horizonte, la familia se reunió en el enorme comedor. Por primera vez en años, desayunaban pan fresco, leche caliente y frutas frescas.

Haruka no dejaba de sonreír.
—¡Hermano! ¡Prometo estudiar mucho para no darte vergüenza!

El padre levantó su taza.
—Kaito, hijo… no sé qué has hecho, pero gracias. Nos diste una segunda vida.

Kaito asintió en silencio. No necesitaba explicarles sobre el sistema; lo importante era verlos felices.

Y mientras observaba a su familia, juró en su interior que no descansaría hasta darles un futuro digno.

El rugido silencioso del dragón que simbolizaba la mansión parecía resonar en el aire: el verdadero viaje de Kaito apenas comenzaba.

Etiquetas: sistema

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