Capítulo 4: La Mansión del Dragón Número 1
El sol apenas había salido cuando Kaito Takahashi abrió los ojos. A su lado, en la misma habitación fría y carcomida por el tiempo, su hermana Haruka aún dormía abrazada a una manta que apenas cubría su cuerpo. El techo de madera dejaba entrar el aire helado de la mañana y las paredes tenían grietas por donde se colaba la luz. En la otra esquina, sus padres también intentaban descansar en una cama vieja, demasiado pequeña para ambos.
Kaito no había podido dormir mucho. Sus pensamientos giraban sin descanso: dinero infinito, habilidades SSS, el sistema, misiones… un futuro que nunca imaginó tener al alcance. Y lo más importante: una oportunidad para sacar a su familia de la miseria en la que habían vivido toda su vida.
—Este día será diferente —susurró, mirando el techo.
El sistema había emitido un aviso la noche anterior:
Misión Principal: Proveer a tu familia un hogar digno.
Recompensa: Habilidad especial: Protección Infinita Familiar.
Ese simple texto había quedado grabado en su mente. Y aunque el miedo y la incertidumbre aún estaban en su pecho, la decisión ya estaba tomada: llevaría a su familia a comprar una mansión.
Kaito se levantó temprano y preparó algo de comida con lo poco que había en la alacena. Unas tostadas duras, té barato y un poco de arroz frío. Cuando Haruka se despertó, lo miró con sus ojos cansados, sorprendida de que él estuviera sonriendo.
—Hermano… ¿por qué sonríes? —preguntó, frotándose los ojos.
—Porque hoy iremos a un lugar especial —respondió Kaito.
Los padres, aún adormilados, escucharon sus palabras y rieron con incredulidad.
—¿Un lugar especial? Hijo, apenas tenemos para comer… —dijo su padre, con voz apagada.
Kaito, sin embargo, no explicó nada más. Solo dijo:
—Confíen en mí.
Con la tarjeta dorada que el sistema le había otorgado, escondida en el bolsillo de su chaqueta, Kaito tomó de la mano a Haruka y llamó a sus padres para salir. Caminaban juntos, con sus ropas viejas y manchadas, los zapatos desgastados y la mirada baja. Eran una familia acostumbrada a ser señalada por todos. Pero esta vez, Kaito no se dejaría detener.
Después de un largo trayecto en autobús, llegaron a una avenida donde se encontraban las oficinas más lujosas de bienes raíces. Cristales pulidos, puertas automáticas, alfombras rojas. El contraste con su apariencia era brutal.
Apenas pusieron un pie en la entrada, varias miradas se clavaron en ellos. Personas elegantes, vestidas con trajes caros y perfumes de marca, fruncieron el ceño.
—¿Qué hacen estos vagabundos aquí?
—Apestan…
—Seguro vinieron a pedir limosna.
—¡Saquen a estos asquerosos antes de que manchen el suelo!
Las palabras cuchicheadas eran como cuchillos. Haruka bajó la cabeza, temblando. Su uniforme escolar sucio y sus zapatos desgastados hacían aún más evidente la diferencia entre ellos y la gente que los rodeaba.
El padre de Kaito murmuró:
—Hijo… mejor vámonos, este no es lugar para nosotros…
Pero Kaito apretó los puños. Sentía rabia, impotencia, un fuego ardiendo en su interior. Ya no era el mismo joven indefenso que solía aceptar todo en silencio.
De repente, una joven trabajadora del lugar se acercó. Tenía una sonrisa cálida, los ojos amables y un tono de voz diferente al resto.
—Buenos días. ¿Puedo ayudarlos en algo?
Haruka levantó la mirada, sorprendida por la amabilidad inesperada. La madre de Kaito también parecía a punto de llorar.
Antes de que Kaito pudiera responder, otra empleada, una mujer arrogante y altiva, se burló desde atrás:
—¿De verdad, Yumi? ¿Por qué pierdes tu tiempo con ellos? Míralos, parecen mendigos. No tienen ni para comprarse ropa, mucho menos una mansión.
La chica amable, Yumi, frunció el ceño pero se mantuvo firme.
—Eso no lo sabemos hasta preguntar.
Kaito, con la voz firme y los ojos ardiendo de orgullo, habló por primera vez en voz alta:
—Quiero comprar la mansión más cara que tengan.
Un silencio pesado cubrió el lugar.
—¿Qué dijo? —susurró alguien.
—¿Está loco? —dijo otro.
—¡Jajajaja! Ni siquiera parecen tener para pagar un taxi y hablan de mansiones…
La empleada arrogante soltó una carcajada exagerada.
—Claro, claro… ¿quiere la mansión más cara? Entonces debe estar hablando de la Mansión del Dragón Número 1. Cuesta 9,750,000 yenes. Dudo que puedan pagar ni una pared de esa propiedad.
Yumi, la chica amable, tragó saliva y miró a Kaito con seriedad.
—Señor… ¿está seguro de esa elección? Es la más cara de todas.
Kaito asintió, sin titubear.
—Sí. Quiero esa.
Todos los presentes estallaron en risas y comentarios crueles.
—¡Esto es un circo!
—¿Qué clase de broma es esta?
—Saquen a esos parásitos de una vez.
Pero Kaito sacó lentamente la tarjeta dorada que el sistema le había entregado. El reflejo del oro brilló en la sala, y por primera vez, el silencio reinó.
—Procedamos con la compra —dijo Kaito con calma.
El encargado de finanzas de la oficina, incrédulo, tomó la tarjeta. Dudaba que funcionara, pero aun así pasó el pago.
Beep. Transacción exitosa.
El sonido retumbó en toda la oficina.
El encargado, temblando, confirmó en voz alta:
—El pago se ha completado. La Mansión del Dragón Número 1 es oficialmente de propiedad del señor Kaito Takahashi.
Los ojos de todos se abrieron como platos. La burla desapareció. La arrogancia se convirtió en vergüenza. Incluso la empleada que antes los había insultado quedó paralizada, incapaz de decir palabra.
Yumi, por el contrario, sonrió con sinceridad.
—Felicitaciones, señor Takahashi. Acaba de adquirir la mansión más prestigiosa de la ciudad.
Haruka, emocionada, tomó la mano de su hermano.
—Hermano… ¿de verdad es nuestra? ¿Una mansión?
Kaito la miró con ternura.
—Sí, Haruka. Ahora tendremos un hogar de verdad.
Los padres, con lágrimas en los ojos, se abrazaron a sus hijos. Era un momento que nunca habían imaginado vivir.
En ese instante, el sistema apareció frente a los ojos de Kaito.
¡Misión Principal Completada!
Has otorgado un hogar digno a tu familia.Recompensas:
Habilidad especial desbloqueada: Protección Infinita Familiar.
Todas las personas bajo tu vínculo familiar estarán protegidas de cualquier daño físico o espiritual mientras residan en la mansión.
Bonificación adicional: aumento de respeto y prestigio social.
Kaito apretó los dientes. Protección infinita… eso significaba que, por primera vez en la vida, su familia estaría a salvo. Nadie podría volver a hacerles daño.
Mientras tanto, los demás clientes y empleados observaban en silencio, llenos de incredulidad. Los mismos que habían dicho “apestosos”, “asquerosos”, “mendigos”, ahora no sabían dónde meter la cara.
La empleada arrogante bajó la cabeza, incapaz de sostener la mirada. Su arrogancia se había convertido en humillación.
Kaito, con calma y sin necesidad de gritar, se limitó a decir:
—Nunca juzguen a alguien por su apariencia. La vida puede cambiar en un instante.
Y con eso, tomó de la mano a su hermana y guió a sus padres hacia la salida, mientras todos lo miraban en silencio, sin atreverse a decir nada más.
La familia Takahashi salió del edificio con lágrimas de felicidad en los ojos. Por primera vez, el futuro se abría ante ellos como algo más que sufrimiento.
Haruka reía mientras saltaba, imaginando su propio cuarto, una cama caliente y un escritorio donde estudiar.
Su madre lloraba en silencio, repitiendo una y otra vez:
—Gracias, hijo… gracias…
Su padre, con el orgullo reflejado en el rostro, puso una mano firme en el hombro de Kaito.
—Estoy orgulloso de ti, hijo.
Y Kaito, mirando hacia el cielo, pensó en silencio:
—Dioses, si ustedes no me dieron justicia… entonces yo mismo la crearé. Con este sistema, nadie volverá a humillar a mi familia.
El brillo del sol de la mañana iluminaba sus pasos. La Mansión del Dragón Número 1 ya los esperaba.
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