ESTEREOTIPOS

ESTEREOTIPOS

Mar Mioni

28/06/2025

¿Qué tan contaminado estás tú al respecto?

Voy caminando por el centro de una ciudad nueva para mí, he venido acá de vacaciones, un par de días para escapar de la rutina. El hecho de viajar sola y salir de dicha rutina propicia que mis sentidos estén alertas, pendientes de todo, que mis ojos se sorprendan con colores y rutas distintas, otros rostros, otras calles y costumbres.

La atención que voy poniendo a las cosas me fascina, hace que me percate de detalles que cotidianamente omito, como el hecho de que todos nos parecemos, en serio, y nos parecemos más de lo que nos gustaría, aunque el Ego insista en decirnos al oído que somos únicos e irrepetibles, y, sin embargo, somos tremendamente parecidos. Todos vamos por ahí casi siempre con jeans y sudadera interpretando al mundo, juzgando a otros, usando como único referente la escasa información que logramos archivar en el cerebro, pensando que los datos obtenidos en nuestra corta vida son la verdad absoluta, siendo jueces, lanzando veredictos: bonitofeo, megustanomegusta, buenomalo, creyéndonos inmunes.

Mi mente, ávida de estructuras y conceptos también hace lo propio, encasilla lo que ve, toma pantallazos, los etiqueta y archiva en carpetas con una descripción detallada de lo que creo que es, hace y piensa aquella persona con rastas, o aquella del traje sastre y loción que huele como a cosa cara, o aquel otro con mallas de ejercicio y brazos musculosos. Mi mente sabe, o cree que sabe. Me siento muy listilla por creer que puedo adivinar todo del otro con tan solo oler su perfume o ver el color de sus mallas, pero en realidad solo son mis prejuicios operando. Mi mente tonta se anticipa, cierra el círculo precipitadamente, debo entrenar más al respecto.

Me detengo frente a un aparador, me observo en el reflejo y me pregunto: y yo ¿a qué estereotipo pertenezco? ¿dónde van a encasillarme? Porque sé que también soy víctima de los procesos mentales de otros, nadie escapa.

Pienso que toda la vida me he sentido “diferente”, voy por ahí presumiendo ser una rebelde atípica; pero viéndome ahí, frente a ese aparador, usando jeans y sudadera me doy cuenta, soy una más, me pierdo entre las masas. Seguramente pertenezco al grupo de los que no quieren pertenecer a ningún grupo, al de los parias; habrá quien piense que soy la “típica” mujer asocial entrada en años, que se deja las canas y no usa maquillaje en respuesta al sistema opresor; la hippie, la loca de los perros, la que usa lentes porque se la pasa el día leyendo, claro, porque nadie la quiso, o más bien, ella no quiso a nadie, la solitaria que morirá un día en su casa y nadie se dará cuenta hasta cuatro días después si tiene suerte.

Luego me pregunto si esos juicios-sentencias son algo que debemos obedecer, o si es posible pausar antes de etiquetar ¿será posible darnos la oportunidad de conocernos antes de dar el veredicto?, porque en realidad no somos lo que aparentamos, hay mucho más, pero nos quedamos en la fachada y la comparamos con la información que guardan nuestras mentes, atiborradas con conceptos que jamás nos atrevimos a cuestionar, caray, sería tan diferente si pudiéramos darnos la oportunidad de ver más allá de un sombrero tejano o de unos piercings, sería tan distinto que aprendiéramos a vernos el alma y no solo el disfraz.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS