CURRÍCULUM PARA LA NADA
Historia de un hombre que tuvo 50 años y el descaro de seguir creyendo en el trabajo digno.
⚠️ AVISO PARA EL LECTOR:
Esta historia no es amable. No es optimista.
Es ácida, furiosa, real. Es un vómito necesario.
En algún rincón digital del universo, existe un limbo. No es el cielo. No es el infierno. Es algo peor: el buzón de aplicaciones de empleo.
Ahí viven, eternamente atrapadas, las hojas de vida de miles de personas mayores de 50 años, condenadas a la invisibilidad por tres bestias digitales: Konzerta.com, Mastrabajo.com y la sacrosanta iglesia de la hipocresía laboral: LinkedIn.
Damián Calderón, abogado brillante, lector de leyes y sobreviviente de sistemas podridos, despertó un día en enero de 2023 con la idea absurda de volver a trabajar. Tenía 50 años. Inadmisible. Imperdonable. Un fósil.
Lo que no sabía es que su edad era ahora un crimen digital.
Con su mejor corbata y el currículum pulido con amor (y sudor, y años de experiencia, y batallas legales ganadas), se registró en Konzerta.com, la plataforma que se jacta de conectar “talento con oportunidades”.
Ingresó sus datos.
Adjuntó su CV.
Escribió una carta de presentación sincera.
Le dio clic a “Postular”.
Nada.
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🧨 PARTE 1: KONZERTA.COM – EL PORTAL DEL OLVIDO
Subtítulo:
«Donde los sueños laborales van a morir… sin siquiera ser vistos.»
—
Damián Calderón tenía 50 años.
Una edad honorable, según cualquier cultura que no esté dirigida por monos con laptops y filtros de edad.
Ingresó a Konzerta.com con la ingenuidad de quien aún cree que los portales de empleo conectan humanos con oportunidades.
Spoiler: No lo hacen.
Konzerta no es una plataforma. Es un cementerio de currículums.
Y no cualquier cementerio: uno donde los cadáveres no descansan.
Se quedan ahí, flotando digitalmente, pudriéndose bajo palabras como “innovación”, “talento” y “match ideal”.
Damián subió su CV.
Dos páginas perfectas. Experiencia sólida. Cero bullshit.
Aplicó a una vacante como abogado senior.
El requisito decía: “más de 15 años de experiencia”.
Damián tenía 25. Le sobraba experiencia.
Pero también tenía 50. Y eso lo condenaba.
—
Cinco minutos después, recibió el primero de miles de insultos disfrazados:
> «Gracias por postular. Hemos decidido continuar con otros candidatos cuyo perfil se ajusta mejor a los requisitos del puesto.»
Ajá. ¿Cuál requisito?
¿Respirar como si tuvieras 30?
¿Decir “proactivo” con voz de influencer?
¿Usar TikTok para explicar leyes laborales?
Porque Damián cumplía todo.
Todo excepto lo que no se escribe:
«Edad máxima sugerida: 35 años. Arriba de eso, hueles a despido.»
—
Lo más jodido de Konzerta.com no es que te rechacen.
Es que ni siquiera te miran.
Su algoritmo es un Dios sordo y ciego que borra CVs apenas ve que naciste antes del primer iPhone.
Damián lo descubrió al intentar una locura:
Cargar el mismo CV, pero mintiendo su fecha de nacimiento.
En lugar de 1973, puso 1988.
¿Resultado?
📬 «Tu perfil ha sido seleccionado para la siguiente etapa.»
¿Ven la trampa?
No fue el talento.
No fue el CV.
Fue el número maldito que resume toda la discriminación legalizada:
La edad.
—
Y aun así, Konzerta.com se atreve a decir que cree en la “igualdad de oportunidades”.
¿Igualdad?
¿Dónde carajo está la igualdad si a los 50 te borran del sistema como si fueras spam?
¿Dónde está la igualdad si los algoritmos deciden que la experiencia no vale nada si no viene en cuerpo joven?
Konzerta no conecta talento.
Konzerta ejecuta el genocidio laboral de los mayores de 45.
Sin culpa. Sin cara. Sin respuesta humana.
—
Damián Calderón no fue rechazado. Fue exiliado.
Como muchos.
Como miles.
Como todos los que cometieron el pecado de envejecer mientras trabajaban.
Y ese año, 2023, fue su purgatorio.
—
🧨 PARTE 2: MASTRABAJO.COM – EL CIRCO DEL ENGAÑO
Subtítulo:
«Bienvenido al show. Todos los puestos ya están ocupados.»
—
Después del cementerio digital de Konzerta, Damián Calderón se arrastró por el fango de la desesperación laboral.
Y allí encontró un cartel que decía:
> «¡Conéctate con miles de ofertas actualizadas todos los días!»
Le dio clic.
Error fatal.
Bienvenido a mastrabajo.com:
una feria de espejos rotos donde la esperanza se ofrece como caramelo envenenado.
—
El primer día, Damián se emocionó.
200 ofertas. 500 empresas. 3000 sueños listos para postular.
Clic aquí. Clic allá. Clic con hambre.
Postuló a 76 empleos en una noche.
Silencio.
Tres días después, las mismas 76 ofertas seguían ahí.
Y las mismas 76 empresas decían “urgente”.
Urgente mi trasero, pensó.
—
Mastrabajo.com no es un portal.
Es una simulación.
Una trampa de tráfico web con anuncios falsos, reciclados o inexistentes, puestos solo para que tú, desesperado y envejecido, hagas clic y le des vida a su algoritmo muerto.
Nadie contrataba. Nadie respondía.
Nadie estaba al otro lado del espejo.
Y lo peor:
Empezaron a llegarle correos basura.
> “Invierte en tu futuro, haz este curso.”
“Sé un profesional más competitivo.”
“Tu perfil puede mejorar.”
¿Mejorar para qué?
¿Para que me ignoren con más estilo?
¿Para que me rechacen con un CV con íconos color pastel?
—
Damián se dio cuenta del truco sucio.
Mastrabajo.com no vendía trabajo.
Vendía ilusión.
Y cuando le escribías a soporte, recibías otro insulto digital:
> «Recuerda que los procesos de selección son dinámicos. Sigue postulando.»
Sí, claro.
Postula hasta que te mueras.
Postula hasta que te salgan canas en las canas.
Postula a puestos que nunca existieron más allá del pixel.
—
Una vez, Damián llamó directamente a una empresa cuyo anuncio encontró en la plataforma.
El recepcionista lo dejó esperando.
Después, una voz sin alma dijo:
> —Esa vacante fue ocupada hace seis meses.
—Pero está publicada hoy.
—No es nuestra responsabilidad.
—¿De quién es entonces?
—Del algoritmo.
Otra vez el mismo Dios sin rostro: el algoritmo.
Ese asesino invisible que mantiene vivas las mentiras para atraer tráfico.
Tráfico humano.
Como ganado que entra por voluntad propia a la carnicería.
—
Mastrabajo.com se llama así por ironía:
Porque después de entrar ahí, solo consigues más trabajo en frustrarte,
más trabajo en no rendirte,
más trabajo para seguir sobreviviendo al desempleo digitalizado.
Damián no consiguió trabajo.
Pero sí consiguió una verdad:
> “El desempleo no es falta de talento.
Es falta de respeto.”
Y Mastrabajo.com es su circo.
Con payasos sin rostro, empresas fantasma, y un público de gente rota que sigue aplaudiendo.
—
💣 PARTE 3: LINKEDIN – EL TEATRO DE LA HIPOCRESÍA
Subtítulo:
«Sonríe. Estás desempleado, pero pareces feliz.»
—
LinkedIn.
La red donde finges estar bien para no perder lo poco que te queda.
Donde el desempleado se maquilla con filtros de éxito para no asustar al algoritmo.
Damián Calderón entró ahí como quien entra a una misa moderna:
esperando fe, recibiendo cinismo.
—
Construyó su perfil con esmero.
Puso cada puesto, cada logro, cada herida.
Cinco idiomas. Veinticinco años de experiencia. Dos maestrías.
Y 50 años de edad. El crimen original.
Empezó a seguir empresas.
A comentar publicaciones.
A interactuar con “líderes de opinión” que vomitaban frases motivacionales como si fueran hostias digitales.
> «Tu actitud determina tu altitud.»
«El éxito es cuestión de mindset.»
«El desempleo es una oportunidad disfrazada.»
¿Disfrazada de qué, imbécil?
¿De ansiedad? ¿De deuda? ¿De insomnio?
—
Cada vez que Damián compartía su verdad —que era un profesional capacitado y sin empleo por su edad— recibía silencios.
O peor aún: comentarios hipócritas como:
> “¡Ánimo, campeón! Algo llegará.”
“Te recomiendo hacer un rebranding personal.”
“Refuerza tu marca. Reinvéntate.”
¿Reinvéntate? ¿A los 50?
Como si fuera un Pokémon.
Como si todo lo vivido no valiera nada porque no tiene hashtag ni TikTok.
—
LinkedIn no era una red profesional.
Era un reality show.
Un lugar donde todo el mundo aplaude, pero nadie ayuda.
Donde los reclutadores escriben artículos sobre inclusión mientras filtran por “menor de 40”.
Donde se celebra el “día del trabajo” con frases inspiradoras mientras miles como Damián son enterrados bajo el algoritmo por no ser “culturally fit”.
LinkedIn le vendió una ilusión:
> “Sé tú mismo y las oportunidades llegarán.”
Mentira.
La única verdad es:
> “Sé joven, bonito, superficial, y con suerte, alguien te dará una entrevista para pagarte mal.”
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Damián lo intentó todo.
Cursos. Publicaciones. Testimonios.
Hasta grabó un video llorando en su carro.
Tuvo 37,000 vistas y 19 ofertas falsas.
Nadie contrató.
Pero todos le dieron like.
—
LinkedIn es el infierno disfrazado de paraíso corporativo.
Es la red donde los cadáveres laborales se maquillan con filtros de éxito.
Donde la gente no vive: simula.
Donde los mayores de 50 son invisibles,
a menos que escriban como si tuvieran 30, usen emojis, y hablen de resiliencia mientras les comen el alma.
—
Y así, Damián Calderón cerró su laptop una noche.
Sin trabajo.
Sin respuesta.
Sin esperanza.
Pero con algo nuevo: una furia afilada como cuchilla.
> Porque si el sistema lo despreciaba por viejo, él lo quemaría con sabiduría.
Porque si las plataformas lo borraban, él las expondría una por una.
Porque si la edad era un obstáculo, haría de ella una lanza.
—
📢 “Soy Damián Calderón.
Tengo 50 años.
Y no voy a pedir permiso para existir.”
—
🔥 Fin del cuento.
Inicio de la venganza. 🔥
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