CARTA DE RENUNCIA AL AMOR

CARTA DE RENUNCIA AL AMOR

Mar Mioni

31/05/2025

Díganme que no soy la única que amó demasiado pronto, la única que saltó al vacío con los ojos cerrados agarrada de la mano de alguien que me soltó antes de saltar, díganme que no he sido la única que se lanzó a los brazos del amor como quien salta complacida dentro de una hoguera, pero luego se arrepiente, cuando ya es tarde, cuando ya las llamas le alcanzaron el alma.

Lo intenté, juro que lo intenté, juro que te busqué en cada par de ojos marrones y varias veces creí haberte encontrado, varias veces caí en el engaño de otras miradas donde pensé que habitabas tú, mi otra mitad, la mitad que dicen que nos complementa, esa que de manera un tanto compulsiva buscamos vida tras vida para luego volver a perderla en una especie de broma interminable, como dos gotas en el océano que sólo logran coincidir después de varios eones en una especie de exquisito milagro.

En esta vida no te encontré, pero conocí a varios que llevaban el mismo disfraz de terciopelo azul, ellos prometieron tanto y cumplieron tan poco; siempre sospeché que me estafaban, pero decidí creerles porque a veces un lengüetazo al ego es mejor que nada, porque usaron piropos de catálogo, de esos que nos repiten a diestra y siniestra copiados de alguna telenovela barata, pero que funcionaron porque cuando venían dirigidos a mí sonaban tan especiales.

Te esperé cada día sentada en esta banca, junto a la estación del tren, viendo a miles de pasajeros llegar atareados y con prisa entre humo de vagones. Cuando el tren anunciaba su llegada, yo me levantaba esperanzada y comenzaba a correr junto a las ventanillas esperando encontrar tu cara, y después recorría de puntillas los andenes, alzando la mirada hasta donde me alcanzara la vista para ver si te veía, si te podía reconocer entre tantos paraguas y sombreros.

Busqué entre cientos de rostros tus ojos porque sabía que los reconocería al instante y que, sin mediar palabras, abrirías los brazos con una sonrisa y yo me hundiría en tu pecho con total confianza así, sin presentarnos antes porque ya nos conocemos de otras vidas.

Pero el tiempo se agotó y no llegaste, han cerrado la estación, el tren ya no vendrá más. Aquí hace frío y debo moverme a un lugar más cálido, donde pueda desentumir mis dedos que aún se aferran a esta banca, a este poste, debo partir a un lugar distinto que me permita soltar las esperanzas, debo aceptar que las historias de amor no son para cualquiera, admitir que me equivoqué mucho, que perdí tiempo precioso confundida con otras miradas y otras pieles que se parecían a la tuya.

Pido perdón por mi torpeza y avidez, por haber confiado demasiado pronto, por haber abierto el alma y el cuerpo a aquellos que sólo vertieron veneno en mi nariz intoxicándome con falsas expectativas, porque no, una no siempre tiene la culpa, aunque el terapeuta nos diga lo contrario, a veces también los otros contribuyen a darle forma al circo, a los planes futuros, a alimentar nuestros vacíos con albóndigas de miel. La culpa no ha sido solo mía.

Dicen, y me sumo a la propuesta, que sería buena idea poder demandar a aquellos que nos han robado tiempo, porque es el recurso más precioso, aquellos que llegaron con un cuento, con un disfraz aceptable, pero que con el tiempo se fue deslavando para dar paso a su verdadera piel de lobo. Debería haber una ley que castigue al que solo pretende, al que miente, al que tomó y se llevó algo sin dejar nada a cambio, al que ilusiona con palabras deliciosas que suenan tan bien en el oído, y quizá debería existir otra ley más severa para quienes caemos en la trampa de eso que parecía un amor bonito.

Esta carta es mi renuncia a esa búsqueda, mi corazón no resistirá otra desilusión, al menos no en esta vida, quizá en otra y con fuerzas renovadas retome mi búsqueda, porque sé que estás ahí, perdido entre las estrellas, y sé que también me buscas.

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