ESCRITURA HÍBRIDA

Tu reflexión
@RamónC., me hizo viajar en el tiempo. Me vi abriendo aquellos diarios de
cuando éramos pequeños, con hojas perfumadas, dibujos en los márgenes, entradas
de cine pegadas con celo y palabras garabateadas con colores. Aquello también
era escritura, aunque no se pareciera a un texto tradicional. 

Porque
contar siempre ha sido más que usar letras: es capturar una experiencia con
todo lo que tenemos a mano. Hoy lo llamamos «escritura híbrida», y parece un
fenómeno nuevo, digital, pero en realidad es profundamente humano. Como en los
álbumes de fotos familiares, donde las imágenes conviven con fechas escritas a
mano y pequeñas frases al pie.

Las formas
de contar historias siempre han buscado múltiples caminos. La pantalla no ha
hecho más que amplificar esa posibilidad: ahora podemos sumar música,
animaciones, voces, vídeos efímeros.Y me maravilla ver cómo los niños lo hacen
de forma tan natural, como si no hubiera que aprenderlo, como si fuera un
instinto.

Instagram, por ejemplo, me fascina, como una especie de diario contemporáneo.

Me permite
escribir, pero también mostrar; unir lo íntimo y lo estético, lo pensado y lo
espontáneo. Hay espacio para lo elaborado, pero también para lo cotidiano, para
lo imperfecto.

Y eso me recuerda al teatro, al cine, al arte en su forma más vital;
donde se mezclan imagen, luz, sonido, movimiento y texto para apelar no solo a
la razón, sino a los sentidos, a la emoción. 

Me parece profundamente liberador que la escritura pueda volver a ensuciarse las manos, a dejar ver el proceso, mostrar el intento, el error, el día a día. La voz no pulida, la imagen borrosa. Porque también ahí, hay verdad. Y porque cada persona puede dejar su marca, su estilo, su forma única de contar, aunque no use una sola palabra. 

Desde una mirada metaliteraria, esta expansión del lenguaje nos obliga a repensar qué entendemos por «escribir». ¿Donde termina el texto? ¿Dónde empieza la imagen? ¿Es un relato, una secuencia de palabras, o una secuencia de gestos, sonidos y miradas? Hoy más que nunca, escribir es componer; elegir qué elementos usar, cómo combinarlos, que atmósfera crear. La palabra ya no está sola, y eso no la debilita; la enriquece.

Quizás no estemos asistiendo al fin de la escritura, sino a su renacimiento. Uno más libre, más híbrido, quizás, más afín a nuestra forma cambiante de estar en el mundo.

Uno que no teme al error, no teme a lo transitorio, a lo sensorial. 

Uno que, como los diarios de infancia, o los de juventud, recoge lo vivido no para archivarlo, sino para darle forma.

Para contarlo como se siente; con todo lo que tienes a mano, con todos los sentidos.

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