Considerando la fuerza comunicativa y los diversos medios que podemos activar para llegar al público de forma interactiva, especialmente a través de hipervínculos, como nos comenta Ramón C, recuerdo los cuentos de Edgar Allan Poe. Conocido por su particular forma de compartir terror, resultaba sumamente interesante cómo una historia mental, en principio inexistente, se transformaba en algo casi tangible a la luz del iPhone del momento y las imágenes móviles que acompañaban cada parte del relato. Y es que, sin duda, no es lo mismo leer un simple párrafo que tener acceso a movimiento y sonido, además de las letras.

Me llama la atención, la alusión que Ramón hace a los pictogramas prehistóricos que marcaron el inicio de nuestra comunicación escrita. Resulta curioso observar cómo, a partir de esa complejidad, una de las herramientas más utilizadas hoy en día en el lenguaje escrito es, de hecho, aparentemente más simplificada: los emojis.
Particularmente, resalto el hecho de que no solo constituyen una forma de comunicación, sino que, a pesar de su simplicidad visual, aportan una interpretación crucial a lo escrito, actuando como una extensión de nuestro tono, expresión o gestos manuales al enunciar una frase. Esta situación significa que, como lenguaje no verbal que son, pueden ratificar, modificar o añadir información al mensaje. De tal forma, casi podría resultar inquietante darnos cuenta del alcance que pueden tener en una conversación; estamos a un emoji de distancia de compartir rabia, ironía, dolor o fastidio con exactamente las mismas palabras escritas, paralelamente ¿le creeríamos a alguien con expresión triste que esta bien solo porque lo dice?
Asimismo, es importante notar que dichas interpretaciones varían significativamente de acuerdo a la edad y, por consiguiente, a la generación. Mientras que la Generación Z redefine en gran medida sus usos, el público más adulto se siente más cómodo con un empleo tradicional.
Hace algún tiempo, tuve que preguntarle a mi hermano menor cómo se expresaban ahora las risas por WhatsApp. Lo hice medio en broma, pero la realidad es que esperaba genuinamente su respuesta porque no tenía idea. Este pequeño episodio me hizo darme cuenta de que, en verdad, la comunicación evoluciona a un ritmo vertiginoso, no en décadas, sino en cuestión de pocos años o incluso meses. Experimentemos por un momento esta situación tomando como referencia al actual público de la Generación Z.
Esto toma sentido cuando recordamos que, al final, son símbolos que buscan representar una emoción, tan diversas como pueden ser las formas en que manifestamos nuestras emociones, tanto en palabras como en expresión corporal, se ha intentado dar respuesta a través de los emojis. Esto se evidencia con la inclusión de género, representaciones femeninas, distintos colores de piel, diversos símbolos culturales e indicaciones para las personas sordas en las nuevas versiones de WhatsApp.
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