
El amanecer era hermoso en Thalys.
Los primeros rayos de luz bañaban los edificios altos y esbeltos que aún bostezaban, y comenzaban a atravesar las ventanas de la habitación de Enya hasta acariciar su rostro. Era una sensación agradable, pero aún no tenía ganas de que empezara el día… aún no.
Frunció el ceño y se dio media vuelta, tapándose los ojos con el brazo, intentando esquivar la luz que inundaba la estancia.
“Por favor, ¿no puede amanecer hoy un poquito más tarde?”
Un aleteo ligero y rápido, como un soplo de aire repentino, bastó para sacarla del último refugio del sueño. Enya frunció el ceño de nuevo, apartó el brazo y, con los ojos entrecerrados, aún medio dormida, descubrió a su lado una criatura diminuta, parecida a un colibrí, que la observaba con curiosidad.
—Ay, Niva… Buenos días… —y volvió a cerrar los ojos, sabiendo que el día ya sí se había puesto en marcha.
La pequeña criatura ladeó su cabeza, la miró de nuevo y revoloteó a su alrededor emitiendo unos sonidos agudos y alegres, como respondiendo a esos buenos días que Enya le había dado. La siguió con la mirada, sin apartarse aún el brazo de la cara. La claridad seguía molestándole. Niva se había posado sobre una especie de mesa de trabajo, donde se alineaban varios dispositivos de lectura, una taza con restos de infusión, un par de cuadernos inteligentes y algunos utensilios de laboratorio. Otros objetos descansaban por el resto de la superficie, ordenados en un “orden” que solo ella entendía. Niva jugueteaba con lo que parecía un brazalete de diseño tecnológico: era negro, de unos cuatro centímetros de ancho y, a simple vista, no mostraba ninguna función evidente.
—Niva, deja eso, aún no es la hora de salir —La pequeña criatura la miró, movió sus preciosas alas y no se apartó. Lo empujó un poco más.
—¡Niva! —Enya dio un salto de su cama y el pájaro alzó el vuelo hasta una parte elevada de la estancia donde se posó y le dedicó un leve “Pií”. Enya le clavó la mirada, una mirada que mezclaba enfado y ternura.
—No me provoques. —Niva giró su pequeño cuerpecito y se coló por un hueco entre el techo y la pared. Enya suspiró, apartó la mirada y tocó levemente la parte derecha del frontal de la mesa. Una luz azulada dio paso a una ranura de la que sobresalió un cajón pequeño. Guardó el brazalete, volvió a tocar el cajón y este se cerró, quedando de nuevo la superficie plana y lisa como si nunca se hubiera abierto.
Con un bostezo tímido, avanzó unos pasos y miró a través de la enorme ventana circular que estaba tras la mesa. Ahora, entraba más luz y Enya ajustó el filtro del cristal para mantener ese ambiente de la primera hora de la mañana. Le gustaba sentir que era temprano y que tenía tiempo para ella antes de comenzar a trabajar. Apreciaba el tiempo libre, su tiempo libre. Su espacio. Esa soledad que te reconforta, te hace sentir bien y te permite conectar contigo mismo. En el otro lado, la ciudad también comenzaba a despertar.
Desde la ventana podía verse el inicio de un día normal en Thalys. Gente de allá para acá: algunos con prisa, otros sumergidos en sus propias rutinas, y otros simplemente salían a disfrutar de la maravillosa ciudad que literalmente vivía y respiraba por sus habitantes. Con un desperezo, Enya se giró y dejó atrás su vista de Thalys; era hora de que comenzara también su día.
—Sistema, información general de hoy, por favor —una voz dulce, con una sonrisa que casi podía intuirse, comenzó a darle los buenos días de forma rutinaria.
—Buenos días, Enya. ¿Cómo has dormido? Detecto cierto nivel de tensión, ¿te apetecería una ducha con bruma salada? Puedo buscar una lista de reproducción musical para que sea aún más relajante.
—Gracias Sistema, yo me encargo de ajustar mis preferencias en la ducha… Dame el informe climatológico de hoy, por favor —Enya se desvestía a la vez que se dirigía a lo que parecía un espacio dedicado para el aseo. La voz del sistema integral doméstico comenzó a darle los datos que había pedido:
—Día 78 de la Estación Cálida. El ciclo inicial se presenta con temperaturas que irán variando de los 24 a los 27 grados. La sensación térmica será más elevada debido a la ausencia de viento. No se prevén precipitaciones en las próximas horas. ¿Quieres que ajuste el atuendo de hoy según las condiciones meteorológicas? —No, gracias Sistema — miró hacia una de las paredes en la que aparentemente no había nada; sin embargo, un instante después, su rostro se reflejaba en ella con nitidez, casi parecía otra Enya observándola desde el otro lado. Había dormido bien, pero su mirada gris azulada delataba cierto cansancio, tal vez provocado por un sueño demasiado profundo. Las pecas que salpicaban su nariz y parte de sus mejillas hacían contraste con su piel. Tenía un rostro bello, delicado, con facciones casi exóticas y estaba enmarcado por una larguísima melena plateada. Enya no tenía prácticamente pigmentación en su cabello y eso la hacía tener un color natural semejante al de una persona anciana. Pero era hermoso.
Examinó a la Enya del espejo unos segundos más. Tensión dice el sistema…me encuentro perfectamente…
De repente, la voz artificial interrumpió sus pensamientos:
—Enya, tienes una notificación de Isel
—De acuerdo, reprodúcela por favor. Sólo audio.
—Buenos días Enya. Tengo algo importante que contarte… o eso creo… Ayer me quedé hasta el último ciclo en el laboratorio; tenía ganas de adelantar trabajo y no saturarme mucho hoy, ya sabes… bueno, voy al grano: entró una muestra aparentemente normal, o al menos eso creí, de un fragmento que extrajeron en el área de excavación del norte, cerca del límite del velo y… Bueno, creo que deberías verlo tú misma y analizarlo. Yo no me he atrevido a tocarlo más… no me da buena espina… Era solo para que lo supieras, ¿vale?. Nos vemos después. La voz de Isel había despertado lo poco que quedaba de la Enya dormida. Frunció el ceño y con la duda y la intriga sembradas, se dio media vuelta dejando atrás su reflejo.
Después de una ducha de vapor frío, accedió al RSV (red de suministro de vestuario) y, como cada día, eligió su ropa entre las muchas opciones disponibles. Casi siempre se decantaba por el mismo estilo; de hecho, el sistema ya tenía registradas sus preferencias habituales, por lo que la búsqueda se reducía a unos pocos gestos. Eligió un pantalón de corte recto, ajustado en la cintura y de tejido inteligente que se adaptaba al clima cálido del día. Lo combinó con un top suave de color marfil que se ajustaba con naturalidad al contorno del cuerpo sin resultar ceñido. Sobre ambos, se colocó una chaqueta de lino sintético con acabado ligeramente texturizado, que había adquirido en uno de los talleres del mercado. Le gustaba especialmente por su caída fluida y porque, a diferencia de las prendas estándar del RSV, tenía pequeñas imperfecciones que la hacían única. En los pies, unas botas ligeras de base adaptable y caña baja, pensadas para largas caminatas o trayectos fuera del núcleo urbano. Todo el conjunto mantenía una gama neutra y cálida, sin estridencias, como casi todo lo que solía llevar.
Niva ya estaba en la cocina esperándola cuando Enya apareció para tomar un desayuno rápido antes de salir hacia el laboratorio.
— Eh, estás aquí— Dijo mientras le acariciaba con suavidad su pequeño cuerpo emplumado.
—Siento haber sido tan brusca antes, ya sabes, yo y mis despertares…— Enya se disculpaba mientras en la encimera aparecía una pequeña pantalla en la que Enya descartaba mecánicamente todas las opciones que el sistema le ofrecía. —Oye sistema, agradezco tu interés sobre mi glucosa, pero necesito sí o sí una taza enorme de te de bayas.
—Claro Enya.
Automáticamente se actualizaron todas las opciones que el sistema había seleccionado para su desayuno.
—¿Te apetece acompañar el té con alguna fruta tal vez?
Enya vaciló un momento, revisó de nuevo la pantalla y seleccionó un plato que nada tenía que ver con fruta. En un momento, de una cápsula no más grande que un microondas, emergió un plato con pan humeante y una taza enorme de agua muy caliente, en la que se podía apreciar, en unos pequeños dígitos luminosos, la temperatura exacta en la que se encontraba el líquido. Junto a ella, una pequeña esfera biodegradable que contenía té de bayas. Enya retiró de la cápsula su desayuno, al abrirse, un olor a pan dulce tostado la hizo inspirar más profundamente. Colocó el plato delante de ella y de un compartimento situado en un lateral de la pared, sacó un pequeño tarro de vidrio que contenía mermelada artesanal de varias frutas. En la etiqueta aparecía una breve descripción de los ingredientes y las propiedades que contenía.
En Thalys, existía un mercado central donde podían adquirirse productos autóctonos, caseros y artesanales. A Enya le gustaba pasear por allí de vez en cuando y perderse entre la gente mientras curioseaba por los diferentes puestos. A veces, compraba ingredientes que le gustaban y no estaban incluidos en la Red de Abastecimiento Regular Doméstica como la mermelada de su desayuno mucho más sabrosa que las versiones estándar del sistema.
El desayuno finalizó y Enya se puso en marcha. Se dirigió a su habitación, cogió de la mesa de trabajo uno de los cuadernos inteligentes, una pequeña cajita sin bordes con dos compartimentos y el brazalete que había guardado en el cajón invisible. Se lo puso en el antebrazo derecho y salió a la calle con Niva revoloteando a su lado. El día era deslumbrante. La luz calentaba de forma arrulladora, las calles respiraban vida a través de sus majestuosas estructuras repletas de jardines verticales. La gente se desplazaba a través de paseos luminosos que los transportaban, con fluidez, hasta su destino. Otros, como Enya, tenían su propio medio de transporte. Tocó levemente el brazalete y surgió rápidamente un cordón de luz azulada que desembocaba en una tabla flotante que se propulsaba automáticamente con la inercia del cuerpo de Enya. Nómada, era un tipo de transporte limpio, ágil y eficiente. Subió sobre la tabla de luz y se deslizó a ras de suelo unos metros hasta que, una vez visualizado el trayecto hasta el laboratorio, se incorporó al flujo de transporte que la llevaría a su destino.
Niva no la siguió, ella prefería tomar su propio camino y encontrarse con Enya más tarde.
El laboratorio donde Enya trabajaba se encontraba a las afueras de Thalys en un lugar casi escondido y aislado. En él, se realizaban estudios de microbiología, arqueología molecular, proyectos de reconstrucción y restauración de especies de algunas plantas con características específicas, entre otros proyectos. Enya dominaba casi todos los campos dentro de la microbiología y la arqueología molecular. Le parecía un mundo fascinante, el poder ver la historia y el pasado a través de un microscopio. En su puesto de trabajo, había amontonadas algunas muestras que tenía que analizar a lo largo del ciclo, algo un poco rutinario, pero últimamente no había nada demasiado interesante en lo que trabajar.
— Buenos días Enya, te echaba de menos hoy… casi mitad del primer ciclo… a alguien se le han pegado las sábanas, ¿eh?.
—¿ “Se le han pegado las sábanas…”?— Enya miró con una sonrisa incrédula a una chica morena que la miraba desde el otro lado de su puesto de forma divertida.
— ¿Esa frase se la has escuchado a tu tatarabuela, Isel?— preguntó con una risa.
—En realidad a mi abuela, me lo decía cuando me costaba levantarme— Isel, le respondía sin apartar la vista de su trabajo. —Te he dejado la muestra que creo que te va a resultar interesante. Ni Royh ni yo hemos descubierto aún qué es. Está junto a tu táctil.
— ¿Por qué no la has dejado con el resto?
—La he separado de las demás. Creo que es importante Eny, ¿no has recibido mi mensaje?
—Si, claro, lo he recibido. Ahora le echaré un vistazo.— El tono de Enya sonaba despreocupado, pero, a decir verdad, ese fragmento había captado toda su atención. Sentía que la llamaba, como si quisiera que ella lo escuchara. Enya se puso seria, se tomaba muy a pecho su trabajo. Le gustaba y además, le gustaba hacerlo bien. Junto a su táctil, se encontraba una bandeja en la que reposaba la misteriosa pieza de origen desconocido, así que decidió disipar dudas y comenzar el trabajo intentando descifrar qué era aquello. Colocó su mano al lado de la bandeja donde reposaba el fragmento. La mesa se iluminó a la altura de la yema de los dedos de Enya, una vez escaneadas sus huellas, apareció sobre la mesa un holograma de una pantalla en la que se presentaban datos y fichas técnicas de los últimos análisis que había realizado. Mientras reorganizaba los datos de la pantalla para poder abrir un nuevo proyecto, miraba de reojo la muestra…
— ¿Qué crees que es? — Isel la sobresaltó.
—No lo sé. Aún no lo he escaneado. En cuanto tenga algo te lo diré. Tecleaba en el aire con los dedos y la pantalla recibía las órdenes con destellos de luz, apariciones de textos y pantallas emergentes. Sacó de la cajita pequeña que había cogido de su casa, unas lentes de contacto aparentemente normales: transparentes y bañadas en un líquido que las hidrataba.
—Las mías hoy han fallado un poco. Tengo que pedir unas nuevas o si no acabaré ciega— comentó Isel en un tono crítico.
Enya prácticamente no la escuchaba, tampoco le importaba si las lentes de Isel funcionaban bien o no.
Enya las colocó cuidadosamente en sus ojos, parpadeó unas cuantas veces y como casi por arte de magia, sus ojos parecían más brillantes. Era como si todo el entorno cobrase vida y pudiera ver cada dato y descripción detallada de todo lo que la rodeaba. Le bastaba con dirigir la mirada hacia el objeto del que quería obtener información y en su campo de visión aparecía una pequeña ventana con datos y algunas opciones de ejecución con respecto al objeto que estaba analizando.
—Bien, vamos allá.
Clavó la mirada en el pequeño fragmento que reposaba sobre aquella bandeja metálica. El contraste entre lo biológico y lo artificial, lo antiguo y lo moderno… un resto del pasado que cambiaría para siempre su futuro.
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