GALDANIAS: XERION vs MUTAN FIGTERS

GALDANIAS: XERION vs MUTAN FIGTERS

Tito

23/04/2025

🎙️ INTRO DEL NARRADOR ÉPICO – “LA VOZ DE LAS CICATRICES”

¿Puedes oírlo…?

Ese crujido en el fondo de tu mente… no es un trueno.

Es el rugido de un universo que está a punto de devorarse a sí mismo.

Aquí no hay héroes. No hay villanos. Solo sobrevivientes.

Este no es un lugar… es una advertencia escrita en huesos y polvo estelar.

El torneo no fue creado por los dioses.

Fue creado por lo que vino después de ellos…

…cuando incluso la esperanza dejó de luchar.

Los Gabanas llaman a esto el Juicio Eterno.

Nosotros lo llamamos: EL TORNEO DE LOS MUTAN FIGHTERS.

¿Estás listo para ver morir lo que creías invencible…?

Entonces abre los ojos…

XERION HA ENTRADO A LA ARENA.

PRÓLOGO – El Torneo del Fin de Todo

Mucho antes de que Xerion se convirtiera en leyenda,
antes de que los Elementos lo llamaran “Equilibrio”,
antes incluso de su primer renacimiento…
existía un rumor.
Un susurro en los rincones más oscuros del universo:

“Cuando el núcleo galáctico tiemble y los planetas sangren lava…
se abrirá el portal a la Arena de los Gabanas.”

Los Gabanas, una raza antigua de sabiduría brutal y ciencia viva,
convocaban cada mil ciclos solares
el evento más letal, secreto y sagrado del cosmos:
El Torneo de los Mutan Fighters.
No era por honor.
No era por gloria.
Era para encontrar al único ser capaz de resistir la llegada del titán que dormía en la Fisura Negra.
Una amenaza ancestral que ni los dioses querían pronunciar.
Los campeones no eran guerreros.
Eran monstruos.

El Minotauro de Sangre Roja, que devoró su planeta natal.

El Gorila de Oro Volador, que venció a siete ejércitos en menos de una hora.

La Hidra de Cinco Cabezas, cada una con una mente independiente y sed de galaxias.

El Gólem de Piedra Viviente, que aplastó al hermano de Xerion, dejándolo como estatua eterna.

El Doppelgänger, capaz de copiar cualquier habilidad… incluso tus pesadillas.

Pazuzu, el demonio del viento negro, traicionado por los cielos y temido por los infiernos.

El Hechicero, un ser que quemó la eternidad y la reemplazó con maldad pura.

Y al final… el Titán Prohibido, que no debía despertar. Pero lo haría.

El universo necesitaba un contendiente.
Alguien que no tuviera nada que perder.
Alguien que ya hubiera muerto…
y regresado con fuego en los huesos.
Xerion.
Un cazarrecompensas mejorado.
Un soldado traicionado.
Una máquina con alma.
Una furia contenida.
Fue arrojado al torneo sin opción.
Y cada combate lo acercaba más al fin.
Esta no es una historia de victoria.
Es una historia de supervivencia brutal.
De heridas que no cierran.
De enemigos que no descansan.
De un héroe que sigue luchando… aunque el universo ya lo haya enterrado.
Bienvenido al Torneo de los Mutan Fighters.
Aquí, la única regla es: NO QUEDAR VIVO

Capítulo 1: El Minotauro Cibernético

Las puertas del coliseo temblaron. El suelo vibró con una fuerza monstruosa. Desde las sombras emergió una bestia que parecía arrancada de una pesadilla antigua y reconstruida con odio tecnológico.
El Minotauro Cibernético.
Cuatro metros de músculo blindado. Cuernos de titanio rojo. Ojos que escupían rayos láser como si odiaran la existencia misma. En su espalda, un generador de energía lo mantenía en modo berserker, bombeando adrenalina sintética directamente a su corazón mecánico.
La multitud estalló en rugidos, tambores de guerra y apuestas frenéticas.
—¡PRIMER COMBATE! —bramó Zer-Kan, el árbitro—. ¡XERION VS EL MINOTAURO!
Xerion analizó cada articulación, cada cable. Su HUD marcaba 0.2 segundos de margen para esquivar un embiste. Muy poco.
Perfecto.
—Vas a necesitar más que fuerza bruta, toro —murmuró.
El Minotauro embistió como un misil, rompiendo columnas, destrozando el suelo. Xerion se deslizó por debajo con su cuchilla giratoria, cortando un estabilizador en la pierna izquierda del monstruo. Chispas. Gritos. Más rabia.
—¡COMBATE! ¡COMBATE! —gritaban los Gabanas.
Pero el Minotauro no cayó. Saltó con una velocidad inhumana y lanzó un puño que rompió el escudo de energía de Xerion. El impacto lo mandó volando contra un muro. Sangre. Dolor. Cracks en su armadura.
—Ese fue bueno… —gruñó Xerion, escupiendo sangre—. Ahora me toca.
Activó su modo fantasma: velocidad aumentada, percepción aumentada. En un parpadeo, estaba detrás del Minotauro. Cuchilla derecha al cuello. Explosivo de plasma a la espalda.
—¡Boom! —susurró.
La detonación sacudió el coliseo. El Minotauro cayó de rodillas… y explotó en una lluvia de chatarra, vapor y vísceras sintéticas.
Silencio. Luego, el rugido del delirio.
Xerion se levantó entre el humo, el pecho agitado, los ojos encendidos.
—¿Eso era todo?
Zer-Kan bajó del palco, aplaudiendo.
—Has vencido al primero. Pero vienen siete más… y no todos son bestias.
Algunos fueron humanos… hasta que el Círculo Carmesí los quebró.. 

Capítulo 2: Alas de Furia – El Gorila de Oro


Las compuertas se abrieron otra vez. Esta vez, no hubo trompetas ni presentaciones. Solo un silbido agudo en el aire… y una sombra colosal descendiendo como una tormenta.
El Gorila de Oro.
Forjado en los laboratorios de Varkon-7, diseñado para guerras en gravedad cero, su piel era una aleación de oro blindado irrompible. Dos alas biomecánicas se desplegaron a su espalda, con turbinas ígneas que rugían como dragones. Cada batida levantaba ráfagas de viento cortante.
Y sus puños… eran meteoritos con forma.
Zer-Kan ni siquiera alcanzó a dar la señal.
El gorila ya estaba en el aire.
Xerion apenas activó su escudo cinético cuando el puño del gorila cayó como una bomba. El suelo se hundió. El escudo estalló en chispas.
Y Xerion fue enterrado en un cráter.
Esto va en serio… —gruñó, medio sepultado.
El gorila se elevó y empezó a bombardear desde el cielo: misiles de energía, rugidos sónicos, golpes de caída libre.
Xerion saltó entre ruinas. Su mente calculaba trayectorias mientras su armadura chillaba por sobrecarga.
No puedo bajarlo con fuerza. Necesito redirigir su rabia… —pensó.
Corrió hacia los generadores del coliseo, atrayendo al gorila como una presa frágil. Cuando el titán volador descendió con un golpe de gracia, Xerion se deslizó y activó los campos magnéticos invertidos.
¡CLACK!
Las alas del gorila se congelaron, atrapadas por el campo. Y por primera vez, cayó… pesado, furioso, expuesto.
—Te voy a enseñar a pelear en tierra, bestia.
Xerion descargó una serie de golpes precisos en las articulaciones, luego una ráfaga de misiles cortos al pecho, y por último, su lanza de energía directo al núcleo bajo el esternón.
BOOOOOOOM.
El cuerpo del Gorila de Oro colapsó con un estruendo metálico. Las alas se cerraron como si pidieran perdón.
La multitud enloqueció.
Xerion respiró agitado, cubierto en aceite, sangre y sudor.
—Dos menos… ¿Dónde está el siguiente?
Zer-Kan sonrió desde las alturas.
—Espero que te gusten los reptiles, Xerion.
La Hidra de Cinco Cabezas te espera. 

Capítulo 3: El Rugido de las Cinco Voces – La Hidra de Fuego y Acero

La arena se enfrió. La atmósfera cambió.
Incluso los Gabanas enmudecieron.
Un temblor subterráneo cruzó el coliseo.
Uno. Dos. Tres golpes secos en la tierra.
Y entonces… el suelo explotó.
La Hidra había llegado.
Cinco cabezas surgieron de una masa de escamas negras, metal vivo y fuego líquido. Cada cuello se movía con independencia, cada boca escupía un elemento distinto:
Cabeza Alfa: fuego azul.
Cabeza Beta: ácido corrosivo.
Cabeza Gamma: rayos eléctricos.
Cabeza Delta: escarcha congelante.
Cabeza Omega: rugidos sónicos que rompían huesos.
El cuerpo parecía blindado con placas orgánicas, sus garras podían partir un tanque en dos, y su cola… era una guadaña segmentada.
Xerion observó desde una torre destruida.
Ok… esto ya no es un combate. Es una condena de muerte.
Pero no retrocedió.
Jamás.
Saltó desde la torre y activó sus drones de distracción. Tres fueron destruidos al instante. La Hidra lo vio, lo olió, lo odió.
—¡AQUÍ! —gritó Xerion—. ¡UNO POR UNO, COBARDES!
Las cinco cabezas rugieron al mismo tiempo. Un infierno de elementos cayó sobre él.
Xerion rodó, esquivó, disparó con munición elemental, y luego usó su arma secreta: el Nano-Cuchillo de autorreprogramación, que adaptaba su filo a cualquier defensa.
Clavó la hoja en la cabeza Gamma —la eléctrica— y activó el modo virus.
La cabeza explotó como un generador colapsado.
La Hidra chilló como si el universo sangrara.
Pero por cada cabeza cortada… dos nuevas comenzaban a surgir.
—No… no crecerán —murmuró Xerion, lanzando un gas criogénico sobre el cuello cortado.
¡FLASH!
El hielo selló la herida. Sin regeneración.
—Uno menos.
La batalla duró más de 10 minutos reales. Sangre. Humo. Mordidas. Gritos.
Xerion terminó con su lanza atravesando la cabeza Alfa, mientras el cuerpo de la Hidra se retorcía en espasmos, y sus últimas dos cabezas se desgarraban entre sí en un frenesí ciego.
Y al final…
Solo quedó él.
Temblando.
Casi sin energía.
Pero invicto.
Zer-Kan bajó lentamente. Esta vez, su mirada no era burla. Era respeto… o miedo.
—Has cruzado el punto sin retorno, Xerion.
El siguiente oponente no solo quiere matarte.
Te odia.
Xerion levantó la mirada, sangrando por la ceja, con el brazo izquierdo colgando dislocado.
—Perfecto.
Así me gustan. 

Interludio: La Estatua que Llora Silencio

Después de la brutal batalla con la Hidra, el coliseo cayó en una calma espesa. Los técnicos Gabanas entraron con máquinas flotantes para limpiar la sangre, los fragmentos, los restos de la bestia vencida. Xerion cayó de rodillas en la zona de recuperación, conectado a una unidad de reparación. Su brazo izquierdo chispeaba, y su respiración era profunda, casi meditada.
Zer-Kan bajó con una copa negra en la mano. No hablaba. Solo lo miraba.
—¿Qué? —gruñó Xerion, sin levantar la cabeza.
Zer-Kan bebió un sorbo. Luego señaló al centro del coliseo… un monolito que muchos creían decorativo.
—¿Ves esa estatua?
—Sí. ¿Qué con eso?
—Ahí está tu hermano.
El corazón de Xerion se congeló.
—Mientes.
—Hace cinco años… tu hermano Zerion-9, el primero de ustedes, enfrentó al Golem de Piedra Eterna. Era fuerte. Implacable. Quizás incluso más puro que tú.
Pero el Golem…
Tenía un don maldito.
Xerion se levantó tambaleando. Caminó hasta la estatua.
Y lo reconoció.
La postura. La herida en el pecho. Los ojos tallados con dolor.
Él lo convirtió en piedra… mientras aún estaba vivo. —susurró Xerion, tocando el brazo de la estatua—. Lo dejó aquí… para que yo lo viera.
Un silencio mortal llenó la arena. Los Gabanas callaron. Incluso Zer-Kan no se atrevió a interrumpir.
Xerion se quitó el casco y apoyó su frente contra el pecho del hermano convertido en mármol.
—Te vengaré.
Lo juro por mi código. Por nuestras raíces. Por todo lo que fuimos.
Se giró con los ojos encendidos, las pupilas como dos soles partidos.
La furia se volvió energía. El dolor, un arma.
Zer-Kan habló por fin.
—Prepárate, Xerion…
El Golem ya sabe que vienes. Y te espera con una sonrisa grabada en piedra. 

Capítulo 4: El Latido de la Montaña – El Golem de Piedra Eterna
El coliseo temblaba. No por máquinas, ni explosiones, ni gritos.
Temblaba por respeto.
Todos sabían quién venía.
El campeón eterno.
El que nunca fue derrotado.
El Golem.
El suelo se abrió como una flor tectónica…
Y de las profundidades emergió la figura más imponente del Torneo Gabanas:
Una mole de más de tres metros, esculpida con roca viviente, fragmentos de meteorito y símbolos arcanos de un tiempo olvidado. Sus ojos eran cristales rojos sin alma, y en su pecho latía una gema negra que resonaba con cada paso.
—Xerion… —dijo con una voz que sonaba a avalancha—. Te pareces a él.
Xerion no respondió. No podía. Tenía los labios apretados por la rabia.
Su mirada no era de combate.
Era de ejecución.
—Te convertiré en polvo —gruñó.
—Eso mismo dijo tu hermano… antes de volverse arte.
El Golem alzó su brazo y la tierra bajo Xerion estalló en columnas de piedra, intentando atraparlo como una prisión viviente. Xerion saltó, disparó con precisión quirúrgica, pero sus balas rebotaban.
Nada penetraba esa piel.
—Cambio de plan —murmuró. Activó su Filo Cuántico de Vibración Inversa y apuntó a las articulaciones.
Pero el Golem ya estaba encima.
¡BOOOOOOOOM!
Un golpe directo al pecho de Xerion lo lanzó veinte metros contra la muralla del coliseo. La armadura crujió. Sangre salió de su boca.
—Te estás quebrando, igual que él.
Xerion escupió sangre. Se incorporó.
—No… él fue tu advertencia.
Yo soy tu sentencia.
Corrió con todo. Saltó. Se deslizó bajo los puños. Esquivó las columnas. Luego…
Trepa por su espalda.
Le clavó dos explosivos de plasma en los omóplatos y saltó al suelo.
—Dile a los Dioses que voy por ellos también.
¡KABOOOOOOOM!
La espalda del Golem explotó, dejando grietas abiertas. Xerion aprovechó. Corrió como un relámpago y atravesó la gema negra del pecho con su lanza giratoria de antimateria.
El Golem gritó con voz de montaña desmoronándose.
—No… no es posible…
—Tu tiempo terminó.
El coloso cayó de rodillas.
Se convirtió en una estatua.
Pero esta vez… sin alma.
Xerion se acercó, rompió un fragmento de la roca y lo colocó junto a su hermano.
—Descansa, Zerion-9. Ya eres vengado.
El coliseo entero se puso de pie. No por protocolo.
Por miedo.
Zer-Kan bajó, sin palabras. Solo un gesto:
—Siguiente oponente:
Pazuzu.
El demonio del desierto y las arenas psíquicas. 

Capítulo 5: Pazuzu, el Devorador de Mentes


El cielo sobre el coliseo se volvió rojo.
No por fuego.
Sino por corrupción mental.
Pazuzu llegó flotando, envuelto en una tormenta de arena negra y susurros ancestrales. Tenía seis alas rasgadas, brazos cruzados con garras de obsidiana, y una máscara de hueso con tres ojos que brillaban con locura.
Cada vez que hablaba, no usaba palabras:
Se metía en tu cabeza.
Xerion… ya has sentido el dolor. Pero yo… te mostraré el trauma.
—Te tengo noticias, monstruo —gruñó Xerion—: yo nací del trauma.
Pazuzu estiró una garra…
Y el tiempo se distorsionó. Xerion cayó de rodillas. Vio imágenes de su pasado distorsionadas, falsas…
Su madre muriendo.
Su padre clavándole un puñal.
Su hermano traicionándolo.
Todo mentira… pero real en su mente.
—¡SAL DE MI MENTE! —gritó.
Activó su escudo psíquico, una reliquia robada en Marte, y la proyección se rompió como vidrio.
—Interesante —dijo Pazuzu—. Pocos sobreviven a eso.
Pero… no estarás solo en esta danza.
¡CRAAAAAAAACK!
Un rayo celestial cayó sobre el coliseo.
Las nubes se abrieron.
Y de ellas emergió la criatura que nadie pensó que regresaría jamás…
El Dragón Celestial.
Gigantesco. Armado con escamas de luz pura y fuego eterno.
Un ojo perdido. Una cicatriz ardiente.
Él también tenía cuentas pendientes con Pazuzu.
Pazuzu… maldito ladrón de dimensiones… me robaste un hijo. Hoy… te arranco el alma.
—¡NO! —bramó el demonio—. ¡Esto es entre él y yo!
—Ahora es entre los tres —dijo Xerion, activando sus propulsores.
Entonces que comience la guerra mental.
LA BATALLA TRIPLE EXPLOTÓ.
Xerion y el Dragón atacaban en perfecta sincronicidad. El Dragón disparaba fuego cósmico, y Xerion lanzaba minas de pulsos mentales. Pazuzu dividía su cuerpo en sombras, esquivaba y contraatacaba con ilusiones que hacían que el coliseo entero se doblara sobre sí mismo.
—¡NO SABEN CON QUIÉN JUEGAN! —gritó Pazuzu, invocando una serpiente gigante de arena mental.
Pero Xerion, con su brazo cibernético sobrecargado, atrapó la serpiente y la hizo explotar en una lluvia de cristal psíquico.
El Dragón Celestial atrapó a Pazuzu con su cola y lo lanzó al cielo.
Xerion saltó… y en el aire, activó su última arma:
El Núcleo de Desfragmentación Mental.
Una esfera azul que absorbe la conciencia.
—Duerme por siempre, parásito.
¡BOOOOOOM!
Pazuzu gritó, se dobló sobre sí mismo… y se deshizo en partículas que desaparecieron en la nada.
Xerion cayó de rodillas. El Dragón bajó, le ofreció una garra.
—Gracias, guerrero. Hoy vengué a mi hijo.
—Y yo… un pedazo de mi mente —dijo Xerion—.
Pero esto no termina aún.
Zer-Kan apareció… su cara más oscura que nunca.
—No queda mucho por enfrentar, Xerion.
Solo tres oponentes más.
El Doppleganger.
El Hechicero.
Y… el último mutante.

Xerion apretó los puños.
—Entonces prepárales su epitafio. 

Pausa – El Ojo del Dragón Celestial


El coliseo quedó en silencio.
Las multitudes no sabían si aplaudir o huir.
Dos titanes acababan de destruir a un demonio mental que había reinado durante siglos… y aún quedaban monstruos por enfrentar.
El Dragón Celestial bajó la cabeza hacia Xerion.
Sus ojos resplandecían con sabiduría milenaria.
—Guerrero de acero y carne… he visto muchas eras.
He destruido civilizaciones…
Y salvado mundos que no lo merecían.
Pero tú… tú eres distinto.
Xerion se limpió la sangre de la boca.
—¿Por qué me ayudas?
El Dragón cerró su ojo restante.
Del centro de su frente emergió un brillo…
Y lo proyectó en la mente de Xerion.
Una visión.
Un futuro.
Un caos aún no nacido.
Vio su propio rostro… más viejo. Roto.
Vio galaxias ardiendo.
Vio clones. Cuerpos caídos.
Y una figura… con su voz.
Pero con ojos completamente negros.

Ese no soy yo…
—No ahora —respondió el Dragón—. Pero si no controlas tu ira… tu sed de venganza…
Te convertirás en él.
Xerion se tambaleó. Le dolía más que cualquier golpe.
—¿Qué… qué era eso?
—Tu alma futura.
El reflejo oscuro.
El Doppleganger.
No es solo un enemigo.
Es el tú que podrías llegar a ser.
El Dragón giró, alzando sus alas.
—Este fue nuestro cruce, guerrero. Mi camino no está aquí. Pero si sobrevives…
Ven a las Cumbres de Luz.
Ahí conocerás tu verdadero origen.
Xerion cerró los ojos.
Sintió por primera vez en años… miedo real.
—Entonces ese reflejo… no es solo un truco.
—Es una advertencia.
El Dragón despegó con un rugido que partió las nubes.
Y el coliseo volvió a rugir.
Zer-Kan apareció de nuevo en lo alto.
—¡¡¡SILENCIO!!!
Es momento del siguiente combate.
Xerion… prepárate para enfrentar lo que más temes.
A ti mismo. 

Capítulo 6: El Espejo Roto – Xerion vs Doppleganger 
La arena del coliseo vibraba.
El aire se volvió denso.
La multitud, antes eufórica, ahora guardaba un silencio mortal.
Xerion dio un paso al frente.
Su respiración era lenta, controlada.
El siguiente combate no sería como los anteriores.
Esto no era un monstruo, ni una criatura ancestral…
Era él mismo.
El Doppleganger apareció en el centro de la arena, envuelto en una distorsión de luces y sombras.
Su figura era la misma que la de Xerion, pero distorsionada. Su cuerpo estaba cubierto por una armadura negra, impenetrable. Sus ojos reflejaban oscuridad, como si no hubiera alma.
—¿Qué tal, hermano? —dijo el Doppleganger, imitando la voz de Xerion con una sonrisa torcida—. Pensé que finalmente nos encontraríamos cara a cara.
Xerion no respondió, pero el dolor era evidente en sus ojos.
Sabía lo que venía. La batalla contra sí mismo.
—Ven, Xerion. —El Doppleganger se adelantó, dando un paso. El suelo crujió bajo su peso—. ¿Tienes miedo de enfrentarte a lo que serás? A lo que podrías llegar a ser?
Xerion apretó los puños.
La guerra no era solo física.
Era la lucha entre su futuro y su humanidad.
¡BOOM!
El Doppleganger se abalanzó sobre Xerion con una velocidad aterradora, lanzando un puñetazo que explotó contra el suelo, haciendo que las rocas volaran por los aires. Xerion esquivó, pero el golpe hizo temblar su cuerpo.
—¡Estás más cerca de caer de lo que crees! —gritó el Doppleganger, ahora con una espada de energía negra en su mano, apuntando hacia Xerion—. No hay escape.
Xerion corrió hacia él, desplegando su propulsión cuántica. El Doppleganger bloqueó con su espada, y la energía chocó, generando una explosión que envió a ambos volando.
Ambos se levantaron, sangrando, cansados, pero con la misma determinación en sus ojos.
—Lo sabes, ¿verdad? —dijo el Doppleganger, sonriendo—. ¡No eres más que un reflejo! ¡Solo un error en el tiempo!
Xerion respiró profundamente. No podía perder el control. No podía dejarse arrastrar.
—¡Basta! —gritó Xerion, saltando al ataque.
Ambos combatían a la velocidad de la luz. Golpe tras golpe. El sonido de la lucha era ensordecedor.
Xerion atacaba con brutalidad, pero su reflejo respondía con la misma ferocidad, con la misma habilidad.
El Doppleganger levantó una mano, invocando una tormenta de sombras que rodeó a Xerion, haciéndolo tambalear.
—¿Sabes cuántos como tú he derrotado? —le susurró el Doppleganger al oído—. ¿Cuántos como yo has matado?
Xerion cerró los ojos, recordó el futuro que el Dragón Celestial le mostró.
Su reflejo. La corrupción. La ira. El hombre que no pudo controlar su destino.
¡CRASH!
Xerion abrió los ojos. Con un grito primal, desató su furia y con un giro de su espada cuántica, atravesó la sombra del Doppleganger, rompiendo su forma física.
Pero el Doppleganger se regeneró al instante, transformándose en una criatura de pura oscuridad.
—Es inútil, Xerion —dijo, acercándose lentamente—. Siempre estarás corriendo hacia tu propia caída.
¡Boom!
Xerion se lanzó con todo, usando su última carta:
El núcleo de desfragmentación cuántica.
El Doppleganger intentó esquivarlo, pero el poder de Xerion fue más rápido. La esfera cuántica se activó, absorbiendo toda la energía oscura del Doppleganger.
La distorsión mental se rompió.
El Doppleganger colapsó en el aire.
Xerion se detuvo, respirando con dificultad.
El suelo tembló. Pero el reflejo ya no estaba.
En su lugar, un eco quedaba flotando en el aire.
La advertencia.
—Recuerda lo que viste.
Lo que podrías ser.
Xerion miró al horizonte.
No era un enemigo vencido. Era un recordatorio.
Zer-Kan apareció, sonriendo sutilmente.
—Bien hecho, Xerion. Pero la siguiente prueba… será mucho más difícil. 

Pausa – El Renacer de Xerion: Nanotecnología Gabana

El coliseo estaba lleno de polvo, ruinas y escombros.
Pero en su interior, Xerion yacía tendido, con los ojos cerrados, su cuerpo devastado tras el combate contra su propio reflejo.
Las heridas eran graves: su piel, aunque cibernética, había recibido una serie de impactos devastadores, y su núcleo cuántico estaba a punto de colapsar.
¿Sobreviviría a esto?
La respuesta vino en forma de un suave zumbido, apenas audible.
Xerion abrió un ojo.
Estaba en un vacío oscuro. Un vacío profundo que no era ni el mundo físico ni el mental…
Solo existía la sensación de estar suspendido.
Una figura apareció ante él.
Era una proyección de la nanotecnología Gabana, el sistema de auto-regeneración de última generación que había implantado en su cuerpo, un legado de los Gabanas, una raza avanzada en tecnología biológica.
Xerion… tu cuerpo no puede sanar solo.
La voz resonó en su mente, como un susurro que no pertenecía a ningún ser conocido.
Tienes que permitirnos repararte. Es la única manera.
Xerion no respondió, pero sus pensamientos eran confusos.
El Doppleganger lo había dejado al borde de la destrucción.
Pero esto… esto podría ser su última oportunidad.
Un brillo plateado emergió de su pecho, el núcleo de nanotecnología Gabana se activó. Miles de nanobots comenzaron a fluir por sus venas, cubriendo sus heridas, reconstruyendo su carne, fusionándose con los fragmentos de su armadura.
La regeneración comenzó.
Xerion sintió el dolor al principio.
Las nanopartículas se adentraban en su cuerpo, reestructurando cada célula, reiniciando su sistema nervioso, reparando sus circuitos dañados, reemplazando sus músculos desgarrados por fibras artificiales biocompatibles.
Era como si se estuviera reconstruyendo a sí mismo desde cero.
Pero mientras la regeneración avanzaba, un nuevo pensamiento comenzó a formarse en su mente.
No era la voz de los Gabanas.
Era su propia conciencia, hablando consigo mismo.
¿De verdad quieres seguir así? —se preguntó.
¿Quieres ser una máquina? ¿Un monstruo que usa a los demás como piezas en su guerra?
Las visiones del Doppleganger volvían a él:
El futuro distorsionado.
La oscuridad que lo consumiría.
—No… no lo soy… —susurró Xerion, tomando control de sus pensamientos.
Yo soy más que esto.
Yo soy el camino, no el destino.
Y entonces, los nanobots Gabana terminaron su trabajo.
El dolor desapareció.
Y ante la oscuridad de su mente, emergió un nuevo Xerion.
Más fuerte. Más humano. Más en control.
La regeneración estaba completa.
El cuerpo de Xerion se levantó por sí mismo, con un resplandor metálico en sus ojos.
El combate no había terminado.
Pero ahora tenía el poder de decidir quién sería realmente.
El suelo crujió cuando dio un paso hacia adelante.
No era solo una máquina.
Era el hombre que forjaría su propio destino.
Y en ese momento, una presencia se hizo sentir.
Zer-Kan apareció ante él, observándolo desde las sombras.
Impresionante, Xerion. Pero debes saber que lo peor está por venir.
Xerion se enderezó.
Lo sé. Pero ahora tengo lo que necesito.
¿Eso crees? —Zer-Kan sonrió, pero su rostro mostraba preocupación.
El siguiente combate no se ganará con fuerza. Necesitarás más que eso.
Entonces… enséñame lo que sigue.

Con Xerion regenerado y listo para seguir adelante, su mente ahora está más clara que nunca, pero el Doppleganger no fue el último obstáculo. La verdadera lucha está por comenzar.  

Capítulo 7 – El Hechicero del Vacío

La atmósfera cambió.
El aire se volvió más denso.
Como si el universo mismo contuviera el aliento ante lo que estaba por venir.
Xerion cruzó los arcos calcinados del siguiente domo del torneo, y de inmediato lo sintió:
Un campo de energía oscura, un vórtice dimensional que absorbía la luz, el tiempo y hasta la esperanza.
El domo estaba cubierto de estatuas deformes, cuerpos retorcidos, rostros congelados en gritos de terror.
No eran esculturas.
Eran antiguos campeones petrificados en el instante de su muerte.
Y al centro del coliseo…
Envuelto en llamas negras, con una túnica flotante hecha de sombras vivas…
Estaba él.
ZAR-ALGRATH,
conocido en los susurros cósmicos como El Hechicero del Vacío,
último heredero de los Grimorios Malditos,
desterrado por la Orden de los Ocho Soles,
condenado a arder por la eternidad en su propio poder.
Xerion… —dijo su voz, como un coro de mil almas muertas—.
—He visto tus batallas. Pero yo no soy una bestia.
Yo soy la oscuridad que enseña. El fuego que transforma.
Xerion se colocó en guardia, sus sensores al rojo vivo.
Pero antes de moverse… el cielo se quebró como vidrio.
Zar-Algrath alzó sus manos, y un portal se abrió sobre ellos.
De él descendieron tentáculos de sombra, cráneos que lloraban sangre, y un ejército de almas condenadas que gritaban sin boca.
No enfrentarás solo mi fuerza, guerrero.
Enfrentarás tu verdad.
Xerion se lanzó con un salto, esquivando una lanza de fuego púrpura.
Sus hojas de plasma cortaron los tentáculos,
pero cada fragmento caído se multiplicaba en nuevas criaturas.
Zar-Algrath se desvanecía y reaparecía,
como un glitch en la realidad.
Lanzó un hechizo de tiempo invertido,
y por un instante, Xerion sintió cada herida que alguna vez sufrió… al mismo tiempo.
—¡Aghhhhhh!
Se arrodilló.
Sus recuerdos eran fuego.
Su alma, fracturas.
Pero entonces…
Una voz interior lo sostuvo:
Somos los Gabanas. Tú renaciste. Tu voluntad es más fuerte que cualquier maldición.
Xerion apretó los puños.
Activó el Núcleo del Renacer.
Un rugido metálico sacudió el aire.
Y una onda de energía azul destruyó el conjuro temporal.
—¡NOOOO! —gritó el Hechicero—.
¡Tú no puedes romper mis leyes!
Yo soy una nueva ley.
Y tú… eres solo un eco del pasado.
Xerion corrió a máxima velocidad, esquivando misiles arcanos y maldiciones con forma de serpientes.
Saltó.
Giró.
Y atravesó el pecho del Hechicero con su hoja de núcleo,
mientras una explosión de energía oscura y luz sagrada reventaba el domo en mil pedazos.
Zar-Algrath cayó al suelo…
pero antes de morir, sonrió.
Has ganado… pero liberaste algo que no comprendes.
—¿Qué? —preguntó Xerion, jadeando.
Mi muerte… activa la última puerta.
El titán despierta.
Y todo… TODO… comenzará de nuevo.
Zar-Algrath se deshizo en polvo negro.
Y bajo los pies de Xerion…
el suelo tembló.
Desde las profundidades del planeta Gabana…
una entidad se removía.
El titán olvidado. El dios prohibido. El combate final. 

Pausa – El Eco del Último Guardián

La arena aún flotaba en el aire cuando Xerion cayó de rodillas.
El domo había colapsado. No quedaba público, ni sonido, ni tiempo.
Solo un vacío extraño, como si el planeta estuviera conteniendo un grito.
Sus sensores internos detectaron una vibración anómala.
Y luego…
una figura caminó desde el horizonte, como si emergiera de los recuerdos del universo.
Zer-Kan, el anciano guerrero, su mentor y último General Gabana.
Creían que había muerto en la Guerra del Núcleo Oscuro.
Pero allí estaba, cubierto por una armadura desgastada,
los ojos más sabios que nunca,
la voz cargada de una gravedad que podía romper soles.
Xerion… cometiste un error.
Zar-Algrath era el sello. Su vida mantenía dormido al que no debe despertar.
—¿El Titán? —dijo Xerion, con el pecho aún agitado.
Más que un titán.
Una conciencia.
Un dios nacido de la fusión entre tecnología prohibida y desesperación de mundos extintos.
Zer-Kan extendió una esfera de datos.
En ella, un mapa estelar… que se iba apagando planeta por planeta.
Cada mundo destruido por la misma fuerza: el Núcleo Prohibido.
Ese ser fue sellado bajo este planeta por los antiguos Gabanas. No podía ser destruido. Solo contenido.
—¿Qué hago ahora?
Zer-Kan lo miró a los ojos, con una lágrima de magma corriendo por su mejilla de hierro.
Sobrevive. O muere luchando. Pero si caes… asegúrate de hacerlo con fuego en tus huesos. Porque lo que viene… no tiene alma.
En ese momento…
el cielo se rajó como cristal.
Del núcleo del planeta, una torre colosal surgió,
con runas vivas que cambiaban de forma al ritmo de un corazón gigante.
El aire se volvió más pesado.
La gravedad cambió.
Las montañas se derretían.
El tiempo se curvaba.
Algo estaba despertando.
Y su mirada… ya estaba sobre Xerion. 

Capítulo Final – Xerion vs El Titán Prohibido

El planeta Gabana ya no era un campo de batalla.
Era un reloj invertido,
una máquina viva que latía al ritmo de un solo nombre:
VOR’THAL-ZEN
El Titán Prohibido.
El Fin.
La Singularidad Absoluta.
Desde el cráter que una vez fue la arena del torneo, surgió una figura que no parecía seguir las leyes de la física:
Un coloso de más de cien metros,
hecho de placas de obsidiana viva,
núcleos de antimateria palpitando en su pecho,
y una corona flotante que giraba en 4 dimensiones.
Su rostro era una máscara sin rasgos,
excepto por un ojo…
un solo ojo vertical, rojo,
que miraba a Xerion como si ya lo hubiera destruido en millones de futuros posibles.
—Unidad Xerion detectada.
—Amenaza prioritaria.
—Iniciando Protocolo de Reconfiguración Universal.
Xerion apretó los dientes.
Cada paso del titán partía el suelo en fragmentos que levitaban.
El aire era un campo cuántico.
Su nanotecnología gritaba en código binario, alertándolo:
“Este enemigo no puede ser derrotado por medios conocidos.”
Y aún así…
Xerion avanzó.
—¡Mi existencia no será reiniciada por una máquina sin alma!
Activó el Modo Overdrive Gabana.
Su cuerpo fue cubierto por una armadura azul viva,
con alas de plasma,
y una lanza de antimateria fabricada con los restos del Dragón Celestial.
Y entonces… comenzó la guerra de un solo hombre contra un dios.
Vor’thal-Zen disparó un rayo cronotemporal,
y Xerion quedó atrapado en una simulación de su infancia,
viendo morir a su madre una y otra vez,
en bucle.
Pero sus emociones colapsaron la ilusión.
Rompió el tiempo.
Y le devolvió el ataque con una explosión gravitatoria inversa.
—Dolor: irrelevante.
—Reconfigurando.
El titán se duplicó.
Luego se triplicó.
Xerion estaba combatiendo tres copias de un ser imposible,
cada una con su propia realidad interna.
Pero entonces…
recordó las palabras de Zer-Kan.
—“Si vas a caer… hazlo con fuego en los huesos.”
Xerion sonrió.
—Entonces que arda el fin.
Se impulsó con energía cuántica, atravesó una copia,
cargó su núcleo vital,
y se lanzó al pecho del original Vor’thal-Zen,
clavando su lanza directamente en el núcleo de reescritura del universo.
El titán gritó.
El sonido rompió galaxias.
La tierra tembló.
El cielo se rasgó.
Xerion gritó también.
Y con un último comando, activó el protocolo de autodesintegración controlada:
—Código Gabana-Ω: Legado Final.
Una luz blanca cubrió todo.
Y el silencio cayó.
Por segundos.
Por siglos.
Cuando todo se calmó…
el Titán ya no estaba.
Ni Xerion.
Solo el eco de su voluntad,
grabado en los campos de energía del universo.
Como un mito.
Como una leyenda.
Como el guerrero que venció al Fin mismo. 

Epílogo – El Renacer del Ícono Eterno

Un cometa de fuego cruzó la galaxia.
Una tormenta se formó en la nada.
El agua del espacio profundo comenzó a flotar hacia un punto en el vacío.
Y la tierra… la tierra misma susurró su nombre.
Xerion.
Los Cuatro Señores Elementales se manifestaron en el plano real.
No eran dioses, ni criaturas…
eran la esencia misma de la existencia.

Ignar, el Fénix del Fuego Original.

Ventari, el Espíritu del Aire Infinito.

Thalmo, el Guardián del Océano Primordial.

Karnox, el Golem de la Roca de los Mil Mundos.

Se colocaron alrededor del lugar donde el cuerpo de Xerion se había desvanecido.
Y comenzaron el Ritual del Renacer Cósmico.
“Ha probado ser digno.” —dijo Ventari, mientras el viento reconstruía sus pulmones.
“El fuego nunca lo abandonó.” —rugió Ignar, entregándole de nuevo el alma ardiente.
“Su sangre es agua en movimiento eterno.” —susurró Thalmo, restaurando sus venas.
“Y sus huesos son más firmes que cualquier mundo.” —gruñó Karnox, recreando su esqueleto.
Un relámpago surgió del núcleo del universo.
Xerion abrió los ojos.
Ya no era solo un guerrero cibernético.
Era el Avatar de los Cuatro Elementos.
Su cuerpo brillaba con trazos vivos: fuego, agua, aire y tierra fluyendo como circuitos por su piel.
Sus ojos eran dos galaxias en combustión.
Y su voz… su voz era como el eco de una supernova.
¿Quién necesita resurrección… cuando puede volverse leyenda?
Los Elementales desaparecieron.
Su misión estaba cumplida.
Xerion miró al horizonte…
Sabía que aún quedaban enemigos.
Sabía que habría nuevas guerras.
Pero ahora, era más que un soldado.
Era el Equilibrio Andante.
El Fénix de Hierro.
El Guerrero Eterno.
Y su batalla… apenas comenzaba…….

PRÓLOGO 
Xerion recibe un mensaje encriptado de Galdanias: «
AIRES DE GUERRA SE RESPIRAN EN GALDANIAS, REGRESA«

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