El viaje que nunca hicimos

El viaje que nunca hicimos

TABOLATUM SOUTO

09/04/2018

EL VIAJE QUE NUNCA HICIMOS

Una de las primeras veces que quedamos, cuando casi no nos conocíamos y apenas teníamos temas de los que hablar, me preguntaste:

  • A dónde te gustaría viajar?
  • A Egipto-te dije yo sin dudarlo.
  • A mí también! – me respondiste entusiasmado.

Y era verdad. Era tu viaje soñado. Nos pasamos el resto de aquella tarde hablando sobre Egipto. Deseabas conocerlo desde que a los trece años viste una película sobre el descubrimiento de la tumba de Tutankamon. A mí me fascinaba desde que los Reyes Magos me trajeron de niña el “Asterix y Cleopatra”.

Soñábamos con conocer las pirámides, visitar aquellas tumbas decoradas con jeroglíficos, pasear entre las imponentes columnas de sus templos.

A medida que nuestra relación iba avanzando fuimos planificando nuestro viaje en la imaginación. Cuando nos fuimos a vivir juntos comenzamos a adquirir todo tipo de guías, libros de consulta y cualquier novela cuya acción transcurriese en el antiguo Egipto.

En un rastrillo encontraste una vieja enciclopedia temática, y nuestra principal diversión pasó a ser estudiar e intentar descifrar los jeroglíficos que mostraban sus fotos amarillentas. Nos pasábamos horas acurrucados en el sofá, con aquellos libros en el regazo. Trasladados a las salas sin ventilación de alguna mastaba, gracias al olor rancio de sus páginas.

Enganchados a documentales sobre Egipto, nos convertimos en auténticos expertos: egiptólogos sin acreditación.

Yo quería que nos apuntáramos a un viaje low-cost cualquiera. De los que en una semana te muestran lo fundamental de Egipto, sin que uno tenga que vender un riñón para poder costearlo.

Tú querías algo más exclusivo. Preferías esperar a tener el dinero necesario para contratar un viaje de verdad. Pagar a un buen guíaque nos acompañase a verlo todo. Con calma y explicaciones precisas.

Abrimos una cuenta para ahorrar para el viaje. Si ganabas algún dinero haciendo horas extras no nos dábamos ningún capricho: lo ingresabas en la cuenta. Si la declaración de la renta nos salía a devolver: lo destinábamos a la cuenta. Cuando dejé de fumar comencé a ingresar en la cuenta lo que me ahorraba en tabaco. Los fondos para el viaje comenzaron a crecer. Estábamos cada vez más cerca.

Pero no pudo ser. Un accidente truncó nuestro sueño.

El guía que me acompaña se sorprende al verme llorar desconsoladamente mientras miro a la Esfinge. Está acostumbrado a que los turistas saquen fotos, se muestren entusiasmados, pero no a que se emocionen así.

La suave luz de esta hora hace a la Esfinge aún más bonita, a pesar de sus cicatrices. Me seco las lágrimas decidida a no perderme un espectáculo tan bello, y tantas veces soñado. Te imagino a mi lado, llorando también, mientras miras hacia las pirámides. Pero tú no lloras de tristeza, lloras de emoción. Puedo sentir como me coges de la mano y me besas en la sien, como solías hacer. Mientras oigo tu voz diciéndome al oído:

No llores, estoy aquí contigo. Yo tampoco podía perderme esto.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS