Llevaba mucho tiempo siguiéndola. Incluso fue tras ella un martes, bajo un incesante sol, hasta la iglesia a la que ella asistía. No podía dejar de mirarla, le gustaba la palidez de sus tersas piernas. En ocasiones se masturbaba frente una fotografía de Margarita, sentía placer al eyacular sobre ella. Hasta que un día eso no le pareció suficiente. Pasó mucho tiempo hasta que Luis tomara una decisión, pero había llegado a la conclusión que esperar más supondría una estupidez. Luego de estudiar todos los movimientos de la familia de Margarita, trazó un plan… un plan que para su juicio era perfecto.

Llevaba dos semanas si masturbarse en el cuarto de baño frente a la fotografía de Margarita. Su esposa pasaba todo el día en el trabajo y su pequeña hija estaba muy ocupada estudiando con su tutora. Así que él, un hombre que trabajaba como profesor de literatura en una prestigiosa universidad, tenía mucho tiempo para vigilar a su Margarita, la hija de su vecino.

–¿Qué tal te va, Luis? –le preguntó Roberto.

–Todo bien, Amigo.

–Casi nunca vienes al parque, ¿y ese milagro?

–Me gusta venir y ver a los niños. Casi nunca paso con mi hija –contestó Luis. Luego, acomodando el ruedo de sus pantalones, le dijo a Roberto que Margarita estaba muy bonita, que pronto andaría de novios.

–Está muy pequeña aún –dijo Roberto–. Tiene 12 años.

–sólo te decía.

Roberto invitó a Luis a unos tragos luego de ir a dejar a los niños, a lo que él respondió con una negativa. Ambos se despidieron. Al llegar a su casa, Luis llamó a su esposa. No le levantó el teléfono. –Es una puta– dijo él. Luis sospechaba de las infidelidades de su mujer, incluso creía saber quién era su amante. Lo más raro era que en lo moral no le afectaba, a él sólo le importaba estar cubierto por el estatus que le da a un hombre tener una familia. Llegó a su habitación, deslizó sus dedos por los libros de su biblioteca mientras se imaginaba, con los ojos cerrados, tocando las piernas de Margarita. Se sentó en su cama, tomó una camisa que había sido de la niña y que él había robado del tendedero de los González. Encendió la televisión, vio el noticiero, pero se aburrió demasiado pronto. Estaba ansioso; no podía dejar de pensar en que mañana por fin consumaría su sueño.

Al día siguiente se levantó muy temprano, preparó el desayuno, hizo café. Despertó a su esposa y luego fue por su hija

–Hola, amor. Buenos días. Ya es hora –le dijo cariñosamente. La niña estiró su cuerpo debajo de las sabanas, abrió sus ojos y abrazó a su papá.

–papá, hoy madrugaste.

–sí –dijo él.

Al bajar las escaleras pensaba en el porqué jamás había abusado de su hija.–es mi niña, por eso– se decía. Pero eso no le convencía, pues años atrás había iniciado su cacería con su hermana mayor, cuando sólo tenía 15 años. Además, había aprovechado su puesto en la Universidad para tener encuentros sexuales con sus alumnas.

–Margarita me tiene embrujado –pensó mientras desayunaba–. Hoy será mía.

Su esposa le preguntó por la universidad, él respondió. Ambos le preguntaron a Wanda –su hija– por como le iba en el colegio.

–Me gustan mis compañeros, pero no quiero ir más con mi tutora. Creo que puedo jugar por la tarde –respondió Wanda, usando la sonrisa que la caracterizaba.

–Debes ser la mejor –Dijo Luis–. Así llegarás a la Universidad.

Luego del desayuno todos partieron a sus destinos. Luis había pedido el día libre. Condujo sigilosamente siguiendo el automóvil de la mamá de Margarita. Cuando vio a la niña despedirse de su madre, él apretó su pene, lamió sus labios y encendió un cigarrillo. –Oh, qué blancas piernas– dijo para sí mismo.

Esperó que el reloj marcara las 10 de la mañana. los padres de Margarita no volvían de sus trabajos hasta las 5 de la tarde, él lo sabía. Sabía que el único problema sería sacarla del colegio. Fumó otro cigarrillo, luego bajó de su Nissan. Fue hasta el portón del colegio, le dijo al celador que venía a hablar con una maestra sobre su hijo.

–Pase –le respondió.

Así de fácil se coló en el patio del colegio donde todos los niños corrían. Luego de recorrer los pasillos vio a Margarita. Fue donde ella teniendo mucho cuidado de no parecer sospechoso. Cuando la vio muy de cerca, sonrió.

–Hola, Margara. Vengo por vos. Tu papá me lo pidió.

–¿Qué pasa?

–En el camino te cuento –Le dijo. Estaba erecto, así que estiró su camisa para cubrir su bulto.

–Está bien. Vámonos.

Al llegar al portón principal el celador les preguntó dónde iban, entonces Luis se le acercó lentamente.

–La mamá de esta niña tuvo un accidente. No digas nada porque se puede alarmar -le susurró al oído

–No me dijiste eso cuando entraste –Respondió el Celador

–No puedo andar por ahí diciendo esto.

Margarita no podía escuchar la plática entre ellos. Un momento después los dejaron pasar. Al instante ya estaban en el automóvil de Luis.

Al llegar ella le preguntó por qué la traía a su casa. Entonces él abrió la puerta y le dijo que pasara. Ella obedeció. La tomó por sus brazos. –te voy a coger– le dijo mientras la tiraba al piso. La amordazó con unos trapos raídos que había dejado preparados. Rompió la ropa interior de Margarita. Inmovilizó por completo a la niña. No quería que Ella pusiera resistencia porque no deseaba golpearla y dejarla inconsciente. Le subió la falda y lamió sus piernas en repetidas ocasiones. Él se desnudó. Se colocó frente el cuerpo de ella, le separó sus piernas y rozó su glande contra el clítoris de Margarita. Ella lloraba… movía su cabeza. Luis empujaba su pene suavemente, pero Ella cerraba sus piernas imposibilitando la penetración. Entonces él dejó caer todo su peso sobre la niña. la penetró fuertemente y la embistió con dureza sin importarle los quejidos de Margarita. La violó durante una hora, eyaculando dentro de ella. y, para concretar su fantasía, se sentó en el pecho de ella mientras se masturbaba para correrse en su rostro.

–Mucho mejor que tu fotografía –le dijo

Le quitó las mordazas; ella no produjo ni un solo sonido. Luis la Llevó al cuarto de baño, la metió a la regadera y abrió el grifo. Margarita seguía sin decir una palabra. Luego de bañarla le dio un uniforme de colegio que él le había comprado a su medida. A pesar del dolor logró vestirse y sentarse en el borde de la cama.

–Déjame ir –dijo por primera vez Margarita

–Obviamente, pero si le dices una palabra a alguien la próxima será tu hermanita. ¿Quieres eso? No, ¿verdad?

–¡No! eso no. no le diré a nadie –ella no lloraba. Salió del cuarto, bajó por las escaleras y se fue de la casa de Luis.

Luis se bañó, cambió de ropa y salió al parque. Estuvo sentado 20 minutos en una banca. Decidió irse, encendió un cigarrillo. Al girar vio que su hija jugaba con otras niñas en el arenal, se divertían mucho. Un poco más atrás estaba la tutora de Wanda, vigilando a su hija cómo él lo hacía con Margarita. Pudo reconocerse en esa mujer de 30 años, sintió que era su espejo. Tiró el cigarrillo al piso, tenía ganas de vomitar.

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