I
Marzo de 2025, cinco meses han transcurrido ya desde noviembre de 2024…¿Cómo han sido?, han sido una prueba de fe absoluta en medio de la batalla de pelear cada día con mi propia mente y ganarle la partida al menos por ese día, dormir infinidad de horas para apaciguar el dolor de haber dejado más que un trabajo una parte de mí que durante diez años, además de mi sustento económico, fue mi lugar seguro por nueve años, aquel lugar donde llegué en septiembre de 2014, luego de trece largos años fuera de mi hogar, lejos de mi gente, mis costumbres de todo aquello que me era conocido, trece años en los que pensé había forjado mi carácter y mi valentía (nada más lejos de la realidad, diciembre de 2023 y a lo largo de casi un año la vida me pondría a prueba) después de todo había cruzado el Atlántico por amor a mi familia, aunque he de confesar que no hubo día durante tres años que no quisiera volver a casa, no hubo segundo en el que la nostalgia no me llamara a renunciar a mi sueño de tener una vida mejor en mi amado Ecuador.. así, un 8 de junio de 2001 me embarqué en una aventura que a la vez que resultaba esperanzadora también era incierta, pues para ese entonces no sabía cuándo volvería a casa, cuántos días con sus noches tendrían que pasar para regresar, cuándo volvería a recorrer aquellas calles que me vieron crecer y lo que no podía saber, era que una vez que saliera de mi amado país, jamás volvería a él como yo lo conocí, pues, nunca vuelves a lo que dejaste, inevitablemente la vida sigue su curso, esta fue la primera vez que fui consciente de ello, la segunda vez, en 2023 la vida me enseñó que el mundo de nadie y menos de quienes creí mis amigos se detiene porque yo esté sufriendo, eso lo aprendí “gracias” a dos personas que serán cruciales en mi historia de vida…bueno, en lo que estaba!.
Volviendo al 2001 estoy segura que nadie está preparado para ser una estadística más de migración, la migración por necesidad siempre será una tragedia…siempre!!.
Y aquel 8 de junio de 2001 ahí estaba yo, abrochándome el cinturón en un vuelo con destino a Curasao como primera parada…destino final Madrid, mientras el avión alzaba el vuelo yo intentaba mirar aquellas mallas del viejo aeropuerto quiteño buscando a mi familia, diciéndome hasta pronto, plasmando ese último recuerdo en mi mente, pues, sería mi motivación para volver algún día.
Primera vez volando!!, quizás en los tiempos que corren, esto sería motivo de alegría, pero, en 2001 esa alegría inexistente debía fingirse para convencer al despiadado oficial de migración y tener la buena fortuna de llegar a mi destino final.
El camino al viejo aeropuerto era ya conocido, pues mi historia no fue la primera, antes de mí, una maleta que, además, de las pocas prendas que llevaba dentro de ella, fue una maleta donde se empacaron sueños, anhelos, objetivos…sí, gente, antes de mí y quien me abrió el camino fue mi hermano, un año antes, él había escogido su destino, mismo que yo seguiría y antes que nosotros en 1999 el valiente de la familia fue “el tío Guillermo”, siempre me preguntaré cómo llegó tan lejos sin conocer a nadie.
Pamplona fue la ciudad que Dios, la vida, eligió para nosotros, una ciudad pequeña y acogedora, donde la gente es noble y amable, pero, no dejaba de ser una ciudad extraña los primeros años que viví allí, el frío invierno hacía que anhelará querer volver a casa, el caluroso verano, las largas y extenuantes jornadas de trabajo acrecentaban más mi deseo de dejarlo todo y volver…cuando aquellos pensamientos se volvían una decisión firme de regresar, recordaba aquellas mallas, aquel viejo aeropuerto donde mi familia se despidió con más de una lágrima y con el corazón destrozado…no, no podía fallarles!! y seguí adelante, viviendo en un país que no era mío, pero, que me ayudaría a cumplir mi anhelado sueño de vivir dignamente en aquel país que me vio nacer, pero que llegaría a ser tan extraño como el primer día que llegué a España…síndrome del viaje eterno o choque cultural le llaman.
2000, 2001 se quedarán marcados por siempre en el calendario de nuestros recuerdos más duros, ellos nos enseñaron a ser fuertes, a soltar a dejar ir lo que se ama y sobre todo a esperar, sabiendo que esa espera no tenía fecha y quizás nunca la tendría, pues no todos vuelven como lo hice yo en mayo de 2014.
Allá por el 97, mi paso por las aulas de la universidad pública dieron sus frutos, tenía un título que me abriría las puertas hacia un futuro mejor, de padre cerrajero y madre que apenas conoció la educación primaria se forjaron hijos que no heredarían el infortunio de no poder estudiar, contra todo pronóstico mis hermanos y yo llegamos a la educación superior.
Por aquel entonces Ecuador era un país pobre como lo éramos nosotros, una casa de bloque y un techo de zinc fue lo que llamamos hogar, todos en casa conocíamos el oficio de cerrajero, así infinidad de «obras» salieron del trabajo de niños que nunca conocieron lo que era ser niños, una infancia robada por la necesidad económica, mis hermanos y yo fuimos creciendo entre metales e ilusiones de una vida mejor.
Un sobre con un curriculum vitae, escaso en experiencia, pero lleno de esperanza fue el inicio de mi vida laboral a los 22 años, amé aquel primer lugar de trabajo, pero amé más el último, del que tuve que irme a mis 49 años…y sí, dolió irse, ha dolido estos cinco meses!!…no todos los duelos tienen lugar cuando alguien muere, la perdida de un trabajo tan amado, tan anhelado, tan esperado también tiene su proceso de duelo…siempre me pregunto, cuándo pasará este sentimiento de desolación, ¿será más llevadero si reflejo y desahogo mi dolor plasmándolo en este relato de vida?.
«Porque todos necesitamos que cuando encaramos momentos muy difíciles la gente esté con nosotros que alguien esté, delante, detrás a lado, pero que esté», grandes palabras de un piloto de Iberia a su compañero con cáncer (marzo 2025), inevitablemente he pensado y si tan sólo uno de mis compañeros de trabajo, tan sólo uno hubiese sido capaz de ver mi dolor cuando atravesaba el acoso laboral esta mi historia sería otra, quizás este relato nunca habría tenido lugar…una pequeña pausa y un adelanto de lo que vendrá más adelante.
Ernest Hemingway hablaba así de Pamplona, «Pamplona es una ciudad elegante ciudad situada en una meseta entre las montañas de Navarra. La mejor tierra que jamás haya visto», para mí fue mi hogar durante trece años, después de todo, se aprende a echar raíces allá donde vamos.
Ciudad pequeña que por su ubicación geográfica hace que el clima sea «fresquito» como solían decir los españoles, mi vida transcurrió en el casco viejo en el centro de Pamplona, el Hotel La Perla conocido por ser el primer hospedaje de Hemingway, La Plaza del Castillo, el Ayuntamiento fueron mi camino a casa infinidad de veces, además del castellano el euskera es otro idioma que se leerán por sus calles.
A pocos minutos de Pamplona, Zulueta, un pueblo de pocos habitantes, sería mi destino durante cinco años, tiempo que agradeceré hasta el día de hoy, 24 años más tarde. Natalia e Itziar dos pequeñas niñas rubias serían mi primer empleo, mi tarea, cuidarlas durante el verano cuando no hay cole, su gran casa, un chalet dentro de un conjunto con piscina incluida fue otro de mis tantos hogares durante mi larga estancia al otro lado del mundo, en el viejo continente.
Lines, con sus rizos rubios y ojos claros, Betu, alto y delgado de ojos claros también comprendieron muy bien lo que es estar lejos de casa, lo que significaba para mí haber cruzado el charco como solía decirle Betu al Atlántico, padres amorosos de aquellas niñas rubias…definitivamente no pude haber aterrizado en mejor lugar.
Los días pasaban en Zulueta, extrañaba mi hogar ecuatoriano, mi familia, mi ciudad, la cama que compartía con mi hermana, anhelaba que al abrir los ojos cada mañana al despertar los miles de kilómetros que había recorrido hubiesen sido sólo un sueño, me sentía ¡tan sola!, habrían de pasar cinco años para que mi hermano y yo pudiésemos estar en la misma ciudad.
Paseando por las calles del pueblo con las dos pequeñas niñas, un día pude ver a una mujer que compartía mi destino…¡la migración!, en una casa antigua con dos abuelos como se acostumbraba a llamarlos, estaba Cecilia, lojana de nacimiento, guayaquileña de adopción, se convirtió en la persona que sería mi compañía en los primeros años, los más duros, los más nostálgicos. «Vamos a medir las calles» solía decir Ceci poniéndole nombre a los paseos por Pamplona los fines de semana, 24 años ya de eso y sigue siendo mi mejor amiga, aún nos separa el charco, pero nos une el gran cariño que nos tenemos.
Estos cinco meses de despertar y ya no ir a «casa» a pesar de vivir en Ecuador se sienten como los primeros años en el pueblo de Zulueta, la misma aflicción, el mismo deseo de volver a lo que es conocido a lo que me era amado…ineludiblemente me pregunto una vez más, porqué no fui fuerte, valiente, porqué no le hice frente al hostigamiento, a la ley del hielo a la que fui sometida durante un año…canto la misma pena, el mismo dolor como dice Enrique Bunbury. Amaba mi trabajo, ese lugar con su ventanal enorme, aquella mesita rosa, el piso que cambiaba con los años, de azul a gris, pasando por un verde que enceguecía cuando se juntaba con la luz de aquellos fluorescentes que alumbraron esa sala donde fui feliz.
«Ya es verano en el Corte Inglés», anunciaba mi primer verano en España, ¿estaba preparada?…la respuesta es ¡no!…apenas había aterrizado y ya debía adaptarme a las condiciones de mi destino. Aquel primer verano fue más llevadero gracias a la buena voluntad de Lines y Betu, a los quince días de haber llegado a Pamplona ya era parte de su familia en el pequeño pueblo.
Todo era distinto al otro lado del océano, en verano amanecía pronto y oscurecía bastante tarde, la vestimenta, la comida, el transporte, el acento navarro, adoraba las barras de pan en todas sus variedades, las chuches o los chuches como Mariano Rajoy los llamó una vez.
José María Aznar del Partido Popular fungía como presidente del Gobierno de España y Don Juan Carlos I como rey, la peseta fue su moneda hasta 2002, con la llegada del euro, las tiendas del «todo a 100» regentada por comerciantes chinos perderían su nombre.
El euro y el dólar competían por ser la moneda más fuerte, para mi buena ventura el euro fue tan fuerte que me permitió enviar remesas que harían que mi sueño y el de mi familia se fuera haciendo realidad año tras año, durante trece años que duró mi viaje de «turista».
Muy pronto para mí, Ceci, dejaba el pueblo y con ella se fue un trocito de Ecuador que alegraba mis primeros años al otro lado del charco…pese a ello, los sábados pasado el medio día le esperaba en la antigua estación de autobuses de Pamplona, su siguiente destino fue Estella.
Ceci siempre fue sensible al dolor ajeno y al suyo propio, de profesión enfermera en nuestro país, había dejado atrás a su padre y hermanos, la crisis financiera, el feriado bancario, la dolarización hizo que muchos hermanos ecuatorianos pasaran a acrecentar la cifra de migrantes entre los años 1999 y 2001.
«Ya es otoño en el Corte Inglés», así y año tras año se anunciaba el paso del tiempo marcado por el cambio de estación, la ciudad se pintaba de amarillo, los árboles de hoja caduca dejaban caer sus hojas, el clima iba cambiando y casi sin darme cuenta ya vestía ropa de abrigo, así la vida siguió su curso y Ceci pronto encontraría el amor y como dos son compañía y tres son multitud, entendí que debía dejarla ir, tenía que vivir su nueva vida libre.
Mi soledad y yo nos convertimos en aliadas, aprendí a abrazarla y aceptarla, aunque siempre supe que odiaba estar sola, pero, no podía volver a casa, aquellas mallas donde mi familia me despidió, aquel aeropuerto en Quito, me recordaban mi misión, mi propósito, mi lucha.
Resulta insólito todo lo que podemos cambiar a lo largo del tiempo, al llegar la navidad de 2001 por primera vez dejó de gustarme esta festividad, pasarían algunos años en que nuevamente pondría el árbol con ilusión, pero, aquel pesar volvería en diciembre de 2024 cuando el acoso laboral pudo conmigo, mi infinita tristeza y mi mente sobrepensadora pusieron una barrera infranqueable haciendo que la ilusión se fuera, así como se había ido mi amado trabajo.
Septiembre 11 de 2001, Matías Prats informaba del ataque a las Torres Gemelas, suceso estremecedor que cambió la historia del mundo.
Y como la vida sigue, pronto los árboles que dejaron caer sus hojas en otoño quedaron descubiertos, el invierno había llegado, sí, «Ya era invierno en el Corte Inglés», nunca había experimentado un frío que calaba hasta los huesos y menos estaba preparada para soportarlo, nuevamente la familia española supo cuidar de mí, como yo cuidaba de sus hijas. Entre migrantes era común decir que si eras capaz de pasar un invierno, estabas preparado para seguir en Pamplona, así transcurrieron trece inviernos en mi vida, el termómetro cerca de la plaza de toros marcaba -1°, -4°C, durante algunos años, al igual que la nieve fue protagonista, lo fue mi deseo incesante de volver a casa, cuántas veces habré añorado mi hogar, cuántas lágrimas fueron testigo de mi melancolía, tantas como las que he llorado estos cinco meses quizás, ¿Quién sabe?.
Hay personas que merecen ser recordadas y nombradas en nuestros relatos de vida, mientras otras simplemente hay que olvidarlas, en esta mi historia omitiré aquellas que no son dignas de una sola línea.
De lunes a viernes mi vida transcurrió en el pueblo, toda una capitalina en su país, pasó cinco años en un pueblo, amé Zulueta y su gente, todos esos años, además de cuidar a las niñas rubias, conocí y trabajé con personas tan generosas como Lines y Betu.
2004 fue un año que nos regalaría a Iker mi pequeño «patatero», único sobrino en la familia y muy amado por todos, llegó un sábado 13 de noviembre, vio la luz en el Hospital Virgen del Camino, pesó cerca de 5kg, de cabello y ojos negros, fue una luz de esperanza y de felicidad en medio de la pena de estar tan lejos de casa.
Iker pronto se convirtió en un símbolo de resiliencia, en una razón más para seguir adelante.
II
Iker llegaría a ser un aliciente para continuar la vida, pero, esta vez con la alegría que un niño pone en casa, yo tendría que dejar el pueblo en 2006, fue entonces cuando formamos una familia, mi hermano, Iker, Miriam y yo, por fin!! ya no estaba sola!!.
Miriam una mujer noble y buena se convirtió en parte de la familia, madre de Iker, esposa abnegada y una hermana para mí, con el pasar de los años se convertiría en un pilar que me sostendría en los años en los que los deseos de volver a casa me perseguirían por dondequiera que fuera, compartíamos las labores de casa y el cuidado del pequeño Iker mientras salíamos adelante en la ciudad que nos acogió. Pronto Miriam encontró trabajo en una residencia y ahí ha permanecido hasta el día de hoy, casi 19 años, mujer valiente y esforzada no ha parado de trabajar de lunes a domingo desde que la conozco y aunque su matrimonio tuvo fecha de caducidad, siempre será mi hermana, es de aquellas mujeres que merecen toda la felicidad el mundo.
De alma limpia y sin maldad, la vida le ha golpeado duro, uno de sus hermanos engrosó la lista de personas desaparecidas, hecho que la mantuvo en agonía por mucho tiempo, ¿Dónde está?¿Seguiría con vida? las mismas preguntas día tras día, no cesaron en su búsqueda en Ecuador, así fue pasando el tiempo, pronto su madre enfermó, el dolor de no encontrar a su hijo se la llevó, una vez más Miriam era golpeada por la vida, ¿Podría alguien aguantar tanto dolor? y más estando a kilómetros de distancia, no pudo despedir a su amada madre, no pudo decirle adiós.
Algunos años más tarde, luego del temporal de lluvia en Loja, lo que quedaba del cuerpo de su hermano apareció, la tierra lo devolvía para darle a su familia al menos la paz que necesitaban, de poder llorar su partida y poder llevarle flores, año tras año recuerda a su madre y hermano con la misma nostalgia de no haber podido verlos por última vez.
Mientas yo sufría la depresión, la ansiedad y el pánico fruto del acoso laboral, Miriam nuevamente sería golpeada por la vida, noviembre de 2024 llegó al hospital de Navarra por el riesgo de cáncer, se sacrificó uno de sus riñones y mientras se recuperaba, esta vez era su padre quien estaba viviendo sus últimos días, la insuficiencia renal lo reclamaba, en su convalecencia Miriam no pudo despedir a su padre, una oración y mucho dolor fue y sigue siendo su proceso de duelo.
¿Por qué a las personas buenas les pasan cosas malas?…nunca lo entenderé.
Volviendo a los primeros años de vida de Iker, él iba haciéndose mayor, fue al colegio Vázquez de Mella, aprendió a tocar el clarinete, al menos por un tiempo, yo lo recogía los días miércoles, nuestro trayecto a casa era corto y lo disfrutábamos mucho, como todo niño amaba jugar, un colchón en el piso y nuestro camping estaba listo, los domingos en la tarde todos juntos veíamos los programas en turno, «La que se avecina», «1000 formas de morir», los incansables capítulos de «Aquí no hay quien viva», fueron nuestro entretenimiento mientras comíamos palomitas y chuches, de vez en cuando comprábamos un codillo asado y lo disfrutábamos a orillas del río Arga.
Muy cerca de Pamplona, está San Sebastián con su hermosa playa La Concha y aunque no íbamos de forma habitual, porque cuando se es migrante hay que ahorrar todo el dinero posible, al menos pudimos conocer algo más de España…esa fue nuestra vida durante algún tiempo…fuimos felices!!.
Se convirtió en tradición celebrar la navidad con el tío Guillermo y la tía Bacha (tía de Miriam), calefacción a tope, gorrín asado, música y baile ecuatoriano fueron plasmando recuerdos que viven y vivirán por siempre en mi corazón, éramos una familia, allá en el viejo continente, allá en una tierra que no era nuestra, allá donde fuimos en busca de una mejor vida.
En la noche vieja como le llaman al 31 de diciembre, no había mucho algarabía, para mí era un año más lejos de casa, lejos de nuestro hogar, lejos de nuestra patria…sí, dolió, dolió cada año que pasaba, pero yo debía ser fuerte y permanecer algunos años en un país que aunque bueno, no dejaba de ser extraño…ojalá en 2024 aquella fuerza que me motivó a seguir en Pamplona, hubiera surgido tan fuerte como aquellos años, no habría dejado mi querido trabajo, habría encarado el acoso laboral con la misma valentía de aquel día en que me subí a un avión y crucé el océano, sabiendo que mi futuro era incierto…es de valientes irse, lo dijo Angelina (amiga de una de mis hermanas) una vez, reflexión profunda llena de significado.
Las estaciones iban pasaban, así como los años en mi vida, llegué a los 30, Miriam procuraba celebrar todos los cumpleaños, siempre fue el tipo de persona que uno quiere a su lado y lo sigue siendo, con apenas 4 años en Pamplona, aún no era tiempo de volver a casa, todavía quedaba un largo camino por recorrer.
Comencé de nuevo cuando llegué por primera vez al pueblo, comencé de nuevo cuando dejé el pueblo, comencé de nuevo cuando regresé a Ecuador en 2014 y comencé de nuevo en 2024 cuando tuve que irme de mi preciado trabajo…mi vida ha estado marcada con nuevos comienzos todos llenos de incertidumbre con mi fe puesta en que todo iría bien.
Los hijos del tío Guillermo también llegaron a Pamplona, primero lo hizo Edwin y después Cristian.
Edwin es el primero de sus hijos, siempre fue sensible y de lágrima fácil, se parece tanto a mí en eso!!, la llegada de mi primo me llenó de alegría, nuestros primeros años fuimos compañía, nos veíamos cada fin de semana cuando yo regresaba del pueblo, él extrañaba tanto a su madre y hermanos, nuestras paradas en los locutorios eran frecuentes, podíamos hacer fila de al menos una hora para poder hablar con la familia en Ecuador, en aquellos años aún la tecnología no había llegado al punto de acercarnos a los nuestros con un WhatsApp, dependíamos de cartas, llamadas, fotos de carretes.
Al igual que Ceci, Edwin encontraría a la persona con quien compartiría su vida durante algunos años, nuevamente mi camino se tornó solitario, como había dicho antes, dos son compañía y tres son multitud.
Primos que fueron como hermanos, así fue mi vida con Edwin, siempre tan atento, cordial, afectivo, cuando el dinero nos lo permitía un pollo asado era un banquete, nunca igual al de Ecuador, pero, la gente marroquí que los comercializaba lo hacían bastante bien.
Allá por el 2004 aún indocumentada, tuvo que terminar el gobierno de Aznar y llegar a la presidencia del gobierno de España José Luis Rodríguez Zapatero del Partido Socialista quien «regularizaría» la situación de muchos de nosotros, fue una luz de esperanza, pues podría ir a casa al menos de vacaciones y así fue, cinco años más tarde de haber salido de Ecuador pude volver a estar con mi familia, cuánto los había echado de menos, aquel fue el segundo viaje más largo de mi vida.
El duro trabajo de cinco años estaba dando sus frutos, por primera vez teníamos un techo digno, aunque todavía tendría que regresar a España para concluir lo que había comenzado.
A eso de las 11:00 am hora de España un 18 de septiembre recibí la llamada que todo migrante nunca quisiera escuchar, mi padre había muerto tras un infarto fulminante, fue la primera vez que nos enfrentamos y entendimos la muerte como el dolor más absoluto que se puede experimentar. Con documentos en regla pude viajar para despedir a mi padre, fue un funeral largo siguiendo las tradiciones del lugar donde nació, a dos horas de Quito en la provincia de Cotopaxi, mis hermanos y yo permanecimos junto a ese frío ataúd toda la noche, en horas de la madrugada la gente del campo iba llegando a dejarnos sus sentidas condolencias, mientras asimilábamos la muerte como ley de vida, nunca se es lo suficiente fuerte para dejar ir a alguien que se ama.
Su madre, mi abuela, lloró la muerte de su único hijo varón y nunca lo olvidaría hasta el mismo día en que ella falleció a la edad de 93 años.
Mi padre fue un hombre criado según el patriarcado existente en aquella época, no fue un padre amoroso, por el contrario siempre replicó la forma en que lo habían educado, no fue su culpa el no haber mostrado afecto a sus hijos o quizás lo hizo a su manera, no en vano llegamos a la educación universitaria. Tenía 56 años cuando partió de este mundo, mi último recuerdo de él con vida, fue cuando me despedí para volver a España, jamás imaginé que aquella despedida en el parque del barrio sería la última.
III
¿Es posible que la pérdida de un trabajo duela tanto?…hasta hace poco solía pensar que sólo la muerte de alguien amado era motivo de duelo, como fue la muerte de mi padre, de mi abuelo y la muerte de Matías.
Matías fue un hermoso Shih Tzu de grandes ojos marrones, pelo bicolor, el más valiente de todos, podía enfrentarse a un pitbull si hubiese sido necesario…ojalá yo hubiese sido la mitad de valiente que fue él, habría podido enfrentar el acoso laboral como la valiente más temerosa del mundo.
Matías llegó a casa para dar consuelo al dolor que dejó la pronta partida de mi padre, llegó a ser luz a la vida de una familia sumida en el desconsuelo.
Este pequeño Shih Tzu llegó a cumplir el propósito para el cual había sido creado, llevar alegría a una familia que enfrentaba la muerte en carne propia por primera vez, yo habría de conocerlo en el 2010 cuando tenía dos años de vida. Perro amoroso, tierno y dulce, de carácter amigable y sociable, raramente ladraba, cosa que llamaba mucho la atención, vivió 11 años muy felices, le temía al mar y adoraba el campo, amaba el pollito, pero, no tanto sus croquetas, vestía según la ocasión, de camisa y corbata cuando la familia celebraba algún evento, de camiseta en verano y muy abrigado en invierno, su chaleco amarillo, su suéter marrón con franjas rojas aún resuenan en mi mente, es así como lo recordamos.
El inicio de la pandemia de 2020 por Covid 19, nos dejó el enorme pesar de no haberle podido dar a Matías la despedida que merecía, murió un día de mayo antes de las 14:00 pm, apenas y tuvimos tiempo de abrazarlo por última vez y llorar su partida mientras sosteníamos su cuerpo, un beso y envuelto en su cobija favorita se lo llevó la funeraria San Francisco, sus restos serían cremados sin la presencia de alguno de nosotros, el toque de queda impuesto por el gobierno para frenar los contagios nos apartó de nuestro Matías en su último viaje.
Sus cenizas en una caja de madera son la muestra de que existió y de cuánto lo amamos, vive en nuestros corazones y vivirá por el resto de nuestras vidas.
Así es como entiendo el dolor ahora, así es como llegué a comprender que hay más de un duelo, mi padre, Matías, mi trabajo, duelen y duelen mucho!
IV
Un año después Matías nos mandaría un angelito de cuatro patas.
Manel llegó a nuestras vidas en marzo de 2021, el mes en que recordábamos un aniversario más de la muerte de nuestro abuelo Manuel.
Recordar al abuelo Manuel es volver el tiempo atrás y ver a un hombre sabio y bueno, el mejor padre del mundo como lo calificaría mi madre, vestía de camisa, suéter con cuello en V de colores sobrios, pantalón de sastre y zapatos de cuero cuando nos visitaba en Quito, su vida transcurrió en el campo en la provincia de Cotopaxi, agricultor y cuidador de ganado, fueron sus oficios.
Uno de los golpes más duros para mi madre sería la muerte de su querido padre, yo sentí el dolor de no haber podido decirle adiós, a kilómetros de distancia lo único que pude hacer es llorar su ausencia, sabiendo que cuando vuelva a casa él ya no estaría, ya no podría ir a verlo en su casa donde vivía solitario…el abuelo se había ido para siempre!
Así, Manel llegó a representar el amor filial, el amor eterno, aquel amor infinito que sentimos por nuestra familia.
V
Fueron pasando los años, cinco, seis, siete…trece años, me costó ver realizado mi sueño, mi objetivo por el cual dejé mi familia y crucé el Atlántico.
Era hora de regresar a casa y dejar mi casa también, contradictoriamente Pamplona, el piso compartido con mi hermano, Iker y Miriam se habían convertido en mi hogar, trece años se dicen de prisa, pero, pasan despacio, al menos para mí, así fue, la enfermedad renal de mi madre determinó que mi tiempo en España había terminado, fue así que comencé a preparar las maletas y a prepararme para dejar a mi familia, Iker tenía ya diez años, mi último recuerdo de él y de su infancia es verlo con su pijama amarillo mientras abrazaba a Bob esponja.
Las despedidas siempre duelen y más para una persona altamente sensible o con exceso de empatía, así un 14 de mayo de 2014 abordé el avión de vuelta a casa, Pamplona-Madrid, Madrid Quito, no regresé sola, mi hermana había ido por mí, cosa que aminoró el sentimiento de tristeza.
El nuevo aeropuerto de Pamplona fue testigo de las lágrimas de despedida, Iker, mi hermano, Miriam y Edwin fueron a verme partir.
No he vuelto a Pamplona desde aquel 14 de mayo, no sé si algún día volveré a ver la hermosa y pequeña ciudad que llamé hogar.
VI
«Cambia lo superficial
cambia también lo profundo
cambia el modo de pensar
cambia todo en este mundo»
Así lo cantaba Mercedes Sosa y qué razón tenía!!…Ecuador ya no era lo que recordaba y Quito había cambiado, no regresé al lugar que dejé y tampoco volvió quien se fue.
«Y lo que cambió ayer
tendrá que cambiar mañana
así como cambio yo
en esta tierra lejana»
Sí, yo había cambiado, ya no era la misma mujer de 26 años que se fue, la que enfrentó un futuro incierto, a la que le tembló el cuerpo entero cuando pasó por migración en Amsterdam y Madrid, la que se subió en un avión por primera vez en 2001, la que sobrevivió a la pena de haberse ido, la que salió adelante en un país ajeno, la que comenzó de cero allá tan lejos, la que quiso volver cada día durante los tres primeros años, qué habría sido de mí sin mi familia!.
«Pero no cambia mi amor
por más lejos que me encuentre
ni el recuerdo ni el dolor
de mi tierra y de mi gente»
Y lo que nunca cambió como bien lo siguió cantando Mercedes Sosa fue el amor por mi gente.
Nuestro corazón siempre estará donde están aquellos que amamos, el mío, el de mi familia también están en Pamplona, mi hermano, Miriam e Iker siguen allí, el tío Guillermo y los primos Cristian y Edwin han echado raíces profundas al otro lado del océano a miles y miles de kilómetros de distancia de su familia.
VII
Aún me costaba adaptarme al nuevo Ecuador, mayo, junio, julio, agosto de 2014 fueron muy duros, mi corazón ya en casa seguía en mi hogar pamplonés, el choque cultural fue tremendamente difícil y como lo dijo Facundo Cabral «no soy de aquí ni soy de allá», sí, así me sentí esos meses.
En septiembre de 2014 llegué a mi trabajo amado, se fueron los miedos, la incertidumbre de comenzar de cero nuevamente, esta vez tenía un futuro seguro y así fue durante diez años.
Traía arraigadas muchas de las lecciones de vida que me dieron los trece años de vivir fuera de Ecuador, aprendí a valorar el trabajo de los otros como si fuese el mío propio, nunca crucé por un piso mojado, después de todo cuánto cuesta esperar un par de minutos hasta que esté seco y así no estropear el trabajo de otro, mis años lejos de mi tierra me hicieron entender que es necesario que la gente se sienta parte de algo, que sea feliz allá donde va, allí nació uno de mis principios de vida, hacerle sentir a todo estudiante que pasara por esa salita del gran ventanal que era bienvenido, respetado y querido, tuve el enorme privilegio de formar varias generaciones de futuros profesionales, diez años dan para conocer a muchos jóvenes con deseos de aprender.
Las fiestas de Quito, navidad y fin de año de 2014 fueron las fechas perfectas para volver a sonreír y volver a celebrar, fui feliz en esas fechas hasta 2023.
Diciembre de 2023, por primera vez experimentaba la ansiedad, la bendita ansiedad!!, comenzó a ahogarme, a acelerarme el corazón, a dejarme sin respiración a sobre pensar todo, sin embargo, no sabía la magnitud de su llegada a mi vida.
Había experimentado la tristeza mientras estuve en el viejo continente, pero la ansiedad era una compañera nueva que me acompañaría por más de un año, aunque, aún sigue siendo mi compañera muy a pesar de mí, hay días en los que la he abrazado como parte de un proceso que me ha enseñado lo lábil que puede llegar a ser la mente, la mía particularmente…y no, mis años a miles y miles de kilómetros lejos de casa no me dieron la suficiente fuerza para hacerle frente al acoso laboral, por la única razón de que el golpe vino de una persona muy querida para mí…sí, esos golpes duelen más, hieren, lastiman más.
Si tan sólo pudiese volver el tiempo atrás, me iría a tiempo de un lugar que ya no era mío sin importar los años que le dediqué a construir ese sitio seguro, siete para ser exactos y que me llenaron de felicidad…saber irse a tiempo, saber ver las señales, hacerle caso a la intuición son lecciones de vida ahora.
De: mí
Para: mí
Querida yo, primero estás tú, nunca pongas a nadie por delante de tu salud mental, tus emociones cuentan, poner límites es lo correcto, quienes son tus amigos lo entenderán los que nunca lo fueron se irán, no dejes de comer, sigue siendo noble, pero no confíes en todos, eres un ser humano y te equivocas, reconoce tus errores y discúlpate a tiempo, pero no vuelvas donde ya no cabes, no vuelvas donde estás siendo infeliz por salvar una amistad…no vuelvas!
El mundo es para las personas mentalmente fuertes y yo fui todo lo contrario, ese año nublado, sin luz, me enseñó a sobrevivir mientras todos a mi alrededor vivían.
Y un día sin pensarlo la depresión y la ansiedad tomaron el control absoluto, ya no era yo, poco a poco me fui apagando…cómo podría sobrellevar la vida?…
Abril de 2025, ¿por qué no callas tan sólo un momento?, ¿por qué me hablas a cada segundo del día?, no, no quiero que seas parte de mi vida, te quiero lejos de mí, quiero que te vayas ansiedad!!
Después de noviembre de 2024 cada mañana dolió despertar, las mismas preguntas una y otra vez, los mismos pensamientos cada día, el desánimo, la desesperanza, el sentimiento de injusticia no fueron pasajeros, me acompañarían a lo largo de mucho tiempo.
Cómo explicarle a los demás que no podía más, que el aislamiento social, la presión de soportar la hostilidad de una persona a la que le siguió otra, la falta de empatía, acabaron con mi mente, minaron mi moral, cómo convencerme a mí misma que no había sido insuficiente y mucho menos una persona débil por no haber sido fuerte cuando tuve que enfrentar el acoso laboral.
La salud mental importa, sí, pero, no es una realidad, se me pedía que sea fuerte, que «aguante» cada día un entorno en el que se había normalizado la violencia psicológica, en el que el agresor tenía completo dominio, mis pedidos de auxilio, de ayuda, nunca fueron escuchados, la violencia psicológica traspasaba mi mente, mi alma, fueron días oscuros, tristes, sola en medio de los embistes del agresor y compañía, sí, él nunca estuvo solo.
¿No te das cuenta que no sólo es él…también es ella?, esas fueron las palabras de la jefa cuando me quitó la venda de los ojos y pude ver la realidad, esa realidad que ni en mis peores pesadillas habría soñado vivir…hay mujeres que nadie quisiera tener como amigas y «ella» es una de esas mujeres a la que jamás hubiese querido hacer parte de mi vida, qué tarde me di cuenta!!, ¿por qué no supe verlo?, por qué no me fui cuando ella apareció?, mi vida no habría cambiado tanto como lo hizo.
Pero, ¿Quién soy yo para juzgar a nadie!!…sé que ella actuaba desde el amor que siempre le había tenido al agresor, una mujer que no veía más allá de él.
«Cuando me enojo, me enojo para siempre», nunca olvidaré esas palabras, calaron tan profundo en mi mente, echaron raíces profundas en mi alma, hoy un año y medio más tarde aún duelen, aún lastiman.
Y por eso me voy y por eso te digo
Ni el mismo diablo me hubiera hecho el daño que me has hecho tú
Y por eso me voy, por eso te maldigo
Pero antes quisiera decirte a la cara, una vez sin temor
Que tú no vales más que yo
No, no maldigo a nadie como lo canta Leire Martínez, pero, haré mías las palabras «ni el mismo diablo me hubiera hecho el daño que me has hecho tú», la magnitud del dolor que sentí y todavía siento es profundamente grande.
A veces en mis largas noches de insomnio, mi mente me lleva a aquel tiempo en que fui feliz, cuesta entender que dejamos y nos dejan de querer, cuesta recuperar a la persona que fui y costó más aceptar que el amigo que tanto quise se fue, ya no era más él.
Fuimos amigos desde el día uno, así como dicen que hay amores a primera vista, también hay amistades a primera vista, desde ese primer día de junio cuando llegó a mi amado trabajo nos convertimos en amigos, confidentes con una complicidad que sólo los años de construir nuestra amistad nos dio.
VIII
Hay personas que nos acompañan durante varios capítulos de nuestra vida y hay otras que se van quedando en el camino.
Los días dejaron de tener sentido, las semanas pasaron y con ellas los meses, dicen que llegó 2025, no estoy segura de ello, mi mente no ha podido pasar de noviembre de 2024 cuando en aquella oficina donde el sol pegaba fuerte en verano, tuve que decirle adiós a mi amado trabajo, así me fuí, sin despedidas, después de todo el único que notaría mi ausencia sería el parquecito que me dió paz en mis horas más sombrías, no, no hacía falta despedirse de nadie, para que escuchar palabras vacías y no sentidas, hacía un año ya que el acoso laboral me había aislado.
Han pasado seis meses en los que no he vuelto a sonreír, no he vuelto a ser feliz, de pronto el tiempo comenzó a pasar de prisa, pero yo todavía no puedo despertar de esta pesadilla, por favor, ¡que alguien me despierte!, yo sólo quiero volver a casa.
Cuando sufrimos el tiempo no tiene reloj, no hay principio ni final, el sol sale y se esconde, los días pasan con mayor pena que gloria, todo sucede como una película muda, nada tiene sentido y el sol se vuelve gris.
IX Carta a usted
Supongo que ya se terminó su vida laboral y ahora disfruta de su jubilación.
Estos meses para mí han sido una verdadera prueba de fe y de ser fuerte en medio de todo el dolor que representó dejar mi casa, el lugar donde llegué en octubre de 2014, llena de esperanza, alegría y también de temor pues iniciaba un nuevo camino.
Amé mi trabajo con todo mi corazón, le entregué cada día, cada minuto y segundo de mi vida laboral por 10 años con esmero y dedicación, cada bloque de construcción de lo que fue mi querida área fueron el fruto de horas de trabajo no sólo allí, también lo fueron en casa, quizás debí dedicarle menos tiempo, pero tan comprometida estaba que nunca era suficiente, siempre había algo, un nuevo reto, un nuevo niño, una nueva familia buscando respuestas, buscando una luz de esperanza, me empeñé en entender a las familias, pues, yo misma vivía la discapacidad en casa, entonces, cómo no ser sensible con aquellos padres que llegaban y que comenzaban a transitar este duro y difícil camino de la discapacidad, a veces cuesta arriba, otras con más respiro, pero nunca descansando, la vida de un niño, de un hijo se me estaba encargando y debía corresponder con amor y con conocimiento.
Sí, estos meses he sufrido el dolor de ver lejana mi casa, de saber y sentir que ya no es y nunca más volverá a ser ese lugarcito donde fui feliz durante 9 años, recuerdo las múltiples sonrisas, los días de complicidad con personas que fueron parte de mi camino y aún me cuesta creer quién fue la persona que apagó mi sonrisa.
Querida ex jefa, mi corazón no sería justo si no le dijera gracias… gracias por todos los momentos en los que fue una mano amiga por todos esos años en los que fui feliz.
Nunca sabré porqué mi sufrimiento, mi grito desesperado pidiendo ayuda no fue escuchado,
FIN
En 2001 abracé un sueño sin saber cuántos años de mi vida se llevaría ese sueño, con cada año que pasaba era un año más lejos de casa, pero a la vez un año menos en España, en realidad nunca supe cuándo sería tiempo de volver a casa, simplemente me permití vivir haciendo lo que mejor sabía hacer…trabajar!
Abril de 2025 sigo haciendo lo que mejor sé hacer, aún con el enorme pesar de haber dejado aquella salita con su mesa rosa, el piso cambiante, sus fluorescentes, ahí donde fui feliz durante nueve años, ahí donde crecí, aprendí, me construí y maduré.
Mi alarma dejó de sonar a las 6:40 para anunciarme que es hora de levantarse, la ecovía hará su habitual recorrido, pero, yo, ya no me quedaré en la parada que me llevaba hasta ti, ya no recorreré tus calles en mis caminatas de medio día, ya no iré al parquecito y tampoco a la tienda de la esquina.
Mi querido, amado y anhelado trabajo, me esperaste mientras yo llegaba de España, me diste abrigo, me enseñaste el amor con cada niño que pasó por mi vida durante diez años, me enseñaste a ser maestra con cada estudiante que la vida me encargó, aprendí a sentir el dolor y la alegría de cada padre y madre que pude conocer, fui feliz, inmensamente feliz, gracias amado trabajo porque cada día que recorrí hasta donde estabas, cada paso que di durante 10 años llevaban gratitud, gracias por haber forjado en mí al ser humano que soy.
Hoy tengo que soltarte, tengo que decirte adiós, haré de cuenta que te has ido como se fue mi padre, mi abuelo, Matías.
Debo seguir, debo levantarme y reconstruirme sabiendo que una etapa de mi vida se quedó contigo, debo cerrar este capítulo y hacerlo con amor.
Gracias eternas por haber sido parte de mi camino, te quedas en mi corazón por siempre.
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