El personaje —me lo encontré ayer de visita en nuestro cuento— dice que se escapó de un libro de gestión empresarial editado por una congregación religiosa.
Pero me parece que dice mentiras, para mí que lo echaron a patadas por irreverente. Seguro que todos los demás estaban hartos de su manerita de sonreír cuando otro hablaba y del talento que tenía para la crueldad.
Señoras con rodete y abuelitas de delantales lo agarraron de las mechas y, apretando los dientes, lo sacaron fuera. En algunas novelas no se toleran a los señores que les roban besos a las mujercitas sinceras. Y creo que eso fue lo que hizo Camilo.
Venía de una novela boba. Y no lo soportaron porque Camilo, con su corbata apretada y sus dedos flacos, era muy pícaro. Y entonces lo sacaron a empujones y vino a parar con nosotros. En los Cuentos de Hadas somos más tolerantes. Nos drogamos un poco y todos vivimos flotando entre las nubes de las fantasías y los deseos, tengamos alas o no.
Por lo que me comentó el Hombrecito de Jengibre, que siempre anda y anda de un lado a otro, Camilo ya causó estragos en el cuento de al lado. Allí quedaron veinte doncellas llorando su abrazo, mientras él volaba como Peter Pan, o era un Aladino con su lámpara de oro.
Las Sirenitas son más bellas desde que se quedaron aullando su ausencia sobre una roca.
Y Penélope teje y desteje, sus cabellos de lana y cobre, inventándole escaleras hasta la torre más alta.
Así somos las mujeres. Las hay simples, pero también las hay ocurrentes. Nos gusta andar desnudas a caballo a lo Lady Godiva, para después esperar inútilmente un beso, semidormidas en un sofá, simulándonos víctimas de algún hechizo.
Otras veces, la mirada de algún caballero nos cuesta una lluvia de manzanas podridas de alguna envidiosa.
¡Ahí se escucha a Camilo cabalgando en su trono de suspiros de hembra!
Eso queremos todas, en el fondo, cuando olvidamos nuestras zapatillas de cristal sobre las pestañas de algún señor.
Desde que soy Hada Madrina, no escuché deseo mejor formulado que éste: “Hadita, quiero que me bese algún hombre, y que después me ignore”
Se cruzará Camilo con alguna bruja, y no se le ocurrirá ningún piropo sincero. Celosa, ella lo convertirá en sapo.
Y llorará Camilo, junto a un estanque, hasta que alguna princesa inocente lo bese en la boca a cambio de una esfera de oro.

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