Los actuales habitantes del Noroeste Argentino besan la tierra a cada paso que dan.

Veneran a la Virgen poniendo las rodillas en tierra, y decorando las puertas de la iglesia con naranjas, que son frutos de la tierra.

Estar en un pucará al mediodía es mala suerte, porque el sol está perpendicular al suelo, y levanta el alma de los que están bajo tierra.

Dicen los cuentos de aparecidos, que a los que fallecen se les ponen alpargatas nuevas al revés, para que dejen sus huellas despacio y sin levantar tierra y para que nadie los siga. Van espantando perros mientras revolean un cordón blanco con siete nudos, que para eso les han puesto en el cajón. Que por eso los perros aúllan cuando alguien muere. Y que por eso hay viento: porque es el rastro que sobre la tierra está por hacer, aquel que de la Tierra está por irse.

A nueve días de su muerte y de su entierro, hacen un despacho: durante nueve días rezan y lavan ropa del difunto. Cavan un agujero en la tierra y la queman. Y sobre las cenizas, colocan ofrendas a la Madre Tierra, y comida y vino y coca y cigarrillos, según los vicios del difunto. Y un caballito de madera, con un muñeco relleno de algodón que representa el alma que se va, con una compañía que lo ayudará a cruzar el Gran Río, para llegar al más allá de la Tierra.

Los mismos cuyos ancestros dibujaban zuris en sus urnas funerarias. El animal que conoce las leyes. Y eso es ser dios: conocer las leyes que rigen esta tierra. Los veneraban y les pedían protección para sus niños. Porque sabían cuándo venía el viento y cuándo caía la lluvia y cuándo, si no se mojaban, los ahogaba la tierra.

Descendientes de los Quilmes, que se arrojaron al vacío, y prefirieron morir en brazos de la Madre Tierra, con sus hijos apretados contra el pecho, antes que ser cautivos.

Los hijos de esta tierra de colores sobrenaturales festejan el Carnaval desenterrando a los diablos y pidiéndole a la tierra que les dé lo mejor de sí: su picardía y su pimienta.

Los actuales habitantes del Noroeste argentino no veneran al sol, ni leen el futuro en las estrellas. No creen en dios-padre-todopoderoso.

Solamente creen en una Madre. A la que pueden tocar, oler, comer y escuchar.

Una madre desde el Carnaval hasta la Muerte.

Tierra que abre sus entrañas para que se la coman viva. Abre sus entrañas para dar el último abrazo al despacho de un difunto.

La Tierra, mujer embarazada de Carnaval.

La Tierra, madre descorazonada por la muerte.

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