El Guardián del Bosque: El Despertar de la Sombra

El Guardián del Bosque: El Despertar de la Sombra

Mateo Arriz

30/01/2025

Elías se quedó allí, inmóvil, sintiendo la fuerza del poder recién adquirido recorriendo su cuerpo. Los símbolos en la piedra continuaron brillando, pero su mente estaba enfocada en algo mucho más urgente: la amenaza que acababa de vislumbrar. Aquella sombra oscura que se cernía sobre el bosque era algo más que una presencia inquietante. Era un enemigo tangible, un ser que deseaba corromper y destruir todo lo que Elías había aprendido a amar.

“¿Cómo puedo detenerlo?” pensó Elías, sintiendo un peso sobre su corazón. La voz en su mente respondió, como si esperara su pregunta.

“No todo puede ser destruido con fuerza. El equilibrio se mantiene a través de la comprensión y la unidad. Debes buscar la fuente del mal, la raíz de esta oscuridad que intenta apoderarse de la vida misma.”

Elías asintió con determinación. Sabía que no podía dejar que el bosque, su hogar, cayera en manos de esa sombra. Con el poder que acababa de obtener, debía enfrentarse a lo desconocido, arriesgarse a todo por la supervivencia de la naturaleza misma.

De repente, la cueva comenzó a temblar. La piedra resonó con un ruido profundo, como si algo dentro de la montaña se estuviera despertando. Los símbolos en las paredes brillaron con mayor intensidad, proyectando sombras gigantescas que parecían moverse por su cuenta.

“Es demasiado tarde para detenerlo,” murmuró la voz en su mente. “La oscuridad ha comenzado a despertar. Debes ir ahora, Elías. No hay tiempo que perder.”

Sin pensarlo dos veces, Elías corrió hacia la salida de la cueva. La montaña parecía querer retenerlo, pero él sabía que su destino lo aguardaba más allá, en lo profundo del bosque.

Al salir de la cueva, la atmósfera había cambiado. Un viento frío soplaba, haciendo que las hojas de los árboles crujieran con un sonido ominoso. El cielo, antes despejado, se había oscurecido, y las nubes formaban una especie de túnel hacia el horizonte, como si algo se estuviera abriendo desde lo más profundo del mundo.

Elías siguió el camino hacia el corazón del bosque, sintiendo la tensión aumentar con cada paso. A medida que avanzaba, los árboles parecían inclinarse hacia él, sus ramas como manos que lo llamaban, que intentaban advertirle.

Finalmente, llegó al lugar donde la sombra había comenzado a materializarse: un claro en el bosque donde la luz del sol ya no llegaba. El aire estaba cargado con una energía pesada, y en el centro del claro, algo emergía de las sombras.

Era una figura sombría, alta y delgada, con ojos rojos brillando como dos brasas encendidas. Su presencia era aterradora, como si la propia oscuridad estuviera tomando forma y vida. A su alrededor, la tierra parecía estar muriendo, las plantas marchitándose al instante.

“Has llegado tarde, Elías,” dijo la figura con una voz que resonó en su mente, como un eco lejano. “Este bosque ya me pertenece. Nada puede detenerme ahora.”

Elías no se dejó intimidar. Con un suspiro profundo, levantó la mano, y el poder que había adquirido comenzó a manifestarse. La luz verde del bosque lo rodeó, y el suelo bajo sus pies comenzó a vibrar, respondiendo a su llamada. Los árboles a su alrededor crujieron, como si estuvieran despertando de un largo sueño.

“La oscuridad no tiene cabida aquí,” respondió Elías con firmeza. “Protegeré este lugar, cueste lo que cueste.”

La sombra sonrió, pero en sus ojos no había alegría, solo un vacío que parecía devorar todo a su alrededor.

La batalla comenzó.

Elías invocó la energía del bosque, dejando que los árboles y las criaturas del entorno lo apoyaran. De repente, raíces emergieron del suelo, envolviendo a la sombra y limitando su movimiento. La figura sombría luchó, pero cada vez que intentaba liberar su poder, los árboles más cercanos crecían más rápido, formando barreras naturales.

Pero la sombra no era un enemigo común. Con un grito feroz, lanzó una oleada de oscuridad, haciendo que las raíces se retorcieran y las hojas se desintegraran al contacto. Elías, con sus nuevos poderes, canalizó toda su energía hacia la figura, creando una esfera de luz brillante que chocó contra la oscuridad.

La batalla se alargó, con Elías luchando no solo con fuerza, sino con el entendimiento profundo del equilibrio natural. Cada golpe que daba, cada ataque que lanzaba, era un recordatorio de su conexión con la tierra, con el bosque, con todo lo que había jurado proteger.

Finalmente, con un último esfuerzo, Elías concentró toda su energía en una explosión de luz pura que atravesó la sombra. La oscuridad se desvaneció, llevándose consigo las nubes y el aire pesado. Los árboles respiraron de nuevo, y la tierra recobró su vitalidad.

El enemigo había sido derrotado, pero Elías sabía que la batalla por el equilibrio nunca terminaría. Mientras el sol comenzaba a asomarse por el horizonte, Elías se quedó allí, observando el bosque restaurado, sabiendo que ahora su misión era más grande que nunca: proteger lo que quedaba, enseñar a otros lo que había aprendido y nunca olvidar que la verdadera fuerza residía en la armonía.

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