Cuando la melancolía se cierne sobre ti y el mundo pierde sus colores primigenios, te ves inmerso en recuerdos de días luminosos, en los que el tiempo no apresuraba su paso y la vida parecía flotar en su propia armonía.
Es un momento de quietud, de ese extraño punto en el que hablar parece tardío y reír prematuro. Demasiado grande para vivir, demasiado pequeño para morir. Así, en el silencio, las alas heridas aprenden el arte de sanar.
El tiempo, paciente alquimista, transmuta el dolor en sabiduría, convirtiendo esas lágrimas que humedecen tus ojos en experiencias. Este es el momento de tu metamorfosis: cuida la flor de tu existencia y siembra, en el suelo fértil del presente, las semillas del mañana. Recuerda: si no lo cambias, lo eliges.
Suelta lo que te pesa, pero no permanezcas en el suelo. Levántate, eleva tu espíritu y contempla desde lo alto el vasto mundo. Vuela sin miedo, pues quienes se quedan en tierra, atrapados en sus propios temores, verán en tu vuelo su propio anhelo, y en su miedo, algunos intentarán derribarte.
Entonces, ¿cuándo desplegarás tus alas? Las cadenas son solo ilusiones de un miedo, y el fracaso es tan solo un disfraz de la enseñanza. La cima no se alcanza coleccionando triunfos, sino venciendo tus propios temores.
El primer paso alzando vuelo es el verdadero acto de fe. Así es como todos aprendemos a volar: no en la ausencia de miedo, sino en el coraje de enfrentarlo.
Y cuando el vuelo te devuelva a tierra, con las rodillas temblorosas y el corazón vibrante, recuerda que cada caída es un maestro en el arte de la humildad. Es el suelo, frío y cercano, el que nos enseña la grandeza de empezar de nuevo. Y al levantarte, ya no eres la misma persona. En tu interior late ahora el ritmo del universo, la danza eterna de quien ha tocado el cielo con sus propias alas.
El miedo se ha transformado en la brújula que señala hacia tu verdadero norte, y la adrenalina ya no es tu escape, sino el combustible de tu libertad.
Porque al final, no se trata solo de volar alto, sino de comprender que cada batalla con tus miedos, cada ascenso desde el suelo, cada momento de duda vencida, ha tallado en ti la forma definitiva de tu espíritu: libre, valiente y eternamente en vuelo.
OPINIONES Y COMENTARIOS