Después de la escuela comenzaban las aventuras en el parque. Esta vez, Mariana encontró nuevos amigos que la acompañaban en su búsqueda de caracolitos. Cada uno buscaba entre las flores y las plantas alguna pista que los pudiera llevar a encontrar caracoles.
—¡Aquí hay baba de caracol! —gritó uno de ellos.
Emocionados, todos corrieron a ver.
—Es cierto, ¡es cierto! Miren, hay baba de caracol y también hojas mordidas.
Entonces, Mariana, muy hábilmente, se escabulló entre las plantas y, apartando unas ramas, encontró el primer caracol.
—¡Encontré uno, encontré uno! —gritó ella.
Todos los niños, emocionados, corrieron hacia ella.
—¡Guau! Era un caracol mediano escondido en su caparazón de color marrón. Mariana, con mucho cuidado, lo puso sobre una hoja en el suelo, y todos comenzaron a ofrecerle pequeñas hojas y pétalos de flores como alimento.
Estaban todos distraídos jugando con el caracol y tratando de alimentarlo, cuando de pronto…, una pequeña sombra pasó por encima de la cabeza de Mariana.
—¿Oh, qué es? —preguntó ella.
Miró hacia arriba, pero no había nada.
Nuevamente, una sombra pasó sobre su cabeza.
—Otra vez, ¿qué es? —preguntó de nuevo. Volvió la cabeza hacia arriba, pero no había nada. ¡Qué extraño!
De pronto, notó que algo se movía frente a ella.
Eran dos palomas que buscaban entre los arbustos, picoteaban y rascaban con sus patas.
—¡Oh, no! —gritó—. ¡Se comerán a mis amigos los caracoles!
Mariana dio un salto y salió corriendo hacia el arbusto. Estirando las manos, ahuyentó a las palomas. Luego se tiró al suelo y buscó entre los arbustos.
Escondidos detrás de varias ramas y hojas, encontró a dos caracolitos temblando de miedo. Estaban bien envueltos en sus caparazones. Ella los recogió y les dijo:
—Pequeños amigos, no tengan miedo, las palomas ya se han ido.
Los caracolitos asomaron tímidamente su cabeza y, aún asustados, miraron a los lados. Al no ver peligro alguno, sonrieron y agradecieron a Mariana por haberlos salvado.
Mariana los puso sobre una gran hoja y los cubrió con muchas más, para protegerlos. Luego volvió adonde estaban sus amigos y, para su sorpresa, los encontró rodeados de caracoles. Ellos habían seguido las pistas y encontraron 5 caracoles más, estaban muy emocionados. Al verla llegar, todos corrieron hacia ella y emocionados le preguntaron adonde había ido, Mariana les respondió.
—Fui a defender a unos amigos caracoles para que no se los coman las palomas.
—¡Guau, qué valiente eres!
— ¡Sí, qué valiente! y que buena amiga eres por defender a los animalitos más indefensos.
—Nosotros también lo haremos. Cuidaremos a los amigos y a los animalitos más indefensos.
—Si, si, respondieron todos muy entusiasmados.
Era una tarde tranquila de primavera, un tanto nublada pero el tenue sol alegraba el ambiente, el viento soplaba y hacía bailar a los árboles más grandes. Eran casi las 3 de la tarde, es hora de ir a casa, Mariana sonrió al pensar en todo lo que había vivido esa tarde. Sabía que, en el parque, siempre la esperarían nuevas aventuras con sus amigos y, por supuesto, con sus queridos caracoles. Hasta una próxima y emocionante aventura.
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