Me subí al coche, ajusté mi asiento y saludé al conductor, un apuesto coronel del ejército español llamado Carlos. Iba de Madrid a Sevilla, y gracias a Blablacar, compartiríamos los 500 kilómetros juntos. Hubo un momento en que Carlos se puso nervioso, intentó tomar agua y se mojó los pantalones. ¡Fue tan gracioso! Su inteligencia y sentido del humor me impresionaron.
En una parada en un pintoresco pueblo, Carlos me invitó a un café y me mostró fotos de su familia y sus misiones en el extranjero. Me conmovió su amor por España y su dedicación al servicio. Me contó sobre sus experiencias en Afganistán y cómo había perdido amigos en combate. Su valentía y resiliencia me dejaron sin aliento.
A medida que avanzábamos, la conversación se volvió más íntima. Carlos habló de sus sueños, sus miedos y sus pasiones. Me sentí atraída por su vulnerabilidad y sinceridad. Me contó sobre su infancia en Andalucía, sobre su familia y sus tradiciones. Me enamoré de su voz, su mirada y su corazón.
Al llegar a Sevilla, Carlos me invitó a un paseo por el barrio de Santa Cruz. Bajo las luces de la noche, caminamos de la mano, disfrutando del romanticismo de la ciudad. Visitamos la Catedral de Sevilla y el Real Alcázar, y Carlos me contó sobre la historia y la arquitectura de estos lugares emblemáticos.
En un restaurante típico, compartimos tapas y vino, y Carlos me contó sobre su amor por la música flamenca. Me enseñó a bailar sevillanas; en un momento, le di pisotones. Me reí tanto.
La noche terminó con un beso apasionado en el Puente de Triana. Carlos me pidió que nos volviéramos a ver, y yo acepté. Desde ese momento, supimos que nuestra conexión era especial.
Los meses siguientes fueron un torbellino de emociones. Nos vimos cada fin de semana, explorando la ciudad y compartiendo nuestros secretos. Nuestra relación creció con cada paso. Él es lo que había esperado.
Doce meses después, nos casamos en una ceremonia militar en el Alcázar de Sevilla, rodeados de familiares, amigos y la bandera de España. Carlos me dijo: «Eres mi destino, mi amor. Desde que te conocí en ese viaje, supe que eras la única para mí».
Ahora, cuando miro su uniforme, recuerdo aquel viaje que cambió mi vida. Y cuando nos subimos al coche, Carlos me dice: «Amor, siempre mi corazón estará en el asiento del copiloto».
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