Autor: Salvador Alejandro Ochoa López.
CAPÍTULO I. NOCHE DE VELADORAS
En las entrañas de la ciudad de Colima, por la calle Ignacio Zaragoza, se teje un cúmulo de viviendas ya muy antiguas las cuales, mantienen su vejez como reliquias de hacía más de 200 años. Se menciona que en innumerables ocasiones, el domicilio con número 33, ha manifestado desde fechas ya muy antiguas, actividad paranormal destacada a cualquier hora del día, sobre todo por la noche. Nada menos, aquel fragmento de la leyenda urbana relatada por el historiador Francisco Ánzar Ruiz quien menciona que, por los años 60, un grupo de niños en medio de sus juegos y travesuras, arrojaron una piedra de tamaño considerable al interior de esa casa. Por desgracia, cuando un vehículo transitó por esta calle, su conductor presenció atónito la respuesta proveniente de la morada: regresaron con agresivo arrojo, la piedra susodicha, golpazo al impacto que estrelló el vidrio de su auto. Enfurecido por la alevosía de ese acto, indignado, el conductor descendió del vehículo y dirigiéndose a la residencia, golpeteó el portón con el fin de reclamar al dueño de la casa y exigir solvencia para la reparación de su parabrisas, y de ser posible, terminar con violencia física y verbal el asunto iniciado por la trastada. Algunos vecinos, presenciando la cólera del afectado supusieron sería bueno comentarle sobre la vivienda.
Acercándose, le explicaron contrariados que la casa estaba inhabitada desde hacía décadas, circunstancia la cual se miró imposible dado hace unos minutos había recibido el golpe de una piedra el vidrio de su auto, proveniente justo del interior de esa casa. Sin elucidación alguna, y frustrado, rendido ante lo inexplicable, decidió volver a su auto, e irse por el horizonte citadino de la calle Zaragoza. Insisto, por muchos años han transcurrido innumerables historias sobre la vivienda maldita, evidencia de un Colima viejo (tal vez más allá de 200 años de haber sido construida). Hay quienes aseguran han visto en su asomo curioso por la ventana enorme (de altura considerable, casi pegando a la banqueta la abertura), un espectro de color negro caminante a lo lejos de la casona, que cruza las habitaciones hasta llegar al patio penando por su deceso sin poder encontrar la paz. Otros afirman, quienes asisten a tours matutinos, han grabado psicofonías de infantes, como si corrieran por doquier en medio del patio central y su fuente, jugando incluso con una pelota de gran tamaño (la cual fue dejada a propósito para constatar la actividad paranormal), donde las personas son testigos de sus movimientos incomprensibles y no soportan tan cruda escena, saliendo despavoridos con justa razón, de la casa.
Entre el tumulto de leyendas sobre sus fantasmas, decidí asistir al tour del complejo habitacional el cual fue promocionado por redes sociales en octubre de 2024, por conducto de Leopoldo Barajas, quien cordialmente nos citó el día 12 de ese mes a las 11:00 de la noche en este domicilio, para presenciar la actividad fantasmal que allí reside. En lo personal, siempre he creído en sucesos paranormales, e incluso he presenciado algunos de estos, pero tratarlo con análisis escéptico esta situación provocaría la curiosidad la cual, es casi actitud toral en mi vida.
- Mejor que nadie me cuente, yo voy y como el apóstol Tomás “hasta no ver no creer”.
No dudé nunca de las relatorías, ni tampoco de varios comentarios que me compartieron una semana antes, pero mi modus operandi de conocer y explorar me obligó a investigar la verdad. Y más o menos a las 11:30 de la noche, llegué tarde al tour, ubiqué mi auto en el estacionamiento Constitución, por cierto el cual ya estaba totalmente desértico, salvo unos pocos autos en los dos primeros pisos, iluminados por una tenue luz fría de lámparas led impostadas en estructuras metálicas. Decidí subirme hasta el último nivel para fraguarme gradualmente en la oscuridad de la noche, a fundirme lentamente en mis temores. Dios hizo los miedos para vencerse. Ergo, el quinto piso del estacionamiento estaba solo, negro, denso, y fresco como una funeraria. El único ciudadano era yo en esos momentos, debajo de un cielo nublado… dispuesto a usar el elevador. La cruz azul luminosa del Beaterio se notaba bien desde esta perspectiva. La catedral a mis espaldas.
Después de descender al piso base y mirar las aceras tan solitarias como una biblioteca en pandemia, crucé a unas dos casas situadas frontales al estacionamiento, justo donde sería la reunión de índole casi espiritista. Saludé a varias personas que aprecio y quiero mucho, quienes tenían poco también de haber llegado ya al lugar, y la descripción del contexto sería la siguiente en términos netos: un portón carcomido por termitas feroces, crujiente y con pronóstico a caerse de arcaica, y una cancelería color negro con óxido en sus bisagras sosteniéndose en un arco abrazado por el concreto y el adobe de dos o tres o hasta cuatro siglos de antigüedad. El típico arco colimense sobresaliente en sus remates, pintado de amarillo y pálido por el tiempo. Como punto anexo (sólo para contextualizar mejor), ese mismo día por la tarde (horas antes de ingresar a la casona) fui con mi Especialista en Reiki y curación de chacras (a quien admiro y respeto) quien durante la terapia me otorgó una piedra amatista (curada o energéticamente cargada) para colocármela en el ombligo, a fin de evitar el ingreso de entidades al cuerpo que pudieran provocar una posesión. Su instrucción, como docta en el tema, fue muy sencilla, “cuando llegues a la casa, pide permiso para cuestionar sobre su historia, los espíritus que penan son muy celosos de eso”. Al llegar, hice exactamente eso, me incliné un poco y solicité permiso a las ánimas para entrar o analizar.
Tan sólo emitir las palabras en mi cabeza, de inmediato (esto es real lectores) sentí cómo una pesadez en la cabeza y en los hombros se haría perceptible en fracciones de segundo. Todo estaba oscuro, sólo las siluetas iluminadas por la concentración de luces urbanas teñían a los arcos vecinos, sostenidos por las columnas ancianas que rodean al patio central, allí se contrastan los amarillos muros y los azules remates con filos blancos. En medio, una fuente de roca de cantera, sin función alguna, cubierta de azulejo antiguo en su interior y asediada por la maleza de varios centímetros de altura, cubriendo a toda esa explanada. Para sorpresa, al fondo a la izquierda, debajo de un pequeño árbol de papayo estaba una pelota grande en el abandono, la que varios testimonios aseguran, se mueve a cualquier hora por consecuencia de jugarretas de las ánimas infantiles.
En el piso de toda la casa, en plena oscuridad, una ligera luminiscencia provenía de veladoras envueltas en papel de parafina, distribuidas por las habitaciones, los patios, y en la entrada de la casona. Sentí gradualmente, cómo un viento fresco soplaba en mis brazos, más no era un viento común como el aire de noviembre, era un aliento extraño donde el fresco soplo de la noche, no crea una sensación placentera en la piel, ese aire frío era seco, triste y dolido, similar a un estado de vigilia donde la brisa nocturna llevaba el presagio de peligro. Sentí en todo momento que estuvimos rodeados de fantasmas, imperceptibles pero vigilantes. Nuestros pasos, como visitantes, fueron pisadas silenciadas en un vacío. Las llamas de las veladoras temblaban, amenazando con apagarse e incluso, aún asegurando así fuese, volvía la llama a restablecer su brillo. Parecía que alguien jugaba con el elemento fuego desde un plano dimensional desconocido.
- ¿Ven la veladora? – nos dijo Leo antes de ingresar a la primera habitación, y todos miramos a la derecha, la veladora de la entrada – se quiere apagar y se prende, y así ha estado todo el rato.
- Puede que alguien nos esté observando – aludió con comicidad uno de los ciudadanos, de nombre Luis (ignoro su apellido) y las risas de todos no se hicieron esperar, fueron los nervios los culpables de esa mofa.
- – Así se comportan las llamas, y eso nos dijo un día, cuando un equipo de investigación paranormal visitó la casa, que según eso, las velas “como que bailan” porque hay presencia de fantasmas y son vías para la luz – Leo fundamentó con sinceridad.
- ¿Y esta sala? – con duda Isela
En un ágil giro a la izquierda, todos entramos a un cuarto totalmente lóbrego e iluminado por los haces de luces del estacionamiento Constitución (enfrente) que entraban por los ventanales. Un ropero viejísimo de manijas oxidadas, era cubierto por una capa gruesa de polvo y guano de murciélagos. Olía a excremento de ratón ya seco, del cual aseguro sus partículas se combinaron con los polvos de guano y maderas viejas, que viajaban por la atmósfera del lugar en todo ese aire circundante. A contraluz por los ventanales, la leve polvareda se hizo notoria como foco de contaminación.
Yo pregunté al guía.
- ¿En este lugar fue donde salió disparada la piedra que pegó contra el carro de esa persona, según la leyenda?
- Sí, aquí, fue esa ventana que está a la izquierda.
Era desvencijada, una ventana de postigo (se abría como un pequeño portón) ya caída y desmembrada, y volteé a lo lejos, mirándola como tesoro o reliquia, pero intocable por sus energías residentes. Nada, pero absolutamente nada, quise tocar con mis manos – no vaya a ser que te lleves algo – me dijo Carmen, quien analítica, en todo minuto hablaba con conocimiento de causa, por su interés hacia el tema del esoterismo. Quién lo diría, estuvimos presenciando el lugar histórico de aquella actividad poltergeist que agredió con una piedra al vehículo afectado en los años 60, leyenda contada por Francisco Ánzar Ruiz.
- – O sea ¿de este preciso lugar salió la piedra? – pregunté nuevamente
- Todo indica que sí – quiso asegurar Leo
- ¿Alguien más ya le pasó algo así? Digo, aparte del señor – Isela expuso una duda, intrigada pero igualmente importante -¿ya hubo otros testimonios agredidos?
- Sólo han dicho que cuando asomaron su cabeza por la ventana, vieron a una sombra negra caminar hasta el fondo.
- Sí, pero me refiero a que si ya alguien fue atacado en esta casa por fantasmas.
- Sí, ahorita vamos a pasar a una sala donde sucedió eso.
La interrogante de Isela sinceramente dejó a todos pasmados, y la respuesta de Leo, creó profundidad en juicios. Esto significaba que los fantasmas allí residentes eran violentos a causa de un deceso trágico. Eso explicaría la acentuación de mi dolor de cabeza y un mareo persistente. Metí mi mano por debajo de la camisa, en el pecho, y sostuve mis amuletos: un tetragrámaton, una triqueta, un cuarzo azul, obsidiana, cornalina, turmalina, la medalla de San Benito y un crucifijo traído desde Jerusalén que me regaló mi primo Juan. Corroboré la usanza de estos con mi terapeuta en Reiki, y felicitó mi elección esa tarde. Honestamente, tuve miedo. Introduje mi mano nuevamente debajo de mi camisa, pero esta vez para tocar la amatista parchada con cinta de espadrapo, puesta en el hueco de mi ombligo.
Son objetos pequeños, pero se volvieron un escudo fortísimo contra las entidades de bajo astral.
Antes de seguir cruzando los umbrales de la casa, recordé las palabras de mi terapeuta:
– al lugar donde vas a ir, está lleno de ánimas sin descanso, y están buscando la luz, ten cuidado Salvador, menciónales que es el momento para trascender.
- Cómo hago eso – le cuestioné a las 6:30 p.m.
- Diles que en el nombre del Creador, abres un canal para que encuentren la luz. No tienes que decirlo en voz alta, pero en tu mente dilo con intención.
Las indicaciones de mi reikista aturdían con ecos de advertencia. Mientras caminamos a la siguiente habitación, apreté con fuerza mis amuletos protectores y en mi cabeza, proyecté una oración metafísica.
- En el nombre del Creador Absoluto, abro un canal de luz para que encuentren camino y vuelvan a la Fuente
Después de haber dicho este mantra, no supe qué esperar del ambiente fantasmal.
Leo dirigió la mirada a una nueva veladora, fluctuaba su llama como si fuera apagarse, y comentó que en esa sala siempre hace bastante frío. Sin haber terminado su comentario, un viento sopló sugerente en todo el cuarto, percibiéndose como aviso de que, las entidades estaban presentes. Todos comenzamos a asustarnos, realmente comenzamos a asustarnos por lo inusual del viento. Mis zapatos infortunadamente estaban pisando un charco mezclado con guano y que, por fortuna ya viejos de muchos años, determiné tirar este calzado a la basura una vez terminara el tour. ¿De donde saldría ese charco? No sé, pero ahí estaba, sin darme cuenta pisaría húmedas superficies y alimañas de todo tipo. Había cucarachas disecadas en varias partes de la casa. El tour, anunciado en redes sociales, duraría hasta las 7 de la mañana ¡¿6 horas al interior de una casa embrujada?! Qué más da, probaría mi fortaleza hasta donde me fuera posible.
- En esta habitación, como llegan a notar, es una bañera, aquí se dice mataron a una sirvienta. Según los relatos la sangre salpicó por todos lados.
- Por qué la mataron – preguntó Carmen.
- Parece ser que fue crimen pasional.
- ¿Pero alguien dejó algo escrito de cómo encontraron el jacuzzi? – Isela fue contundente.
- Dicen que las manchas de sangre fueron por cuchillazos hasta dejar el cuerpo de la sirvienta tirado.
- ¿” Ensopado” entre agua y sangre? Sería la esposa del hacendado la homicida – elucubré a tanteo.
- Probablemente – habló Leo
La ansiedad matizó mis latidos del corazón, estar presente en una vieja escena del crimen probablemente de los años 20, ¿Qué rayos sucedió en este lugar? No sé cuántos tragos de saliva fueron, pero era inquietante mirar el retrete a mi derecha y el jacuzzi a mi izquierda como escenario de posibles apariciones infernales. El azulejo era color turquesa manchado por hongos, y un suelo de cemento pulido humedecido por charcos y guano. Olía horrible. Había cucarachas en las paredes.
- Abrojos – dijo el aventurero Luis.
- Cuando hay abrojos es sinónimo de entidades de bajo astral – mencionó Carmen.
- La presencia materializada de espíritus negativos – aseguré.
- ¿Quieres tomar foto Chava? – me preguntó Carmen.
- Pocas solamente, no me quiero llevar nada.
- Luego las borras.
- Para ver si hay presencias aquí, con un “flashazo” y ver qué detecta el lente.
- Me las pasas por fa.
- Las tomo, y ahorita te las enseño.
- ¿No tienes miedo Chava? Te noto raro.
- (Recuerdo haber suspirado bastante) Todos aquí tenemos miedo.
- Yo aquí vine hace varios años, cuando Osvaldo Mendoza realizó un tour, pero no nos quedamos tanto tiempo – Carmen hizo la referencia.
- Hizo bien, estar expuesto en este lugar ya está haciendo que me duela la cabeza – le dije sobando mi frente, mis sienes y mi nuca. Me dolía la nuca.
- ¿Te duele mucho?
- Un poco, pero aguanto. Sobre todo, las sienes.
- – Quiero ver algo por acá – su curiosidad femenina le condujo a la siguiente sala.
- No agarres nada, no sabemos qué pasó aquí.
- Está cabrón ¿verdad? – al segundo divisó alrededor –¿ya viste? ¿era un closet?
- Imagínate que de la bañera salga una mano, ¡ah miedo! – le bromeé.
- Ja ja ja estás loco (rio nerviosamente), ojalá que no.
Tan pronto caminé a la habitación contigua (al parecer fue un cuarto donde dormir), Luis que llevaba ligeramente la delantera, nos dijo.
- Como que aquí es donde se siente más raro.
Leo y Eduardo, Isela y su esposo, Luis y su amigo, Carmen y yo, habíamos llegado al parecer al cuarto donde dormía la servidumbre. Yo seguía sintiendo presión en mi cabeza y una sensación de acúfenos (percepción o sensación de un sonido en mis oídos sin que lo emitiera una fuente física) era constante en mis oídos, generando presión, como ensordecedora. Allí había dos puertas o accesos, una que daba nuevamente al patio central y otra que se conectaba a otra sala, aunque fue muy raro notar como esta última, estaba clausurada con dos vigas visiblemente pesadísimas, entrecruzadas, que de vistazo indicaron un bloqueo al paso.
- ¿Por qué está cerrada y asegurada de esa forma? ¿Están construyendo algo? – tuvo duda Carmen.
- La cerraron porque – Leo alzó la voz para que todos escucháramos – hace ya tiempo, unos albañiles estaban trabajando en la remodelación del lugar, notaron presencias extrañas que les agredieron. De hecho uno de los trabajadores murió porque le movieron el andamio en el que estaba trepado. Cuando vino el equipo de parapsicólogos a este lugar a limpiarlo, sugirió cancelar el acceso y lo que hicimos fue poner unas vigas cruzadas, aparte de cerrar la puerta.
- ¿Podemos entrar? -Incentivador del misterio, preguntó Luis.
- Tengo un hijo, y la verdad no quisiera jugarle al cabrón. No quiero ponerme con Sansón a las patadas – evitó Leo seguir abordando el tema.
Y sinceramente, se me estaban quitando las ganas de hacer preguntas. Yo me mantuve callado. En esa casa todas se responden por obviedad. Tuve miedo y el ánimo de la investigación o el escudriñamiento de lo paranormal, lentamente decaía desde el desagrado y gradualmente ascendían mis motivaciones para abandonar la residencia. Apenas llevábamos poco más de una hora si acaso. Pero, qué más me da – esto debía escribirlo sin pensarlo dos veces. Quiero sostener desde la literatura, la riqueza enigmática y patrimonial urbana de la historia de Colima – me lo repetí en mi cabeza.
De nuevo llegamos al patio central y su fuente, y a la izquierda un corredor o pasillo que daba al patio trasero, vestíbulo adornado con su respectiva veladora recubierta de papel parafina colocada en el piso, de llama danzante o fluctuante, iluminando poquísimo los pilares de madera vieja, que sostenían el cobertizo de esa terraza lejana a unos 5 metros. Hacía fresco, un silencio capaz de apagar cualquier ruido siquiera tocase cualquier terreno. Era una noche sepulcral, de abismo, dimensional, pudimos escuchar perfectamente el crujir de las vigas antiguas (los tapancos) encima de nosotros, las besuconas, el efecto de la acústica es muy similar a la cancelación de sonidos sucediente en el centro de las butacas del Teatro Hidalgo. Pareciera que el Colima Antiguo estaba lleno de fantasmas, similar a un escenario rulfiano. A medida que seguimos caminando, sentí cómo la pelota grande debajo del papayo nos miraba. Reflexioné concienzudamente todo el tiempo mis propias creencias en lo paranormal. Escuché el choque del campaneo de mis amuletos.
- A donde vamos a pasar es el patio trasero, si miran de nuevo, la veladora tiene el mismo comportamiento, como que se quiere apagar, tengan cuidado con el guano de murciélagos – nos advirtió Leo
- ¿Es el famoso patio de la alberca o algo así? – curioso Luis quien había interpretado así la leyenda.
- Así es, estas casas antiguas tenían sus estanques o albercas muy clásicas en familias ricas – acotó el guía de apellido Barajas.
- Familias de abolengo – sinteticé.
- Es correcto
- El abolengo posrevolucionario, así eran las calidades de vida – complementé.
- Y por esa razón, podían adquirir todos los lujos que ellos quisieran, el contexto de este estilo de vida, fue en tiempos cuando comenzaron a alfabetizar a las personas después de haber derrocado a Porfirio Díaz, eso les enseño a mis niños en donde doy clase – gracias a Carmen y su explicación como excelente docente, habló con didáctica que calmó la tensión de todos.
- Entonces ¿estamos en una casa donde hubo muchas generaciones? – precisa, cuestionó Isela, quien mantuvo fina formulación de interrogantes.
- – Así es, aquí se supone vivieron 3 o 4 generaciones, la última que se tiene registro es de los años 30 aunque tal vez la última generación es la que vio el asesinato de la sirvienta, está muy viejo este predio – Leo expresó muy bien con supuestos históricos, más la verdad, no lo sabríamos sino hasta que fuéramos a averiguar al Archivo Histórico. Sus ideas tuvieron lógica, conjeturé que la casona era tan vieja que seguramente miró a la Nueva España implantarse en Colima, pero minutos después estas hipótesis sobre esos matices novohispanos, se confirmaron con un hallazgo
Llegamos al fondo de la casa.
CAPÍTULO II. EL ESTANQUE
En ese patio es donde dicen, se aparece el espectro negro que pasa de las habitaciones (donde recién estuvimos) y cruza el vestíbulo hasta llegar a este punto, para perderse en el fondo de la casa. Aunque, a razón cierta, ya estábamos en el fondo de la vivienda, porque allí se haya un pequeño estanque cuadrado de aproximadamente 3 x 3 metros de área, con una profundidad calculo de 80 centímetros, revestido en su interior de azulejo azul, y con una gradería muy pequeña de apenas 10 centímetros de altura por cada escalón. Un chapoteadero familiar, destinado para los niños. Debo mencionar que, el olor a agua estancada era tan fétido capaz de ahuyentar a cualquier persona por muy resistente fuera a la pestilencia, hedía increíblemente fuerte, similar a una cañería.
- ¡Huele bien culero! – Lo conocimos muy franco al agradable Luis, y todos coincidimos.
- El agua atrae a espíritus, es un portal – indicó la mística y profesora Carmen.
- Actúa como conductor de energías, Salomón usaba el agua en sus rituales – señalé y al mismo tiempo un recuerdo se coló cuando leí hace unos meses sobre el esoterismo del Rey Salomón y el Ars Goetia – los espíritus atorados se expresan en el agua con olor a podrido.
- Cuando el equipo de investigación paranormal llegó a esta casa, buscó un lugar donde realizar un ritual de purificación. Fue en este punto, justo aquí a la derecha – Leo concretó su comentario hablando de su vivencia cuando convivió con dicho grupo, en tal acontecimiento de hace varios años.
- Las veladoras también están queriéndose apagar – Isela me comentó.
- Checa cómo se está moviendo – dirigí mi mirada a la veladora, los dos la miramos durante unos segundos.
No cabía duda de que el espectro negro, tan mencionado en la leyenda urbana como su presencia corroborada por aquel equipo parapsicológico, sería la sirvienta quien murió asesinada en el jacuzzi ¿qué otra explicación podría ser dadas las manifestaciones poltergeist que experimentó el albañil difunto, como el olor a cañería? Posiblemente, desde el primer segundo de aquellos años al fallecer, su alma ya no pudo encontrar la luz o la guía de seres benévolos, “ahogándose” en algún cúmulo de energía de bajo astral y quedar atrapada sin tiempo, ni oportunidad para trascender – ¿cómo operan las leyes divinas o mandatos del Creador en esos planos dimensionales? ¿cómo logran trascender las almas durante ese tránsito entre lo terrenal, lo cuántico y lo espiritual? – pensé en todo momento, más mis respuestas son sólo hipótesis carentes de evidencia o veracidad.
Pronto noté que Carmen sacaba su celular del bolsillo, y “aventada” se avecinó al filo del chapoteadero, a una banquetita superior, a grabar con narrativa propia, lo que estaba sucediendo en el patio del estanque. Una locución a mi parecer precisa. La luz de su móvil alumbró como reflector a todos nosotros como visitantes.
- – Estamos en la casa Zaragoza 33 en el municipio de Colima, y se dice que hace mucho tiempo, unos niños mientras jugaban en la calle, sin intención alguna, arrojaron una piedra al interior del domicilio. Sin saber cómo, la piedra retornó a la calle con inexplicable fuerza, coincidiendo el paso de un vehículo el cual fue golpeado por la misma, quebrando su cristal. El señor se bajó a reclamar a aquella casa, y los vecinos le explicaron que nadie vivía allí. Esta es una de las tantas historias de los fantasmas de la casa Zaragoza. – Su narración fue acompañada por su caminata, hasta descender con sumo cuidado, los escalones abarrotados del estanque. Mi cabeza me siguió doliendo, y me dio la impresión de haber sido observado todo ese rato. El silencio imperó. Por mi distracción pisé la arena fina que rodeaba a la veladora con un semi tropiezo que afortunadamente, no caí gracias a la resistencia física de mis piernas. La locución femenina se interrumpió por lo que pudo haber sido mi accidente.
- – ¡Qué pasó! ¿Estás bien? – se asustó Carmen.
- – Sí, no me di cuenta que era arena muy finita, la suela no se agarró bien. Me traje los más jodidos. No se preocupen estoy bien. Fue un resbalón – hablé desde mi prudencia.
- – Nos asustas Chava, luego qué les decimos a tus compañeros de La Parota (lugar donde trabajo). – suavizó bromista, Isela.
- – Les dices que un fantasma no quiso que yo volviera a Comala – sonreí.
Isela rio un poco.
Carmen siguió grabando.
En ese mismo sitio, se encuentra un jardín con arquitectura y distribución muy ad hoc a los huertos o parcelas destinadas a la saturación floral y matorrales con maleza, típicos del siglo XIX, colocadas al fondo de las casas para su cultivo. El espacio hasta ese momento me pareció inocente desde el punto de vista incorruptible por algún asunto tétrico, sin embargo, Leo nos aclaró que en realidad ese jardín era un camposanto… sí, no sólo útil para cultivos, y que cuando quisieron terminar de remodelar la casona, además de la ratificación tenebrosa de una inconclusión laboral debida a la actividad poltergeist, los ingenieros descubrieron osamentas numerosas (hallaron varios restos humanos) en esta fracción de terreno rectangular con medidas próximas de 10 de fondo x 3 metros de ancho, colocado de forma horizontal mirando sus caras más alargadas de frente al Beaterio. De hecho, el Templo de San Felipe de Jesús o Templo del Sagrario, fue construido durante el siglo XVIII y por tanto, estas teorías que estuvimos realizando paralelas a la explicación, pretendientes de cálculos históricos, embonaron idealmente para explicar la datación precisa de la residencia.
Los templos de aquellos ayeres constaban de su construcción eclesiástica clásica, y a un lado de la institución católica siempre se halló un camposanto donde eran enterrados tanto los sacerdotes como algunas familias. A juzgar por la casona perteneciente a una familia de abolengo, y un terreno exclusivo para cultivos que en su momento, debió haber sido un huerto de abundantes hortalizas, mismo donde se encontraron osamentas, el predio debe tener varias capas de historia:
- Desde la construcción del Templo de San Felipe, el terreno pudo haber formado parte del sacerdocio entre los años de 1700 o 1800, y posterior a los movimientos de independencia y revolución, haber pasado a manos de las familias que habitaron la casona.
- El tiempo pos independencia y pos revolucionario, de 1810 a 1910 – 1920 jugó a favor de la edificación de la casona encima, literalmente del camposanto (predio perteneciente al sacerdocio colimense de 1700), por tanto se combinaron las arquitecturas de diferentes épocas. Este sincretismo urbano indicaría también, la presencia de no sólo una entidad de bajo astral en la casa (la sirvienta) sino, la infestación de muchos fantasmas conviviendo en un mismo sitio. Los niños que mueven la pelota, aquellos que juegan con la llama de las velas, quienes están en la habitación clausurada donde falleció el albañil, o quienes devolvieron la piedra a la calle.
- La arquitectura del tejaban aún con tapancos, me hizo sospechar que la casa no databa de 1700, probablemente fungió también como Casa Real en tiempos de la Nueva España allá por 1600. Una Casa Real o Casa de Audiencia de acuerdo con el historiador Francisco Ánzar Ruiz, funcionaba como oficina de Ayuntamiento, así que, si se entreteje la historia del camposanto, la arquitectura del huerto, y la adecuación de la vivienda cuando entonces pudiese haber sido Casa de Audiencia, la construcción ha sido testigo no sólo de familias habitantes, sino, de trabajadores, esclavos indígenas y mulatos, clérigos, e incluso fallecimientos de “herejes” a causa de dictaminaciones por el Santo Oficio.
En el jardín, había en una de las esquinas, un concreto apelmazado de superficie uniforme que cubría varios huecos de ladrillo antiguo, formando una especie mesa. Supusimos fue construida para poner veladoras.
- Parece un altar – Carmen echó una mirada analítica a la construcción menor.
- Un altar muy primitivo, probablemente quienes habitaron aquí, sabían perfectamente que el suelo fue un camposanto, desde entonces ya eran conscientes de ello – vagamente saqué alguna conclusión.
Terminando de observar el jardín, nos dirigimos a uno de los rincones más enigmáticos de la casona, la pileta y la pared que yo nombré como “muro de dos épocas”. He aquí el hallazgo sincrético de las arquitecturas, dadas las condiciones culturales de una pieza arqueológica incrustada en el muro.
- A mi familia y a mí se nos hizo curioso ese muro, cuando verificamos todas las condiciones de la casa, vimos que tiene adentro, en este hueco, un petroglifo que parece un mapa – señaló Leo con bastante interés por descifrar la inscripción tallada.
- Un muro dentro un muro, el petroglifo se ve bastante grueso y el muro de adobe lo recubre – ello demostraba como cierta que mi teoría de que la casona, tenía más de 400 años de antigüedad.
- Y si te fijas Alex, es como un relieve con cuernos, como un mapa o una figura, una deidad tal vez – Carmen colocó una observación adecuada, mientras continuó con su locución una vez encendió la cámara de su celular.
Esto me hizo acordarme que, con respecto al historiador Abelardo Ahumada, los tecocolimecas adoraban a Tláloc, un dios bicorne capaz de controlar el agua y las tormentas, a fin de provocar fertilidad en las zonas agrícolas de la civilización reinante del Imperio de Colimán. Sin embargo, también eso explicaría que, los españoles como triunfantes del evento de la Conquista en Caxitlán en 1523 y su traslado de la Villa de Colima a la actual capital en 1527, harían de las ruinas indígenas (mismas derivadas por las luchas de dispareja ventaja), recursos útiles para crear sus propias edificaciones ¿Dejaron los españoles esta piedra incrustada en una posible Casa de Audiencia a manera de celebración de victoria? ¿fue su lenguaje para expresar dominio sobre los indios que serían evangelizados? ¿usaron los petroglifos en construcciones novohispanas por mandato del reino de Castilla?
- Ah caray, me tocaron – dije atemorizado – me tocaron la oreja.
- ¿Cómo? – se sorprendió Carmen.
- Me tocaron, sentí que un dedo tocó mi oreja.
- ¿No será una telaraña?
- ¿Dónde? Tu celular alumbra bien, ya la hubiera visto.
- ¿Pero qué sentiste?
- ¡Eso, un dedo! Esta madre pequeña de la oreja, cómo se llama (intentaba recordar con esfuerzo y antes de hacer chasquido con los dedos lo dije) … ¡lóbulo!
El dolor de cabeza siguió incrementando, era como si hubiese tomado unas cuantas cubas de algún brandi, sin sentir el placer o la relajación del alcohol, más sí la pesadez en mis sienes, la nuca y una presión incómoda en mi parte frontal. No fui consciente de que me hubieran tocado hasta pasar unos minutos, cuando entonces me di cuenta que en verdad alguien tocó mi oreja, sentí una mano pequeña (probablemente de un niño) que empujó mi lóbulo. Quise seguir explorando más toda la historia de la casona. Sabía que estaban a un lado mío algunas ánimas. Me mantuve firme en el sitio, mi corazón galopó fuerte, pero, mi curiosidad por entender el mundo esotérico y paranormal era (y es) intensa. La mano pequeña que tocó mi oreja, me recordó que no estábamos solos en la casa, era una sensación escalofriante pero usé mi temple para seguir con la investigación.
Me reincorporé con aplomo y puse mi perspectiva sobre el petroglifo, lo miraba con enigma, su relieve era propio de aquellas mitologías chamánicas sobre el Tláloc impresionante, sus dos cuernos enroscados y ojos llamativos. Lo teníamos en forma de piedra, el dios de la lluvia inmortalizado por algún habitante prehispánico tecocolimeca en una roca, que a su vez, fue usada como recurso de construcción por los conquistadores españoles ¿el petroglifo contenía “energías” de dolor y espanto como recipiente de muertes, a causa de la conquista? ¿profanaron los ejércitos de Gonzalo de Sandoval alguna tumba de tiro para robarla, e incrustarla en este muro novohispano? No tenía duda, un fantasma había tocado mi oreja, y estoy seguro, aún semanas después de haber estado en esa casona, que mis dolores de cabeza se debieron a las ánimas de bajo astral que caminaban por todo el sitio. Tratar en un lugar lleno de ánimas genera incertidumbre: no sabe uno si se le peguen, se posesionen, o se materialicen en forma de entidades tenebrosas. Confié en el Creador Absoluto, esquivando mis punzadas de dolor de cabeza.
Después, había un fétido olor cercano a ese muro, pequeño pasillo que llevaba a la pileta. Suspicaz, pensé que provenía del agua estancada de hacía mucho tiempo resguardada en el hueco del fregadero, mismo por lo que noté, había “maromeros” (crías de zancudo) sobrevolando la superficie. Era extraño aquel cuarto sin techo, una bolsa desgarrada “jumbo” de grueso plástico ya más tieso que blando, la recubría parcialmente aunque, el olor a amonio probablemente nacía desde el sumidero, y a juzgar por el hedor seguramente se incluía el cadáver de algún gato con una o dos semanas de haber muerto. Isela estaba a un lado mío.
- ¿Ya viste Chava? Huele a amonio o azufre, leí que estos olores son manifestaciones de fantasmas.
- Sí, el olor se “estanca” y es una forma de expresar que no pueden encontrar luz.
- Imagínate la servidumbre en esos tiempos aquí.
- Sí.
- Imagínate en la noche solo aquí en la pila (se rio para aligerar la tensión).
- Imagínate Ise cómo crees que la vivieron los albañiles.
Nos quedamos en silencio revisando la pila, para intentar encontrar el origen del olor. En plena oscuridad y el cuarto de servicio iluminado de azules plomizo por las luces urbanas de los edificios aledaños, no se hizo esperar otra manifestación, un sonido breve como si quisiera plegar la bolsa que servía como lona, en la pila.
- ¿Escuchaste Chava?
- Tú acabas de escuchar, ya somos dos.
- ¿Sonó como que quisieron arrugarla?
- Está aquí, nos está observando.
Tan pronto como bajé el escalón de la pileta, y me dirigí de nuevo a la explanada del estanque, sentí nuevamente cómo tocaron mi oreja, pero esta vez no dije nada, me callé sin intentar asombrarme. Comencé a hacer consciencia que estábamos conviviendo con el plano dimensional de los fantasmas (el plano etérico según Aristóteles), porque todas las reacciones que yo estuve experimentando, reacciones físicas me refiero, en realidad eran a causa de interacciones con “el más allá” que se yuxtaponía en tiempo y espacio simultáneos. Es una sensación donde el miedo comienza a asentarse (así lo sentí) y de pronto naturalicé gradualmente que esas ánimas, sufren mucho más que nosotros como humanos. Claro, el temor siempre estuvo presente, eran ya dos veces que me habían tocado las orejas, pero eso significaba su necesidad de comunicarse e intentar entablar un vínculo con el mundo que dejaron, el mundo material (ellos están en un plano intermedio). Más que miedo, desde mi experiencia, sentí un poco de compasión, y yo diría que, vivir en ese plano “atorados” (al igual que el agua del estanque o la pileta) debe ser un castigo por sí mismo, complejo de resolver incluso para seres descarnados (quienes rebasan fronteras materiales) al no encontrar el camino de regreso al Creador Absoluto… es decir, la Fuente de Paz.
Las energías de la casona me estaban siguiendo, a todos seguramente, pero como narrador, entendí que los toques en las orejas fueron una manera de buscar ayuda, entonces, recordé el mantra dicho cuando entré a ese lugar, mantra que me recomendó mi reikista: “Diles que en el nombre del Creador, abres un canal para que encuentren la luz. No tienes que decirlo en voz alta, pero en tu mente dilo con intención”. La piedra amatista puesta en mi ombligo la sentía caliente, creo que las ánimas intentaron ingresar a mi cuerpo pero no pudieron. Sospeché de su urgencia por dejar ese plano “limbo”. Sólo como reseña lectores, diversas teorías físicas cuya autoría refiere a Carl Sagan, Ramachandran, G. K. Chesterton o bien David Hufford mencionan que el ser humano encuentra respuestas adaptativas para explicar, por ejemplo, los rostros que se forman en las paredes, llamándose a este fenómeno pareidolia. Si uno ese fundamento científico a las especulaciones teóricas parapsicológicas, las cuales desean explicar el comportamiento de las ánimas y dicha urgencia por entablar comunicación o vínculo humano, ellos, al no tener un vehículo para transportarse, un cuerpo me refiero, se terminan anidando en los objetos o en los muros, de allí que los testimonios aseguren mirar cómo se mueven o cómo se dibujan los rostros en las paredes.
A la izquierda, estaba la sala de máquinas, de acuerdo con Leo, tal lugar estaba dedicado a justamente operar maquinarias diversas de aquellos años, entre textiles, manufactura carpintera, entre varios destinos seguramente de usanza herrera pero, como en toda la casa y sus rincones, la energía era muy densa. Carmen, siguió grabando con su celular y haciendo locución a fin de narrar de forma descriptiva los entornos, abordando justo uno de los tópicos anteriores.
- – Este espacio, como podemos ver – siguió usando su potente lámpara – era un cuarto de máquinas, y allí en el rincón de la derecha está una silla de plástico, misma que mencionan los testimonios, los albañiles que en su momento participaron en la remodelación – inconclusa – fue arrojada desde ese punto hacia el vestíbulo – me asomé a la pantalla de su celular, y el ícono de “recording” estaba activo.
- – Carmen, menciona acerca del espectro y la posible conexión con el agua fétida y la silla – le sugerí al oído para evitar se colara mi voz en la grabación.
- – También algunos testimonios aseguran que el espectro que se ve pasar por el pasillo, puede ser el responsable que arroja la silla e incluso, quien movió el andamio del albañil que falleció en este sitio. También vemos en los muros como hay caras que parecen mirarnos ¿cómo se llama eso? – buscó entre sus conocimientos el concepto.
- – No recuerdo, tiene un nombre especial – dijo Leo.
- – Es cuando se manifiestan los fantasmas en las paredes – señaló Ise.
- – ¡Pareidolia! Eso se llama pareidolia – aseguró Carmen.
- – Otra vez me tocaron – le comenté en voz baja.
Cortó la grabación.
- ¿Otra vez? – se sorprendió.
Ya eran tres ocasiones.
- Es la cabeza, me tocaron la cabeza – sentí miedo, aunque miraba a este fenómeno cada vez más común, esas entidades buscaron en todo momento comunicarse de alguna u otra manera.
Agregando más información para explicar su insistencia por palpar mis orejas o mi cabeza, supuse fue por la distribución energética del cuerpo humano, según la corriente religiosa hindú del Yoga Sutra. En la India, se tiene la creencia que en la anatomía se hallan 7 chacras en cada sección (chacra significa rueda), y el séptimo, visualizado como violeta durante las meditaciones, se aproxima sobre la cabeza. Mi hipótesis en ese momento fue, que los fantasmas intentaron establecer un vínculo con ese punto energético para buscar un canal hacia la luz. El séptimo chacra es la conexión, según los textos sánscritos, conecta directamente al Creador. La Cábala (sistema esotérico y místico del judaísmo) expone fundamentos similares al Yoga Sutra, la décima séfira (séfira significa esfera o emanación divina del Árbol de la Vida) se encuentra sobre la parte frontal y parietal de la cabeza (las zonas donde ya traía dolor desde ya hacía rato) llamada séfira Kéter (Corona), y también, al igual que el hinduismo y taoísmo, esta sección energética conecta con Dios.
¿Mis dolores de cabeza se debían a la insistencia de los tocamientos provocados por los fantasmas, que buscaron vínculos a través de este punto energético? Ninguna otra parte del cuerpo fue “palpada” más que mi cabeza y mis orejas. Las sienes las sentía pesadas.
- Se me hace que tantos amuletos no te sirvieron – Carmen con tono simpático y burlesco.
- Se me hace que les regalaré uno a las ánimas – me reí.
- ¿Te pusiste sal antes de entrar? – me preguntó
- Sí.
- Ahí traigo por si gustas.
- Si me sigo sintiendo mal te pediré.
Carmen sonrió.
Después, entendí a Carmen, y reí por la broma aunque por un momento yo hubiera dudado de mis amuletos. Pero no eran los amuletos los responsables del dolor de cabeza, creo que por el contrario, dada la terapia que recibí y que desde muy pequeño he tenido este tipo de experiencias, siempre tuve mayor receptividad hacia las energías en los entornos y “sentir” a las personas, por tanto, me han seguido dichas situaciones ¿los fantasmas buscaron al receptor idóneo para comunicarse? Entendí que mi propósito en este lugar, al menos era rezarles, y también relatar su historia. Creo que ellos buscan, desde nuestros hogares, que pidan por sus almas para encontrar la luz.
Regresamos por el vestíbulo y tan pronto cerramos la anterior conversación, ella sintió en su mano izquierda, dedo meñique un ligero tocamiento.
- Me agarraron, me agarraron mi dedo.
- ¿Cómo?
- Mi dedo me lo agarraron – se rio nerviosa.
- No ch… ¿en serio?
- De verdad, fuera de broma, sentí una mano pequeña.
- No pos’ ya vimos que es verdad entonces.
- Deja me echo sal.
Carmen sacó de su mochila, un pomo de sal de grano fino para dispersarlo sobre su cabeza, a una altura prudente para evitar cayese sobre sus ojos, y que esta actuara como protección además de purificar el campo aúrico. La sal, desde el chamanismo prehispánico ha sido un elemento para desaparecer las energías negativas que se adhieren al cuerpo humano, y que funciona en los rituales llamados limpias, además de usarse el copal en los sahumerios, y diferentes tipos de hierbas para sacudir a la persona. El romero, aunado a su agradable aroma, es muy usado para quitar malas vibras en lugares. Creando un círculo de sal que rodease su circunferencia (el compás entre sus hombros y piernas), ella también echó la suficiente a algunas partes del piso cercanas a sus pies. Hasta donde estuvimos nosotros (entre el vestíbulo y el patio central) llegaba el olor a madera vieja y polvo de la siguiente sala que iríamos a ver, la cocina. Quise comentar un aspecto interesante.
- Carmen, tenía razón el Rey Salomón – comencé a hacer feedback.
- Por qué, a ver cuéntame, porque veo que también te gustan estas ondas.
- El Rey Salomón dio a su hijo Roboam un libro llamado el Hygromanteia – recordé esta información cuando publiqué un artículo sobre los Templarios en una revista de divulgación local colimense – y Salomón le dijo algo bastante importante antes de hacer uso de este <«ten cuidado cómo lo usas, las palabras, las piedras y las plantas tienen el poder del Universo»>.
- Tenía razón.
- Sí, las piedras, las plantas y las palabras.
- ¿Por eso traes piedras en tu pecho y en tu ombligo?
- Sí, y por eso creo que el romero y la sal – minerales y plantas – ayudarían a alejar a las vibras de bajo astral.
- Los decretos también.
- Exacto, mi reikista eso me dijo: que antes de llegar a este lugar pidiera permiso y abriera un canal de luz.
- ¿Lo hiciste?
- Justo por ese momento comenzó a dolerme la cabeza.
- ¿Desde que te vi que te inclinaste en el portón de la entrada? No manches pinche Chava, ya llevas un rato aguantando.
- Sí, pero no quiero irme del todo, un sentido de propósito me hace sentirme comprometido a investigar más sobre la historia de este lugar, algo me dice que me quede.
- ¿Crees que sean los fantasmas que te lo piden?
- No creo que ellos, alguna especie de consciencia, como cuando intuyes algo ¿no sé si me explico? Como cuando algo adentro de ti moralmente te aconseja.
- No te entiendo Chava.
Mientras caminamos todos a la cocina, seguimos platicando. Ella es muy inteligente.
- No te entiendo Chava, traes amuletos pero rezas a un Creador, pero traes un crucifijo traído de Jerusalén y no eres católico, ni cristiano ni nada… ¿en qué rayos crees? Está medio “mixteada” tu onda – se rio por la extrañeza- por eso te siguen estas chingaderas, porque han de decir <«por eso me lo llevaré al infierno, por pagano»> – siguió haciéndome “carrilla” – es más ¡deja te pongo sal! Capaz y te quemes en cuanto te eche – finalmente soltó una risa más jocosa
- (Me reí de mí y me reí con ella)
Me llevaría un rato explicando, mejor luego te digo. Ya después.
Isela y su esposo decidieron seguir mirando varios detalles de otras partes de la casa. Se separaron del grupo.
Los demás llegamos a la cocina. Olía a guano y a rata. El aire circundante estaba lleno de polvo.
CAPÍTULO III. LOS FANTASMAS DE LA CASONA
El espacio constaba de dos muros que por una esquina, hacían una “L” donde la parte más grande (la lateral horizontal) se recubre de una alacena con maderas podridas, y destartaladas puertillas que se llenan con telarañas densas, al igual que las puertas de postigo de la primera habitación (de donde provino aquel arrojo de la piedra, al inicio del tour), están desvencijadas. En un punto específico de esta sala, se reúne un cúmulo de guano y heces de rata, misteriosamente, ningún lado de lado cocina tiene esta característica. Sólo ahí, en ese preciso sitio, los murciélagos y los ratones, defecan. El pasillo se extiende por 4 metros hasta llegar a un tope de barda para obligarnos girar hacia la derecha, la “L” se une a otra perpendicular para que la cocina, sea un casi rectángulo. Aseguran testimonios quienes han asistido a tempranas horas del día, que en esta zona, se escucha una campanilla como si quisieran llamar a los comensales. En lo personal, creo que el sonido lo ejecuta el fantasma de la sirvienta cuya vida se desvaneció durante del asesinato en el jacuzzi. Creo que, al no saber ella su condición espiritual, vaga por la casona buscando justicia en aquel espacio abandonado, cuyo horror genera los soplos fríos en la piel de los visitantes, y hace tiritar la llama de las veladoras.
Para describir con grosso modo, la cocina es un lugar como si hubiera sido diseñado para desorientarnos, porque al final de esta (en forma de herradura) se halla un portón enorme, similar a la sala clausurada, con la diferencia de que su madera no se encuentra en tal mal estado (irónico) como en otros cuartos donde se están cayendo a pedazos los tapancos o las puertas. Esta vez, en lugar de sentir un tocamiento en la cabeza, percibí una mirada detrás de mí. Volteé a girarme hacia atrás para afrontar cualquier cosa que yo viera, pero no había nadie, y aseguro lectores, sentí la vista de alguien. Mis neuronas espejo no pudieron haberme mentido. Era como si una persona estuviera detrás de mí a escasos metros con el fin de vigilarnos, aunque mi conclusión pronta fue, que la sirvienta, tuvo como espacio predilecto este lugar no sólo por su labor con la familia, sino, por el arraigo o apego de lo vivido durante su encarnación. Si fue un crimen pasional, entonces, inferí e infiero, este pudo haber sido uno de los sitios (la cocina) donde tuvo encuentros amorosos o sexuales, los cuales finalmente desencadenaron su trágico final en el jacuzzi.
La cocina comunica al patio central (todas las habitaciones retornan ahí), y mirando nuevamente la pelota y el papayo, nos fuimos a la sala de los comensales. Lo extraño es que dentro de la cocina no estaba la zona del comedor, sino, eran habitaciones distintas con funciones bastantes segmentadas. Por su distribución arquitectónica, la casa pudo haber sido remodelada en los años de 1900 a 1920, pero que, refuerza mi teoría, se adaptó la Casa de Audiencia de los años de 1600 para convertirse en una vivienda. De hecho, casi todas las casas del Colima Antiguo, a mi conocimiento, todavía tienen la distribución de espacios donde la cocina incorpora el comedor e incluso, comunican sin puerta a su pileta. Esta casa es lo contrario. La pileta y la cocina estaban divididas por un muro (el muro donde se halla incrustado el petroglifo), y la cocina y el comedor por una pared muy grande (por su forma de herradura). El comedor y el estanque (vecinos de la cocina) por una barda con ventanales. Semeja en cierta forma un laberinto… donde no sólo se estanca el agua, el olor, o el aire, sino, la energía no fluye.
En el comedor se halla un retrato de un niño (en una publicación de Facebook es notoria su expresión), el cual, dicen se aparece jugando en los pasillos e incluso es el responsable de mover la pelota y quienes lo han visto, manifiesta un semblante tenebroso con aspecto de ultratumba, disecado de su piel como si hubiera sido exhumado. Siempre creí que fue también quien me tocó la oreja y quien tocó el dedo pequeño de Carmen. Me dieron ganas de vomitar. Controlé como pude mi reflujo gastrointestinal, el asco lo soporté, pero tuve tantísima ansiedad como salir corriendo. Me hice aplomo con temple fuerte, y de forma rara, dejó de doler mi cabeza. No me atreví a mirar el retrato, me da aún mucho miedo recordarlo. Es tan triste su expresión que creo que tiene vida propia. Con todo mi respeto y con un nudo en la garganta dije en mi cabeza que el Creador Absoluto le brinde luz a esta alma perdida para su regreso a la Fuente. Era un niño, y no merecía sufrir una pena de tantos siglos. Necesitaba trascender a otro plano.
Me costó mucho trabajo controlar mis pensamientos, y jamás había vivido tanto disturbio a nivel cognitivo, era como si una cascada de recuerdos junto con palabras se hiciera presente en mi mente, sin poder agarrar alguno ni menos analizarlo, mi dolor de cabeza surgía de nuevo. Fue algo muy desesperante que me generó ansiedad. Toqué mi piedra amatista. Estaba caliente. Eran muchas “voces” o energías sintiendo como taladraban mi mente. Entrar en ese estado de conexión involuntaria con el plano “fantasmal” es horrible, los pensamientos son incontrolables. Faltaron pocos segundos para yo poder huir del lugar, cuando un “chispazo” o insight (que yo considero divino) surgió en ese momento, porque recordé fugaz las enseñanzas metafísicas de un viejo libro de oraciones, leído en 2013, que abordaba conjuros y decretos realizados por Conny Méndez. Decreté uno con intención, dentro de mi cabeza:
- Yo soy la presencia Crística, y en el nombre del Maestro Yeshua ordeno te vayas.
Si bien pude controlar mi respiración, el dolor en las sienes era insoportable, pero los pensamientos se calmaron. Era inevitable no sentir estar inmerso en la yuxtaposición de planos dimensionales, me encontré ejecutando nociones de metafísica (sin saber si tendría efecto) en un área física o tangible ¿por qué mi mente de pronto se saturó de pensamientos? ¿qué los provocó? No pude seguir en el comedor. Necesitaba respirar otro ambiente. Me sentí asfixiado. Era como si tuviera una cárcel mental. Empuñé mis manos desde mi instinto de supervivencia, con la intención de golpear a ese “algo”, pero ese algo no era físico. Estuve seguro de haber recibido la primera agresión de índole poltergeist. No me aventaron objetos, pero intentaron sabotear mi mente.
Debía fortalecer mi cabeza y mi espíritu, y “agarrarme” ahora sí de mis creencias gnósticas para vencer las agresiones psíquicas.
No era síntoma de paranoia, lo narro con total transparencia (si un parapsicólogo me lee, solicito su asesoría) tengo la certeza que intentaron desestabilizar mis pensamientos, y que intentaron crear un ataque “autoinmune” donde mi propia mente se atacara así misma.
Todo lo anterior nadie lo supo, porque fue una batalla silenciosa donde a nivel mental fue un campo violento, aunque en el nivel físico, mi boca la mantuve cerrada suprimiendo todo lo que me sucedía en pocos minutos, mientras los demás escucharon al guía. Desde que llegué a la casa me sostuve en lo mismo:
- Dios hizo los miedos para vencerse. Y yo confrontaré a este miedo percibido, o amenaza real si intenta atacarme – Cara a cara con lo desconocido, me di la media vuelta y volví al comedor. Aunque eso significara otra merma psíquica.
Me sentí cansado. Tenía mucha sed. Era como si hubiera realizado una sesión intensa de ejercicio.
Apreté mis amuletos y recordé la enseñanza de mi reikista, la cual me obsequió la tarde de ese mismo día.
- Salvador, si quieres protegerte con tu propia energía, tensa tu perineo que es sitio donde se encuentra el chacra raíz, y una vez lo aprietes, haz que suba la energía por toda tu columna vertebral hasta llegar a tu cabeza, por encima donde está la corona. Así se activan tus 7 chacras y funcionan como defensa energética.
Con cierto escepticismo, en estas circunstancias lo realicé.
El dolor de cabeza disminuyó, a cambio un viento fresco circundaba el lugar. Para los demás era algo muy natural, para mí, la expresión de una respuesta extra psíquica ante mi práctica gnóstica recién aprendida. No había duda, alguien se estaba comunicando conmigo desde el desagrado. Sentí una especie de amenaza o conducta vigilante. Pude controlar sin problema mis pensamientos. Aún con eso, el mareo persistió. Mientras escribo esta relatoría, estoy convencido de que el estudio de los fenómenos paranormales considerarse parte de la pseudociencia, pese a no existir todavía una metodología que valore su estado epistemológico, empero, es menester urgente no ser ignorados por la ciencia, redirija esfuerzos fundamentales por integrar la Física, la Neurología, o la Psicología para comenzar a comprobar bajo el cientificismo, la existencia de energías de alto y bajo astral.
En palabras pragmáticas no podría explicar el ataque psíquico generada por alguna entidad, no tengo los suficientes elementos evidenciables para ello, aunque puedo garantizar la tangibilidad de los malestares físicos y el desorden mental súbito durante mi estadía en el comedor. La sensación de mareo y nauseas también pudieron deberse a los miedos que yo traía, más los tocamientos no consigo explicarlos. Nada menos, ya todos ahora sí en pleno patio y recién acabado el recorrido, tuve otra interacción física: me estaban tocando la nuca, esa especie de “dedo” oprimiendo la parte posterior de mi cabeza. Más tranquilo, me dejé llevar por la sensación para poderla digerir y percibirla a detalle.
Detrás de mí, sólo estaba el portón de la cocina.
- ¿Estás bien? – me preguntó Carmen.
- La verdad no, ya me siento mal, necesito salir.
- ¿Quieres que te acompañe?
- Iré por un agua mineral. Vamos.
- Sí está bien… si ya te quieres ir tú dale.
- No, quiero conocer más sobre esta casa.
- No es una competencia Chava.
- Percibo cierta energía, y quiero saber qué es.
- Pero igual y te ves que ya no aguantas, se te están cerrando los ojos.
- Sólo tengo nauseas.
- ¿Quieres vomitar? Aquí en el estacionamiento hay baños.
- Si definitivamente no aguanto sí, pero quiero ir por el agua.
- Deja te echo sal.
- No Carmen, aguanta… quiero salir.
Quería “sacar” algo de mi estómago más no sé qué era. Traía la sensación de un reflujo recurrente. Mi cena, antes de llegar a la casona, había consistido en un plato de albóndigas con mínima porción. Eso ya hacía 3 horas. Eran las 2 de la mañana con 40 minutos más o menos y mi decisión de retirarme aún no se había concretado. La evidencia que yo buscaba era si alguna entidad demoniaca estaba allí residiendo. Intentar conectar todos los fragmentos de la historia de la casona para poder escribir con suma fidelidad absolutamente cada aspecto arquitectónico e histórico y también paranormal. Decidí calmarme. Respiré profundo para destensar mis músculos fasciales. La somnolencia se intensificaba y mis dolores de cabeza ya eran difíciles de soportar. Cerré mis ojos y me puse junto a una columna ensamblada al remate de un arco. Me dediqué a mirar el patio central, su fuente, su papayo y su pelota.
Escuché un diálogo a unos metros.
- ¿Qué es eso? – preguntó Carmen a Luis.
- Dicen que sirve para comunicarse con los espíritus – mencionó entusiasmado Luis.
La preocupación por lo que acababa de escuchar, me hizo abrir los ojos con asombro. Escuché a Luis con indignación y desacuerdo. Estaba dando la espalda al portón de la cocina… y pronto imaginé, según mi juicio por lo oído, que Luis sacaría una ouija.
- Cómo – hizo el cuestionamiento Leo– ¿quieren invocar al fantasma? – percibí su tono de voz cauto.
Yo cerré los ojos nuevamente. Exhalé muy hondo.
- Es nomás para ver qué onda – Luis lo expuso con demasiada osadía.
- ¡No hagan pendejadas! – yo dije intranquilo, sin todavía dirigir mi mirada hacia ellos. Les di la espalda. Imaginé que Luis estaría en esos precisos instantes, poniendo la tabla embrujada en el suelo. Yo tensé mis piernas y caminé lento en dirección a la puerta, con discreción. No quería mirar hacia atrás.
- Así ya, igual y nomás vemos y ya – Escuché que Luis me contestaba, cuya separación entre él y yo era de un metro y poco más, mientras yo seguía avanzando a la salida, él se mantuvo inmóvil en su decisión.
A casi dar fin a mi estadía, los volteé a ver, girando mi cabeza hacia atrás. El morbo me venció.
Los miré sorprendidos.
Sonreí.
¿A poco sí? – sinceramente no lo creí – pensé que ibas a sacar una ouija o alguna cosa de esas – expresé a Luis.
- Tampoco estaría mal, pero esta aplicación según y te hace comunicarte con los espíritus – manipulaba su celular.
Todo este pequeño rato supuse de Luis, que iría a comunicarse con los fantasmas a través e una ouija. En absoluto era eso.
- ¿Y no está trucada? – dudé.
- No lo sé ¿le calamos? – hábil, dio unos cuantos clics a la interfaz de descarga, y “comiendo ansias” se rio durante unos segundos – ¿y si de verdad nos dice algo la doñita de aquí? – refiriéndose al ánima de la sirvienta.
Ante tanta charlatanería en redes sociales, considero convertirnos en críticos de la infoxicación, y el siguiente acontecimiento matizado por las TIC e influenciado por el contexto del domicilio 33 de la calle Zaragoza, provocaría en mí no sólo incredulidad, sino, rechazo hacia la App de supuesto índole espiritista. Sin mencionar marcas o registros de patente, el software permitía según eso, comunicarse con las entidades subyacentes en la materia, con la finalidad de entablar conversaciones o contacto. La veracidad de la App ya la había leído hace unos meses, que lejos de fomentarme miedo, provocó cierto humor y sarcasmo.
- El manejo de la aplicación parece como si se fuera a sintonizar un radio o captar la señal – aseguré.
- – Algo así, se supone que detecta las ondas vibratorias de las voces – clarificó Luis.
- Capta las psicofonías.
- Sí.
- ¿Y ya con eso vamos a escuchar a los fantasmas? – interrogó Carmen.
- Pos’ ojalá.
La App generaba un sonido similar a las resonancias de la búsqueda de sintonización de ondas y frecuencias emitidos por aquellos radios “viejitos” de perilla, sólo que, por su naturaleza digital, esta lo hacía de forma automática. Se escuchaba difusa la transmisión. Todos nos arrimamos a mirar al celular de Luis. Alrededor del dispositivo, hubo gestos de duda, incertidumbre, inclinación elevada de cejas, apretón de labios, cada minuto o dos alguno de nosotros nos rascamos el cuero cabelludo, y en lo personal, seguía intenso el dolor de cabeza.
- Cómo se llama la App – le pregunté.
- Caja de espíritus.
- ¿Y es neta?
- Es neta, yo creo que sí, fíjate escucha bien. Está pelada la vibra. Óyele – la App de algún modo u otro, intentaba configurar el micrófono y encontrar entre las frecuencias, las vibraciones de las psicofonías.
- Eso ya lo sé, ya van varias veces que me tocan.
- ¿Neta we’? – Luis dudó de mi palabra. Era natural. Nadie supo de mis síntomas porque los callé como pude, sólo la docente, con quien había sentido más confianza desde el inicio del recorrido.
- Sí carnal, a Carmen le he contado todo – la señalé con mi cabeza.
- ¡Sí! A mí también me agarraron, un dedo, sentí una mano pequeña. Pero a él sí se lo chingaron. Vele la cara. Se siente mal – estaba contrariada por mi expresión de cansancio, fundamentó mi testimonio intercalando su comentario en la charla con Luis.
- ¿Te sientes mal we’?
- Algo, pero aguanto vara.
- Eh we’, no mames, no estés jugando con eso we’ – decía asustado el amigo de Luis – se nos va a aparecer esa chingadera.
- Pérate pues, aguanta cabrón, pinche vato, ni modo que te vayas… no traes carro – fue el diálogo que desesperanzó a su amigo, a quien, para ubicarlo mejor, le nombraré Jorge pese a no llamarse tal vez así.
Yo estaba que me llevaba el carajo.
- Oigan, les comento que a esta hora, a un lado de esta casa están unas oficinas de gobierno… – acotó Leo aunque lo interrumpí brevemente.
Platicamos.
- ¿Había una escuela de música? ¿No? – recordé vagas imágenes.
- Sí, pero corrieron por eso. Asustaban en los baños. Varios profes decían que un niño se aparecía.
- Todo el barrio tiene fantasmas. Toda la Zaragoza.
- Pues parece.
- Y qué se escucha.
- ¿Aquí al lado?
- Sí.
- Como son oficinas de gobierno o no sé qué madres, pero algo de eso es, a veces suena el teléfono a medianoche ¿quién va a llamar a esa hora para pedir informes? Está suene y suene. Y siempre es a esta hora.
- La hora de las brujas – agregué.
- Por qué dices que toda la Zaragoza tiene fantasmas.
- Porque por aquí vivió mi tía (Ángeles en paz descanse) y mi abuelita, y todo el barrio aseguró muchas veces que se escuchaban lamentos en la madrugada. Estas casas están arcaicas las cabronas – fui efusivo.
- Cómo cuánto le echas que tienen – me preguntó Jorge.
- ¿Unos 200 años? – dijo Luis.
- Naaah, unos 300 más menos – calculó Leo.
- Algo, creo que hasta 400 años, poco antes a la construcción del Teatro Hidalgo (llamado primeramente Teatro Santa Cruz) – supuse, por los rasgos ya examinados a mi criterio, hace unas horas.
- ¡Ya comenzó a querer hablar! – se emocionó Luis.
El micrófono de celular detectó interferencias de voz, probablemente una psicofonía que intentó comunicarse.
Lectores, marcaré con otro tipo de fuente (letra) la voz del presunto fantasma.
- Aquí… estoy.
- ¿Quién eres? – preguntó Luis.
- Sí…
- ¿pero quién eres?
- Dos años… aquí…
Era escalofriante escuchar esa voz, mis vellos se erizaron y sentí, a causa de la ansiedad, que podía en cualquier momento a hiperventilar. Me calmé.
- Dónde estás – preguntó con agresión Luis.
- Aquí… dos años…
Era una voz cavernosa, y de pronto, camaleónica, lanzaba un timbre femenino.
- Tengo dos años…
- ¡Quién chingados eres!
- ¡Compa bájale! No conocemos qué chingados es – determiné.
- Es para que hable.
- Pero no creo que sea bueno retarla.
- ¿Estás aquí con nosotros?
- Sí…
Fue en ese momento, sea por sugestión o porque era de verdad, que percibí una presencia horrible, como si fuera un asesino, o alguien que se presentara para generar un daño. Se escucharon las vigas rasgarse.
- No mames, ya párale y vámonos – les dije a todos.
- Pérate, ahorita nos va a decir cómo se llama ¿Cómo te llamas? ¿mija cómo te llamas?
- Luis, aguanta, se está manifestando – aseguró Jorge.
- Edith…
El rostro de todos se nos desencajó por completo.
Las flamas de las veladoras bailaban, querían apagarse.
La entidad estaba ahí.
- Hijo de su p… madre, te dije verdad wey ¡ya we! – con justa razón, Jorge lo mencionó.
Gabriel e Isela recién se reincorporaron al grupo dado habían recorrido de nuevo la casa. Se unieron al círculo espiritista.
- ¿Qué pasó? ¿Lo están contactando?
- Es mujer – le respondió Carmen
- ¿Ah es mujer?
- Sí
- Ya respondió. Dice que se llama Edith.
- – Pero cómo – siguió cuestionando Isela.
- Primero era una voz cavernosa, y luego le cambió a una de mujer. Como si quisiera mostrar dos caras.
- ¿No serán varias entidades?
- Es que dice que tiene dos años, pero a los dos años nadie habla. Creo que… ¿tú qué opinas Chava? – Carmen me dirigió la mirada.
- Es una entidad de bajo astral.
- Sí ¿verdad? Que cambia de forma – Carmen hizo dúo conmigo en conjeturas.
- Se disfraza, para que le sigamos preguntando. Creo que es un demonio. Intenta burlar nuestras mentes – conjeturé. Todos estuvimos de acuerdo en eso.
Obtengo por hipótesis que los demonios capturan en el bajo astral y en el plano intermedio a las almas perdidas, para que no puedan trascender, creándoles cierta realidad semejante a la realidad material para que vivan esclavas. Supongo que, las almas en el plano intermedio, al no entender su condición espiritual e incluso rehusarse a desprenderse de la humanidad (su cuerpo, objetos, lugares o sentimientos), se estancan en ese plano o dimensión alterna que los demonios crearon. Tal vez el purgatorio sea sólo una consecuencia de los actos humanos que fueron antesala física construida por “karmas”, y la “jungla espectral” o limbo, contiene a estos depredadores que se encuentran al acecho de almas que vibran bajo. Los fallecimientos trágicos por ejemplo (la sirvienta asesinada, el niño, o los indígenas y mulatos ejecutados por el Santo Oficio en el Colima Antiguo) pueden ser el vehículo de estas entidades para crear disturbios a nivel espiritual. Edith es sólo un nombre que usó un demonio para contactar con los humanos.
- – ¿Qué es un demonio según lo que has leído Chava? – me preguntó Carmen con voz discreta. Nos salimos un momento del círculo, para explicarle de acuerdo a lo que he leído, sin que los demás oyeran.
- Me parece que esa entidad intenta generar daños a la psique de todos nosotros. Se disfraza de nombres humanos para poder hacer vínculos terrenales. ¿Te acuerdas que te dije que Salomón, el Rey, había dicho a Roboam que las palabras, las plantas y las piedras tienen poder? Edith es una palabra que carga significado, el que el ser humano le carga. Vaya como humanos, me parece que le imprimimos energía a todas las cosas, los nombres es una de estas. Esa entidad de bajo astral se apodó así mismo o misma, como tal para mantenernos allí entretenidos con el miedo… por eso dije que mejor le paremos. Las entidades de bajo astral se alimentan de eso.
- ¿Para ti este es un contacto?
- No como tal, pero esta entidad quiere agarrar a uno de nosotros como rehén.
- ¿Por eso tus amuletos?
- Por eso, porque no sólo sirven para protección sino como repelente. Los símbolos que traigo tú los conoces.
- ¿Y tu piedrita en el ombligo?
- Igual, es amatista. Ya habrá tiempo para platicar, pero prefiero salirme del círculo definitivamente. Me duele mucho la cabeza. Me siento demasiado mareado.
Carmen avisó con voz alta. Nos dirigimos al portón oxidado de la entrada.
- ¡Ahorita venimos, ocupamos salir!
- Gracias – le reconocí.
- No te preocupes.
Salimos de la casona un rato.
Era tanta sed como si hubiera estado debajo del sol, un mareo impresionante, nauseas muy incómodas y un dolor de cabeza que me desorientó, al grado de percibir erróneo mi cálculo, de las pisadas que di sobre las baldosas del andador Constitución. Vacilé mucho.
Compré un agua mineral, y le dije a Carmen que nos sentáramos en una banca del andador. Me sentía como si tuviera hubiera ingerido un somnífero.
- Chava, no tienes porque quedarte, si ya no aguantas vámonos.
- Quiero saber qué más hay, me quedaré más tiempo.
- Te acompaño.
- Gracias, pero igualmente me preocupas ¿Cómo te sientes tú?
- Yo bien, sólo con mucha sed.
- Ten. Tómale.
Le delegué mi bebida.
- ¿Crees que todo el barrio esté infestado de fantasmas? – me hizo una buena pregunta.
- Es que todo esto era…
- Era parte del camposanto de la Catedral según sé – fundamentó con datos históricos.
- Así es.
- ¿Regresamos?
- ¿Estás seguro?
- Sí.
Miré al estacionamiento Constitución que se erguía similar a una especie de torre antigua, guardián siempre testigo de las andanzas de los ciudadanos, edificio expectante día y noche, debajo de ese cielo nublado y fresco con aliento a historias no contadas. Ni siquiera a lo lejos, había un solo auto siquiera arrojara un murmullo de ruedas a velocidades altas. Salvo unos momentos, transitaron varios carros con música a alto volumen y cuyos conductores a leguas, notamos iban ebrios. Nada más, esos fueron los únicos coches transeúntes cuales bólidos fugaces en medio de una penumbra de cementerio. Después, la calle durmió plácida recostada en los silencios a reserva de nuestras pisadas, mis zapatos negros y los tenis de ella, calzado lleno de pedazos de ánimas entre las suelas.
Entramos de nuevo a la casa
- Qué creen que pasó – nos dijo Luis a nuestro regreso, una vez internados en la casa.
- Qué – le cuestioné.
- Dice que está en el pasillo y en el patio. Pusimos la pelota en el pasillo para ver si la movía.
- Y ahorita que no estaban comenzó a sonar la puerta de la cocina, el portón ese viejo – comentó Isela.
- Oye Leo – me acerqué con él para comentarle en voz baja – ¿Lalo no habla? Es el más callado de aquí.
- Está bien, aunque me dice lo mismo que tú, que se siente cansado.
Siendo ya las 3 de la mañana, no sé qué me estaba venciendo, si el dolor de cabeza, el sueño o el cansancio de este lugar. Sentí que mi propósito ya estaba cumplido, todo este material debería ser escrito.
- Leo, voy a redactar toda esta vivencia, es tu casa, pido tu autorización para poner domicilios y nombres.
- Adelante, me lo pasas después.
- ¿Qué opinan los demás? – los miré a todos.
Todos concordaron.
En medio de la quietud, en silencio total, escuché a Lalo decir en voz alta, quien estaba a varios metros lejos de nosotros recargado en una columna.
- ¡Me tocaron! Ah cabrón ¡Me tocaron!
A juzgar por su semblante risueño y desestabilizado, miramos su apuro para reunirse con el grupo, y unirse con nosotros.
- Me tocaron el hombro. Es neta, me tocaron.
Mi dolor de cabeza se volvió insoportable, un mareo intensificado y demasiado sueño difícil de aguantar. Sólo quise tirarme en el suelo a dormir, pero era obvio de si lo hacía, únicamente podría conseguir adherirme al cuerpo más energías de las que ya trajese a razón del tour de hacía unas horas. Ni recargarme, ni acostarme. Me sentí contaminado, sucio, como si hubiera andado en el fango. Sinceramente, me urgía dormir.
Las veladoras seguían sin consumirse, y su luminiscencia alumbraba poquísimo las zonas.
- – ¿Puedes manejar? – me preguntó Carmen.
- Sí.
- Igual yo sé que me dijiste hace una semana que podías darme “ride”, pero puedo tomar un taxi.
- A estas horas no es bueno te expongas. Tranquila, pongo música a todo volumen y ya.
- ¿Seguro?
- Sí, pero es momento de irnos.
- Excelente.
Nos despedimos de todos y agradecimos a Leo por el tour, pues no es fácil gestionar permisos familiares para la visita de extraños, a un lugar que, lejos de guardar sus historias, se brinde la confianza a los ciudadanos participantes en este tipo de actividades. Aún con esto, sostuve lo dicho… escribiría sobre esta casa y sus fantasmas, reconociendo a todas y todos, por su valentía, compañerismo, y sus aportaciones a la cultura. La tradición oral, la transmisión de historia local, incentivan el turismo ¿Por qué no dejar para la posteridad un testimonio sobre esta casona?
Leo, Eduardo, Luis, Jorge, Isela y Gabriel se quedaron. No sé cuánto tiempo.
Pensé algunas dudas, las cuales las preguntaría a mi reikista ¿por qué el dolor de cabeza, el mareo, las náuseas, y la piedra amatista caliente? ¿Edith era la sirvienta o un demonio disfrazado? ¿Por qué me tocaron tantas veces? ¿Qué fue esa casa… un Ayuntamiento o una Hacienda o una extensión clerical?
La última imagen que recuerdo, fue, la flama de la veladora debajo del portón metálico, la que nos dio la bienvenida…
Su flama siempre estuvo fluctuando…
Cruzamos la calle para llegar nuevamente al quinto piso del estacionamiento Constitución. Estaba aún más desértico de autos que cuando llegué a las 11:30. Después de casi 4 horas, el contexto de esta ubicación cambia totalmente… las lámparas led impostadas en estructuras metálicas son más tenues y muchas son apagadas durante la madrugada. El servicio es 24 horas. Ahora bien, recuerdo haber llegado con la motivación de confrontar mis temores fundiéndome en estos, al haber subido mi auto hasta el último piso… Pues Dios hizo los miedos para vencerse ¿las entidades de bajo astral se alimentan de los miedos, las tristezas, el odio? Subimos por el elevador…
El quinto piso estaba totalmente oscuro, negro, denso, fresco como una funeraria. El Beaterio, el famoso Beaterio que comunicaba al camposanto y al estanque de la casona, sostenía en su cúpula la cruz azul luminosa. La catedral estaba a nuestras espaldas.
Miramos el horizonte, y desde esa altura, se veía el patio central, la fuente, el papayo, la maleza y los arcos de la residencia.
Qué curioso… saqué mi celular para revisar la hora y, por causalidad (término usado por Deepak Chopra en el libro Sincrodestino) una vez dentro del auto, me fijé eran las 3:33 de la mañana. Giraba la llave para hacer ignición mecánica, encendí su motor… y finalizamos la exploración de un fragmento urbano situado en las entrañas del Colima Antiguo, domicilio Zaragoza 33.
Es cuanto .´.
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