La Estrella Perdida
En un universo infinito, existía una estrella que se había apagado. Cansada de brillar, de dar calor y luz, se había escondido tras una nube oscura, creyendo que así encontraría la paz. Sin embargo, la oscuridad solo acentuaba su soledad.
Un pequeño cometa, lleno de curiosidad, se acercó a la estrella apagada. «Por qué estás así?», preguntó con voz suave. La estrella, con un suspiro, le contó su historia. El cometa escuchó atentamente, luego sonrió y dijo: «Quizás no veas tu brillo, pero otros lo hacen. Cada estrella, por pequeña que sea, ilumina una parte del universo».
La estrella lo miró incrédula. «¿Cómo puede ser? Si yo no siento nada».
«El brillo no es solo para ti misma», respondió el cometa. «Es para los planetas que giran a tu alrededor, para las pequeñas lunas que dependen de tu luz, para los viajeros que se guían por ella. Tu luz les da esperanza, les muestra el camino».
La estrella se quedó pensando en las palabras del cometa. Recordó los planetas que celebraban fiestas en su honor, las pequeñas naves espaciales que la utilizaban como faro. Quizás, pensó, su luz era más importante de lo que creía.
Con un nuevo impulso, la estrella comenzó a brillar de nuevo, aunque con menos intensidad. Pero esa pequeña luz fue suficiente para iluminar la nube oscura y para guiar al cometa en su viaje. Y así, la estrella perdida encontró un nuevo propósito, una nueva razón para existir.
Reflexión:
Al igual que la estrella, cada persona tiene un propósito en este mundo, por más pequeño que parezca. Nuestras acciones, nuestras palabras, nuestras sonrisas, pueden iluminar la vida de otros. Aunque a veces nos sintamos solos o perdidos, siempre hay alguien que necesita nuestra luz.
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