Desde hoy vais a ver los ALSA con otros ojos

Desde hoy vais a ver los ALSA con otros ojos

En el punto de
encuentro bajé, abrí el maletero para acomodar los equipajes de mis
compañeras de viaje, abrí la puerta del lado derecho, repartí los
asientos y rodeé el vehículo para acomodarme en mi puesto.

Durante esos breves instantes habíamos visto pasar varios
autobuses, que salían a recorrer España a la misma hora en que
partíamos nosotras.

Les dije:

– ¿Veis esos ALSA? Pues desde hoy vais a verlos con otros ojos.

Todas reímos. Al principio del recorrido, para salir de la
ciudad, fuimos detrás de los autobuses, en cuánto llegamos a la
autovía se quedaron atrás.

La conversación que fluía entre nosotras en el coche demostraba
una vez más mi teoría. Si te gusta dormir, mirar el paisaje
empanada, ir abstraída en tu mundo interior, o si lo tuyo es mirar
la pantalla del smartphone durante horas como si no hubiera más
mundo, lo tuyo no es compartir un BlaBlaCar.

Sólo ha habido una ocasión, en diez años, que alguien se haya
puesto unos auriculares en mi coche. Era el año 2014, íbamos hacia
Madrid, no ha sido habitual que yo lleve chicos en mis viajes pero
este iba con su novia. Al menos al subirse lo era. Se recostó en el
asiento trasero, hizo una bola con su sudadera y buscó el abrazo de
Morfeo. Aunque antes de recibirlo preguntó cuándo llegaríamos a
Madrid.

– A las 21’53h, dije.

Masculló algo de las diez y se durmió. No sé en qué momento
se puso los auriculares. Sólo sé que en la estación de servicio
Torre del Valle su novia se pasó al asiento de delante y el resto
del viaje giró en torno a la crisis de pareja que tenían, el chico,
que dormía plácidamente, era frío, distante, a veces arisco pero
nunca violento, sólo indiferente. Cada una fuimos opinando, no tanto
sobre su relación, sino compartiendo experiencias propias. De modo
que allá por el Alto del León ella anunció que en Madrid dejaría
su relación con él… de paso me pidió que le reservara una plaza
para el viaje de vuelta, para ella sola.

Eso fue en 2014, hoy en 2024, cuando íbamos por los primeros
pueblos de La Rioja, de Grañón a Santo Domingo de la Calzada, yo
estaba hablando de mis años en Cruz Roja y en el 061, imitando la
sirena de la ambulancia.

Las tres reíamos como si no hubiera un mañana.

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