El Llamado del Violinista Sombrío

El Llamado del Violinista Sombrío

Alvaro Castro

09/09/2024

En un antiguo pueblo enclavado en la niebla perpetua, existía una vieja leyenda que nadie osaba mencionar en voz alta. Se decía que, en las profundidades del bosque cercano, vivía un músico cuyas melodías podían robar el alma de aquellos que las escuchaban. A este ser lo llamaban «El Violinista Sombrío», un nombre susurrado con temor entre los aldeanos. Se contaba que quienes escuchaban su música quedaban condenados a la locura o, peor aún, a desaparecer para siempre en los confines del bosque.

Lilith, una joven pianista atormentada por pesadillas recurrentes, había oído esa historia desde niña. Sin embargo, mientras el resto del pueblo evitaba el bosque, ella sentía una atracción inexplicable hacia él. A pesar de las advertencias, la música era su vida, y los relatos sobre ese misterioso violinista avivaban su curiosidad y su obsesión. Durante las noches, Lilith soñaba con una melodía que no podía recordar al despertar, pero cuyo eco resonaba en lo más profundo de su mente.

Una noche, después de haber pasado días sin dormir bien, una sensación extraña invadió a Lilith. Un susurro lejano llegó a sus oídos, una melodía inquietante que parecía provenir de lo más profundo del bosque. Sin pensarlo, decidió seguir el sonido, incapaz de resistirse a su hipnótico llamado.

El bosque era oscuro, y las sombras parecían moverse a su alrededor. A medida que se adentraba, el susurro de la música se volvía más nítido. Las notas eran distorsionadas, como si estuvieran fuera del tiempo y el espacio, pero al mismo tiempo eran tan cautivadoras que Lilith no podía detenerse. Cada paso la acercaba más a la fuente de la melodía, y, con cada nota, sentía que algo en su interior comenzaba a cambiar.

Finalmente, llegó a un claro oculto por los árboles más viejos del bosque. En el centro, un hombre de figura esbelta tocaba un violín negro, cuyas cuerdas vibraban con una música que parecía estar hecha de la esencia misma de la desesperación y el deseo. Sus ojos, de un color carmesí, se clavaron en los de Lilith, y la música cambió en el momento en que sus miradas se cruzaron. La melodía se volvió personal, envolvente, como si hubiera sido creada solo para ella.

«Has venido», dijo el hombre sin dejar de tocar. «He estado esperando mucho tiempo por ti.»

Lilith sintió que las palabras se incrustaban en su mente. ¿Cómo podía conocerla? ¿Por qué sentía que lo que decía era verdad? Sin embargo, no tenía fuerzas para hablar, solo podía escuchar. Las notas del violín penetraban en su ser, removiendo recuerdos enterrados, emociones que no comprendía. De repente, la música dejó de ser solo un sonido; comenzó a cambiar su percepción del mundo.

Mientras la melodía continuaba, los contornos del bosque se desdibujaban. Lilith comenzó a dudar de lo que veía: los árboles parecían alargarse, las sombras tomaban formas humanas, y sus pensamientos se entrelazaban con la música, confundiéndose entre lo real y lo imaginario. Comenzó a recordar cosas que nunca había vivido, personas que nunca había conocido. Era como si su propia historia estuviera siendo reescrita.

El violinista sonrió. «Este es el verdadero poder de la música. No solo mueve los cuerpos, sino que puede transformar la mente. Toca las cuerdas de tu alma, Lilith. Y ahora, estás en mi melodía.»

De repente, comprendió. Las leyendas eran ciertas: la música de ese hombre no solo atrapaba el cuerpo, sino que consumía la identidad, te transformaba en parte de su sinfonía. Se dio cuenta de que si seguía escuchando, perdería todo lo que era, y lo peor de todo es que una parte de ella quería perderse en esa música, deseaba desaparecer en esas notas prohibidas.

Pero, en lo más profundo de su mente, algo se resistió. Un recuerdo de su infancia: la imagen de ella tocando el piano junto a su madre, la alegría de crear música por sí misma, libre de cualquier control. Ese pequeño destello de luz fue suficiente para sacarla del trance. Con todas sus fuerzas, se giró y comenzó a correr de vuelta al pueblo, mientras la música del violinista resonaba detrás de ella, cada vez más fuerte, tratando de arrastrarla de nuevo.

Cuando finalmente salió del bosque, la música cesó de repente. El mundo a su alrededor se sintió vacío, como si algo vital hubiera desaparecido. Estaba temblando, pero sabía que había escapado. Sin embargo, algo no estaba bien. Al mirar su reflejo en un charco cercano, vio que sus ojos habían cambiado, un ligero tono rojizo brillaba en ellos, igual que los del violinista.

Lilith nunca volvió a ser la misma. Continuó viviendo en el pueblo, pero las personas empezaron a notarla diferente, como si una sombra la persiguiera. Aunque intentaba retomar su vida y su música, cada vez que tocaba el piano, las notas que salían de sus dedos no eran suyas. La melodía del violinista resonaba en su mente, y a veces, en las noches más oscuras, Lilith podía escuchar un violín lejano que la llamaba, recordándole que una parte de su alma aún pertenecía al Violinista Sombrío.

Etiquetas: fantasía psicológico

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