Blaze! Capítulo 28

Capítulo 28 – Dos muertos y un funeral.

Blaze introdujo su mano en el pecho destrozado de Amira, contactando el trozo de DSH con la punta de sus dedos, desprendiéndolo del costado del corazón de la mujer…

Debo agarrarlo –pensó la muchacha, estirando al máximo su brazo, viendo como el DSH caía lentamente, como si flotara en el vacío–. Te lo dije, eres mío, ¡no huyas!

La roca seguía su trayecto hacia el piso, girando sobre sí misma, reflejando las ultimas luces de la tarde, destellando sorpresivamente platinados rayos, desapareciendo en el aire sin dejar rastros. Blaze perdió el balance por forzar su extremidad superior al intentar tomar el trozo, cayendo al piso de bruces, girando sobre su espalda para detener su caída.

¡Maldición! –gritó Blaze–. Se me adelantaron.

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Señor Datil, ¿está bien? –preguntó la joven, zarandeando al hombre, quien se encontraba echado con la cabeza apoyada sobre el pecho de Albert.

Sí, pero creo que mi nombre es Datiel –respondió, reincorporándose–. Su amigo no está bien, no ha despertado desde que… Veo que logró controlar a Amira… Al fin obtuvo lo que estaba buscando.

Datiel miró el lugar donde el semi-destrozado cuerpo de su difunta esposa reposaba, con los ojos infinitamente negros y una mueca de espanto, sentada en el piso sobre sus pantorrillas, sollozando por el triste final de su mujer.

La verdad es que no, el Divine Scarlet Heart desapareció cuando intenté atraparlo, sólo alcancé a tocarlo con mis dedos –respondió Blaze, volviéndose hacia el cadáver–. Perdóneme por maltratar su cuerpo, pero realmente me la puso muy difícil, sin duda alguna el DSH es poderosísimo.

Datiel asintió entre lágrimas, parándose y caminando a duras penas hacia el cuerpo de Amira, abrazándola. Blaze se sentó al lado de su escudero, curando sus heridas con el hechizo reparador que tanto había estado usando el último tiempo, mirando los escombros en búsqueda de sobrevivientes, pero las viviendas habían sido abandonadas mientras ella luchaba.

Vamos, despierta, no me preocupes más de la cuenta, Albert… –pidió susurrando la maga, hundiendo sus dedos en las costillas del oráculo, intentando incomodarlo para que se moviera, pero no hubo ningún tipo de respuesta–. ¡Vamos!

La hechicera se volteó a ver a Datiel, notando que había recolectado las partes destrozadas del cuerpo de su esposa, poniendo en posición horizontal al cadáver sobre una puerta desprendida de alguna de las viviendas arruinadas. Blaze cargó a Albert en su espalda, ayudando a Datiel a transportar la puerta como si fuera una camilla, dirigiéndose de vuelta a su hogar.

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Blaze y Datiel se sentaron en unas sillas en la sala del tercer piso donde se realizó la reanimación de Amira como gólem, mientras que Albert descansaba inconsciente aún sobre una mesa, preocupando a su señora.

¿Podemos quedarnos hasta que él despierte? –consultó la maga, indicando al oráculo inerte sobre la mesa.

Claro, pueden descansar donde sea, si quieren comer hay alimentos en la despensa del primer piso –invitó Datiel–. Yo escribiré un poco aquí…

Blaze tomó su silla y la puso al lado de la mesa en que reposaba su escudero, mirándolo fijamente, esperando alguna reacción, escuchando un pequeño golpeteo proveniente de la zona inferior del oráculo.

Te lo paso sólo porque me tienes preocupada –gruño la maga, movilizando el aire con su sucia capa–. ¡Las ardillas!, ¿Dónde quedaron mis ardillas?

Datiel se aproximó a la maga con un libro en sus manos, entregándoselo para que lo examinara, explicándole su ofrecimiento.

Señorita Blaze, debo decir que esto me avergüenza mucho, pero este es un libro que robé de la gran biblioteca de Libër años atrás –comentó Datiel, pasándole el texto a la mujer–. Esta obra trata diversos temas, pero desde aquí hasta acá se recopilan datos que seguramente le ayudarán a dar con otro trozo del DSH.

Datiel le enseño la página donde debía comenzar a leer, marcando con una hoja doblada a modo de marcapáginas el término de la información. Blaze comenzó a leer ávidamente el texto, olvidándose de los dos hombres por un momento.

Esto es muy interesante, el autor recopiló información sobre sitios donde se da una alta actividad de sucesos atribuibles a la magia, lugares que supuestamente están formados por los restos del destrozado cuerpo del único ser divino –pensó Blaze, leyendo rápidamente las páginas, hojeándolas de ida y de vuelta, casi llegando al tope que Datiel había puesto.

Albert se reincorporó con un gran quejido, faltándole de repente la respiración, llevándose ambas manos al pecho, quedando sentado con ambas piernas extendidas sobre la mesa.

¿Qué?, ¿qué pasó?, ¿dónde estamos? –preguntó Albert, mirando en todas las direcciones, desorientado, desconcentrando a su señora.

¡Hasta que despertaste! Casi me tenías preocupada, aunque debería decir extrañada, el Regeneration curó todas tus heridas, pero no despertaste en mucho rato, fue muy raro –comentó Blaze, ocultando su genuina preocupación por él–. Estamos en la casa del señor Datiel.

¿Cuánto tiempo fue que…? Me duele la cabeza… Estoy recordando algo… ¿el trozo del corazón del único ser divino liberó una ráfaga de energía cuando el señor Datiel lo retiró del pecho de su esposa? ¡Muéstramelo! –exclamó Albert, lleno de alegría por haber encontrado uno de los quizá miles de DSH, sin saber el desenlace de la batalla contra el cuerpo de Amira.

No recuerdas nada de lo que pasó, ¿cierto? No lo tengo. Desapareció. Algo o alguien se lo llevó. Logré tocarlo con mis dedos, pero sin querer lo empujé lejos, luego hubo un destello plateado y ¡puf!, se fue para nunca más volver –narró inespecíficamente Blaze, refunfuñando al finalizar.

¿Desapareció?, ¿cómo? –interrogó Albert, incrédulo por la actitud de la muchacha.

Sí, así, ¡puf! –respondió Blaze, abriendo sus manos como los magos cuando hacen desaparecer cualquier cosa.

Espera, ahora recuerdo que la señora Amira gritó algo y luego me desvanecí… ¿dónde está ella? –preguntó Albert, con rostro de incomodidad, temiendo lo peor.

Allá –indicó la maga, apuntando a la puerta arrancada sobre la cual reposaba el despedazado cuerpo de Amira–. Si no fuera por la hospitalidad del señor Datiel, estarías en la calle echado.

¿Por qué su cuerpo está destrozado? –consultó Albert, alarmado–. ¿Qué sucedió cuando quedé inconsciente?

El alma de la señora Amira abandonó este mundo y su cuerpo se descontroló, gritando que se negaba a morir, atacando a medio mundo –narró someramente Blaze, con evidente desgano.

Supongo que las cosas se pusieron muy feas después de que me fui a negro… – dijo Albert, bajando los pies de la mesa para no mancharla con su calzado.

Feo es decir poco, varias casas fueron arrasadas, algunos residentes murieron… Quería quedarme a curar a los heridos, pero todas las viviendas fueron abandonadas después del primer ataque del cuerpo de la señora Amira –contó la joven, volviendo a poner su mirada sobre las hojas del libro–. La noche está excesivamente callada por esa razón.

Ya veo… A pesar de como terminó todo, el señor Datiel nos permitió estar en su casa, deberíamos agradecérselo, ¿dónde está? –consultó el escudero, sintiéndose lo suficientemente bien como para mantenerse en pie.

¿El señor Datiel? No lo sé, me entregó este libro y se fue por ahí, míralo y dime que te parece –dijo la maga, mostrando el texto al oráculo.

Albert miró por unos minutos el libro, hojeando las páginas, con evidente dificultad, alejando y acercando el libro a sus ojos.

¿Qué te pasa? –preguntó Blaze, al notar el extraño comportamiento del muchacho.

Nada, tengo los ojos un poco cansados, creo… Si lo que dice acá es cierto, podremos encontrar un nuevo trozo del DSH en alguno de estos lugares –comentó Albert, restregándose los globos oculares, dejando caer el libro al piso sin querer.

¡No! No había llegado a esa parte, se cayó la hoja que el señor Datiel uso como marcapáginas, ahora tendré que leer todo para saber hasta dónde llega la información –se lamentó la hechicera, levantando la hoja caída, revisando su contenido, erizándosele los pelos de todo el cuerpo.

Blaze se levantó presurosamente del asiento, corriendo al segundo piso y luego al primero, gritando el nombre del dueño de casa, sin recibir respuesta alguna, volviendo al tercer piso agitada.

Albert, hay que encontrar al señor Datiel, mira lo que escribió –dijo la mujer, enseñándole la hoja al escudero, quien alcanzó a leer la mitad de las palabras antes de entrar en un pequeño trance, cerrando los ojos por unos segundos.

Ya es tarde, sé dónde está –aseguró Albert, dejando correr una lágrima por su mejilla derecha, abriendo sus ojos.

Blaze y Albert se asomaron por la ventana del tercer piso, encontrando a Datiel estampado en el empedrado de la calle, flotando en un charco de su propia sangre.

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“Jovenes entusiastas,

Pueden quedarse con el libro para realizar su búsqueda, aunque les pediría de favor lo regresaran a su lugar de origen una vez hayan logrado su cometido. También pueden quedarse con la bolsa con monedas de oro que dejé sobre mi cama, creo que les puede servir en su viaje, pero a cambio les quisiera pedir un favor enorme: entiérrenme junto a mi amada Amira, pero lejos de esta ciudad, no quiero que nuestro lugar de descanso sea profanado en venganza por mi gran pecado, el que afectó a mi difunta esposa, además de llevarse vidas inocentes de este mundo por mi egoísmo sin límites.

No puedo seguir viviendo sabiendo que no puedo reparar el daño causado, solamente les imploro que me ayuden a tener el descanso eterno junto a mi amor.

Datiel”

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¿Qué vamos a hacer? –preguntó Albert, de pie frente al cadáver de Datiel.

Aunque no lo creas, y déjame explicarte antes de que me acuses de insensible, vamos a comer. Cuando estaba aún vivo, el señor Datiel me ofreció comida de su despensa, y te aseguro que no querrás comer después de que carguemos su cuerpo al interior de la casa, así que vamos a nutrirnos un poco, necesitaremos fuerza más rato –explicó Blaze, pasando su mano por sobre el cadáver, cubriéndolo con un hechizo ilusorio, quedado la calle limpia y vacía–. Entremos.

Si lo pones así, no tengo nada que decir –dijo Albert, siguiendo a la maga al interior de la casa.

Aun así abriste la boca –respondió la joven.

Blaze fue a la habitación del occiso, encontrando la bolsa con monedas de oro, guardándola dentro de su saco mágico, dirigiéndose posteriormente a la despensa, donde se encargó junto a Albert de vaciarla, para que ninguno de los productos se desperdiciara ante la falta de habitantes en el inmueble, comiendo rápidamente y en silencio. Una vez terminada la comilona, fueron a la calle a recoger el cuerpo de Datiel, subiéndolo al tercer piso, dejándolo al lado del cuerpo de Amira.

Tenías razón, suerte que comimos antes de… de… –dijo Albert, tapándose la boca, sintiendo náuseas.

¡Cálmate! Ni se te ocurra vomitar, o te juro que te… –amenazó Blaze, enseñándole un puño al escudero–. Ahora viene lo desagradable, si te afectó tanto el cargar un muerto, mejor ni veas, mira por la ventana para que se te pasen las náuseas.

Blaze sacó su oculto caldero, metiendo dentro de este los dos cuerpos, procurando que no sobresalieran partes por sobre el borde, tapándolo casi completamente con la tapa del recipiente, posando su mano derecha en el exterior de la gran olla, encendiéndose un abrasador fuego en su interior, comenzando a incinerarse los cadáveres.

¿Qué haces?, ¿por qué los estás incinerando? –preguntó Albert al escuchar pequeñas explosiones provenientes de los huesos que se estaban quemando.

¿Acaso creías que íbamos a salir caminando por las calles cargando dos cuerpos semi-destrozados? –preguntó retóricamente Blaze–. Esta es la mejor forma, después arrojaremos sus cenizas lejos de aquí.

Pero si cabían dentro de tu olla, podríamos haberlos cargado fuera de acá y luego enterrarlos juntos, como nos pidió –insistió Albert, viendo como el humo salía del caldero.

No puedo poner nada vivo o que haya estado vivo dentro de la olla. ¿No te resulta raro que nunca haya guardado restos de comida como reserva para el futuro? No es posible, lo intenté un par de veces y los resultados fueron… indecibles –contraargumentó Blaze, zanjando el tema.

Ahora que lo dices, nunca te vi… –dijo Albert, siendo interrumpido por las palabras de su señora.

Albert, ¡cállate! –mandó Blaze, agregándole más calor a la olla, para terminar pronto con la cremación.

Los viajeros abandonaron la casa de la difunta pareja, caminando en la noche, trasnochando para poder salir luego del territorio siniestrado, deteniendo su marcha al amanecer.

Cava un hoyo allí –ordenó Blaze–. Ya va siendo tiempo de que justifiques tu rango de escudero, trabaja.

Albert horadó el suelo con sus manos, en silencio, logrando un agujero cilíndrico de más de un metro de profundidad, lugar en el que Blaze depositó las cenizas de los fallecidos, vaciándolas desde una bolsa de tela que cargaba desde que salieron del pueblo de Nivkhar.

Primer favor cumplido, cuando encontremos otro trozo del DSH cumpliremos la otra parte –susurró la maga a las cenizas, rellenando el agujero con la tierra removida, botando la bolsa que contenía los restos incinerados al piso, la que el viento se llevó sin ninguna dificultad.

Hasta luego, señor Datiel, señora Amira, descansen en paz –dijo entre sollozos Albert, cabreando finalmente a su señora.

¿Qué te pasa últimamente? ¡Estás tremenda e insoportablemente sensible! –interrogó Blaze, asustando al oráculo, haciéndole retroceder.

¿Albert le contará a Blaze el incidente de la vaquita y de cómo le ha afectado su muerte?, ¿qué dirección tomarán ahora que saben dónde buscar trozos del DSH?, ¿qué les deparará el destino a estos dos? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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