La hambruna dejaba ver su lado más desfavorable en aquel lugar abandonado de Dios. Y la hambruna era tal, que no había animal o grano sobre aquellos campos desolados que poseía aquella aldea.

Entre tantos habitantes, 4 hermanos; Camét, Casmo, Saeh y Noah. Se convirtieron en huérfanos, la hambruna voraz se habia llevado a sus padres. Y como huérfanos que eran, sentían que debían cuidar uno del otro.

Un día, mientras jugaban en un bosque alejado con el resto de salud y vida que aún conservaban. Ocurrió un grave accidente, Casmo cayó por una ladera rocosa de alrededor 20 metros, fue una maravilla como aquel joven rodó colina abajo. Para mala suerte de Casmo, ninguna roca le arrebató la vida. Sus hermanos descendieron en su auxilio, dándose cuenta que su pierna estaba completamente destrozada. Rápidamente le ayudaron y temiendo lo peor, pues Casmo había quedado inconsciente. Así fue llevado al medico de la aldea, en donde esté dictaminaria qué lo mejor sería la amputación de aquella extremidad, aprovechando el estado inconsciente, cortó a la altura de la pelvis.

Cuando despertó, 2 días después del suceso, vio que le faltaba una pierna, y extrañado por lo que le sucedió, salio de aquella habitación en la que se encontraba. Al llegar al patio, vio a todos reunidos alrededor de una olla gigante, en donde se preparaba la comida con restos de todas las casas. Pero hoy era diferente, aquella sopa contenía carne. Y todos sus habitantes comían y se divertían. Se veían felices, tal parece que la sasedad de sus estómagos les permitía ver la belleza de la vida. 

Cuando se le sirvió un plato de aquella sopa, advirtió la ausencia de 2 de sus amigos. Camét y Noah no estaba allí, lo cual le resultaba extraño debido a las circunstancias. Le preguntó a Saeh que había ocurrido con ellos a lo que respondió, que no sabia nada desde ayer, cuando Saeh se despertó ya no estaban allí. Extrañado por el actuar de los demás, pues nadie más parecía importarle la ausencia de ambos huérfanos, preguntaba aquí y preguntaba por hallá, pero todos le ignoraban. Otra cosa que notó era el semblante con pena cuando le miraban a él, nunca antes había sentido tal compasión y rareza en su vida.

Así paso la semana, todos los  días nuevamente aquella sopa con carne, y todos esos días la ausencia de dos de sus amigos. Temía lo peor, la hambruna se los había llevado, ¿pero cómo?, había carne, algo extraño en ese lugar y por qué nadie sabía del paradero de sus amigos. Con estas dudas, nuevamente ve que en aquella olla, hay esa sopa con carne que no comprende de donde sale. Nuevamente la misma historia, Saeh ha desaparecido no se encuentra por ningún lugar y nadie sabe nada de ella. Todos le dan la espalda, no pueden verlo a los ojos, se cubren de vergüenza.    

Pasó la semana sin noticias de Saeh, sin noticias de sus hermanos y el era el último. Llegando el lunes ve como todos le observan a él, y extrañado ve como ya no hay sopa ni carne en aquel caldero que hierve en el centro de la aldea. Un hombre mayor le dice «lo siento». Ahí comprende todo.

Nuevamente hay otro hermano desaparecido, pero a nadie le interesa. Nuevamente hay comida en aquel caldero y eso es lo que importa. A lo lejos ven por el se aproxima 4 carretas, «vienen hacia acá», exclaman. Al llegar se percatan que vienen repletas de cereales, verduras, semillas y animales. De la última carreta deciende un mensajero, viene de parte del rey. «El rey se ha enterado de la hambruna que padece este pueblo y ha enviado su ayuda». Todos lloran, de alegría claro. De pronto deciende de la carreta Camét, observa a la gente y echa a llorar. 

Triste se va a la choza en donde creció con sus hermanos, pues siente que les ha fallado a cada uno de ellos. Pues cuando los vecinos hambrientos le capturaron y temiendo por su vida, entregó a su hermano Noah a cambio de que le perdonarán la vida. Prometió no advertir a nadie, prometió ir por ayuda pero ha tardado demasiado, ya es tarde, demasiado tarde. La culpa lo corroe por dentro, en un momento de completo dolor y desolación tomó un lazo qué tenía y usando una viga de aquella choza, arremete contra su cuerpo.

Para su mala fortuna, la choza era vieja y solo se sostenía por suerte. Aquella viga central se desploma con su cuerpo aún en ella, todo el techo cae sobre él, dejándolo paralítico. Parecía que nadie notaba su ausencia en la aldea, nadie le buscó durante días. Y aquellas carretas que traían abundante comida, también traían algunas ratas. Ratas que pronto le encontraron y paralizado, no pudo evitar que fuera devorado.

Fin.

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