Las Puertas del tiempo

*Basado en mis sueños*

Yo y mis amigos, unos niños aún, nos pasábamos las tardes jugando a la pelota en un aparcamiento abandonado, que se hallaba en un subsuelo, este era algo oscuro y tenebroso, pero nosotros encontrábamos cierto encanto en él, era como nuestra guarida secreta.

Un día, la pelota se nos resbaló de las manos y chocó contra una puerta negra común y corriente. Podría haber sido la entrada a un almacén vacío, pero esa puerta parecía llamarnos, algo que nos hipnotizaba a entrar, como si ocultara un secreto que esperaba ser descubierto. Con determinación y mucha curiosidad, empujamos la puerta. Era más pesado de lo que parecía, pero juntos logramos abrirla. Al otro lado, un pasillo largo y oscuro se extendía ante nosotros, lo primero que vimos fue una hilera de puertas numeradas por décadas: 1950, 1960, 1970, y así sucesivamente hasta donde alcanzaba la vista.

Uno de mis amigos, siempre el más valiente, se lanzó hacia la puerta de 1960 y desapareció detrás de ella. El resto hizo lo mismo, cada uno aventurándose por una puerta diferente. Intenté entrar por la puerta de 1970, pero esta no se movía. Mientras luchaba con la puerta, un conserje que apareció de la nada, como si saliera de las mínimas sombras. Me apartó de la puerta y me advirtió, con una seriedad escalofriante, que no lo intentaría nunca más: «Es culpa de tu sangre», dijo. Aterrada, salí corriendo. Mientras corría intentaba entender lo ocurrido, en eso recordé que mi padre siempre mencionaba la importancia de mantener el equilibrio del tiempo . Me pregunto si esas puertas tenían que ver con algo de eso.

Lo que pasó después fue aún más extraño. De repente, me encontré observando a un grupo de niños similares a los nuestros, pero con peinados y ropa de los años 80. Vi a uno que me resultó extrañamente familiar. Lo vi acercarse a la misma puerta de 1970 que yo había intentado abrir y atravesarla sin esfuerzo. Mientras lo hacía, el mundo se volvió blanco y negro, y el niño se encontró en medio de un concierto de los Beatles.

Fue entonces cuando me di cuenta del error que habían cometido esos niños: entrar por diferentes puertas simultáneamente, creando un bucle temporal que repetía los hechos una y otra vez. Pero en mi caso, mi puerta estaba cerrada; algo había cambiado, impidiendo que se repitiera el mismo ciclo. A medida que los recuerdos se entrelazaban con mi presente, entendí que ya había entrado por esa puerta antes.

Vi mi vida en los años 70, siendo adoptado junto a otro niño que ahora se había convertido en mi hermano. Vivimos juntos, crecimos, él conoció a una mujer, se casaron y tuvieron a una hermosa y pequeña niña. Con el pasar de los años esta niña también me empezaba a resultar familiar, lo cual era muy extraño.

Mi hermano cada vez se parecía más a mi papá, la última vez que lo había visto, y esa niña era casi como un espejo mío. Todo me empezaba a cerrar, lo que hacía que un escalofrío recorriera mi cuerpo. Entendí así, que me había convertido en mi propia madrina.

El rompecabezas se completó cuando en 1973, mis abuelos tuvieron a su segundo hijo, mi padre, nacido nuevamente. Fue entonces cuando comprendí la magnitud del bucle eterno en el que estábamos atrapados: cada generación repetía los mismos pasos, cada intento de escapar fallido.

Justo cuando pensaba que había desentrañado el misterio, un débil susurro resonó en el pasillo. Era el conserje, con su voz baja y siniestra me dijo: «Crees que has roto el ciclo, pero solo has arañado la superficie. Tu destino está ligado a la puerta que no pudiste abrir».

Mi corazón se aceleró cuando me dio la vuelta para mirar hacia la puerta cerrada de 1970. Con una mano temblorosa, la empujé y esta vez se abrió sin esfuerzo. Una luz cegadora inundó el pasillo. Al cruzar, no me encontré en el pasado, sino en un reino donde el tiempo se retorcía y la realidad se fracturaba. Frente a mí había un espejo que no reflejaba mi imagen, sino la de una mujer con mis rasgos, sosteniendo a un bebé en sus brazos. Cuando me di cuenta, la mujer se volvió hacia mí, con los ojos llenos de reconocimiento me dijo, «No eres solo su madrina», dijo suavemente, «eres su guardiana, su protectora a través del tiempo y el espacio». Mi mente daba vueltas mientras las piezas encajaban en su lugar. Mi padre no era solo mi hermano, sino un guardián del equilibrio temporal, una clave para desentrañar los misterios de nuestros destinos entrelazados. Me quedé mirando al bebé en el espejo. Cuando la luz cegadora desapareció, al igual que el espejo, ahora me encontraba no en el pasado, sino en un futuro donde el estacionamiento estaba cubierto de maleza y los ecos de nuestras risas habían desaparecido hacía mucho tiempo. Entonces me di cuenta de que romper el círculo no significaba escapar, sino aceptar el inevitable paso del tiempo y la interconexión de nuestros destinos a lo largo de las generaciones.

Al final del pasillo vi a lo lejos al conserje nuevamente, esta vez no le tuve miedo y me acerqué lentamente a él. Con un gesto, el misterioso hombre sacó la gorra que ocultaba su rostro, revelándole a mi padre como la enigmática figura ante mí. En un instante, como una sombra, se desvaneció sin dejar más que el aura de su presencia en la atmósfera.

Será que mi padre había sacrificado su propia existencia para protegerme y guiarme, y ahora me tocaba a mí hacer lo mismo por las generaciones futuras?. Quizás debería ser yo ahora quien encontraría la manera de mantener el equilibrio y proteger a aquellos que vinieran después, asegurando que el bucle temporal nunca se rompiera, sino que continuaría, eterna e inquebrantable.

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