Él despertó y, aún somnoliento, se sentó frente al ordenador para comenzar su jornada de teletrabajo.
Ella despertó poco después. Se vistió rápidamente y miró a Trufa, su perra, que la esperaba con ojos ansiosos. Salieron juntas a pasear, disfrutando brevemente del aire fresco de la mañana. De regreso, le sirvió el desayuno y puso en marcha la lavadora.
Mientras esperaba a que el ciclo de lavado terminara, aprovechó cada minuto: preparó su propio desayuno, barrió el comedor y dejó las camas hechas. Al escuchar el pitido de la lavadora, tendió la ropa con movimientos automáticos.
Se detuvo un momento, inspiró y exhaló ruidosamente, y decidió que en su próxima vida sería hombre. Si es que todavía le quedaban fuerzas.
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