—Te ve diferente, Jenna.
La chica miró a su amiga, tenía los palillos chinos entre sus dedos e intentaba agarrar una verdura de su ramen. Los acomodó en la orilla del plato y reflexionó durante un momento.
—¿Diferente en qué?
—Bueno. —Sabina dudó sobre seguir hablando, había evitado decirlo durante los últimos meses, sin embargo, el estado de su amiga le parecía alarmante—. Te ves cansada, tienes ojeras todo el tiempo y cuando salimos te estás quedando dormida casi todo el tiempo. ¿Todo está bien en la escuela?
Jenna se quedó pensativa durante un momento, tomó su celular y puso la cámara frontal. Su rostro era como lo describía su amiga, incluso su cabello se veía descuidado, era más largo de lo usual y no estaba parejo. Un mensaje llegó, decía: “Llego en cinco”.
—Han sido días difíciles, los exámenes, clases, entrenar, ya sabes.
Sabina no estaba convencida con la respuesta que Jenna le dio, la miró por un momento y siguió comiendo mientras reflexionaba sobre la respuesta que obtuvo. La chica se mostró dispuesta a hacerle una pregunta más a su amiga, sin embargo, de un momento a otro se puso de pie y dejó dinero sobre la mesa.
—Lo siento, me tengo que ir, surgió algo —dijo Jenna y se fue del lugar sin decir nada más.
Fuera del restaurante esperaba Roman, estaba recargado en una camioneta de la escuela.
—Hola, Roman —dijo Jenna y se dirigió al lado del copiloto—. ¿Tienes algo interesante hoy?
—Creo que puedes ponerte a prueba hoy —dijo el chico y subió al coche, del maletero sacó un pequeño cubo de quince centímetros de lado, tenía una textura viscosa, pero sólida, y era de tono gris—. Te presento “La Prisión”. Es una herramienta sacra que permite sellar entes o hechiceros.
—¿Es lo que fueron a robar Gabriel y tú?
—Correcto. Los directivos ni siquiera son capaces de usarla, así que mejor tenerla en nuestras manos. Somos el bando de los buenos, ¿no?
Jenna soltó una pequeña risa amistosa, entonces tomó el cubo de las manos de Roman.
—¿Cómo se usa? —preguntó Jenna y se giró hacia Roman, quien encendió el vehículo.
—Primero, el cinturón —dijo Roman, la chica se abrochó el cinturón, entonces, él prosiguió—. Bueno, los registros dicen que no pueden usarlo porque Niko la creó, entonces su técnica debe ser la única que lo puede activar.
—Casualmente tenemos esa técnica en nuestras manos —dijo Jenna, se refería a su propia técnica ritual—. Por registros te refieres a Riko y Mirko, ¿no?
—Para nuestra sorpresa, esta vez quien nos dio la información fue Mikaela.
—¿Cómo la convencieron de apoyarnos?
—No lo hicimos, mandamos a Adrián a preguntarle, como siempre hace preguntas raras, pues no dudó de él ni un poco.
Jenna volvió a reír, entonces miró al camino que recorrían.
—¿A dónde iremos hoy?
—Está algo lejos, es un pueblo alejado de la ciudad. Si quieres puedes dormir en el camino, llegaremos en dos horas.
Jenna sonrió, entonces se ladeó un poco en el asiento. Casi al instante quedó dormida.
La Escuela Superior de Hechicería recibió pocos alumnos desde la primera generación que había ingresado un año atrás, entre ellos pocos habían ascendido a Alto Grado por sus calificaciones y logros. Lexa era una de ellas, quien fue reconocida por ayudar a encontrar la carta de “La Muerte”, a ella se unieron Dominique, una chica de 19 años cuyo rasgo principal era la ropa elegante que llevaba siempre que no vestía el uniforme, su técnica ritual le permitía crear objetos de cristal siempre que estuviera usando su collar; además de otros estudiantes. Lexa y Dominique formaron grupo con Dann y Alexandra, conocidos como “Los Gemelos”, su técnica era contraria la una con la otra, él era capaz de manipular la luz siempre que existiera a su alrededor y ella era capaz de manipular la oscuridad. Fuera de su parecido físico por ser hermanos nacidos el mismo día, eran pelirrojos y siempre usaban ropa que combinara, era su segundo año como estudiantes de Alto Grado. El grupo de cuatro estudiantes fue reconocido y sugerido para misiones importantes por Gabriel, quien ya era un hechicero de Grado Puro, su uniforme personalizado constaba de una gabardina blanca y ropa deportiva debajo.
—Les traigo su nueva misión —dijo Gabriel, había citado al grupo en el patio y estaba acompañado de Adrián y Vanesa.
—Se te ve bien esa camisa, ¿es nueva? —preguntó Dann, mostraba una postura relajada y al verlo daba el pensamiento de ser poco serio.
—Es la misma de siempre —dijo Alexandra, como era de esperarse su aspecto era más formal y serio que su hermano.
—Ya pedí una camioneta de la escuela, así que iremos a dejarlos y nosotros tres iremos a otro encargo en lo que limpian en lugar —dijo Gabriel y le dio una hoja a cada uno—.Riko me dijo que les entregara esto, son los detalles de la misión, en realidad es simple, entes malignos en un edificio.
—Pensé que nos darían misiones más importantes —dijo Lexa, quien sonaba algo decepcionada por una simple misión de limpieza—. Ser un conserje es aburrido.
—Al menos debe ser un lugar importante —dijo Dominique, quien intentaba motivar a su compañera.
—Estás en lo correcto —dijo Gabriel, entusiasmado—. El lugar que van a limpiar no es cualquiera, será la nueva base para los directivos, dicen que quieren tener un lugar apartado porque piensan que hay una conspiración por aquí.
—¿Y tú crees que es así? —preguntó Lexa.
—¿Quién podría conspirar contra los directivos? Son muy fuertes, sólo un tonto lo haría —dijo Gabriel, con un tono de seguridad como siempre—. Bueno, suban a la camioneta, está en el estacionamiento de enfrente.
—Síganme —dijo Vanesa, misma que aún era hechicera de Alto Grado.
El grupo siguió a la chica al estacionamiento frontal, Adrián se dispuso a seguirlos, pero fue frenado por Gabriel.
—No sé cómo —dijo el chico a su amigo, sostenía su hombro para detenerlo—. Parece que se están dando cuenta de las cosas, escuché en una junta que enviarían a varios Grado Puro a lidiar con un grupo de hechiceros malignos, sin embargo, con todas las circunstancias actuales, pienso que hay algo más detrás.
—Sólo un tonto conspiraría contra ellos —dijo Adrián y soltó una risa—. Aunque, el tema de la mudanza es sospechoso, ¿cuándo crees que esté lista?
—Habrá que esperar lo que diga Roman, si Jenna puede usar “La Prisión”, estaremos realmente cerca.
Adrián asintió. Ambos fueron al estacionamiento para alcanzar a su amiga. Riko los veía desde la ventana de la sala de juntas.
—¿Por qué Gabriel puede saltarse las juntas? —Su pregunta interrumpió el monólogo de uno de los directivos, quien se mostró ofendido.
—Es joven como Grado Puro para asistir a todas ellas, además, fue petición de Olivia —dijo Francis—. En sus palabras, si es muy importante no le revelen la información.
—¿Vendrá? —preguntó Riko—. Olivia, digo.
Mirko se mantenía atento a las palabras de Riko, la tenía a lado suyo en cada junta.
—Llegará en una hora —respondió Francis.
Todos los directivos miraban a Riko, en la mesa circulas había siete personas además de Riko, Mirko y Mikaela, además de algunas sillas vacías que, exceptuando la de Gabriel, no tenían dueño. Riko se levantó, y miró con aires de superioridad a los presentes.
—Vendré cuando ella llegue, no me interesa lo que todos ustedes digan, me importa más la voz de la verdadera directora de este lugar.
Riko se dirigió a las puertas de la sala de juntas, cuando estaba a punto de abrirlas fue frenada por la voz de Francis. Cuando se giró para escucharlo vio a Mirko y Mikaela tras de ella.
—Si ustedes se retiran ahora —dijo Francis, molesto por no poder controlar al grupo de hechiceros—, no los dejaré volver a poner el pie en esta sala. Saben que no dejamos a los profesores venir a las juntas y ustedes son la excepción por petición de Olivia.
—Tal vez porque realmente le caemos bien —dijo Riko y acomodó su fleco—. No me interesa si piensan correrme de aquí, como sea le puedo preguntar a Olivia después.
Francis se puso de pie, colocó los dedos de su mano derecha como si fuera a chasquearlos. Al notarlo, a sabiendas de que era la activación de la técnica ritual del hombre, Riko se puso a la defensiva, estiró su brazo hacia enfrente y puso la palma de su mano hacia abajo. La puerta a espaldas de Riko se abrió, llegó Olivia, misma que vestía ropa formal color gris.
—¿Qué pasa aquí? —Conforme hablaba su tono de voz aumentaba su agresividad—. ¿Otra vez están peleando?
—Bueno, él se puso con intenciones de atacarme primero —dijo Riko, sin quitar la postura de su brazo.
—Riko, baja tu brazo, no quiero que inicies otra pelea —dijo Olivia.
El comentario causó molestia en la profesora, quien no obedeció y se mantenía con su amenaza. Mirko vio la situación y los hilos de su camisa empezaron a separarse.
—Aumento —dijo Olivia.
Riko se desplomó en el suelo, era incapaz de levantarse. Mirko estiró sus brazos y envolvió con sus hilos a Olivia, los del otro brazo se dirigían a Francis, mismo que chasqueó los dedos. Mirko y Riko quedaron inmóviles, cada momento que pasaba la mujer aumentaba en peso, incluso el suelo comenzó a fracturarse por la fuerza que le era aplicada. Mirko tenía movimientos exageradamente lentos, sin embargo, sus hilos siguieron su trayectoria y envolvieron el brazo de Francis. Daniel se levantó y tomó un lapicero de la mesa, hizo un piquete en su mano lo suficientemente grande para sangrar por él, la herida cicatrizó al instante.
—Soy un buen contra si hablamos de ti —dijo Mikaela quien mantenía su técnica de curación sobre Daniel.
El resto de los directivos se pusieron de pie con una postura ofensiva. Todas las técnicas se desactivaron al mismo tiempo. Riko no podía ponerse de pie, sus piernas estaban fracturadas, Mirko se tiró al suelo para auxiliarla al igual que Mikaela. Para corroborar que las técnicas volvieran a funcionar, Mirko intentaba controlar sus hilos. Olivia se recuperaba de ser asfixiada por los hilos, se había tirado al suelo. Francis sostenía su brazo, estaba roto.
—Cúrala —dijo Mirko a Mikaela en cuanto vio que podía usar su técnica.
Mikaela puso sus manos sobre las piernas de Riko y empezó a curarlas, al lograrlo se puso de pie.
—Ahora te ayudo a levantarte —dijo Mirko a Riko.
Mikaela se dirigió a Olivia y la miró desde arriba, sin dialogar le dio una patada en el estómago.
—¿Y tú quién mierda te crees?
Su voz estaba alterada, incluso para sus dos amigos que la conocían desde hace años era algo extraño.
Francis se quejaba de su brazo mientras era atendido por Daniel.
—¡Cúralo, maldita! —gritó Daniel.
Lo único que recibió fue ser ignorado. Mikaela se acercó a Mirko y lo ayudó a poner de pie a Riko, quien, a pesar de estar curada, podía sentir el dolor. Salieron de la habitación.
—No vuelvan —dijo Olivia y les lanzó una carpeta—. Tomen esa maldita misión, cúmplanla y no piensen en volver a la escuela.
Mirko tomó la carpeta del suelo, pronto volvió a sostener a su amiga. Caminaron hasta las escaleras donde sentaron a Riko para que descansara las piernas.
—Pensé que le caíamos bien —dijo Riko, estaba notablemente molesta.
Pronto bajó un estudiante de Alto Grado, tenía el cabello desacomodado y usaba lentes.
—Gracias, Rubén —dijo Mikaela, el chico bajó algunos escalones y los miró de frente—. ¿Por qué nos ayudaste? Más bien, ¿cómo supiste?
—Gabriel me mandó a espiar —dijo el chico con algo de duda—. Siempre dice cosas como que lo importante pasa sin él, también dijo que en el peor de los casos usara mi territorio de anulación, como ahora.
—Eso debí suponer —dijo Riko y se puso de pie—. Gracias, si no es mucha molestia, ¿puedes seguir espiando?
Rubén asintió, volvió a subir las escaleras.
—¿Estás bien? —preguntó Mirko, quien se acercó a Riko.
—Me preocupa menos el dolor y mi estado físico que a ti. Lo que si me tiene preocupada es qué trae en la cabeza Olivia. Además, se digna a darnos más trabajo.
Mirko abrió la carpeta, entonces revisó los detalles de la misión. Era en un estado diferente, hablaba de una secta que estaba contra la escuela y enviarían a cuatro hechiceros de Grado Puro y dos de Alto Grado a la misión.
—¿Gabriel? —cuestionó Mirko al leer el nombre, Riko le arrebató la carpeta y Mikaela se acercó para leer—. ¿No lo enviaron a vigilar a los nuevos de Alto Grado?
—Es en dos días, se supone que volverá mañana, así que le sobra tiempo.
—También a Vanesa y Adrián. Me sorprende que no pusieran a Jenna —dijo Mikaela, captó la atención de sus dos amigos—. Digo, con eso de que cuando era Bajo Grado la mandaron a cosas peligrosas.
Era cierto, el nombre de Jenna no figuraba en la lista de los encargados de la misión. Aquellos que mencionaron junto a ellos tres, eran los encargados de lidiar con la secta.
La camioneta había salido ya hace unos minutos, Gabriel se encontraba en los asientos traseros junto a Adrián y resto de hechiceros de Alto Grado, jugaban a las cartas. Vanesa se limitó a cantar su música durante todo el camino. Llegaron tras algunas horas a su destino, era un poblado pequeño, no había rastro de tener habitantes.
—Tendrán que revisar cada casa, lo que más les importa a los directivos es la alcaldía, supongo que les gusta lo espacioso —dijo Gabriel, los cuatro hechiceros encargados habían bajado de la camioneta.
—¿Desde cuándo eres tan obediente a ellos? —preguntó Vanesa con tono de burla.
Gabriel cerró la puerta de la camioneta. Los cuatro hechiceros empezaron su misión desde fuera, querían evaluar el nivel de amenaza de los entes malignos.
—Podías quedarte con ellos —dijo Vanesa, su tono era serio y con un poco de reproche—. No es necesario que vengas, no es una batalla que Adrián y yo no podamos lidiar.
—Nos mandaron a los tres —dijo Gabriel, se pasó al asiento del copiloto y miraba por la ventana.
Siguieron su viaje, pronto llegaron a la zona urbana.
—No recordaba tanto el tráfico —dijo Gabriel mientras veía el lento avance de la camioneta—. Adrián, eres de aquí, ¿no?
—Sí —dijo Adrián con un tono tranquilo—. Tal vez podríamos ir a ver a mis papás si sobra tiempo.
—Sobrará demasiado —dijo Gabriel—. Sólo debemos recoger algo e irnos, incluso si hay entes malignos, los eliminaremos fácilmente.
—Con esto nos ascenderán a Grado Puro —dijo Vanesa con una sonrisa en su rostro—. Por fin nos empezaran a pagar por las misiones.
Llegaron a una zona departamental cercana al centro de la ciudad, varias patrullas se acercaban al lugar. Estacionaron en un supermercado, bajaron del coche y empezaron su caminata hacia la estación de metro cercana.
—Si hay personas será más fácil, los entes malignos suelen salir más con personas que están solas —dijo Gabriel.
Bajaron las escaleras para acceder al metro, una vez ahí encontraron la zona cercada y cuidada por policías. El grupo de hechiceros se acercó.
—¿Por qué la vigilancia? —preguntó Vanesa a un policía.
—No pueden estar aquí —dijo el policía con seriedad—. En todo caso deberían saber por qué. Han ocurrido desapariciones en los intentos de reconstruir la estación, supongo que sabrán del incidente de hace algunos años.
—Sí, sabemos de eso —dijo Vanesa—. Bueno, entonces tomaremos otra ruta, gracias, oficial.
El grupo se retiró, cuando estuvieron a mitad de las escaleras se detuvieron.
—Entraremos por la alternativa —dijo Gabriel—. Ya decía yo que no iba a ser fácil.
Rodearon la cuadra, había una entrada exclusiva para empleados cerca de una plaza. Llegaron pronto, sin embargo, al llegar a la ubicación de la puerta en el piso subterráneo de la plaza, se encontraron con un muro de pavimento.
—La sellaron —dijo Vanesa—. Supongo que era más fácil y barato que contratar guardias.
Gabriel formó un martillo de dos manos con su técnica ritual, entonces empezó a golpear el muro. Sabía que llamaría la atención con el ruido, cuando se agrietó lo suficiente miró a Adrián.
—Usa dos cartas ahí —dijo Gabriel.
Adrián sacó una baraja de su bolsillo y lanzó dos cartas a la grieta, eran dos reyes. El muro cayó, la puerta que buscaban se reveló frente a ellos.
—¿Vamos? —dijo Gabriel.
Abrieron la puerta y pasaron a través de ella. Caminaban sobre los escombros que había en el suelo, alumbraban con la linterna de sus celulares y no notaban presencia alguna.
—Pensé que estaban reparando —dijo Vanesa—. Se ve idéntico a aquel día.
Avanzaron un piso más hacia el subterráneo, llegaron a las vías del metro, destruidas.
—Aquí fue todo —dijo Gabriel y bajó a las vías, se mantenía en silencio—. Debe estar por aquí lo que estamos buscando.
Cada uno recorría su camino, Mía permaneció en la Escuela Superior de Hechicería, estaba en el salón de Mirko, vigilaba que nadie entrara. Cuando abrió uno de los cajones vio una lista con las cartas del Tarot que tenían, desde que Jenna encontró a “La Sacerdotisa” no habían recibido actualizaciones. Mía miraba por la ventana ocasionalmente. En un momento dado se sentó frente al escritorio y levantó su manga izquierda, tenía un tatuaje con la forma de una cruz. Estaba agrietada, no era parte del detalle del tatuaje.
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