La prisa no trae nada bueno (VI)

El hombre dejó de tocar tras unos segundos, se giró a las chicas. Su bigote blanco al igual que su cabello resaltaban en él, no se veía como un hombre viejo, en realidad parecía de unos treinta años. Con su mano derecha hizo un gesto como si pasara algo a alguien frente a él. Desde el suelo apareció la figura de una mujer con un vestido blanco, hacía un contraste con el traje negro del hombre.

—¿Son fantasmas? —preguntó en un susurro Lexa—. Yo los veo bastante reales.

La mujer se agachó para tomar el violín en sus manos, cuando se irguió de nuevo miró a ambas chicas, quienes se mantenían alerta de la situación.

—¿Pueden vernos? —preguntó la mujer, en su voz se distinguía algo de sorpresa.

Lexa y Jenna quedaron sorprendidas, no era la voz o el trato que esperaban, la amabilidad y calidez que transmitieron aquellas palabras hicieron que quitaran la postura de defensa.

—Sí, podemos verlos —dijo Jenna y empezó a acercarse con pasos pequeños.

La mujer mostró un gesto alegre con una sonrisa, entonces posó el violín en su hombro.

—Tomen asiento —dijo la mujer, mantenía la sonrisa—. Me gustaría que escuchen nuestro dueto.

Jenna y Lexa se sentaron en unas cajas polvorientas, una vez se acomodaron y enfocaron sus miradas en la pareja, el piano comenzó a sonar nuevamente. El rostro de la mujer cambió, se volvió melancólico y apagado de golpe, cuando el piano ya había sonado durante unos segundos el violín le hizo compañía. Pasó poco tiempo para que la mujer empezara a cantar con una voz que transmitía tristeza en su tono, pero era inigualable al ser escuchada.

Y si mi amor no es suficiente.

Debería dejar de amarte.

Debería dejar de esperarte.

Nunca he sido la más paciente.

Deseo tu Sol en mis manos.

Deseo ser la nieve de tus inviernos.

Ser tu frío del pasado.

El calor de lo deseado.

Tras el breve coro, la música volvió a dominar el sótano, Lexa y Jenna escucharon atrapadas por el espectáculo hasta el final. Cuando la música calló, la mujer se acercó al hombre y besó sus labios, en el rostro de ambos había un semblante de satisfacción. La mujer se giró hacia sus espectadoras.

—Gracias, niñas —dijo con un tono maternal—, tómenlo como agradecimiento.

Ambas figuras desaparecieron, el violín cayó al suelo y se rompió, algo brillaba en su interior. Las chicas se acercaron, cuando estuvieron frente al instrumento su interior dejó de brillar. Jenna metió la mano por un hueco y sintió una forma rectangular, al sacarla vio una carta con una brújula dorada.

—Otra carta del Tarot —dijo Lexa.

Jenna la giró para revelar la carta, sin embargo, estaba tapada por una nota. “Técnica ritual de liberación, shikigami”. La nota confundió a Jenna, quien también notó unas iniciales escritas en el borde inferior derecho: “IN”.

—¿Qué harás? —cuestionó Lexa.

—Entregarla a la escuela —respondió Jenna y guardó la carta en su bolsillo.

—¿Por qué? —preguntó Lexa, misma pregunta que alarmó a su amiga—. ¿No te parece raro? Justo ahora empiezan a aparecer cartas, cuando entraste al mundo de la hechicería,

Jenna pareció meditar la pregunta por un momento, sin embargo, se limitó a sacudir la cabeza y tomar camino a la salida del sótano. Sabina las esperaba fuera, se vio contenta cuando vio salir a sus amigas.

—¿Están bien? Me preocupaba que no salían.

—Sí, estamos bien —dijo Jenna—, la leyenda era cierta, pero no era nada peligroso, sólo un concierto.

Le contaron lo ocurrido a Sabina, ella se mostraba más intrigada por el mundo de la hechicería.

—¿No creen que el Tarot tenga algo más importante de lo que parece en la hechicería? Es muy frecuente en las pláticas que tienen —preguntó Sabina.

—Tal vez —dijo Jenna algo cortante—, pero esas preguntas las resolveré hasta volver a la escuela.

Cada una volvió a su casa, justo a tiempo para la cena de Navidad. Jenna estuvo sola con su madre y una tía, la chica se limitó a asentir y esperar que su madre respondiera cuando recibiera preguntas, era un mal hábito de ambas. Se fue a acostar alrededor de las dos de la madrugada, ya con su pijama y sentada a la orilla de la cama se dedicó a observar la carta, no le había despegado la nota.

—¿Por qué son tan necias? Apenas me deshice de una de ustedes.

Jenna arrancó la nota y la puso a un lado suyo, entonces vio la carta, era “La Sacerdotisa”. La chica puso la carta en un buró a lado de su cama, hizo lo mismo con la nota. Se recostó y se envolvió en la cobija, cerró los ojos. Intentó dormir por varios minutos, pero era imposible, en su mente no dejaba de pensar en qué sería el ritual de la nota. Tomó su celular y buscó la palabra que desconocía: “shikigami”. Su búsqueda en internet le reveló que un shikigami era una especie de guardián en la cultura japonesa.

—Entonces invoca un guardián —dijo Jenna para sí misma y apagó el teléfono al instante.

Tras un intento fallido de dormir volvió a sentarse en la orilla de su cama y encendió la lámpara del buró. Tomó la carta del Tarot y la analizó.

—Suena más buena que mala, además, si invoca un guardián podría ser útil.

Jenna lo pensó durante un momento, se puso de pie en su habitación y levantó la carta.

—Técnica ritual de liberación—dijo con una voz moderada para que su madre no la escuchara—, shikigami.

La carta desapareció de su mano, frente a Jenna apareció una mujer alta y pelirroja, su cabello estaba descuidado. Lo primero que llamó la atención de Jenna fue el vestido blanco similar al de la mujer del violín y los ojos verdes que estaban sobre marcas negras del rostro de la aparición.

Miró a los alrededores en un instante, pronto se dirigió a Jenna.

—¿Dónde estoy? —preguntó con una voz calmada, sin embargo, sus ojos se mantenían alerta—. ¿Dónde está Iván?

Jenna se mostró confundida, no era lo que esperaba de un guardián.

—¿Iván? —Jenna no relacionó el nombre al instante—. Me llamo Jenna, soy una estudiante y encontré una carta, recité el ritual de la nota y aquí estás.

—¿Tienes la carta?

Jenna se negó con la cabeza.

—¿No conoces a Iván?

Jenna volvió a negar.

La mujer se quedó pensativa un momento, pronto estiró su mano hacia Jenna.

—Me llamo Mía —dijo mientras era correspondido su saludo—. De casualidad, ¿sabes de qué carta se trataba?

—La Sacerdotisa.

—Ahora entiendo —dijo Mía, más para ella misma que para Jenna—. Debió sellarme en la carta.

Al escuchar la palabra, Jenna relacionó a Iván con lo que había escuchado de su padre.

—Espera, ¿con Iván te refieres a Niko?

El gesto de Mía se tornó de sorpresa ante la revelación de la chica.

—Sí, ¿qué sabes de él?

—Está sellado —dijo Jenna como único recuerdo—, es todo lo que sé.

Mía mostró una cara de decepción. Jenna cayó sentada en su cama, sintió mareos y empezó a tener una vista borrosa.

—¿Estás bien, niña?

—Sí —respondió mientras se recostaba—, sólo fue mucha energía. Puedes sentarte o acostarte.

Jenna empezó a suspirar mientras se recostaba lentamente en su cama. Mía se acercó, tenía algo de preocupación por quien la había liberado, al ver su estado tan débil levantó la palma de su mano de la que salió una flor que arrancó.

—Come un poco, los pétalos de esta planta ayudan a sanar cualquier mal.

Jenna masticó los pétalos de forma inconsciente, pronto cayó dormida. Mía, sin mucho más que hacer, se recostó a lado de Jenna y se dispuso a vigilarla hasta que quedó dormida. La joven abrió los ojos, frente a ella vio a Mía sentada en su ventana, veía el exterior.

—¿Te sientes mejor? —preguntó Mía y volvió su mirada a Jenna.

—Sí, ¿qué pasó?

—Bueno, debió ser por romper el sello.

—¿El sello?

—Ayer no pudimos hablar mucho, se te acabó la energía y te quedaste dormida, te di una planta medicinal, por cierto.

—Gracias, ya recuerdo. ¿A qué te refieres con sello? Escuchó mucho de eso cuando hablan de Niko, incluso le dicen “El Sellado”.

—No sé cuánto haya pasado desde ese día, pero estoy segura de que años. —Mía había devuelto la mirada al exterior, en sus ojos se notaba una extraña tristeza que intentaba ocultar—. Para mí fueron setenta y tres años, no me veo de la edad, por supuesto, me veo de veinticuatro, la edad a la que fui sellada. ¿Qué sabes de Niko?

—Que es el hechicero más fuerte que ha existido.

—Al menos le mantienen un grado de respeto, ¿quiénes te han hablado de él?

—Profesores, mi padre, en realidad poca gente.

Mía hizo una mueca de disgusto al escuchar la palabra profesores, pronto se explicó.

—¿Les enseñan magia en una escuela o algo así? ¿O ya es de conocimiento público?

—Bueno, existe la Escuela Superior de Hechicería, ahí estudio yo. ¿Conociste a Niko?

—Definitivamente. Niko no sólo fue un hechicero poderoso, ¿por qué crees que está sellado? Porque no pudieron matarlo.

—¿Lo mismo pasó contigo?

—No, Niko fue quien me selló, de eso estoy segura. Aunque, aún no encuentro propósito en haberlo hecho.

—¿Por qué querían matarlo? ¿Sentían envidia de su poder?

—Quién no. Pero no, no era por envidia. Niko, así como fue el hechicero más fuerte, fue el asesino de hechiceros más peligroso de la historia. Cuando se dio cuenta de sus actos fue tarde, sin embargo, me mantuve a su lado, creí en él hasta el final.

—¿Por qué se dedicó a asesinar hechiceros?

—Quien sabe, él decía que la magia era un mal en el mundo, que fue dada erróneamente a los humanos, quizá él era la prueba viviente. Te sorprendería saber que fue el primero con la idea de hacer una escuela para hechiceros.

—Entonces Olivia robó la idea.

Mía se giró agresiva hacia Jenna tras escuchar el nombre.

—¿Olivia qué?

—Es la directora de la escuela, quien da la clase de historia de la hechicería.

—Dime algo, ¿qué rol se pone ella en la historia?

—Dice que es la maestra de la segunda generación de hechiceros, el único interés romántico de Niko, la encargada de sellarlo y la fundadora de la escuela.

Mía se limitó a hacer un gesto de desagrado ante las palabras de Jenna.

—¿Algo de eso es mentira? —preguntó Jenna al ver la reacción de la mujer.

—Mucho, pero no es problema. ¿Segunda generación? Supongo que los dividió por épocas.

—Así es, yo soy de la cuarta generación.

Mía bajó de la ventana y se acercó a Jenna, le desacomodó el cabello.

—¿Con qué técnica me invocaste? —preguntó Mía.

Jenna señaló la nota, la mujer la leyó y sonrió.

—Usa técnica de retención de shikigami, así volveré a la carta. Deberías dársela a alguien en quien confíes.

—¿Qué pasará contigo?

—Estaré en un mundo imaginario dentro de la carta, hasta que me vuelvan a liberar.

—¿Puedo hacerte una última pregunta?

Mía asintió.

—¿Por qué seguías a Niko si era un asesino?

—Por amor, amor ciego, algún día entenderás esa clase de amor.

Jenna recitó la técnica ritual. Mía desapareció y se transformó en una carta que cayó al suelo, la chica la recogió y se mantuvo pensativa con una única idea en mente: “Por fin alguien me dijo la verdad”. Las vacaciones terminaron pronto, Jenna nunca comentó el tema con su padre o sus amigas.

—Hola —dijo Gabriel cuando vio llegar a Lexa y Jenna a la estación de autobuses.

—¿No te castigarán de nuevo? —preguntó Jenna mientras lo saludaba con un abrazo.

—No mandaron a nadie, ni siquiera a mí, no le veo lo malo.

El viaje a la escuela no fue diferente a la primera vez, incluso Vanesa los recogió en su coche. Al llegar a la escuela Lexa se dirigió a su habitación. Jenna fue recibida por Riko.

—Me contaron lo del estadio —dijo Riko y se puso a lado de la chica mientras caminaba y dejaba atrás a Gabriel y Vanesa—. Estuviste genial, además obtuviste una carta de las importantes. También me alegra ver que tus heridas ya sanaron del todo.

—Quería hablar contigo y Con Mirko, si era posible.

Las palabras de Jenna fueron serias y directas, Riko comenzó a sospechar de qué se trataba.

—¿Traemos a los dos de atrás?

La chica asintió. Fueron al lugar de reuniones con Mirko, mismo que observaba la carta de La Muerte, aún sin color.

—Jenna quiso venir a verte —dijo Riko que había entrado sin previo aviso—, dijo que te extrañó mucho en vacaciones.

Todos entraron y Riko cerró la puerta. Jenna no dijo nada, se limitó a acercarse al escritorio de Mirko y mostrar la carta de La Sacerdotisa. En el gesto de todos se marcó una notoria sorpresa.

—¿Dónde la conseguiste? —preguntó Mirko y guardó la carta que él tenía en un cajón cercano.

—Digamos que una misión secundaria, pero hay algo más que quiero mostrarles. Técnica ritual de liberación, shikigami.

La carta desapareció de la mano de Jenna, Mía apareció sobre el escritorio con el mismo aspecto que previamente había mostrado. Su mirada confundida cambió a sorpresa al ver a Mirko y Riko.

—¿Mía? —preguntaron al unísono.

Mirko se levantó de un momento a otro y los hilos de la sudadera que vestía empezaron a separarse y formar una daga.

—Sin agresividad—dijo Mía y se bajó del escritorio—. ¿Hace cuánto que terminó la guerra?

—Años —respondió Riko, de su mano salía un gusano de un metro de largo—. Estás registrada como fallecida, Niko te mató.

—¿Eso dicen? —preguntó Mía, se acercó a Jenna y la abrazó por el hombro—. Pero aquí estoy, mi gran amiga Jenna me liberó.

—¿Todas las cartas tienen a alguien dentro? —preguntó Gabriel.

—Sólo en las que sellaron a alguien, ¿tienen a La Muerte? —respondió Mía.

—¿Qué te importa? —respondió al instante Mirko.

—Quiero destruirla de ser posible. Tal vez sea el modo más fácil de matarla.

—¿De qué hablas?

Tras la pregunta de Riko, Mía soltó a Jenna y se sentó frente al escritorio, cruzó las piernas y miró por la ventana de su derecha.

—De la Señorita Muerte. —Lo que dijo y el tono tranquilo y serio en que lo hizo bajó el estado de alerta de todos en la sala—. No habrán oído de ella por ese nombre, tal vez solamente la conozcan por ser la protectora de Niko. Quiero destruir la carta por lo que conlleva, si es liberada de nuevo, me temo que no existe hechicero que pueda frenarla.

—Pero es su protectora, ¿no? —preguntó Gabriel.

—Es lo que parecía, no entiendo por qué Niko me selló antes de revelarme tales secretos, sin embargo, estoy consciente del peligro que conlleva sin él aquí. Mi último encargo fue ese, destruir la carta.

—Debes saber lo otro, ¿no? —dijo Mirko.

—Sí, pero tengo que negarme —respondió Mía mientras se trababa un poco su voz—. Incluso si es la única forma de liberar a Niko del sello, prefiero la paz que él buscaba, incluso si es algo diferente.

—Ya lo intenté —dijo Riko, quien se había colocado a lado de Mirko—, pero parece indestructible, Mirko también trató.

—Se necesita un poder equiparable. No es que ustedes sean débiles, simplemente estas cartas tienen un poder superior al de cualquiera.

—Menos al de Niko —dijo Gabriel, casi como si completara el pensamiento de Mía—. Eso nos pondría en una paradoja.

—Nada garantiza que Niko no nos quiera matar en cuanto nos vea —dijo Mirko.

—¿Recuerdan cómo se veía? —preguntó Mía.

—Cansado —dijo al instante Riko—, recuerdo su mirada, las ojeras que tenía, su cabello nunca estaba peinado y tenía una coleta.

—También usaba esa ropa casual siempre, la playera negra de cuello alto, su sudadera y mezclilla. Nunca lo vi con algo diferente. —Mirko trajo a la memoria para completar lo que decía Riko—. ¿Por qué la pregunta?

—Curiosidad. Sólo eso.

—¿Dónde? —preguntó Gabriel—. ¿Dónde podemos conseguir ese poder?

—En otra carta —dijo Mía y se giró hacia Jenna—. Si la chica de aquí usa “Purificación” en una carta, debería ser capaz de destruirla.

—Vienes de la carta, ¿no puedes hacerlo tú? —preguntó Gabriel con curiosidad.

Mía se mantuvo pensativa un momento, volteó a ver a Gabriel.

—Mi especialidad es la de una bruja verde, la naturaleza y todo eso. Veo más la carta como una prisión que otra cosa.

—¿Estás segura? Si tanto obedecías a Niko no creo que te quisiera aprisionar.

—¿Por qué no lo liberamos? —preguntó Jenna—, si está Mía tal vez se tranquilice.

—Porque no suena muy racional que digamos —dijo Roman mientras entraba a la sala acompañado de Adrián—. Es un asesino de hechiceros y quieren que un grupo de hechiceros lo libere.

—¿Qué hace aquí? —preguntó Jenna con molestia—. ¿Por qué nadie parece sorprendido?

—Nos ha dado información desde que trajimos la carta de la Muerte, dijo que quería preguntarte algo importante —dijo Mirko.

—¿Viste algo la noche que apareció la carta? ¿Una silueta con mantas negras? —preguntó Roman.

—¿Cómo sabes?

—Entonces es correcto lo que suponía —dijo Roman—. Esa no es la muerte.

Todos miraron con sorpresa al chico, quien tomó una hoja del escritorio.

—A quien llamas señorita muerte murió hace años —dijo mientras se refería a Mía—. De eso trató mi investigación.

—Si sólo investigabas, ¿por qué nos atacaste? —preguntó Jenna.

—Porque la Escuela Superior de Hechicería sólo trae problemas a donde va, la última vez que los vi casi me matan, pensé que obedecían órdenes estrictas de los directivos.

—Eso explica el por qué te querían mandar sola —dijo Gabriel—. Ellos debían saber que Roman estaba ahí, así que si lo culpaban del asesinato de una estudiante podrían cazarlo en paz.

Todos se mantuvieron pensativos por un momento, Jenna hizo una pregunta por mera curiosidad.

—¿Lo dejan salir de las instalaciones?

—A veces, cuando los directivos quieren revisar, para ellos está fugado —dijo Mirko.

—Sin embargo, aquí lo tenemos —dijo Adrián.

—Entonces lo liberaremos —dijo Mía, en un intento de aclarar la situación.

—Así es —dijo Riko—. Es la mejor opción, incluso si es mentira que no es la muerte quien dejó la carta, necesitamos a Niko para destruir el resto.

—Aun así, nada garantiza que nos ayude. —Jenna se encontraba confundida con la situación, sin embargo, intentaba mantenerse al margen de todo—. ¿Cuándo lo liberaremos?

—Dentro de un año —dijo Gabriel sin permitir que alguien más respondiera—. En el caso de que no nos ayude, podríamos sellarlo en una carta como a Mía en su momento, pero la única capaz de eso es Jenna por su técnica ritual.

—Pero necesita entrenamiento —dijo Riko, comprendía por qué Gabriel proponía ese lapso—. Entonces lo haremos hasta que sea enviada a misiones y domine su ritual totalmente.

Jenna no entendía la situación. La responsabilidad comenzaba a caer totalmente sobre ella y su técnica ritual.

—Puedo ayudar —dijo Mía—. Si quieren la protejo y eso, puedo guardarme en la carta. Además, puede servirle para idear una forma de sellar a Niko en una carta.

—Creo que tengo información de eso —dijo Roman.

—Bien, Mía, serás la guardiana de Jenna —dijo Mirko—. En cuanto a Roman, sólo puede estar cerca de Jenna si Gabriel está cerca. Riko y yo haremos lo que podamos para disimular el tema.

—Bien, esto es demasiado —dijo Vanesa—. Estamos esperando demasiado de todo y todos, supongamos que liberamos a Niko. Para empezar, hay que evitar ser descubiertos y que los directivos nos maten. Pero, supongamos que lo logramos, si no nos ayuda tenemos de dos, lo sellamos o morimos. En el extraño caso que nos ayude, no tenemos todas las cartas para destruirlas. ¿Me estoy confundiendo en algo?

—Puliremos el plan conforme avancemos —dijo Mirko—. Por ahora, sigan sus vidas normales, hay que fingir que todo está bien.

Salieron del lugar con algo de disgusto, Jenna selló a Mía en la carta y la liberó en su habitación.

—Vaya, son algo lindos —dijo Mía al ver la habitación—. ¿Para qué me llamaste?

—Quiero aclarar mi mente y mis dudas. En primer lugar, ¿qué era realmente Niko? Dicen que era malo, sin embargo, quieren liberarlo.

Mía sonrió con complicidad.

Etiquetas: fantasía juvenil

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