El comenzó de una nueva etapa

Marina cerró los libros con un suspiro. La lámpara de su escritorio apenas iluminaba las hojas llenas de fórmulas y resúmenes que había repasado durante horas. Miró el reloj daban las dos de la mañana. Se levantó, con cuidado de no hacer ruido, y se dirigió a la cocina en busca de un vaso de agua, el silencio de la casa era interrumpido por los ronquidos de su  hermano menor y el ruido del televisor en el cuarto de sus padres. Marina sabía que debía dormir, pero el insomnio la mantenía despierta e inquieta. 

Ser la única hija y la mayor de la familia no era fácil, desde pequeña, sus padres la habían cargado con responsabilidades. Preparar a su hermano para la escuela, ayudarle con las tareas, y a veces hasta cocinar cuando su madre estaba ocupada. Ahora, con el examen de ingreso a la universidad tan cerca, la presión era insoportable. Sabía que sus padres esperaban que ella fuera la primera en la familia en ingresar a la universidad, y no quería decepcionarlos. 

A la mañana siguiente, Marina se despertó con el sonido del despertador y se levantó con dificultad, el cansancio le pesaba en los párpados y la ansiedad le apretaba el pecho, en la escuela, trataba de concentrarse en las clases, pero sus pensamientos siempre volvían al examen. Las dudas la perseguían : “¿Seré capaz? ¿Y si no paso? ¿Qué pensarán mis padres?”

Una semana después, llegó el día del examen, Marina apenas había dormido la noche anterior, se sentó en su escritorio, sintiendo el frío del aula. A su alrededor, los otros estudiantes parecían estar igual de nerviosos, cuando le entregaron el examen, intentó respirar profundamente y concentrarse, pero a medida que leía las preguntas, el pánico la invadía, las respuestas se le escapaban de la mente y las manos le temblaban. Salió del examen sintiéndose derrotada.

Los días siguientes fueron una tortura, la espera de los resultados se volvió interminable, Marina intentaba ocultar su ansiedad frente a sus padres y hermano, pero cada vez que alguien mencionaba el examen, sentía que el mundo se le venía abajo, finalmente, llegó el día de los resultados. Marina abrió la página web con manos temblorosas, sus ojos buscaron su nombre en la lista, pero no lo encontraron. No había pasado.

El peso del fracaso la aplasto, se encerró en su cuarto y lloró hasta quedarse sin lágrimas, sus padres intentaron consolarla, pero ella solo sentía vergüenza y desilusión. Durante días, se negó a salir y apenas comía, sus hermano la miraba con preocupación, pero Marina no sabía cómo enfrentar la situación.

Una tarde, su madre entró a su cuarto y se sentó a su lado. “Marina, entiendo que estés triste, pero esto no es el fin del mundo”, le dijo con suavidad. “Tienes otra oportunidad. La vida no siempre sale como uno espera, pero no podemos rendirnos”. 

Unos meses después, Marina se presentó nuevamente al examen. Esta vez, se sentía más preparada y confiada. Cuando llegaron los resultados, su nombre estaba en la lista de admitidos, la alegría que sintió fue indescriptible, miró a sus padres y hermano, que la abrazaban con orgullo, había aprendido que el fracaso no es el fin, sino una oportunidad para volver a intentar con más fuerza.

Marina entró a la universidad con una nueva perspectiva, sabía que el camino no sería fácil, pero estaba decidida a seguir adelante y ahora entendía que el apoyo de su familia y su propia perseverancia eran su mayor fortaleza. Y con eso, estaba lista para enfrentar cualquier desafío que la vida le presentara.

Etiquetas: cuento corto

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