A medida que el cuerpo se descompone frente a él, pudo ver como poco a poco la piel quemada se desvanecía en una masa de pudrición hasta que ya no había carne alguna.
Ahí frente a él solo quedaban huesos, reposaban en total paz en el suelo de ese plano, blancos e inertes y hermosos. Él solo pudo discernir de las cuencas vacías del apaciguado esqueleto, la sombra de unos ojos azules y oscuros.
Fríos y llenos de odio dirigieron su mirada hacia él.
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