Ojalá fueras árbitro

Ojalá fueras árbitro

Rafael Medrano

29/03/2018

Tengo muchos años viviendo en Managua, pero aún sigo siendo el argentino. Bueno, sólo lo soy en el bar que siempre frecuento para ver jugar a la selección. Soy afortunado: llego, me siento al fondo, me sirven mi cerveza y me traen mis cigarrillos. Todo está guionizado. Me gusta cumplir con mi papel del gordito solitario que putea al árbitro. Me fascina.

Si lo piensas bien, siempre debe haber un gordito que fuma como loco y se desespera puteando al colegiado. “Arbitro de mierda, la madre que te parió” lo grito, vuela un botón de la camisa. Me avergüenzo: Todas las miradas están en mí. También está la chica que no sabe nada de fútbol pero que está con su novio en el bar. Si recorremos el lugar con la mirada nos encontramos con la chica que, si sabe de fútbol, que lo vive y se revuelve en su butaca cuando su equipo marca un gol. Un poquito más al frente están los grupos de amigos que van en contra de tu equipo –éstos son tus enemigos. Pero para ellos sólo sos el gordito del fondo-, gritan cómo locos y beben como cuerdos. “Una estupidez”, me digo.

–¿Qué pasó, argento? ¿más cerveza?

–sí, por favor. Si podes, trae un arbitro nuevo.

El partido va bien los primero quince minutos. “estamos dominando”, pienso mientras enciendo un cigarrillo. La luz del bar me parece adecuada para adornar unos cuantos “vente a la mierda, arbitro hijueputa”. Entonces la catástrofe pasa: La Argentina se come 6 contra España. Todos en el bar gritan, se abrazan, yo no puteo al Árbitro. “La madre que parió al fútbol”, susurro para que nadie me oiga. Bebo de una mi cerveza, enciendo otro cigarrillo con el que está a punto de apagarse.

Tengo tanta mierda rezagada que siento que estoy a punto de tirarme un pedo y explotar. Pido la cuenta, me la lleva el cantinero haciendo una mueca compadeciente. “ya, hombre, nadie se ha muerto”, le digo. “tal vez en el mundial”, me contesta. Me levanto y estrecho su mano, giro para irme pensando que ese tal vez en el mundial no ha llegado… desde el 86 lo estoy esperando.

–Adiós, argentino –me dice un chico que está en la barra, mientra me muestra seis dedos.

–ojalá fueras árbitro –le dije.

Se rieron todos. Fue lo mejor de la tarde.

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