En un pueblo de mi hermosa sierra llamado Atacocha, tiempos aquellos donde viví mi infancia, tal parece que nuestro creador había trazado el destino para disfrutar de la maravillosa vida que se nos había otorgado, y junto a mis amiguitos de antaño se desarrolla esta narración en uno de los parajes de los chalets mineros, los cuales eran casas construidas para soportar las inclemencias del tiempo, propios de esos lugares, se veían muy acogedoras, tenían lo necesario y sobre todo mucho amor como el hogar que habían formado mis dos maravillosos Padres, Julia y Alberto.
Les cuento que allí se conversaba frecuentemente de personas muy singulares que de vez en cuando aparecían por el pueblo y eran tanto las ansias de conocerlos y sobre todo verlos en vivo, tal vez interactuar con ellos; así fue apareciendo en mi vida estos peculiares personajes como el Chachamono, el Lacsho y el Rintintin. Ya se nos habían dicho que no lo deberíamos molestarlos, pero teníamos en ese entonces el afán del ser humano que nos induce a fastidiar sobre todo cuando alguien es extraño o diferente a nosotros ya sea por sus cualidades o características físicas. Así que llegó ese gran día donde por el horizonte de los caminos de la Laquia, lugar que permitía ver gran parte de mi hermoso terruño; empezaba aparecer el ya famoso y esperado personaje de antaño, el Chachamono. Ya todos sabíamos y nos habíamos pasado la voz que estaba ingresando al pueblo y poco a poco con su paso lento se veía con más claridad su imagen, era entonces cuando nuestros corazones aceleraban sus latidos, nos embargaba la curiosidad y el deseo de la aventura y tal vez en el afán de vivir extremadamente esta experiencia hablábamos en voz baja; ¿cómo será?, ¿cómo será? Ya se acerca, ya se acerca, los ojos se llenaban de brillo y aumentaba la respiración al punto que las emociones eran más que la razón de estar esperándolo allí; con mucha ansiedad nos mirábamos unos a otros y asumimos que él también sabría que lo esperábamos, porque aceleraba el paso y levantaba la mirada hacia el horizonte donde estábamos que, hasta el momento había mantenido solo mirando su camino; ya cuando estuvo más cerca se empezaron a escuchar las voces de los más osados, ¡allí está el Chachamono!, ¡allí viene el Chachamono! Es cuando pudimos ver a un personaje de mediana estatura, cara ancha, ojos grandes y vivos, su ropa rota y agujereada; eran resultado de sus andanzas de caminar de un pueblo a otro y con los pies casi descalzos por las botas de jebe rotos y gastados, colgaba de hombro una talega y manta gastada por el tiempo; apresuraba su paso, porque un montón de niños, incluyéndome, le empezábamos a gritar ¡Chachamooooonoooo! por su aspecto; él parecía bondadoso y de buenas intenciones, sino por qué tendría que venir a mi querida Atacocha, se escuchó nuevamente ¡Chachamooooonoooo!, ¡Chachamooooonoooo!, se repetía a viva voz y en coro, ahí es cuando el hombre se enfurecía y ya enojado a cada grito que tal vez le haría recordar el sufrimiento de no ser aceptado y en su corazón más puro diría: ¿Por qué me pasa esto a mí? Teníamos un prejuicio sobre él – ¡cómo te portes mal, el Chachamono te llevará! – si nunca se había llevado a nadie ni lo haría jamás, él solo quería estar, tal vez, un momento con nosotros y ser comprendido como todos, pero ya estaba en nuestras mentes que él sería un sujeto de amenaza, burla y tal vez hasta de risa; ¿por qué?, ¿por qué?, si no nos había hecho nada; su corazón lloraba por dentro, al no aceptado y amado. Al rato se escuchó un retumbo de ¡Chachamoooonoooo!, el hombre abrió los ojos tan grandes como el cielo y se apresuró a agacharse para coger el primer objeto que tendría a la mano: una piedra, dos, tres piedras y los lanzaba tan fuerte y tan lejos como los podía hacia la nosotros. El miedo y la risa inundada el campo por todos los lados, ¡Chachamoooonoooo!, ¡Chachamoooonoooo! Y las piedras seguían volando a donde quiera, se escuchaban las voces que se combinaban con quejidos de algunos que eran alcanzados por ellos; se supo de lamentos posteriores, esto sucedía tan rápido que el pobre hombre terminaba tan cansado sumado a la travesía que había realizado para llegar, lo cual no comprendíamos su dolor y nosotros un tanto satisfechos por la hazaña, y por qué si el pobre hombre nunca nos había hecho nada, solo por el afán de fastidiarlo y pensar en molestarlo porque era diferente. Era parte de nuestra vida infantil con todos sus arraigos de ese entonces, ¿que hacíamos luego?…nada y todo, seguíamos con nuestra libertad de soñar, y el Chachamono? iría a otro pueblo donde tal vez le esperaba lo mismo, ya que, nuestras costumbres siempre lo perseguiría ¿y cuándo acabaría esto para él?, no se sabe, todo solo porque de chicos nos dijeron …que nos llevaría y él nunca se había llevado a nadie, ni lo haría . Nunca más se supo de él en mucho tiempo y nosotros crecimos y ya teníamos otros juegos. Alguna vez me pregunté si yo fuera el Chachamono y saber que no consideren mi sensibilidad y mi tristeza solo por mi especto personal ¿qué haría?, trataría de cambiar a mis perseguidores, ¿cómo me esperarían? Tal vez como lo hacíamos nosotros con el pensamiento de marginar a alguien que nunca nos hizo nada malo, pero el destino lo había puesto allí sin merecerlo.
Aquí dejo una reflexión, ¿por qué actuamos así?, ¿por qué nos inclinamos a pensar así?, ¿por qué lo que no se parece a nosotros tienen que ser rechazado solo por ser diferente? La naturaleza humana desde tiempos antiguos ha luchado con este estigma. Así se desarrolló parte de mi vida en mi querido terruño, ya de grandes, el Chachamono se convirtió en un bonito de los tantos recuerdos de antaño, donde la mezcla de aventuras, alegrías y personajes increíbles, no pudo borrar el tiempo, manteniéndose dentro de lo más profundo de mi corazón.
Te extraño Chachamono, mi amigo Chachamono, sin ti mi infancia no hubiera tenido esa magia infantil en un pueblo donde la naturaleza agreste y la fuerza de los vientos formaron personas especiales como tú. Donde estés eres mi amigo, mi hermano y ahora siento que siempre lo habías sido. Yo mismo tal vez.
Un abrazo a todos las personas del mundo que son marginados, incomprendidos, discriminados y postergados, es decir, a todos los Chachamonos del mundo.
Nilo Vera,
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