Kitrinos – Piloto

Kitrinos – Piloto

Alejandro Jané

17/05/2024

Elysia lucha por mantener en pie la barrera, peleando para mantener fuera las huestes del Devorador de Dioses, pero ni ella ni su barrera pueden retener a un Aesir. El Symforá, como lo llaman sus súbditos, atravesó las defensas sin resistencia, junto a los Aesir que le seguían, ahora dentro del santuario no existe nada que pueda pararle de reclamar el poder del pozo para sí mismo. Sus escoltas se detienen y quedan al margen, este ritual es solo para él, entrometerse sería un suicidio, la batalla está perdida para la resistencia de Kitrinos.

El rostro de angustia y desesperación de Elysia cambia a uno de sorpresa cuando Liriel, su esposa, toca su hombro. No hay palabras, solo miradas. Las lagrimas intentan salir, pero Elysia las contiene, sabe que no puede hacer nada, que no puede pararla. Liriel solo le devuelve una sonrisa, para luego saltar de la plataforma en la que estaban, para caer frente al pozo mágico, a escasos metros del Aesir. Sin que los presentes lo noten, el clima estaba cambiando, negras nubes tapaban los cielos, los vientos doblegaban los árboles y el retumbar de los truenos hace eco en los cielos.

El Devorador de Dioses solo miró a Liriel, su tono serio solo enmascara una ligera sorpresa. ¿Una endeble mortal intentando detenerlo? No supondría ni siquiera un contratiempo. Del mismo aire, una empuñadura se materializó, de esta tiró y sacó su espada, listo para el duelo. Liriel levantó su brazo izquierdo al cielo y, en un instante, la fuerza y el poder del rayo que la impactaron iluminaron sus apagados tatuajes que brillaron en un tono azul neón con toques verdes, como nunca antes. La mira de los contendientes se cruzó, tan solo por un instante, antes de que Liriel se lanzase sin miramientos, con la velocidad que solo un rayo puede alcanzar.

<<Una pelea que no debía darse, una pelea que ella no puede ganar.>>

El mandoble de Liriel, el cual blandía casi sin esfuerzo, era frenado por la espada del Symforá, los intercambios eran cortos pero veloces, aún para el ojo de un veterano. Sin posibilidades de contraatacar, el Aesir se limita a bloquear todos los ataques, retrocediendo un par de pasos mientras esperaba el momento preciso para golpear, el cual no tardó mucho en llegar. La afinidad por la magia de la tormenta que tenía Liriel solo era detenida por los limites que su cuerpo le imponía, haciendo uso al completo de su potencial, solo tendría unos minutos en los cuales podría rivalizar a un Aesir, hasta drenar su esencia o sufrir las consecuencias de maltratar su cuerpo de esa manera. En un movimiento sutilmente torpe, fruto del cansancio, Liriel descuidó su guardia por solo un instante, suficiente tiempo para que el Devorador de Dioses le apuñalase el abdomen.

En un rápido pero torpe movimiento, la humana puso distancia entre ella y su contendiente, su mano no podía evitar que la sangre saliera a montones, una herida profunda y letal. Sin la posibilidad de retirarse a sanar o de recibir ayuda, acorralada entre la espada y la pared, solo le quedaba una opción, un solo ataque, la victoria o la muerte. Liriel suspiró, calmando su cuerpo y su mente, dejando que la punta de su espada descanse, como ella, en el suelo. Alzó su mano al cielo mientras cerraba sus ojos, la sangre corría, tapando sus tatuajes, manchando su ropa y armadura. Arriba, el cielo había sido oscurecido por negras nubes, vientos inclementes dificultaban los combates en el aire, mientras los dragones de la tormenta campaban a sus anchas al manto de la lluvia, plantando fiera resistencia a los invasores. En ese instante de calma, un destello iluminó a todos, amigos y enemigos por igual, incandescente como solo un rayo puede serlo. Sus tatuajes ardían en su color característico, el inconmensurable dolor carcomía hasta los huesos de Liriel, sus músculos cansados y torpes por el abuso de sus poderes. No se había sentido así, ni cuando asesinó a Almaug, en aquella cima tormentosa que le valió el titulo de «Asesina de Dragones», el único ser humano en matar a un Campeón Dracónico. Liriel invocó en su mente solos cosas, el rostro de la única persona que había amado, Elysia, y su increíble voluntad. Si el destino del universo, de su Aesir, de su mundo y de su amada dependía de ella, no existe dolor suficiente en ningún mundo, ni en ningún plano que la detendría, JAMÁS.

Sus ojos se abrieron de vuelta con su cuerpo rebosante de magia y energía, este sería el último asalto. En menos de lo que dura un parpadeo, dejando atrás todo miedo, Liriel se lanzó, ambas manos en su mandoble. El Devorador solo tuvo tiempo para alzar su espada, e intentar quitarse del ataque. El cuerpo de Liriel dio un par de tumbos, hasta deslizarse a unos varios metros del Aesir, su sangre manchaba el suelo y su espada, que se deslizaba con ella. Inmóvil, sus apagados tatuajes daban a entender que la llama de la vida se había apagado en su pecho. La escena fue interrumpida por un sonido metálico, una parte de la espada del Symforá golpeaba el suelo con fuerza, su dueño seguía de pie con una rodilla clavada al suelo, su rostro expresaba solo sorpresa mientras la sangre, la sangre de un Aesir, brotaba de un corte en esta.

Nadie pronunció palabra alguna, el silencio inundó a todos, todo combate cesó, mientras miraban, estupefactos, la situación. El Devorador se incorporó lentamente, mientras palpaba la sangre en su rostro. Había olvidado la última vez que alguien le había herido, hace ya tanto tiempo. Dejó caer su espada partida al suelo, mientras se giraba al cuerpo de Liriel, silencioso e inmóvil en el suelo. Las rodillas de Elysia se clavaron al suelo y sus lagrimas inundaron su rostro, ahora incapaz de contenerlas. La tormenta se detuvo, las nubes comenzaron a apartarse, el agua y el viento culminaron su asalto, liberando esa porción de tierra para que la luz cálida del sol bañara aquellos rincones donde no llegaban las nubes.

El victorioso Aesir caminó lentamente hasta su rival y posó suavemente sus dedos sobre su frente, un breve y sutil destello violeta le siguió.

«Tu recuerdo siempre vivirá conmigo… Liriel, la Asesina de Dragones.»

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