Corzig: Los Corazones Mecánicos

Corzig: Los Corazones Mecánicos

PhantomOrca

06/05/2024

Primera parte: El Asalto



Capítulo 1: El Profeta de la Oscuridad

Era un día de tormenta, en un valle al norte de Atom en las misteriosas tierras de Penumbra, se llevaba a cabo una reunión de celadores. Se decía que en estas desoladas y heladas tierras la luz del tiempo cautiva, como si de un hechizo se tratase, a una despreciable bestia.

Eran las dos de la tarde, año 18108 de la tierra de Wert, y solo un celador estaba presente. Allow, Caballero de Atom, portador de la espada amarilla. Estaba molesto y aburrido por la demora de los demás ¿Y cómo no? Pues su pelaje no soportaba la nieve, el día y el lugar del encuentro había sido acordado con antelación y pese a eso no parecía haber rastro de nadie más, su abrigo se hacía más y más pesado no tanto como su mochila llena de suministros de hacía varios días. Viajando en secreto, lejos de sus soldados, escoltas y allegados, irritado y fatigado más le pesaba una fuerte y desagradable intriga por quien le había llamado.

Harto de todo desenfundó su espada e hizo muestra de su asombroso poder. Con un solo tajo al aire, destellante de energía, liberó una potente y veloz ráfaga eléctrica que destruyó todo a su paso, cortando los árboles y desapareciéndolos al instante, arrasando buena parte de la zona reduciéndose a cenizas.

Terminado el espectáculo intentó refugiarse de la nieve armando un refugio improvisado con ramas y hojas, sentado en uno de los troncos chamuscados se hizo una fogata disparando una potente chispa de sus manos hacia unas ramitas en el suelo. Hasta saber algo mínimo de los demás celadores él disfrutaría de las viandas que había traído consigo en su mochila: un pez demonio cocido con sopa de tomate Surrante (un manjar exquisito capaz de perdurar durante semanas). Aforado trago y mangrullo la mitad de su plato hasta que algo le llamó la atención.

De la nada un ruido espantoso había alertado al león. Se levantó sintiéndose extrañamente familiarizado, un déjà vu bastante desagradable. Ante esta curiosa sensación se puso a la defensiva empuñando su espada con intriga. Repentinamente una voz espectral, suave como la seda más agria cuál lima, se escuchó por los alrededores ocultada por la caprichosa tormenta que azotaba aquel entonces con más intensidad:

–Al, Al, Al ¿No te parece que eso fue demasiado? Pero bien ¿Qué más da? De menos nos aseguramos de no tener visitas. Y bueno… Sabes que de igual forma no podemos dejar pasar esto ¿No?

La tormenta comenzó a rodear a Allow cubriéndolo con un espectáculo de nieve y risas siniestras, atrapado en un torbellino que cada vez se cerraba más en él, el viento era más fuerte, la nieve cortaba, parecía hielo, la comida y las viandas habían volado, la visibilidad se había perdido… El aire comenzaba a agotarse, sombras en la nieve y neblina comenzaban a molestar al león, los espejismos le insultaban e intentaban atacarlo, pero él no se dejó asustar, nada podía tocarlo mientras permaneciera en el centro del huracán de nieve y fue allí cuando comprendió que no había peligro… Y de la nada silencio, todo había parado, sorprendido el león revisó los alrededores con su espada en mano, atento, seguro, erguido. Fue ahí donde apareció por los aires, con impresionante agilidad y velocidad, una figura lúgubre atacó contra Allow con una enorme guadaña en manos.

Al fin Lu, Carnicero de Ojos Negros, portador de la guadaña azul, se había hecho presente. Iba descalzo, con una melena celeste, vestía túnicas azules bordadas exquisitamente que cubrían su oscura y flexible coraza interna, sin embargo nada de eso podía compararse a su mayor peculiaridad, que eran sus ojos: eran completamente negros como el azabache, parecía muerto.

–¿Si sabes que existen mejores formas de sorprender a la gente, no? –le pregunto Allow.

–Vamos, sabes que siempre tenemos que pelear, es costumbre.

–No puede ser –susurra a regañadientes– Era un juego de niños ¡Madura!

–Después de ese rastro de destrucción sin sentido yo debería decir eso, Gato Gordo. Me sorprende que pese a tus músculos sigas siendo tan robusto.

–Es el traje, tu… ¡Minino flacucho!-

–Tu pedazo de impo…

–BASTA –alguien más se aparece a lo lejos.

Entonces una luz blanca pálida e incandescente iluminó sus cuerpos quedando suspendidos; luego fueron envueltos en un escudo rosa que los capturó y dejó boca abajo. No querían moverse, pero si escapar. La extrañeza de la sensación ya la habían sentido antes y la luz, solo podía significar que los demás habían llegado. Mind, Héroe de Zargo, portador de la lanza blanca y Ross, Inmaculada Cadena de la Orden. Mind era un imponente león tuerto de unos tres metros con un cuerpo musculoso lleno de cicatrices de guerra, tenía una gigantesca y larga melena en la que reposaba Ross, otro león; quien contrastaba bastante con Mind por su estatura y melanismo y su joven y hasta femenino aspecto de niño pecoso, también poseía una fabulosa y enorme y melena rosa rulosa.

–¡¿Por qué intervienen?! –grita Lu.

–¿Acaso no podemos luchar por diversión? –pregunta Allow.

–Ross bájalos –obedece y tira abruptamente a Allow y a Lu con más suavidad– Esa espectacular muestra de estupidez debió haberla sentido el maestro.

–Admito que no debimos propasarnos, pero fue él quien dio comienzo –respondió Lu bastante sumiso.

–¿Perdón? –pregunta el consternado Allow.

–Tú no estás exento de responsabilidad ¿O no? –Allow y Lu guardaron silencio– Da igual de todas formas nos estábamos tardando en encontrarlos.

Mind alzó su lanza y al chocarla contra el suelo irradió una luz cegadora que afectó los alrededores, la tierra en la que estaban y algunos árboles se elevaron llevándose con sigo a los celadores hacía la cima de una montaña cubierta por una gigantesca y densa niebla con forma de remolino. Ross cubrió aquella tierra flotante con sus escudos hasta atravesarla y llegar al otro lado. En el interior de la niebla, recibidos por una pálida y resplandeciente luz cegadora, ya hacía un valle con doce puntas elevadas en sus bordes; estaba protegido por un espejo santo, un antiguo artefacto de otro tiempo que reflejaba la luz del día previo a su creación de forma intermitente. Un singular templo en ruinas se erigía en el centro, era oscuro, la única luz que se permitía entrar era la del fuego blanco, una luz fría y sin alma producto de cera de grasa dorsal de seres muy antiguos. Dentro del templo había una gran sala semi-circular. En la parte delantera central estaba un trono, elevado y tras él un palanquín viejo y dos puertas que dirigían a las mazmorras internas.

Los celadores por fin habían llegado y solo faltaba ser recibidos por su anfitrión quien no tardó en hacerse presente… Los faroles del salón se encendieron, una oscuridad y dos manchas blancas se arrastraron por el piso y paredes desde las mazmorras para formar una siniestra figura que lentamente se materializaba mientras se sentaba sobre su trono. Ya materializada podía contemplarse su tenebroso aspecto: tenía facciones esqueléticas con dedos y uñas prolongados, una túnica rota y agujereada que destellaba cierto brillo, poseía cornamentas como un ciervo pero eran extrañas como ramas de un árbol y su cara no tenía forma clara, lo único que se podía distinguir eran su hocico deforme, con prefectura de ciervo o cabra, y sus ojos: uno era un circulo blanco y el otro un aro blanco con un centro oscuro como el resto de su cuerpo.

Se levantó sobre trono y miro a sus invitados y les dijo con una voz pobre y decrépita:

–Habéis llegado.

–Nuestros hermanos se habían perdido y terminaron peleando en un claro del bosque– le respondió obediente el albino.

–No importa, si todavía no controlas a tus hermanos está bien. Solo espero no te y me generen problemas.

–No será así –se arrodilla.

–Que así sea. Ahora los llame porque algo me asustó la noche del mes pasado.

–Tuvo una premonición, ¿Verdad? –dijo Allow.

–¿Fue por eso que no pudo contactarnos por los sueños de Ross, mi señor? –preguntó Lu.

–Sí, para mi suerte logré avisar a Ross antes de que me… Me perdiera. Temo no poder volver a contactarme de ese modo a ustedes.

–¿Por que? ¿Qué fue lo que vio? –preguntó Mind.

–En ella vi a un joven de dos colas, no sé de qué raza, pero tenía pelo… en una celebración dónde él y dos figuras robaban una de las armas.

–¿Y que más vio, maestro? –hablaron todos al unísono.

–El ladrón estaba acompañado de un lobo y una mujer de especie indefinida tal como el ladrón, portando cuatro corazones: uno latiente, otro resoplante, uno pensante y uno lloroso. Luego se asentaban al interior de un estrecho y traicionero laberinto fortificado habiendo roto los mismos, y en un palacio cruento y antiguo, un paladín gris rompía la reliquia delante de mis ojos, sonriéndome se me abalanzó y… Desperté. después de eso no me era posible volver a la ensoñación.

Los hermanos trataron de calmar al nigromante argumentando estupideces, pues pese a ser una premonición, no podían dejar que las implicancias que esta tuviese los abatieran, todos querían creer en que era un error y que no tenía la capacidad ni el poder de definir su futuro y por ende del resto del mundo.

“¿Acaso debemos someternos todos a la paranoia y el pánico por visiones? Sin importar lo que usted fuese las verdaderas visiones premonitorias son casi imposibles de ver en la realidad” (Contestó Allow).

“El futuro siempre es incierto, maestro. No es una posibilidad grande dado nuestro renombre, bueno si es que me permiten ser honesto” (Contestó Lu).

“Maestro perdone nuestras ofensas, pero ¿Es que no hemos pasado por esto ya? Sus visiones a veces no muestran el futuro” (Contestó Mind)

El maestro respondió con acción e irá, rompió una estalagmita de cristal contra el suelo y transformó los fragmentos rotos en dagas envainadas con la oscuridad más pura, estás las ató a cadenas hechas de esa misma oscuridad y se las lanzó. Los cuatro no supieron reaccionar y dejaron que las dagas se les acercarán sin objeción ni reacción. Pero, a un centímetro de atravesar sus frentes, las dagas se detuvieron, las misteriosas habilidades de Ross intervinieron para que nadie actuara o fuera capaz de hablar, así el procedería a calmar a su maestro.

–¿Maestro que pretendía asustándonos? Sabe de sobra que nos necesita vivos.

–No deben confiarse ¡Idiotas! Si alguien les robase las armas de mí hermano ¡Nunca volverían a usar su poder! Y no dudaría en buscarles reemplazos ¡Miles de años sin encontrarlo! ¡Sin rastro! ¿Creen que significarán algo para mi al final?

–Según lo que entiendo del sueño: un Antro de dos colas, un posible kitsune, jovenzuelo pretenderá robarnos en una de las cuatro celebraciones de los zigurats en su décimo aniversario, dentro de siete meses ¿O me he olvidado de algo?

–¡Valla! Al fin uno inteligente entre el cuarteto. Mira Ross, si tú y tus hermanos fallan en buscar a Wikituz, Mind y quien pierda la reliquia pagará caro.

–Creo que ha quedado claro.

–Bien, ahora para mantener contacto con todos, ante cualquier cosa, llévense esto –el maestro le regaló a Ross cuatro dagas hechas puramente de oscuridad solidificada y cuatro trozos de cinta de su propia ropa– Comuníquense con las vendas, maten al ladrón con las dagas… Y antes de que se vallan. Respóndeme ¿Por qué los hipnotizaste?

–Es que quería que me dejaran hablar.

–Vete de aquí. Y no me fallen o sino, ya saben que les espera…

Los hermanos se retiraron hipnotizados del templo. Sin embargo el maestro se quedó intranquilo tapando su ojo blanco mirando al interior de su otro par. Esperando ansioso su encuentro ansiado con su hermano.

Al salir del templo, ya en el valle, Ross se dispuso a deshipnotizar a sus hermanos quienes, empezaron jadeando, con un cansancio impresionante. Al recomponer la postura se levantaron y empezaron a regañar a Ross (sobre todo Lu y Allow).

–Esperaba de ti bastante ¡Hipnosis! Sabes de sobra lo horrible que es –grito Allow.

–Si no fueses mi favorito juro que te aplastaría con mis pies helados –le dijo Lu.

–Volvamos a lo importante, no podemos permitir que se roben nuestras armas –Mind cambia de tema– Ya vieron lo preocupado que esta para darnos esto.

–Vaya que lo está –comenta Allow.

–Nunca lo llegamos a ver así –comenta Lu.

–Miren, si uno pierde su parte, el maestro no dudara en matarlo o mínimo quitarnos estos poderes, y no olviden que son mi responsabilidad, a los ojos de él. O sea, me castigara a mí, y de alguna forma, eso nos terminara afectando a los cuatro.

–Y… ¿Qué sugieres para que eso no ocurra? –pregunta molesto Allow– No ir a la celebraciones, y ocultarnos al público, ¿eh?

–Me parece que no fue muy específico, uno de nosotros es algo muy impreciso, más aun si tenemos en cuenta la reputación individual de cada uno en nuestros respectivos países.

–Concuerdo con Lu –comenta Allow– Si mal recuerdo: Yo soy mal visto por los bajos distritos de Autómata, aunque no entiendo porque, Ross y Lu manipulan a todos, y Mind pese a ser amado y respetado como guerrero es un blanco fijo de nuestros enemigos.

–Además no estamos tomando en cuenta los corazones, podrán ser los corzig o referirán algo más… –la guadaña comienza a brillar.

–¿Tienes miedo? Minino –le dice Al.

–De pensar que podrían ser nuestros corazones ¡¿No te da miedo?! Mind ¿Qué piensas hacer?

–Escuchen yo fortificaré la seguridad de mi Zigurat y ustedes también deberían hacerlo. Aparte piénsenlo dichos corazones podrían implicar el orden de a quien robarían o a nosotros mismos ¿Quién sabe?

–Como digas, resguardemos nuestros zigurats –dijo Lu.

–Al, a ti te necesito en Autómata, es el zigurat más próspero y poderoso, es imperativo que lo protejas, no puedes permitir que los revolucionarios lo tomen –asienta con la cabeza– Lu, has lo mismo. Y Ross, tu busca al adivino de Svar la tierra más próxima al Ártico, quiero saber quién será el que perderá el arma. –sus dos hermanos se divirtieron con el pedido, Lu sonrió con una mirada cruel y sínica; mientras Allow se rio a carcajadas.

–¿Es enserio? Mi pelaje apenas soporta eso. Odio la nieve.

–Sip… Bueno ya saben qué hacer. Retírense.

Los hermanos se retiran cada uno por caminos distintos: Mind flotando, Allow sale disparado por un rayo hecho por su espada, Lu saltó al vacío perdiéndose entre las nubes y Ross se fue en una alfombra voladora con cristales púrpura, con un escudo de burbuja de su propia invención protegiéndolo.




Capítulo 2: Bienvenido a Autómata

Era otro día en la ciudad más grande del mundo, la meca del progreso, Autómata de Aurum. Tras la gran guerra de hace tiempo, Atom el continente inmaculado, se había estado recuperando, fortaleciéndose cada vez más con el pasar del tiempo, parece irreal lo rápido que ha crecido.

Los Antros, seres humanoides y/o bestiales con rasgos animales y de sapiencia, se debatieron con los humanos en su más grande duelo en siglos. El mundo supo ver el poder de ambos y por ahora son los antros quienes están a la delantera en esta interminable pelea, en teoría… Mas los hombres siguen luchando; una nueva guerra vuelve a amenazar al mundo y aquí parece que a nadie le importa.

Su nombre era Larro y era un Antro, más específicamente un aguara guazú, proveniente del país Plata, hijo de una madre aguara y un padre de especie kitsune (también llamado nueve colas), era por eso que tenía dos colas, puesto que sería cuestión de tiempo hasta tener más. Él había llegado al país de Aurum en busca de esta enorme ciudad, cruzando mar y tierra para estudiar en Arcadia, la renombrada academia de Autómata. Se había aprovechado de un limitado programa de becas que, según él: “había sido completa y absoluta suerte”.

Después de haber viajado durante un tiempo cruzando el mar desde Surra, el continente embellecido y pasar varios días en el expreso dorado de Atom por fin pudo vislumbrar la gran ciudad a la lejanía, resguardada por grandes muros negros y torres ornamentadas con oro y con aparentes mecanismos defensivos que desconocía; apenas era posible ver las granjas y poblados fuera de esos muros, los grandes rascacielos y torres flotantes a la distancia y el gran zigurat, uno de cuatro símbolos de la imponencia de los Antros sobre el mundo. Cuando por fin pudo entrar a la ciudad el tren tuvo que bajar la velocidad y atravesar un estrecho túnel hasta penetrar las gruesas murallas de la ciudad, vislumbrando el distrito industrial que bordeaba la ciudad, allí policías y centinelas de aduana revisaron por completo el tren como a sus pasajeros, no hubo muchas complicaciones pero si podía notarse la seguridad que se manejaba adentro.

Una vez dentro, el tren desembarcó en la estación Zeldora, bastante famosa por su fuente con forma de doncella posando grácilmente sosteniendo un orbe (hay quien decía que representaba a Vides sosteniendo el mundo). Larro apenas bajó del tren debía de retirar bastante equipaje y tomar algún taxi que lo llevase a la academia; eso era un problema pero no se comparaba a los constantes pedidos de las revisiones a las que aún se seguía sometiendo pese a haber llegado a la ciudad hacia horas. Nada le parecía más frustrante que seguir mostrando cada vez más y más papeles hasta dejar que toda su identidad fuese conocida por cualquier extraño. Pero no podía negar que su situación era especial, entre uno de sus documentos estaba su segunda identificación.

Al cabo de un tiempo, Larro se hizo a la idea que iba a pasar toda la tarde encerrado en la estación respondiendo preguntas de oficiales, mostrando identificaciones a todo mundo, esperando un pase de colectivo para estudiantes, el tiempo en papeleo sería un módico precio para transportarse dentro de la ciudad.

Por fuera de la estación estaba ocurriendo un evento curioso en la plaza del frente, encima de uno de los viejos edificios: alguien parecía cometer un acto suicida. Un antro, posiblemente un cánido, parado con los brazos extendidos, enmascarado con un antifaz de cuervo y un collar y aretes blancos parecía que iba a sufrir una muerte inminente; sin embargo mientras caía, sacó dos pistolas y disparó por los aires malabareandose con las armas de cartuchos fenixtos multicolor (municiones hechas con alas de fénix potenciadas con pólvora y bismuto), creando un espectáculo semejante a varios fuegos artificiales potenciados en pocas balas. Antes de chocarse contra el suelo sopló una gran ráfaga de viento desde su hocico para evitar el impacto por caída y ahuyentar a los guardias más cercanos a él. Una vez en el suelo se puso a bailar con los civiles y guardias un buen tango, riéndose en su cara, disuadiéndolos y engatusándolos para que se divirtiesen rociándoles cierto perfume. (Ya en este punto era obvio que era un usuario aire como así también que era un lobo gris, tipo “C” (común) medía cerca del metro ochenta, tenía harapos sencillos con multitud de adornos carnavalescos: camisa, pantalones harem y un chaleco, sus adornos eran una especie de abrigo de plumas arcoiris con un sombrero pirata con pluma de pavo real; y sus aretes y collar los usaba como pulseras para las manos y pies, así podía manipular el viento).

La diversión atrajo a muchos extraños a la plaza que se veían atraídos por algo en particular, un curioso aroma dulce comenzó a sentirse por los alrededores, la pirotecnia parecía durar más, los relojes se hacían lentos y la realidad se hizo confusa para las pobres víctimas de la plaza. El lobo había usado una especie de droga dejándolos hipnotizados, bobos e indefensos.

En la estación la situación era mucho más peligrosa, dragones enmascarados con antifaces de distintas especies (igualmente vestidos con chucherías carnavalescas) comenzaron a invadir el lugar; ataron a todas las personas de la terminal y los arrinconaron en un pilar a la entrada, así el gas comenzaría a embobarlos. Parecían querer interactuar con la estatua. Larro estaba oculto en los baños, arrinconado buscaba la forma de escapar de aquella situación. Pensó en llamar a los policías pero los comunicadores estaban cerca de las puertas, hasta llegar allí iba a ser detectado; otra opción era luchar pero era mala idea, pues eran tres contra uno, además los antros mitológicos superaban en fuerza a los de su clase. Huir, era algo tonto: no podía dispersar o eliminar el gas, quemarlo era una alternativa pero desconocia la volatilidad de la sustancia como si de hecho las llamas tendrian efecto en primer lugar. Solo quedaba ganar tiempo hasta que pudiesen detenerlos.

El panorama se empezaba a complicar cada vez más, sirenas y campanas se escuchaban a lo lejos, eran policías y soldados del zigurat. El lobo fue a alertar a los dragones, quienes a la distancia parecía que buscaban el orbe ya que se esforzaban por arrancarlo de su sitio serruchando la finísima estatua de mármol, pero le fue imposible llegar. Desde los cielos los soldados alados (en donde se encontraban aves y gárgolas) aparecieron como ángeles a disparar fuego en un intento por acorralarlo, los policías enmascarados con máscaras antigás comenzaron a rescatar a los civiles indicando como le dejarían todo el trabajo a los soldados. El fuego comenzaba a disipar el gas.

Incendiando desde los cielos y los caballeros de armas blancas desde la tierra, todos habían acorralado al lobo. Pero este no era su fin, acorralado comenzó a trotar agitando y moviendo con gran potencia sus piernas, los soldados se le comenzaban a acercar todos con sus lanzas, espadas y alabardas, cargando relámpagos algunos y cuando todos se abalanzaron el lobo dio un gran pisotón al suelo y una potente onda salió desprendida, los soldados se avasallaron contra el viento y otra explosiva ráfaga de viento volvió a desprenderse desde sus pantalones y luego salió disparado hasta el cielo sobrepasando a la guardia alada. Desde allí comenzó a lanzar pequeños proyectiles en forma de racimos secos en sus mangas hacia todas partes y, mostrando otro poder, les lanzo pequeñas chispas que hicieron que los racimos explotaran por los cielos dejando una gran nube oscura y con notables toxinas que noqueo a los guardias.

Mientras tanto los dragones, tras haber destruido una estatua, pudieron sacar el orbe de la misma, estaban casi listos para salir y escapar junto al lobo antes de que llegara “La Generala”. Todo parecía seguro excepto porque las puertas de la estación se habían cerrado, todo indicaba a una extraña adoleScente con pelo anaranjado con puntas negras que había cerrado la reja de la estación, llevaba unas llaves sujetas a una cadenilla extensible de un guardia adormecido de la estación. Ellos la persiguieron para que les diera la llave, la chica asustada se negó y corrió directo a los baños de hombres, lo cual extrañó a uno de los dragones.

Afuera los soldados de armas blancas empezaron a atacar sin piedad contra el lobo quien se movía extrañamente fluido esquivando cada ataque esperando el espacio apropiado para contraatacar, envenenando con una cerbatana oculta en sus mangas que disparaban en función de cómo pasara el viento sobre su ropa. La mayoría de soldados caía desmayados, pero aun y así otros más hábiles y veloces que esquivaban los dardos, a estos los electrocutaba con movimientos precisos de sus manos, cargadas de energía al cuello. Sin embargo pese a todo su esfuerzo su llegada se había hecho inminente, la mano derecha del celador Allow, el mejor usuario de fuego de Atom: “Generala Margaret Scarletwood”. Como un meteorito llameante caído del cielo hizo notar su presencia ante el vándalo lobo.

–¡Alto ahí lobo enmascarado! No permitiré más asaltos de revolucionarios.

–Generala, no es personal si no hago lo que me dicen no me van a pagar.

–Como lo siento, pero ese es un patrimonio de la ciudad. No sé qué tendrá para ser robado, pero deduzco que alguien le verá algo ¿Quién? ¿Catra, Luka, Havel?

–Digamos que es anónimo aún para mí, no te puedo dar nada.

–Eso dilo en el calabozo.

–No hoy.

Fue allí donde la generala comenzó encerrando al lobo bajo fuego, encapsulándolo y calentando velozmente a unos metros de la estación. Ella era una humana conocida por ser virtuosa en arte de la piromancia aparte de su vestimenta atípica: vestía una falda celeste acorazada, sus armadura se combinaba perfectamente con su coraza plateada (la cual tenía una maya interna que bajaba la temperatura corporal), su pelo era rojizo como el atardecer, corte carré y sus ojos verde esmeralda, también portaba una singular mascarilla respiratoria, esta destacaba por sus finos detalles de bronce.

El lobo mientras comenzaba a perder poco a poco la visibilidad dentro de la burbuja, su pelaje era resistente contra el frío más el calor lo destruía. Pero aun intentaba atacar con rayos, centellas y viento, pero le era inútil, era una prisión acomodada al gusto de su captora. El aire disminuía cada vez más rápido y sus movimientos contra la generala se hacían simples y torpes, lanzaba rayos que rebotaban y ella tan solo los bloqueaba con su bastón; y mientras la generala no podía hacer mas que esquivar sin mucho esfuerzo, al final terminó por derribarlo de un golpe seco en la espalda. Derribado miserablemente en la acera intentó arrastrarse y seguir peleando, mas le era inútil. Quería luchar, quería vencer y volver a su hogar en los bajos fondos de Atom, pero el calor era insoportable. Desplomado cedió ante la presión del abrazador fuego de la generala quien se lamentaba de la estupidez de ese idiota ignorando por completo lo que acontecía afuera.

Una potente explosión sacudió la estación. Otra llama más débil que la de Margaret, había formado una onda de polvo y ceniza que impacto contra ella, rompiendo así la burbuja. El humo era increíblemente denso, tenía diversos olores a polvorilla Surreña (usada para potenciar el fuego de usuarios plasmáticos), aliento dracónido (caracterizado por ser saliva con propiedades anticoagulantes) y demás aromas de las maletas chamuscadas de los pasajeros llenas de ropas sedosas, perfumes, colonias, hasta hierbajos de contrabando que se habían colado. Afortunadamente ninguno de los civiles amarrados a la estación resultó gravemente herido, ya que se encontraban seguros del lado opuesto al que había surgido la explosión, la cual prevenía de los baños. Estos estaban ardiendo en llamas y de él salieron tres figuras negras casi irreconocibles de la ceniza que cubría su cuerpo, por sus características colas escamosas se sabía que eran los dragones que habían acompañado al lobo. La generala se adentró allí rápidamente para detenerlos pero al acercarse a ellos cayeron a sus pies. Revisando más a detalle el área se percató de otra presencia, se puso en una pose ofensiva esperando lo que fuese que deducía había sido el causante de tan caótica escena.

Fuera de la estación había cierto revuelo por el humo de la explosión, los soldados estaban casi igual de afectados que los civiles, los policías y bomberos aparecieron y tomaron medidas contra el desastre. Es en eso que el lobo se levantó de su lecho en la plaza para ver cara a cara a sus compañeros acabados dentro de la estación, podía vislumbrar el orbe en las manos de uno de ellos por lo que no estaba lejos; el único problema era la generala cerca suyo que si bien le daba la espalda no podía sentirse aterrado por lo que le podría hacer en su actual estado. Pero no pensaba sacrificar todo lo que hizo por no acercarse al menos unos diez metros.

Larro quien había provocado la explosión salía bastante chamuscado de entre los baños con la generala confundida apuntándole con su varilla de cristal, este le preguntó eufórico.

–Los dragones… ¿Vencidos?

–Sí, lo están.

–Bien… Estoy… Salvado.

–Déjame adivinar ¿Intentaron atacarte, te acorralaron en los baños y usaste su fuego contra ellos para vencerles no?

–Algo… así… Me querían a mí.

–¿Me puedes decir por qué te querían?

Larro ante la pregunta se quedó inmóvil señalando al frente, la generala volteo y se percató de que el lobo se había agarrado el orbe. Sin embargo este antes de reaccionar y de huir desesperadamente de allí le devolvió la mirada al zorro, en su rostro se notó cierto aire, cansado y abatido del estruendo de la batalla, mas su mirada transmitía miedo e inseguridad, sus ojos verdosos parecían esconder algo, parecía reflejarse al zorro en sus cuencas. Pero fueron sus labios secos y aliados en decir algo en verdad: “Gracias”.

No fueron capaces de seguirlo luego de eso, escondido entre el humo salió de la escena y pese a la insistencia de las tropas no había dejado rastro alguno. Larro se quedó sentado en el suelo reflexionando sobre lo ocurrido, ya que le parecía similar la misma mirada que tuvo con los dragones dentro de los baños.




Capítulo 3: Arcadia

El estruendo en la plaza había sido increíble, las autoridades no tardaron en buscar al lobo que parecía haberse escapado por las alcantarillas hasta el sector bajo de la ciudad, el tres. En el distrito tres vivían todo tipo de criminales, pobres y los parias de la sociedad destacando entre ellos el grupo Caliostro, los viejos residentes del conocido hoy como el distrito del zigurat. Las tropas del zigurat encabezaron la búsqueda y asumieron que el lobo pertenecía a esta facción, los policías atendieron a los civiles y los bomberos apagaron todas las llamas restantes.

(Las fuerzas policiales y las del zigurat en si cumplían con objetivos o labores semejantes en lo que refería al mantenimiento de la paz dentro de los muros de la ciudad, mas las fuerzas del celador se habían impuesto bastante en la sociedad hasta puntos molestos. No era su trabajo fungir como policías pero lo hacían; su verdadera labor era el cuidado y protección del distrito del zigurat y atender a las necesidades del celador, mas su intromisión en la ciudad hacían sospechar a la gente de su misión y correlación con cualquier evento que ocurriese)

Larro había sido atendido por la generala que le había hecho diversas preguntas para comprobar si tenía algo que ver o no con el lobo. Su interrogatorio fue bastante directo.

–Nombre.

–¡Ahhh! ¡Larro! Señora.

–¡Señorita! Especie, tipo, edad.

–Soy un aguara, soy tipo “B” (bestial) mi padre era kitsune por eso la cola– Manejaba un tono bastante nervioso, pero trataba de sonar simpático– y tengo dieciocho.

–¿A que vienes a Autómata?

–Estudios.

–Está bien. Lamento que hayas sido partícipe de esto. Espero y disfrutes de tu estancia en Autómata.

–Gracias, yo…

–Sin embargo debo advertir que la mayoría que deja la escuela aquí se encamina en malos hábitos. No quiero ser yo ni nadie de mis tropas quien te arreste por ser participe en algo ilegal.

–Yo nunca…

–Eso es común en extranjeros. Buen día.

La generala se despide fríamente de Larro mientras este se queda pensando cómo ir a Arcadia desde allí.

La academia quedaba a orillas del rio Elden en el área este de la ciudad, a un par de cuadras de allí. Como Larro no tenía dinero [bueno siempre y cuando recibiesen cenizas] como para costearse un taxi o un colectivo vaporizado no le quedaba más remedio que ir a pie usando como referencia su mapa, si es posible que se ubique pues en la explosión se quemó casi por completo quedando como un papiro ilegible. La expresión de su rostro era comparable a la de un niño que había perdido a sus padres en el bosque: ¿Cómo podría llegar? ¿Qué pasaba si se perdiera? ¿Qué pasaría si lo asaltaran?

Larro empezó a actuar cada vez mas alarmado, su nerviosismo se hacia mas evidente para la gente a su alrededor que pasaba con miradas penosas al patético antro extraño. Estando desanimado, sollozando y sentado en la vereda, lamentándose a voz alta por lo sucedido, culpándose por nada y todo a la vez. Una escena bastante patética de hecho, tanto que llamó la atención de cierto minotauro, este se le acercó lenta y tranquilamente al aguara hasta tocar su hombro.

–Disculpa ¿Eres Larro Sajón?

–Este… –Se queda viendo al minotauro gigante– ¡NO! Digo sí, o sea que es Sagón ¿Quién eres?

–Me-me-me llamo Cuz. P-perdón si molesto es que pensaba que… Es solo que… Yo…–se veía considerablemente nervioso, tanto que se podía ver su sudoración– E-escucha, la academia me mando por lo ocurrido y-y quería verificar que aun había llegado su nuevo becado.

–Por Merli ¿En serio? No pensaba que tuvieran esa consideración. Supongo que eres el encargado o algo parecido.

–Bueno algo parecido. Su-supongo que necesitas que alguien te lleve a Arcadia ¿Es así?

–¿Tú me llevas? Gracias, enserio…

El minotauro pese a su enorme estatura, que superaba apenas los dos metros, parecía ser mucho más amable que su robusta y amenazante apariencia fornida, bastante cargada de testosterona. Era Cuz Estern, hijo de Hipo Estern un famoso excomandante de la primera gran guerra, era íntimo amigo del celador Allow y se decía que él le había salvado la vida en batalla; ahora no era más que un profesor en Arcadia. La mayoría de cosas las sabía Larro gracias a los periódicos y algunos chismes que había oído, el joven minotauro apenas se había dignado a decirle su apellido y cosas escuetas de la academia, se veía bastante sonrojado, lo cual a su vez lo hacía ver adorable.

Recorrieron el centro de Autómata asombrándose de la maravillosa arquitectura gótica victoriana increíble: los edificios eran gigantes ensimismados unos con otros llenos de detalles en el decorado, las calles estaban empedradas con faroles de tesla que se transmitían la energía de uno en uno, las máquinas y la tecnología que ostentaba la ciudad eran envidiables, repleto de golems autómatas, vehículos con motores kenticos, de tesla, a carbón, todo está con un aura amarillenta casi dorada quizás contaminación de las fabricas confundía entre el cobre y hollín de los edificios. Tardaron bastante tiempo en llegar a Arcadia y esto era porque Cuz también se ofreció a mostrarle cosas de la ciudad (sobre todo cafeterías y dulcerías). Al final llegaron una hora antes del atardecer. Cuz tuvo que retirarse pues su padre le había mandado un coche por él en la entrada de Arcadia, el cual parecía haber estado ahí por varias horas con un pequeño hombre bigotudo quejoso esperándole.

Larro se despidió de su nuevo amigo, entró y se registró en la entrada, donde ya y por fin era oficialmente un estudiante de Arcadia; también le habían dado un cuarto junto a una coneja, antro tipo “B”. Algo extraño mirase como lo mirases, sin embargo la idea no le sonaba mal sino que le parecía bastante indecente y muy incómodo. El chico que lo atendió le explicó con vago detalle que eso se debía a la sobrepoblación típica de la facultad a inicios de cuatrimestre y gracias a la modalidad de convivencia adoptada hacia poco: directivos y decanos de la escuela admitirán que los cuartos tuviesen distribuciones de género y razas mixtos, pues trataban de experimentar y comprobar si esa distribución influiría o no en la labor académica de sus estudiantes. Como el que lo atendió también era un estudiante del mismo año que su futura compañera le comentó bastante acerca de ella: su nombre era Tima y cursaba investigación rúnica y arcana, le habían dicho que era bastante excelente como estudiante mas no como compañera, ya que todos la abandonan a los dos meses máximo. El aguara salió con intriga de la recepción, pues los antros de su clase, los Morgamiter, suelen ser repudiados por los demás por sus rasgos físicos tan peculiares como el ser hijo de dos razas de distinta especie y tipo, así que le generaba curiosidad conocer que clase de compañera tendría.

(Los aguara guazú o perros de crin eran raros de narices, una especie endémica del sur que pese a ser cánidos no ladraba sino rugía como los leones, no corrían ni eran tan atléticos como los lobos o audaces como los zorros, como así también tenían rasgos físicos de ambas razas y aun así era tan distinto y raro. Su apariencia era en cara semejante a un zorro rojo, con un notable pelaje negro y opaco providente; su cuerpo era delgado y bastante alto pero con pocos músculos y algo a resaltar era su espalda y orina. La primera destacaba por una crin negra bastante prolongada por su cuerpo al punto de parecer la de un pura sangre melánico; y la segunda por su olor que recordaba bastante a la mariguana. Esto era una maldición para los aguara por ello se decía que eran adictos a los medicamentos alquímicos para eliminar los olores en la orina. En base a todo eso Larro, según su lógica, debía ser el mas raro e irritante entre los dos).

Cuando por fin entró y encontró la maldita habitación, oculta entre un laberinto atrozmente seccionado de habitaciones estudiantiles, Larro se encontró con un cuarto diseccionado en dos mitades por una cortina y un par de soportes, más aún era visible la otra mitad por una brecha en medio. La coneja estaba leyendo en su mitad del cuarto que era bastante más amoblado su mitad. Estaba plácidamente recostada sobre la cama vistiendo prendas de colores pastel: una falda mediana que le llegaba bajo la rodilla con un suéter rosado. Su pelaje era de un color blanco levemente oscurecido (se veía tan suave y esponjoso) y sus ojos eran violetas; tenía su mesa de luz llena de dulces, revistas y un estuche de lentes, quizás para leer.

Mientras el trataba de acomodarse ella ni tan siquiera se inmutaba como si no le importara lo que sucediese a su alrededor, Larro no supo cómo romper el hielo por lo que se sintió incómodo de no dar ni una palabra, tanto que comenzó a sudar de la incomodidad que le generaba no poder entablar contacto con ella, al menos visual pero no, ni es era capaz de tener eso al menos. En un esfuerzo por calmarse y refrescarse, intentó abrir la ventana (que parecía bloqueada con bastante esfuerzo), solo con eso logró que la coneja dejase el libro para detener velozmente al aguara.

–No abras la ventana, nunca. De acuerdo.

–¡Está bien!… Tu…

–No te hagas el tonto sé que te hablaron de mí en recepción.

–Ok. Mira, seremos compañeros ¿No te parece que debemos llevarnos bien siquiera?

–Espera al primer parcial y después te irás a un cuarto para chicos.

–Ok, no soy el último en reconocer lo raro que es esto pero supongo que en lo que dura esta rareza hay que hacerla… ¿Menos incómoda?

–Muy bien zorro necesito que sepas lo siguiente. Yo soy una…

En ese momento, un potente viento artificial golpeó la ventana con gran estruendo sorprendiendo a ambos, parecería que alguien hubiese intentado entrar lanzando una potente ráfaga. Sin mucha conmoción y para sorpresa de ambos no hubo nadie. El sol se había puesto coronando una puesta en escena dorada y la luna que apenas comenzaba a brillar ya lo hacía con gran intensidad, más de la que Larro había visto en mucho tiempo; sin embargo el asombro de Tima difería del de su nuevo compañero por el miedo y desprecio que esta le causaba. Sin más remedio terminó por bañarse de la luz de luna y con ello a afrontar los cambios que su cuerpo debía soportar. Larro ahora comprendía la reacción de la coneja hacía rato; su cuerpo crecía en gran medida, midiendo casi dos metros de su tamaño como coneja de metro sesenta aproximadamente. Su forma también cambiaba pues lentamente pasaba a convertirse en una loba con pelaje marrón tirando a morado, ojos feroces conservando los colores morados de su contraparte, curvas y pechos mucho mas asentados y desbordantes con una clara musculatura superior. Cuando la transformación estaba completada también se notaba que hasta su voz había cambiado: siendo grosera y picara, solo era cuestión de tiempo para que se hiciese molesta.

–¡Ah, por fin! ¡Ya no podía más! Ja, ja ja.

–¿Tima?

–Mmm ¡Ah cierto! Tu… –Sonó un tanto despectiva.

–Ya lo veo eres una Nispez, híbrido con varias formas y… ¿Personalidades?

–Se llama síndrome del Nispez, zorro– Empieza a revisarse por completo (Larro también lo hace).

–Tu-tu ropa…

–Ya lo sé, no me lo recuerdes– Va a cambiarse la ropa tras la cortina a su lado– Y por cierto… ¡Pervertido!

–Lo-lo-lo siento, es que…

–¡Ay ya! Era una broma. Ya estoy un poco acostumbrada, por lo menos yo.

–¿Entonces tienes nombre o…?

–Claro que no zorro. Tima es mi nombre y el de la otra enana también. Y lo que tienes que saber de mi es que ADORO salir de noche.

(Había terminado de cambiarse y su ropa dejaba mucho que decir y especular: mini shorts ajustados con tirantes rojos carmesí, camiseta blanca con escote en el frente, medias de rejillas con botas altas, y campera manga corta marrón. También tenía sus aretes blancos como vueltas del bordado de unos guantes de cuero vegetal, muy seguramente)

–Perdona ¿No hay clases mañana?

–Ay ya. No te preocupes volveré antes de que comiencen.

–¡Espera!

El aguara en su torpe intento por retener a su compañera de hacer cualquier locura le agarró del brazo, a lo que esta rápidamente reaccionó. Su brazo se prendió bajo el furor de un plasma arenoso negro y en el de Larro había surgido una llama negra por unos instantes antes de apartarse impresionado. Ahora ya conocía por lo menos un poco de ella, uno de sus poderes era la oscuridad.

Ella se le quedó mirando, con una expresión llena de rabia fría y sequedad en su mirada como si dijera: “¿Quién te has creído?”. No hubo mas diálogo luego de eso, estando como por un minuto suspendidos en un incómodo y aplastante silencio del cual se concluyó cuando la loba se retiró de la habitación. No sin antes decir:

–No vuelvas a hacer eso, zorro. Concéntrate en tus asuntos, no te metas conmigo. Y si te tienes respeto a ti mismo no seas patético y di algo.

(Larro se incorpora y toma un poco de aire)

–No lo volveré a hacer…

–Bien, no me sorprenderá que te cambies de cuarto mañana. Bueno –Vuelve a usar su tono molesto– nos vemos ¡Chau!

Confundido comienza a preguntarse si será buena idea quedarse en esa habitación ¿Acaso debió contestar algo mas? ¿Por qué no podía hablar mas? Afortunadamente el intento por responder aquellas preguntas sería ignorado por lo menos esa noche.


Capítulo 4: Kimago

Esa misma tarde, el conducto de desagüe de la ciudad baja se atranco repentinamente, un obrero atendió el problema y con una escoba limpio el ducto de la cascada residual del sector sureste. De allí salió de manera abrupta un tarado embarrado en desechos, parecía estar consciente cuando se cayó del primer nivel de la cascada y fue rescatado por el obrero antes de desplomarse al tercer nivel y al circuito interno de la ciudad. Sus prendas carnavalescas de colores vibrantes y alegres tendrían teñidos de un verde sucio y apestoso, con algo de marrón y un químico amarillo curioso. El lobo recogió solo un orbe que había quedado en la cascada y preguntó al obrero donde estaba y un lugar donde bañarse. Este le indicó que se encontraba en los balcones de tratamiento (ahí la basura del distrito 2 de la superficie era transportada de forma más ‘higiénica” a las profundidades del distrito 3) y podría bañarse en un gimnasio a unos tres niveles al este.

El lobo siguió un camino indicado bajando por un ascensor hasta un pequeño suburbio, solo había que caminar unas cuadras en línea recta. El olor a porquería era potente pero igualmente el subsuelo y su aire estancado, viejo y repulsivo era común para el lobo, lo hacía olvidar en parte su asqueroso aroma. En el camino paso por una procesadora eléctrica, justamente la que le daba energía a toda la zona de la estación y alrededores, estaba un poco descuidada, allí se hacían filas de entre 7 o más que esperaban su turno. Otros salían muy cansados y con mucha estática mientras los demás entraban.

Autómata resguardaba una amplia gama de sectores, zonas, barrios, viviendas, incluso fábricas, puertos, aeropuertos y plataformas aéreas. En general su forma cavernosa hacía posible la existencia de todo un submundo completo, había varias cosas a resaltar como ser: los puertos del oeste, las murallas mecánicas, el distrito flotante de Rubí, el mismísimo Zigurat o los barrios bajos. Estos últimos aparte de componer el área subterránea de la ciudad allí también había ciertas fábricas, envasadoras, fundidoras donde usuarios de fuego se desvivían por fundir metales y mantener las grandes calderas que mantenían caliente el subsuelo, generadores de energía impulsados en parte por usuarios energéticos, plantas de reciclaje y tratamiento de aguas inútiles donde usuarios tierra y agua contribuían a ensuciar la ciudad redirigiendo la basura de arriba.

No tardó mucho el lobo hasta llegar a una callejuela donde se dio con un gimnasio muy rústico y en mal estado, muchas de las pesas eran con masas de cemento, había una especie de bar y riñas en grupo y lo único que parecía en buen estado eran los maniquíes de boxeo. Fue atendido por un oso maduro que por poco no le dejó entrar, pero este le aseguro que si le dejaban bañarse y limpiar su ropa él se iría. De mala gana el oso accedió. Una vez en los… No sabía si debía referirse a ellos como baños, osea: un cuarto de cemento con azulejos rotos, iluminación pobre, paredes y techos mohosos, con inodoros digamos que inclinados imitando a un urinario y unas duchas con cucarachas. Bueno el lobo aprovechó para pisarlas a todas y procedió a bañarse y dejó su ropa hedienta a un lado de donde se bañaba para que el agua también la limpiase. No había jabón, lo que no le importo pero se refregó como pudo a él y a su ropa con una esponja que encontró por ahí. Mientras se seguía refregando, un borracho y enorme jabalí había entrado en los baños, su olor a cerveza era nauseabundo, entro y uso los supuestos urinarios, en ese momento en lobo había terminado de bañarse, si bien nunca le dirigió la mirada y se concentró en secarse con una sacudida y una pequeña bolita de aire de su kent de aire, el jabalí no dejo de mirarlo en todo momento. Su musculatura joven y marcada, su pelaje suave y limpio, su cola, su espalda. El lobo continuó secándose hasta que el tipo se le acercó a las duchas, le pidió que no las cerrase, tenía una toalla; se empezó a desvestir en aquel instante mientras el lobo recoge su ropa tranquilamente; el jabalí no desviaba su mirada de su parte trasera. Finalmente y ya desvestido, con el lobo queriendo secar las prendas en alguna parte, el jabalí se le abalanzó sujetando al lobo con mucha fuerza, el forcejeo, pero el jabalí se lo llevó a las duchas donde con una mano le tapó el hocico para que no mordiera, le apretó con una fuerza digna de un asesino, tanto que le hizo morderse y sangrar; con su otro brazo lo agarro y le apretó las costillas. Le susurro bruscamente al oído: “¿Te han dicho lo guapo que sos lobito?”, “¿Por qué no nos divertimos?”, “Mi amigo, mi dulce amigo no quiso. Vamos, relájate. Solo diviértete como una puta cualquiera”. El jabalí puso al lobo en una posición contra una de las paredes de azulejo en medio del baño, cuando el lobo sintió algo entre las piernas inmediatamente las apretó con firmeza, eso hizo que el jabalí se retorciera de dolor y retrocediera un poco y soltara sus manos. Sin perder tiempo, el asqueroso jabalí se le abalanzó mientras el lobo seguía de espaldas pero esta vez en lobo cargo su mano con electricidad y cuando el jabalí puso su aguijón entre sus piernas el lobo cargó contra el mismo. El enorme tipo había caído desmayado y el lobo tenía el hocico masticado. Allí un cerdo, de complexión física similar al jabalí, entró al cuarto buscando por alguien. Al ver la escena pidió una explicación.

–¿Qué mierda paso acá? –dijo el cerdo– ¿Por que Cesar esta así?

–Bueno, supongo que tu fuiste su amigo… ¿No? –dijo el lobo con algo de dificultad por su hocico.

–¿Qué?

–Intentó propasarse conmigo, no contó con que era usuario eléctrico y todo porque dijo que su amigo lo había rechazado.

–Maldito ¡Puto Marica! ¿Y el cerdo era yo? ¡Solo le dije que esperara! Había hecho el pago de la habitación y todo, me demore por evitar a los soldados, era en el telo de aquí ¡Hijo de puta!

–Discúlpame creo que me retiraré rápido de aquí.

El lobo había salido de los baños apenas habiéndose puesto un intento taparrabacesco de calzoncillos con su ropa mojada a gachas. Al cerrar la puerta y pasar un poco desapercibido, escuchó como una riña se armaba en el local; se vistió y salió a la calle. Para secarse dio unas vueltas hasta convertirse en un remolino, su vendaval fue muy efectivo pero lo dejó flotando en el aire hasta quedarse en los tejados, se quedó mareado un rato hasta que recobro la compostura. Sujetó su orbe y partió corriendo por los tejados, sin embargo antes de irse escuchó unos disparos cercanos y un silencio abrumador que se apoderó del momento, asustado corrió y recorrió las oscuras calles de la ciudad.

Lo poco de luz del sol que podía llegar era de las brechas en el cielo que no bastaban para soportar la inmensa oscuridad del subsuelo que era apenas solventada por el iluminado de los faroles y las luciérnagas que se liberaban en las noches y días nublados, estas provenían de lo poco verde del sector, los jardines suspendidos entre enormes barrancos formados por la extraña geografía caótica del subsuelo que contrastaba demasiado con las lisas y llanas calles de arriba. Barrancos enormes en los pilares que sostenían la gran ciudad y a sus pies caminos hundidos bordeados por edificios apilados bruscamente encima del otro. Lo poco que unía el subsuelo con la superficie eran los metros y los ascensores en estaciones dentro de los pilares y barrancos, los cuales poco a poco desaparecían por el desuso y despropósito que generaban puesto que ambos pueblos preferían estar aislados unos del otro.

Recorrió la ciudad hasta dar con el mercado de las jaulas, un curioso mercado afiliado a la red de comercio del contrabandista Havel. Un mercado abarrotado con tiendas protegidas por fuertes rejas de metal, iluminados por una tenue y dispar luz azulada. Allí vendían artículos, mercaderías e ingredientes de pociones alquímicas, incluso había un desagradable rincón para la alquimia visceral más enferma, el lobo se tuvo que acercar a ese local de mala gana. Fue atendido por una tortuga caimán que le recibió con una mascarilla de gas. Era extranjero, no debía soportar el aire. Allí le habló con un tono muy desagradable y le preguntó:

–¿Quieres una pata de cerdo? ¿Bolita de Lomo? ¿Tortuguita? Je je.

–Que asco.

–¡Apúrate! ¿Quieres algo para comer? ¿O algo para pociones?

–Soy el mensajero del anochecer, vine a entregar un ojo especial…

–Oh…Así que eras tú, escuche que hubo complicaciones.

–Las hubo –le pasó el orbe por encima de la caja registradora sobre el congelador lleno de carne.

–Es una piedra de buena calidad, si… Con esto creo que tendrán una oportunidad.

–Bien no me importa lo que quieran los Caliostro. Me dijeron que me pagarías.

–Hm, a mi me dijeron eso, sin embargo… Cambiaron de idea. No me culpes, es por haber perdido a los sobrinos de Fausto.
–¡No, no, no, no! ¡Vos me vas a pagar o sino…! –cargo sus manos de viento y electricidad.

–Diré que por culpa tuya rompí mi convenio con Caliostro ¿Quieres que te maten? ¿No tienes suficiente con Havel?

–Tu… –exhalo rendido apagando sus poderes y siguió– Vende tus asquerosas pociones fuera del territorio de mi abuelo. Viejo reptil…

El lobo se fue molesto del mercado, al mismo tiempo que otras sombras negras sobre los tejados. Camino molesto por toda la ciudad, tomó un ferry y llegó a la favela en la parte este de la ciudad, vio a lo lejos varios ascensores en desuso que conectaban a la superficie, incluso el Abyss-East que conectaba una pequeña área distante emplazada en el medio de los dos distritos que fue abandonada y sacada de servicio hacia mucho. Ahora un barrio se formó en esa vieja estación, la llamada Puerta del Faraón (en honor al gran ascensor del mismo nombre),

En esta locación estaba ubicada la Coraza Escarlata, una famosa y concurrida tienda de alquimia, donde los más curiosos ingredientes de pócimas y elixires alquímicos podían conseguirse. Era atendida por un viejo lagarto de komodo llamado Botec, un viejo mercenario de la primera gran guerra; este estaba acompañado de un asistente que contribuía de vez en cuando en la tienda ayudando al lagarto.

Mientras regresaba a su hogar, el lobo asistente se encontró con un nuevo reto a la esperaba en la puerta de la tienda, pacientes y muy molestos, un cordero macho con ropajes y físico bastante afeminados y un encapuchado de capucha celeste con una mascarilla y lentes de sol (Algo absurdo ya que era de noche, pero nadie le quitaba lo genial).

–Ahí están. No basta con casi jugarme el cuello con la guerrera más poderosa de la ciudad por ustedes, chicos.

–Dados tus recientes fallas en la misión deberás hacer un último trabajo para compensar la pérdida de Fausto por Clam, Romio y Cliegton –le habló el enmascarado.

–De verdad no tengo tiempo ni ganas para esto, tuve un muy mal día. Muchas gracias, lo siento, adiós… Ah, y ¡GRACIAS por no pagarme! Arriesgo mi vida y no recibo nada ¡Nada! ¿Lo pueden crecer? Es horrible, horri…

–Kimago Yon Valar ¿No es cierto? –le habló el enmascarado.

–¿Qué…?

–Fue tu abuelo, no lo culpes los sueros de la verdad suelen confundirse mucho con el agua, pero el de Botec era tan dulce y aromático que ni él pudo resistirse.

–¡¿Usaron nuestra mercancía?!

–Tengo entendido que escapaste de tu hogar en la superficie y ahora vives en este basurero ¿Por qué?

–¡Eso no te importa!

–Perdiste a tres de nuestros hombres y, para tu mala suerte, eran los sobrinos de Fausto.

–¡Bueno, si! ¿Pero qué quieren que haga ahora? No pretenderán que vaya a rescatarlos ¿O si?

–No, lo cierto es que eso nos retrasaría.

–En realidad vinimos para comprobar algo –habló el cordero– ¿Es verdad que viste a un antro de dos colas allí en la estación?

–Si, prácticamente prendió fuego la estación y me salvó un poco el pellejo… ¿Por qué preguntan?

Allí vuelve a hablar el encapuchado relatando unos hechos sucedidos hacía unos meses. Resultaba que el celador de Baldía quiso secuestrar a un adivino en las tierras del norte, uno de sus informantes infiltrados en el ejército de aquel celador les comento el asunto al grupo Caliostro y se vieron interesados en usar su don para la rebelión que estaban organizando.

(La población de adivinos era bastante perseguida por la Orden de los Cuatro, sobre todo la llamada Iglesia Estelar, que veía la adivinación como una burla a sus predicciones estelares y una blasfemia hacia su divinidad de devoción: Tempes. Asimismo la Iglesia Estelar perdía prestigio y devotos al comprobar que sus predicciones no eran verídicas, algo bastante serio pues era la rama de la Orden con los usuarios devotos más poderosos; teniendo control de usuarios psíquicos y gravitacionales).

Fue así como él y un par de colegas suyos viajaron en el solsticio de verano para secuestrar al adivino antes que el celador; y tras una cruenta lucha en las islas del norte lograron escapar pero sin mucho éxito, pues si, encontraron al adivino que predicaba en la zona, sin embargo quedaba el detalle que el rol de adivinación fungía de a dos y aquel que encontraron estaba oculto entre los escombros de una aldea en aquellas islas.

Aun y con uno no les era suficiente puesto que sus presagios estaban incompletos mas no dejaban de serles útiles. Uno de esos presagios narraba la llegada de un ser de dos colas, un ladrón de corazones, que enfrentaría a los cuatro leones en la cima .

Explicó que la predicción estaba incompleta, pues narraba sucesos en un gran lapso de tiempo dichos de forma escueta pero interpretable. El otro adivino podía anticiparse y narrar eventos próximos con mucho detalle, por esto asumían que los celadores estaban mas preparados para un enfrentamiento que ellos.

–A ver si lo entiendo ¿Quieren que yo les traiga al zorro con ustedes?

–Si– Ambos.

–¿Tendré que hacer algo más?

–Solo eso– Ambos.

–Bien, entonces… ¿Saben donde vive o…?

–No– responde el cordero

–¡¿Tengo cara de hombre del saco, investigador privado, espía o…?!

–No, la verdad tienes cara de asaltante de cuarta –le contesta el cordero– Te esperamos en la cofradía del viejo estadio, esperaremos lo debido pero debes saber que durante esta semana vamos a estar ahí todas las noches. Y por cierto hueles fatal.

–¿Todavía? –el lobo se volvió a oler y con una cara arrugada y sorprendida comprobó eso.

–Supongo que ese es tiempo suficiente ¿Verdad? –le preguntó el encapuchado.

–Si, lo es –Kimago respondió rendido a su petición.

Los sujetos se retiraron luego de eso y Kimago al menos pudo entrar en casa a acomodar sus ideas. Una vez dentro vio como el lagarto estaba atendiendo como loco a varios clientes de toda índole, raza y especie, todos ansiosos y desesperados de poder comparar al menos una de las mercancías ofertadas. Había un reloj cronometrado que marcaba con rojo desde las nueve am hasta las cinco pm, eran las cuatro y cincuenta y ocho. Kimago pasó entre toda la muchedumbre y se acercó a la caja registradora donde Botec, el dueño del local.

–Hay mucha actividad aquí ¿No?

–¡Ese maldito suero de la verdad, lo puse de oferta! Y mira todos se volvieron locos.

–Es por la hora. Bien, supongo que no lo viste venir.

–¡Ese cordero fue el que me hizo tragar todo! Era un psíquico. Primero quiso que me tomara en mi taza de té y después…–murmuró enfadado sarandeses inentendibles.

–De acuerdo, a ver cómo lo digo… Quieren que les lleve a alguien.

–¿Aún seguirás trabajando con ellos? No lo puedo creer.

–Después quiero pedirte dinero para…

–¡¿QUE?!

Cuando pegó el grito, todos los demás clientes se callaron confundidos, tan desorientados como desinteresados para soportar un drama familiar frente suyo, por eso comenzaron a recriminarle al lagarto que los atendiera rápido antes de que empezara a hablar Kimago. Para mala suerte de la clientela el reloj ya había dado las cinco. Con tal de tener más privacidad, Botec los despachó a todos, algo que por supuesto tuvo detractores que esperaron desde varias horas para comprar aquella icónica pócima de la verdad; estaban todos bastante molestos, parecían fieras, algunos querían pelear por las mercancías pero el dragón de komodo sacó debajo de la mesada, de la nada y sin tregua ni aviso, una gran cierra circular semejante a un yoyo con sierras. A esta le encajó con un palo ornamental grande en una herradura del yoyo y consiguió un arma abominable y sanguinaria (parecida a una cortadora de pizzas). Fue entonces cuando pego el grito a todos: “LARGO DE MI TIENDA”. La forma de despachar clientes era rara y extrema, sin embargo aquella clientela no solía ser gente ni común ni tranquila como para despacharla por formas cordiales, aquel ambiente atraía a criminales y alimañas repugnantes que buscaban hacerse con todo lo que llegaba a ofrecer aquella tienda; puesto que ser alquimista no era tan sencillo, una profesión arriesgada por el uso y experimentación constante de materia, ferozmente cotizada por ser estudiada por pocos y repudiada por muchos por quienes suelen practicarla.

–Kimago estás loco. No debí dejar que trabajaras para ellos.

–Si… quizás debiste advertirme… Un poco más.

–Encima tienes las agallas para pedirme dinero aún después de tu fracaso de la última vez

–Si, lo se y…

–¿Vas a volver a intentarlo con lo del carro?

–Si, veras quería iniciar de nuevo pero con un mejor sistema de seguridad por lo de…

–¿Cuándo le prendiste fuego?

–Comprendo tu enojo, si. La cague bastante la última vez pero en esta ocasión…

–No voy a darte nada, ya te lo dije ¡No más dinero hasta que me devuelvas lo de…!

–Ya pedí el sistema a los contrabandistas petirrojos… –Hubo una breve pausa de unos instantes, Botec quería hablar pero Kimago le cayo y continuó– El trabajo de hoy era para pagarles.

–¿Y no te pagaron?

–Abandone a los sobrinos del jefe.

–Olvídalo, ingéniatelas con algo como lo haces siempre.

–¡Por favor!–En la puerta se oían unos fuertes golpes, Botec se fue arriba molesto.

–¡Maldición!

Los contrabandistas petirrojos organizaban una de las cuatro bandas criminales del subsuelo, eran famosos por sus mercancías y préstamos de dinero. Hacía bastante tiempo que esperaban recibir su paga, se notaba, nadie golpea una puerta nueve veces seguidas así de fuerte. Kimago les dejó pasar actuando de forma muy nerviosa con mucha amabilidad y cordialidad con sus indeseables invitados. Eran dos cuervos, lejos de responder a la amabilidad que Kimago les estaba presentando le agarraron del cuello y lo arrastraron contra el portón de la casa.

–Era que nos tenias que pagar hoy, lobo.

–Si, pero…

–Sabes lo que Havel le hace a los deudores.

–Si lo estoy viendo, la lengua de Augusto sigue cortada ¿No? –señala al otro cuervo con la mirada– Aunque supongo que me reservan algo peor.

–¿Tienes el dinero?

–Miren el trabajito de hoy no me lo pagaron. Mañana voy a…

–¡Levántalo!

Augusto levantó al lobo de brazos colgándolo del portón de su casa con los brazos extendidos mientras su otro compañero le ató las piernas, levantó su camisa y sacó unas cuchillas negras. Rozo dócilmente su pecho desnudo y peludo al mismo tiempo que cerró su hocico con gran fuerza, extraordinaria para la fisonomía relativamente enana y poco fornida de los cuervos Pero él en otras circunstancias el lobo se la habría mordido pero su hocico estaba muy dolido, el dolor lo inmovilizaban.

–¿Cuántas veces nos has dicho lo mismo? Siete, van con esta. Y dijiste que la paga de tu nuevo trabajito sería lo suficiente para pagar tu emprendimiento fallido. Ahora no pienso tolerar mas de estas tonterías, adiós lobo.

Primero cortó de un tajo y a gran velocidad todos los aretes que llevaba, dos en las patas y brazos y uno en el cuello. Retrocedió e impulso con grandilocuencia sus dagas hacia el lobo, asustado y sin esperanzas cerró los ojos en lágrimas. Todo se puso negro, un intolerable silencio tenso roto por los sonidos de frituras crujientes. El lobo abrió los ojos para darse cuenta que Botec estaba detrás suyo comiendo plácidamente sobras de la freidora que tenían en el sótano. Sostenía el sistema de seguridad que las aves rapaces le habían entregado. Bastante incómodo, les lanzó el dispositivo por encima de la cabeza del lobo.

–¡Oh esperen! No hagan nada que no se merezca aun– reservó un tono calmado y sarcástico.

–No aceptamos reembolsos.

–No me jodan ¿De verdad?

–Dígame ¿Usted piensa pagarnos?

–Oh no, eso lo va a hacer mi nieto.

–¿De qué habla? Solo nos dijo mañana, y esta es la séptima vez anciano.

–Mañana un viejo enemigo mío, de mi época de cacerías, va a ir al banco de memorias temprano a hacer un depósito de datos. Fider Teach creo que se llamaba.

–Lo conozco hace tratos con nosotros aunque últimamente… ¿Y eso de que nos sirve?

–Es un alquimista mucho mas ambicioso que yo, quizás sepa cosas que yo no. Por ejemplo: la fórmula regenerativa de salamandra, néctar de manzano playero o el punto exacto donde ustedes hacen contrabandos en el sector oeste.

–¿Como…?

–Necesitamos mercancía, nosotros los alquimistas y no se, quizás ya se hartó de hacer tratos con gente que nos vende órganos echados a perder, hojas y raíces de mandrágora secas, metales oxidados e indumentaria barata y en mal estado que encima de todo no reembolsa. No sé, yo no lo culpo. Además escuché rumores que Aldrich compra y luego vende datos jugosos de alquimistas al celador.

–Nosotros no sa…

–Mañana quiero que se lleven a Kimago con ustedes y acaben con ese idiota antes antes que sus registros queden en la casa del mejor amigo del celador ¿Ya saben lo que pasara si les descubren? A propósito, Kimago, se encargará de él y también les pagará lo que les debe, como si no fuera ya suficiente que les estamos salvando el trasero a toda su organización.

–¿Y por que no ahora?

–¿Puedes entrar en su mansión fortificada del distrito rubí? Adelante yo no te detengo.

–¿Mañana a que hora? –preguntó incrédulo.

–Ocho en punto, y váyanse los tres de aquí. Y si descubro que le hicieron algo de todas formas les garantizo que perderán a una enorme suma de proveedores que yo sé que tratan. No olviden que los tienen por mi.

Los cuervos guardaron silencio y se retiraron de aquel lugar. No sin antes lanzar un boomerang afilado para cortar las cuerdas de Kimago.

–En serio odio salvarte el cuello todos los meses –dijo Botec– Ahora y antes que me arrepienta de haberte ayudado por favor explícame lo del secuestro.

–No lo sé, es un zorro de dos colas, lo encontré en la estación. Gracias a él no me mató la generala ¿Pero qué estoy diciendo? ¿Voy a matar a ese hombre?

–No, realmente quiere guardar los recuerdos de su juventud, creo que tiene ciertos familiares con alzhéimer y quiere preservar sus recuerdos. Le avisaré de lo nuestro, no te preocupes. Me debe un favor.

–No se como darte las gracias. Pero… ¿Qué se supone que haré con el viejo Teach?

–Olvídate de eso por ahora. Kimago por lo que mas quieras no te metas más con los del zigurat luego de que se lo traigas ¿Qué querían de él?

–Ríete, pero querían que el zorro robara a los del zigurat.

–¡Oh, pero serán idiotas!

–No importa, lo peor es que no se nada de él, tengo que averiguar dónde está. No debe ser muy complicado, apenas había llegado hoy a la ciudad. Era joven, poco menos que yo creo… tal vez estudiante.

–Hay muchos estudiantes extranjeros, pudo venir como turista o para visitar a alguien.

–Pues no me importa porque haya venido, se lo llevare a Fausto como sea.

–En fin, creo que es hora de que te bañes –cuando dijo eso la cola de Kimago se movió de forma extraña, temblaba tímidamente mientras se movía de un lado para el otro de forma rápida– ¿Que te paso?

–Nada ¿No viste las noticias por la radio? ¿Te tengo que explicar mi situación de vuelta? Basta, me quiero ir a dormir.

El lagarto le detuvo, luego le tiró un balde de algún líquido y procedió a abrazarlo. Era un dragón de Komodo, su veneno era letal y nunca estaba de más cuidarse. Su abrazo por su parte se sintió inesperado pero reconfortante para el lobo que cuando su shock pasó, se dispuso a abrazar al lagarto. En su oreja le dijo: “Solo moviste así tu cola una vez, enserio siento que hayas pasado por eso, nieto”. El lobo lloró en sus hombros y se reconfortó en la calidez de su abuelo.

Tomó un tiempo para desahogarse. Tras el consuelo, se fue a bañar con tranquilidad. Mientras se lavaba, meditaba en las complicaciones de su vida actual y en las situaciones peligrosas en las que se encontraba. Decidió que, al día siguiente, haría lo posible por resolver la situación del joven zorro de dos colas que había conocido en la estación.


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