Laguna III

Laguna III

Ema UB

27/04/2024

– ¿Estás allí?

– Si. ¿Ocurrió algo?

– Él está aquí.

– ¿Quién?

– Dice mucho a los ojos y poco a la razón, su aliento es ponzoña, sus favores dan gozo, pero sus gozos tienen un precio a pagar… Sus placeres son…

– Sus placeres son seguidos de desdichas. No lo leas, no le dejes entrar, en principio será felicidad, después se calara en el aire, en los pulmones, subirá hasta los ojos e inyectará la enfermedad.

– La enfermedad, será el final y los ojos empezarán a ver lo que hay más allá de la invisibilidad…

– Es él.

– Sí

– Tiene la marca que se indica en el libro.

– Sí.

– ¿Estás segura que no es el impostor? Sabes que esto siempre será una prueba.

– No. No es el impostor, sé cómo es él. Sé de su marca en los labios.

– ¿Dónde estás?

– En casa.

– Él está en tú recámara.

– No

– ¿Dónde está?

– Llegué del trabajo, me vine directo al estudio, quería descansar lo ojos mirando un poco de arte, cuando abrí la puerta me pareció ver una sombra desplazándose entre los estantes de libros. Subí los escalones hasta la estación de lectura y allí lo ví, sentado en una esquina junto a la ventana.

– ¡Maldición! ¿Qué hace? ¿Te vio? ¿Sabe que estás allí?

– No hace nada, solo está allí en silencio, observa con curiosidad los libros. No sé si él sabe que puedo verlo. 

– Sea lo que sea, no te muevas de allí, no intentes nada, no grites. Si él se acerca, mantén la calma, solo te tocará la cabeza, él lee tus pensamientos. No hagas nada, no intentes irte. No te hará nada.

– No estoy segura, no entiendo por qué está aquí. Se supone que no debe aparecer aquí hasta que haya sido invocado y no tengo intención de llamarlo.

– ¿En qué capítulo del libro estás?

– No he terminado el primer capítulo.

– En qué sección…

– La ciudad de Ishtrem.

– Es muy pronto. No debe estar allí, debiste hacer algo más, algo que atrajó su atención. 

– No hice nada, solo hablé contigo ayer, respecto a lo que hizo ya sabes quién con tu antigüo amigo.

– Eso no tiene que ver contigo, debió venir hasta aquí y no contigo. ¿Acaso estuviste por mucho tiempo mirando durante los colapsos?

– No, te dije que ayer solo tuve uno, fue durante el trabajo y solo ví ciertas cosas… Rompí el enlace rápidamente.

– ¿Qué hace ahora?

– Camina lentamente observado los estantes… Él está buscando algo.

– Dime que no tienes el libro en el estudio.

– No, no lo tengo, jamás lo traería hasta aquí.

– Entonces no hay nada que temer.

– ¿Temer? No le temó, es solo que no sé qué quiere y su apariencia no es muy soportable.

– Deberías temerle. ¿Ahora que hace?

– Viene hacía donde estoy.

– No, no te muevas, quédate quieta… Pasará pronto. 

– ¿Estás?

– Si 

– ¿Qué ocurrió?

– No lo sé.

– Te tocó la cabeza.

– Si

– ¿Qué recuerdas?

– Nada, solo sentí un dolor brutal en los ojos.

– No puede ser, no viste nada.

– No.

– ¿Qué hizo?

– No lo sé.

– ¿Cómo están tus ojos?

– Rojos, sangrientos.

– No sé qué significa esto, debo hablar con ya sabes quién.

– No lo llames, es seguro que te pedirá algo a cambio de la información. 

– No pedirá nada, sabe que estamos en el juego. Solo debo recordarle que debe defender su territorio.

– Estoy cansada, hablamos después, debo dormir.

– No vaya a dormir sin antes leer al menos un par de líneas del libro. Tú sabes.

– Si, lo sé. Por cierto hay demasiados relojes en el agua.

– Espera un momento, desde dónde me escribes, tú todavía sigues dentro de la epifanía… Despierta, debes despertar.

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