Capitulo 1: El corazón y el mar tienen la misma profundidad.
✧ Bruce ✧
No sé bien cómo terminé aquí, pero sé bien cómo empezó.
Hace cinco años no habría imaginado que te perdería. Mi Laurie. Ese día había mucha gente, todo parecía ser un día perfecto.
—Sólo serían estas calabazas, por favor.
Había mucha gente ese día, niños jugando, personas apresuradas por llegar a sus trabajos, pero se sentía diferente al resto de los días.
—Serían 15 zelis, caballero — me respondió Bob.
Recuerdo ser niño y venir a jugar al mercado para verlo, me parecía un gran oso en ese entonces.
—Gracias, Bob.
Extendí mi mano para entregarle las monedas, era un día demasiado soleado, seguí caminando, a pesar del calor, sentía que sería perfecto, el cielo demasiado azul, pocas nubes, las olas pegaban en las rocas, eso daba la sensación de frescura (aunque el calor era difícil de disimular), a pocos metros vi algo que me entusiasmo: me detuve cuando vi naranjas en uno de los puestos.
—Las naranjas siempre me han encantado, ¿Cuál es su precio?— pregunté a la joven que atendía.
—Cuatro zelis por naranja. — me respondió, sin prestarme mucha atención.
—Claro, aquí tiene. — dije mientras entregaba los zelis. —No puedo creer que haga tanto calor, siento que me derrito— dije para mí mismo mientras terminaba de guardar las naranjas en mi canasta,
—¡Demasiado calor! Pero no hay como estar en tierra. — me respondiste.
Ahí fue cuando te conocí. Así empezó. Quedé encantado desde que te vi, con tu cabello dorado y tus hoyuelos. Justo en ese momento se escuchó el cantar de unos pájaros, parecía que el tiempo iba más lento cuando ambos cruzamos miradas.
—¿Marinero, eh?— te sonreí, porque tu sonrisa siempre fue contagiosa para quien la mirara, siempre fue una de las miles de cosas que adoraba de ti.
—Aprendiz, mi padre tiene su barco y yo voy con él.
—Suena grandioso. — dije mientras acomodaba mi canasta en mi brazo y así poder seguir caminando.
—La mayoría del tiempo lo es, a veces es algo solitario. — respondiste y empezamos a caminar juntos por el camellón.
—Pero tienes el mar y mil posibilidades de tener aventuras nuevas.
—Sería mucho mejor tener un compañero para esas aventuras — sonreíste con timidez.
Sentía que podía confiar en ti, algo en mí me decía que te conocía de toda la vida. Estaba a punto de decirte que yo podría ser tu compañero, que sería genial ir a navegar juntos… pero, mi madre… no podía dejarla, ni a mi hermano.
— ¡Podrías acompañarme! Unos meses en altamar y regresamos. Sé que no nos conocemos, pero confía en mí, sé que seremos buenos compañeros, tendremos mil aventuras y… — estabas muy entusiasmado — sígueme, te mostraré — tomaste mi mano y aceleraste el paso, no podía estar más nervioso.
—¡Espera, no tan rápido! No quiero que tropecemos con alguien.
—¡No te preocupes! Casi llegamos al puerto.
—¡Soy Bruce, por cierto! No nos hemos presentado aún. — Dije mientras reía.
— Soy Laurence, pero todos me dicen Laurie. — Sonreíste.
En ese momento apretaste mi mano y yo la tuya. Volteaste a verme y te veías feliz, el sol pegaba en tu cara y tus pecas resaltaban en tu nariz. Lo único que pude hacer fue sonreír de vuelta, pero estoy seguro de que estaba sonrojado y tú lo notaste. Llegamos al puerto, me enseñaste el barco de tu padre. Era como un sueño, podía imaginarme navegando contigo, parecía demasiado irreal.
— ¿Y? ¿Qué te parece Bruce? ¿Aceptas el trato? Seamos compañeros.
— Laurie, me encantaría. Realmente parece ser un sueño, pero… no puedo aceptar el trato en este momento…
— ¿Por qué no? Mira, si es por la ropa no te preocupes, aun hay tiempo de poder ir por ella, zarpamos en una hora y media, puedes alistarte sin problema. Además…
— No es eso, Laurie…
Me miraste desilusionado y por alguna razón, a mi me dolía decirte que no. No entendía porqué, mi vida no era mala, era muy tranquila, sí, pero tenía a mi hermano, pasaba el tiempo escribiendo un diario acerca de los insectos que encontraba y observaba y en tiempos de cosecha todo era muy sencillo.
— Mi madre está… enferma, Laurie… no puedo irme y dejarla, ni dejar a mi hermano… mi familia depende de mí en este momento.
— Ya veo… — estuviste pensativo no más que dos segundos cuando dijiste con mucha firmeza:
—Escribámonos.
—¿Qué?
—¡Sí! En unos meses estaré en La Costa Este. Podemos escribirnos y te avisaré cuando regrese, así cuando tu madre se recupere, podrás venir conmigo, aunque sea sólo un viaje. Estaremos ambos informados, uno acerca del otro, ¿Te parece? — dijiste sonriendo.
Siempre amaré tu manera de sonreír cuando te entusiasmas. Sin pensarlo mucho accedí y jamás me arrepentiré de haberlo hecho, a pesar de este inmenso vacío que siento hoy, mis recuerdos contigo son el tesoro que siempre quise recolectar. Laurie, mi amor… si muero hoy en este profundo océano, la tumba de nuestro secreto será lo que en un principio nos unió. Recuerdo que ese verano nos escribimos un par de cartas, eran la razón por la que mi vida rutinaria y gris empezó a tener color y sentido, sólo podía contar los días para volver a verte.
Una noche en casa, las luciérnagas se veían desde mi ventana, la luz de mi vela se sentía más cálida que en noches anteriores.
— ¿Bruce?— escuché, me había sacado de mis pensamientos completamente.
— ¿Sí, madre? — respondí desde mi habitación, estaba sentado mientras respondía una de tus cartas en mi pequeño escritorio.
Por fin regresarías… no podía creerlo. Realmente regresarías y volvería a verte.
—Ven un momento, por favor, querido— dijo desde el comedor.
Me dirigí hacia donde mi madre estaba y me senté en una de las sillas, pero mi mente y corazón seguía arriba con la carta en la que anunciabas tu regreso. Era una noche lluviosa, lo recuerdo bien, pero todo se sentía con mucha paz.
— Has hablado mucho con ese joven… Laurie — estaba cosiendo una de las viejas camisas de papá. A pesar de que mi madre había logrado sobrevivir de su enfermedad, su corazón seguía extrañando a quién fue su compañero de vida, no la culpo, se amaban como nunca vi a alguien más amarse. —Quería preguntarte… — dice mientras se retira sus lentes y hace una pausa a la costura, por lo que entendí que lo que diría era importante, así que presté atención, dejando de lado momentáneamente todo lo que a Laurie refería.
— Dime, madre.
— Tú realmente estás enamorado de ese muchacho, ¿Cierto?
¿Lo estaba? ¿Estaba enamorado de Laurie? Fue esa noche, un 18 de junio, la primera vez que se presentó la loca idea, de que tal vez, estaba enamorado de ti… de un chico al que había visto sólo una vez, con quien mi único contacto por casi un año y medio, había sido por cartas… cartas cuyos contenidos eran profundos y personales, llenas de emoción y cariño… ¿Realmente podría ser esto posible? ¿Realmente era tan loco estar enamorado de ti, si lo único tangible entre nosotros dos era sólo papel y tinta?… Si la respuesta fuera que sí ¿tú lo estarías de mí?
—¿Bruce?… —
OPINIONES Y COMENTARIOS