Las anécdotas de Francisco en el bachillerato – Capítulo 1

Las anécdotas de Francisco en el bachillerato – Capítulo 1

Mitts the plagdoc

09/04/2024

Era primavera, esa época en la que todos los tortolitos se la pasan junto a sus parejas, los enamorados haciendo planes para armarse de valor y declararse a sus platónicas; y los rechazados como yo, viendo cómo realizan esas patéticas actividades.

Soy Francisco, de 17 años, vivo en Madrid, España, donde vivo desde que tengo memoria. Toda mi vida he sido un completo despropósito en lo social, los amigos que tenía los fui perdiendo conforme pasaban los años escolares y, ella… prefiero no hablar de ella.

Es mi primer año de bachillerato y prácticamente lo he desperdiciado si hablamos de hacer amigos; me considero alguien tan poco interesante y sin nada para hablar con alguien, no soy demasiado inteligente, por lo que tampoco me hablan para pedir ayuda, ni demasiado atlético por lo que tampoco logro destacar en atletismo.

Un día, sin embargo…

-¡Plom!- Un estuche había caído al suelo cuando hice un movimiento rápido con mi mochila, su color era rosa, supongo que de alguna chica que se había ido; yo era el último en el salón, por lo que era mi responsabilidad reportarlo como objeto perdido.

De prisa, me puse a recoger los lápices y bolígrafos caídos del estuche ¡Que chica tan descuidada!, ¿cómo podía olvidarse de algo tan importante como sus útiles escolares?

mi pregunta, para mi suerte, sería respondida muy rápido.

-¡Psss, psss!- alguien hablaba desde la puerta del salón, se trataba de mi compañera, Alicia, ella era… como describirlo; muy bonita, podría asegurar que era la más bonita del salón, seguro era popular, seguro le desagradarían personas patéticas como yo, ¿será acaso ella la dueña de aquel desdichado estuche que acababa de tirar al suelo?

-Mi estuche, ¿Podrías pasarmelo?- Decía Alicia, con una voz tan baja que, en caso de estar en pleno horario de clases, seguramente no la hubiera escuchado.

-Cl-Claro- respondí inmediatamente, sin embargo, mi voz se entrecortó sin que yo hubiera querido, ¿por qué soy así?, ¿por qué me cuesta hablar con los demás?, ¿acaso jamás podré intercambiar palabra con alguien?.

Lentamente, con mucha vergüenza encima, me acercaba a donde Alicia, los centímetros se sentían metros y los metros se sentían kilómetros, cada paso que daba era mayor sufrimiento, por algún motivo, me generaba un pánico inexplicable acercarme a semejante angel inalcanzable.

Tardé tanto en reaccionar que al final Alicia entró al salón y recogió su estuche de entre mis manos, no alcancé a escuchar lo que me dijo entonces, mi mente había quedado en blanco, quizá consecuencia de no dirigir palabra alguna con nadie durante más de medio año escolar.

Llegué a casa, mis padres como siempre, por su lado; hablaba con ellos, pero creo que nuestra relación se distanció desde que llegué a la pubertad; en general, la pubertad me alejó de todos aquellos a quienes quería o estimaba, así que tampoco era algo que me generará dolor, supongo que por haberme acostumbrado a vivir así, estaba por entrar cuando de repente.

-¡Pancho!, ¡Pancho!, hace mucho que no venía a verte, ¡ja, ja, ja!- decía una voz gruesa pero, a la vez, chillona desde la puerta. Se trataba de Juan, un viejo amigo de la primaria, alguien que, creía yo, me odiaba por haberle hablado de esa forma. Sin embargo, parecía no estar enojado por aquello sucedido hace tantos años, ¿cómo podía perdonarme por semejante barbarie?, ¿era digno del perdón de un amigo tan leal al que había lastimado?

-Ho-Hola, Juan, ¿co-cómo estás?- Respondí, con vergüenza.

-¿Sucede algo, hermano?- Respondió Juan.

¿Cómo podrías hablarme de forma tan relajada a mí?, ¿alguien tan despreciable merecía un trato tan amable como este?, no dejaba de pasar por mi cabeza, mi traicionera cabeza.

De nuevo, mi cabeza quedaba en blanco; era incapaz de escuchar lo que Juan dijese, era como si mi cabeza intentase, de forma desesperada, evitar que socializara.

-¡Basta!- Dije, tanto en mi cabeza, como -sin darme cuenta- en la realidad; Juan se quedó en silencio, luego respondió -¿Así que todavía sigues enojado?, si así lo quieres, me puedo ir, pero, ¿Hiciste las paces con Emilia?, lamento todo lo ocurrido antes, era inconsciente de lo que hacía, sabías que también me gustaba ella y…

-¡Callate!, ¡No me vuelvas a dirigir la palabra, Juan!- Dije, entre sin pensar y completamente consciente, no quería recordar aquello, entré a casa y me dirigí, a toda velocidad, a mi habitación, no salí de ahí en lo que quedó del día.

Llego el lunes -el encuentro con Alicia en el salón ocurrió en viernes-, estaba completamente avergonzado de ir a clases, no quería encontrarme con ella, ¿Y si me humillaba públicamente por aquel suceso?, ¿Y si arruinaba aún más mi presencia en el salón, compartiendo lo patético que era?.

Entré al salón, todo era como siempre, Alicia andaba por su lado, con el clásico grupo de las chicas populares, me senté en mi lugar, a mi derecha se sentaba Eduardo, el payaso del salón y, a la izquierda, Marcos, el friki del salón, ambos eran tan raritos que tampoco pude ser capaz dirigirles la palabra a ellos.

Las clases prosiguieron con normalidad, no parecía como si Alicia hubiera compartido con sus amigas acerca de lo patético que era, es más, parecía como si ella hubiese olvidado todo aquel suceso.

Al final del día, después de la clase de atletismo, volví al salón por mi mochila -era el único que no la llevaba a la cancha donde realizamos la clase-, al entrar encontré sobre ella una nota, cuidadosamente escrita, con una ortografía impecable, «Gracias por encontrar mi estuche» estaba escrito en la nota, era obvio que pertenecía a Alicia, sin embargo, no entendía el porqué de escribirme una nota, ¿acaso se intentaba burlar de mí a través de emocionarme por una nota sobre mi mochila?, ¿cómo se podía ser tan maquiavélico?

Salí del salón, de camino a la salida me encontré a Eduardo y a María -compañera y amiga de Alicia-, parecía una declaración de María hacia Eduardo, intente alejarme rápido pero, -¡Hey tu!, Francisco- Grito Eduardo, ¡La situación no podría ser peor! ahora tenía que dirigirle la palabra y, seguramente, otra persona sabría acerca de lo patético que era.

-¿Qu-Qué pasó, Eduardo?- Dije, nuevamente mi voz me traicionaba.

De pronto, Eduardo se me acercó, como si fuera un viejo amigo y me habló al oído

-¿Me ayudas?, no me siento listo para responderle a María, pero tampoco quiero rechazarla, solo busco aplazar mi respuesta.- Dijo, con un tono inseguro

-Cl-Claro, ¿Co-Cómo te puedo ayudar?

-Solo camina, yo me encargo del resto.- dijo, para inmediatamente después voltearse hacia María y agregar:

-Lo siento María, me surgió algo, te respondo mañana, ¿Si?

-De acuerdo- respondió María

-¡A primera hora!- agregó.

Salimos rápido de la escuela, de camino a casa él empezó a hablarme.

-Sabes, me siento inseguro al tomar una decisión en el calor de una situación, ¿no te pasa?- Dijo, como si sintiera seguridad de hablar conmigo.

-Bu-Bueno, realmente no es como que haya estado en una situación así, ¿sabes?, creo que son pocos los que sientan seguridad de tomar una decisión tan rápido- Respondí; por algún motivo, mi voz se entrecortó menos de lo normal.

-¿A tí te gusta alguien, Francisco?- Preguntó, supongo que intentando continuar la conversación.

-No estoy seguro, tal vez ¿Alicia?- Respondí, casi por instinto.

-¿Así que tú vas por las ligas mayores?, eh- Respondió, sarcástico.

-Solo respondí por responder, realmente no sé si…

-¿Qué te gusta de ella?- Agregó antes de que termine mi discurso.

-Te digo que no estoy seguro de lo que siento, solo respondí por la necesidad de responder.- Agregué de inmediato, no podía dejar que la situación se me fuera de las manos, ¿Que pasaría si Eduardo le contaba a María y María a Alicia? ¡Sería un desastre!

-Ya veo, bueno, a mí sí me gusta María- Contestó, como intentando darme confianza.

-Oh, ya veo, que bien por tí- Agregué, por algún motivo sentía una especie de envidia.

-¿Estoy en lo correcto al decir que no has hablado con nadie en lo que va de bachillerato?, has sido el callado del salón y ya estamos por acabar el año, ¿Cuál es el motivo?- Preguntó, por algún motivo, decidí contestar.

-No es asunto tuyo

-De acuerdo, no preguntaré más por ello, pero, si algún día quieres hablar de aquello, cuenta conmigo, ¿Si?

Eduardo se comportó de manera muy comprensiva conmigo, era una persona completamente distinta fuera del salón de clases, casi que era más fácil empatizar con él.

-Me voy por aquí, ¡Hasta mañana, Francisco!

-De acuerdo.

Llegué a casa, habían hecho limpieza, por lo que debía esperar afuera un rato en lo que el piso se secaba.

-Voy a comprar- Grité desde fuera.

-¡Está bien!- Me respondieron.

Me dirigí al mercado más cercano, para mi gusto, un mercadona; al entrar, fui directo a la sección de snacks, pensaba comprarme unas botanas para ver la nueva serie que había salido.

-¡Francisco!- Dijo una voz, algo baja, pero grave.

Se trataba de Esteban, otro viejo amigo de la secundaria, él se alejó de mí tras haber sido expuesto por Emilia.

-¿Cómo te ha ido, amigo?

-Bien, supongo.

-Escuche que entraste al Bachillerato Valdecas, ¿Queda algo lejos, no?

-El tren hace que el traslado no se sienta tan tardado.

-Bueno, a mi mi padre me lleva en coche al Bachillerato, ja, ja, ja

-Bien por tí, supongo.

-Bueno, yo me retiro, ya tomé lo que iba a comprar, ¡fue un gusto haberte vuelto a ver, Francisco!

-¡O-Oye!- Grité, por algún motivo deseaba saber el porqué de dirigirme la palabra.

-¿No estás molesto por todo lo que ocurrió en, ya sabes, secundaria?

-Oh, sobre eso, supongo que no, total ¿Ya es cosa del pasado, no?

-Pero arruine a nuestro grupo de amigos

-No arruinaste nada, Francisco, era poco probable que nuestro grupo de amigos sobreviviera al cambio de escuelas que representaba el bachillerato.

-De todos modos, yo…

-¿Sabes? Creo que ninguno está realmente molesto por aquello, tu actuar en su momento fue incorrecto; pero, como te digo, eso es cosa del pasado; ¿Supiste que Juan y Emilia terminaron al poco tiempo de entrar al Bachillerato?, supongo que incluso si no hubieras actuado como lo hiciste, no hubieran durado mucho más tiempo.

-Ya veo.- Esteban me dejó sin palabras, por algún motivo, sentí alivio, algo que no sentía desde antes de ese suceso.

Tras comprar mis botanas, regresé a casa, por primera vez en mucho tiempo, decidí dirigirle la palabra a mis padres para algo más que no fuese saludarlos, despedirme o agradecer por la comida.

-Bu-Buenas tardes, mamá, papá, ¿Co-cómo les ha ido en todo este tiempo?- Por algún motivo, mi conversación no se sentía natural.

-¿Estás bien, hijo?- Preguntó papá, era muy comprensivo, cuando sucedió aquello intentó hablar, sin embargo, en medio de las emociones tan complejas que estaba sintiendo, le pedí espacio, yendo a encerrarme a mi habitación y, desde entonces, no les dirigía la palabra casi para nada.

-E-Estoy bien- Respondí.

-¿Ya nos quieres hablar de lo que te sucedió?

-¿Así que no se han o-olvidado de eso?

-Por supuesto que no, sin embargo, tampoco te íbamos a forzar a hablar de lo que sentías

-No me siento listo para hablar de ello.

-¿No quisieras ser atendido por un psicólogo?

-N-No, gracias, papá

Luego de eso, conseguí entablar conversación con ellos, no fue de las más interesantes, pero fue algo reconfortante.

Me dirigí a mi habitación, me sentía feliz y con ganas de llegar al día siguiente, ¿Eduardo respondería a la declaración de María? Si quería ver eso, debía llegar temprano, por lo que me dormí más temprano de lo normal, al final, olvidé ver aquella serie por la que fuí por botanas.

Amaneció, me preparé lo más rápido que pude, baje a desayunar, mis padres, como siempre, se encontraban preparando el desayuno

-Hoy te veo con ánimos, hijo, ¿Pasó algo bueno en el colegio?

-No precisamente, pero si quiero llegar temprano hoy.

-Hoy no tengo trabajo, si quieres te puedo lle…

-Ya me voy, ¡nos vemos más tarde, papá, mamá!

De camino a la estación de tren, me encuentro con Eduardo.

-¡Epa!, qué emocionado vas, Francisco, ¿te pasó algo bueno anoche?, quizás… ¿Ella te habló?

-No, no es eso, pero, que bueno que te encuentro

Tomamos el tren, luego, debíamos tomar un autobús que nos dejará cerca de la escuela.

A la entrada, nos recibió María, quien, como había prometido, esperaba su respuesta a primera hora.

-¿Podrías adelantarte, Francisco?, en un momento voy al salón.

Quería quedarme a ver, pero me iba a ver muy sospechoso, la cobardía me ganó, por lo que decidí irme al salón.

-De acuerdo, te veo en el salón.

De camino, choqué con Alicia ¿Cómo era posible semejante coincidencia?, casi se caía, pero, por suerte, logré evitarlo, sujetándola de una forma, que, de no saber el contexto, pareciera como si estuviéramos bailando.

-Fr-Francisco, ¡Hola!- Dijo Alicia, algo avergonzada por la situación.

-Ho-Hola, Alicia.- Respondí, sin soltarla.

-Lo-lo siento, estaba distraída, ¿po-podrías soltarme, por favor?

-¡S-Sí!, igual lo lamento, ta-también e-estaba distraído.

Tras soltarla, ambos nos reímos, de forma incómoda; de pronto, aparece ante nosotros Ignacio, él era el clásico popular: era deportista, inteligente y, por algún motivo, las chicas se volvían locas por él, todo lo contrario a mí.

-Todo bien con ustedes- Preguntó

-S-Si- respondimos, al unísono.

-Bueno, la clase está por empezar, ¿deberían ir a sus asientos, no?

-Claro, ya ibamos para ahí.

Me dirigí rápidamente al salón, entré y tomé mi lugar, a mi lado, como siempre, Marcos se encontraba con su consola portátil, salvo cuando había clases, nunca lo verías despegado de ella, unos minutos más tarde, Eduardo entró al salón y tomó su lugar, se le veía extasiado, por lo que supuse que aceptó la declaración de María.

Empezaron las clases y, como siempre, no conseguía destacar en clase; Eduardo siempre conseguía sacar la carcajada incluso en la clase más aburrida, sin embargo, ese día, no hizo chiste alguno.

Al llegar el receso, fui a donde siempre me solía refugiar para comer, era un lugar visible, pero lo suficientemente olvidado como para no encontrarme con nadie del salón, sin embargo, ese día encontré a Marcos, como siempre, jugando su consola, pero esa vez, al verme, me dirigió la palabra.

-¡Eh!, Francisco, ¿Juegas videojuegos?

-No muchos, suelo jugar Minecraft y ese tipo de juegos, no suelo ser bueno en los juegos competitivos.

-Ya veo, yo suelo jugar Smash Bros, Fortnite y ese tipo de juegos, vaya, soy fanatico de lo competitivo, ja, ja, ja.

-¿Desde cuándo te gustan los juegos competitivos, Marcos?

-Desde primero de secundaria, en esos tiempos era malísimo.

-¿Consideras que has mejorado?

-Sí; si pudiese jugar contra mi versión de secundaria, seguro lo haría trizas, ja, ja, ja

-¿Nunca te han burlado por ser tan competitivo en los videojuegos?

-Lo han hecho, si, pero nunca he dejado que me afecte, es como si las burlas me resbalaran, a veces me han llamado tryhard, en otras crío con exceso de tiempo.

-¿Cómo lograste que no te afecte?

-Nunca provinieron de alguien que me importe.

-Pero…

-Cambiando de tema, ¿Te gustaría probar?- dijo, mientras me acercaba su consola. Terminé probando sus juegos, esa fue una experiencia muy divertida.

Volviendo a clases, Eduardo me interceptó.

-No fuí capaz

-¿De qué?

-No siento ser suficiente para ella.

-¿Qué?

-Le dije que no, no creo que ella sea feliz a mi lado

-¿P-por qué?, ¿No dijiste que también te gustaba?

-Si pero, ¡Ella no la pasará bien conmigo!

-¿Por qué estás seguro de eso?, Creo que si se te declaró es ¡Por que confía en que tú puedes hacerla feliz!

-Yo… Yo no soy tan genial como ella cree.

Me contó como era en secundaria, él se propuso ser un «payaso» cuando le hicieron saber lo aburrido que era, no era tan diferente de mí, me hacía sentir alivio, pero a la vez me generaba un nudo en la garganta.

-Yo, creo que deberías arreglar tu error e ir a declararte, me parece que no estás valorando tu propio esfuerzo por cambiar tu personalidad.

-¿En serio crees eso, Francisco?- dijo, con la voz algo entrecortada.

-Si, hablo en serio, Eduardo.

Luego de decirle esto, se armó de valor y fue corriendo hacia el salón.

Yo llegué minutos más tarde, encontrándome a Eduardo y María, él finalmente había aceptado sus sentimientos, Alicia, quien también regresaba al salón, al ver la situación se detuvo a las puertas del salón.

-Así que al final sí se harán novios.

-¿Eh?

-María me contó sobre su declaración y su rechazo

No sabía qué contestar

-Me contó que Eduardo se fue deprisa cuando te vió, te juro que me dió un poco de gracia, ji, ji, ji.

Estaba tan rojo cual tomate, ahora Alicia sabía algo más de mí que, si quisiera, podría usarlo en mi contra.

-Noté que te has vuelto cercano a Eduardo, Francisco.

-Ah, ¿Enserio?

-Es más claro que el agua, estás intentando hacer amigos

-¿Por qué no lo haría? estamos en bachillerato, es…

-Lo normal, ¿cierto?

-S-si

-Sabes, a mi me ha costado hacer amigos hombres, ¿Acaso me consideran tan desagradable como para acercarse a mí?

En ese momento entendí que Alicia no es capaz de percibir su propia belleza, era algo casi igual de malo que mi desconfianza.

-¿En serio te consideras desagradable?

-¿Por qué la pregunta?

-¿Crees que te veo como alguien desagradable?

Ella se quedó en silencio, me miró con una sonrisa contagiosa y entró al salón, saludando a María y Eduardo, quienes acababan de formalizar su relación.

¿Espera, lo que acabo de decir no es…? ¡agh! que vergüenza, ¿Por qué soy así cuando estoy con Alicia?

Llegué a casa, mi padre estaba esperando a la entrada, mi madre, por su lado, se encontraba acomodando la mesa para almorzar, era la primera vez que llegaba a casa con ganas de verlos desde aquello que ocurrió en secundaria.

-¿Cómo te fué en la escuela?- Preguntó papá

-Bien, he vuelto a hacer amigos.

-Que bien, recuerda que los buenos amigos duran mucho tiempo y, quizás, alguno de ellos pueda llegar a ayudarte en el futuro.

La conversación prosiguió, extrañaba mucho tener este tipo de conversaciones.

Al día siguiente, encontré a Eduardo, de nuevo, de camino a la escuela.

-¡Hey!, ¿tienes teléfono?, podríamos conversar y ya sabes, podrías conseguir su número-

-S-Su número, ¿P-Por qué?-

-¿No quisieras hablar con ella por teléfono?

-N-No sé.

Por algún motivo sentía vergüenza de solo pensar en tener su número, ¿De qué podríamos hablar?, ¿Acaso yo tengo temas interesantes para platicar?

No importaba, al menos no en ese momento.

-Si tengo teléfono, ¿te agrego en WhatsApp?

-Si, te paso mi número, de esta forma igual podremos acordar sobre cosas como las tareas.

-S-Si.

Tomamos el tren, ahí nos encontramos con Raul, a quien podría describir como alguien tan normal, como cualquier otra persona, no destacaba en nada, pero tampoco era malo en nada que lo condicionara, quizás un poco malo en ciencias y matemáticas, pero lo normal a nuestra edad; él nos dirigió la palabra.

-¡Hey!, vamos en la misma clase, ¿cierto?

-Si- respondimos

-Tu eres Eduardo ¿verdad?

-Correcto

-Y tú… a ti la verdad no te conozco, ¿como te llamas, colegui?

-Me llamo Francisco, tú eres Raul, ¿estoy en lo cierto?

-Vaya, me harás sentir mal por no conocerte, ja, ja, ja

-Entonces tú vives…

-En vicálvaro, algo lejos, ja, ja, ja

-Vaya, vives más lejos que nosotros

-Ustedes son de Vallecas, ¿verdad?

-Afirmativo.

-Entonces viven más cerca de la escuela, que envidia

-De todos modos debemos tomar este tren, ja, ja, ja

-Bueno, eso es verdad, ja, ja, ja

Seguimos hablando todo el transcurso del viaje, cuando nos dimos cuenta, ya estábamos en la estación desde la que tomábamos en autobús a la escuela.

Ahí, Eduardo pasó a comprar flores, supongo que para María, realmente es muy romántico cuando quiere, aunque me es difícil verlo así después de que por más de medio año escolar fuese un total payaso.

Tomamos el autobús; me sorprende que haya tan pocos compañeros del salón viniendo desde tan lejos, o, quizás, vienen más temprano, de todos modos, eso no importa.

Llegamos a la escuela, ahí se encontraba María a la entrada, lógicamente esperando a su amorcito, a su lado estaba Alicia, seguramente pensaba entrar con su amiga, igual se encontraban llegando Ignacio y las chicas que solían rodearlo, era algo muy bizarro, pero, de alguna forma, me había acostumbrado a ello.

-Hola, María- Dijo Eduardo, algo temeroso y tartamudeando.

-T-Te traje estas flores.

-Ow, gracias, edi- Respondió María, también algo tartamuda, pero con una expresión de cariño infinito.

¿¡Edi!? que rápido agarró confianza.

Cuando me dí cuenta, Raul ya se nos había escapado, ¡Me había dejado solo con estos tortolitos! si no fuera por Alicia… Espera, ¿¡Alicia!? eso no me debería tranquilizar para nada, al contrario, me…

Estaba por irme cuando Eduardo me detuvo y dijo.

-¡Epa!, ¿a dónde crees que vas, Francisco?

-So-Solo iba a ir al salón, jejeje.

-Esperanos, ¿vale?, puedes hablar con Alicia si quieres.- Mientras decía eso, me guiñó el ojo, como si dijese «te generé una oportunidad, eh».

Entonces me acerqué a Alicia y dije.

-Bueno, esos dos son algo…

-Melosos- Respondió como si intentara predecir mis palabras.

-Si, melosos- Realmente quería decir «Románticos», pero, creo que «melosos» describe mejor lo que son.

-¿Te estoy incomodando?- preguntó Alicia, tras no haber podido intercambiar palabra con ella luego de dos minutos enteros.

-N-No, simplemente no se me ocurre que decir, ja, ja, ja.

-Oh, ya veo, si no quieres hablar entonces podemos simplemente esperar, ¿De acuerdo?

No quería dejar de charlar, pero cuando Alicia dijo eso, no conseguí volver a intercambiar palabra.

Cinco minutos más tarde, Eduardo y María se asomaban a donde nos encontrábamos Alicia y yo; se notaba que habían estado, bueno, probablemente hubo algún intercambio de besos.

Fuimos caminando los cuatro hacia el salón. Eduardo y María conversaban como si fuesen una pareja de toda la vida, ¡Apenas llevan un día juntos!, por otro lado…

Alicia y yo no volvimos a intercambiar palabra en lo que quedaba de caminata hacia el salón.

Ya llegados al salón, vi a Marcos, discutiendo con Rodolfo, un compañero que podría describir como un auténtico otaku, el cual siempre llevaba mangas al salón y que hablaba con Emanuel y Julian, los otros otakus del salón.

Rodolfo se quejaba de que Marcos había perdido el manga que Rodolfo le había prestado, se trataba de un tomo de jujutsu kaisen, un manga que contaba con un anime igual de famoso.

-¡No es posible que seas tan descuidado!

-¡Lo lamento, seguro se cayó de mi mochila cuando acomodaba las libretas que traería hoy!

-Si no traes mañana el tomo, te juro que…

Decidí voltear para otro lado, no quería intervenir en un conflicto.

Pasaron las clases, era de nuevo hora del receso, aunque realmente no presté atención a ninguna clase.

De camino a la cocina de la escuela, donde iba a comprar mi comida del día, encontré a Lia, otra de las amigas de Alicia, ella estaba profundamente enamorada de Ignacio.

Se encontraba, como era de esperarse, con Alicia; era raro verlas sin María, aunque no me sorprendía, seguramente se encontraría con Eduardo.

En la cola estaba igual Raul, a quien no había visto desde que se nos escapó a la entrada.

-¡Hey, Francisco!, lamento haberme desaparecido en la mañana, realmente me incomodé cuando vi a Eduardo y María acercarse tanto.

-Ni que lo digas- Respondí, con sarcasmo ¿Acaso esperaba que yo no me incomodase?

Volví a donde siempre, ahí me encontré con Marcos, quien, para variar, estaba jugando smash bros, en su consola, que, tras investigar un poco, descubrí que se trataba de una Nintendo Switch.

-¡Qué tal, Marcos!, ¿Cómo te ha ido?

-Bien, ¿Y tú?

-Igual, un día un tanto aburrido, ¿No?

-Si, algo, ¿Quieres jugar?

-De acuerdo.

Me puse a jugar al smash bros, Mientras, empezamos a hablar de cosas triviales, hasta que

-¿A ti te gusta alguien, Marcos?

-¿A qué va la pregunta?

-Solo pregunté por preguntar.

-Digamos que no he encontrado a nadie especial, supongo que mi competitividad no me lo ha permitido.

-¿Y eso?

-A ninguna chica que haya conocido le interesan los videojuegos, ¿Acaso existe alguna?

Yo conocía a una, se trataba de Laura, amiga de Emilia, aunque, así como perdí contacto con mis propios amigos, también lo hice con quienes no lo eran precisamente.

-Supongo que no- Lógicamente estaba mintiendo.

-Y si encontrara una, dudo que me gustará aún así.

-¿Por qué?

-Bueno, quizás sería más fácil que lleguemos a discusiones acerca de qué juego es mejor, algo que no deseo.

-¿No es eso algo muy trivial?

-Si, pero cada persona puede elegir si quiere vivir algo o no, ¿No es así?

-Si, supongo.

Rápidamente cambiamos de tema, cuando nos dimos cuenta, era hora de volver al salón.

Al llegar, Ignacio me detuvo antes de entrar.

-¿Qué buscas con ella?

-¿De qué y de quién hablas?

-De Alicia, ¿qué estás buscando con ella?

Ignacio gustaba de Alicia ¿¡Acaso esta cosa no podría estar más enrevesada!?

-N-Nada, te lo juro.

-Bueno, que sepas que no tienes oportunidad con ella, en todo caso, el único que tiene derecho a salir con ella sería yo.

No entendía su punto, pero, para evitar conflictos, accedí.

-Si quieres, puedo dejar de hablar con ella.

-Ni tenías que preguntarlo, ES OBVIO QUE QUIERO ESO.

De todos modos, tampoco es que hubiera algo similar a una amistad con ella.

Ignacio entró al salón, detrás de él venían, aún algo lejos, Lia y Alicia.

Al ver a Lia, no pude evitar pensar ¿Cómo es que ella podría estar enamorada de alguien como Ignacio?

Ambas entraron, pero Alicia me volteó a ver, redirigí la mirada hacia otro lado, parecía como si intentara hablarme, pero lo último que quería era volver a provocar a Ignacio.

Terminó el día, Raul, Eduardo y yo nos encontramos en el paradero.

-Francisco- Dijo Eduardo.

-¿Qué pasó?

-Noté que Ignacio te habló, ¿ocurrió algo?

No quería que se entrometiera, así que tenía que mentirle

-No, no ocurrió nada.

-¿Seguro?

Raul no dirigió palabra alguna, parecía por su lado.

Al subir al autobús, nos encontramos a Rodolfo, no intercambiamos palabra con él, se bajó a mitad del camino hacia la estación.

-Oigan, ¿Verdad que Marcos se peleó con Rodolfo?- Preguntó Raul

-Si, me pareció oír que Marcos perdió un libro de Rodolfo.- Agregó Eduardo

-¿Sabes algo, Francisco?

-Realmente no, Marcos no quiso hablar del tema.

-Vaya, qué lamentable.

La conversación volvió a enfriarse, no conseguimos hablar de nada en lo que quedó de trayecto, hasta que Eduardo y yo bajamos en nuestra estación.

-¡Hasta mañana, Raul! – Dijimos ambos

Bajando del tren, ya en camino a nuestros hogares, Eduardo volvió a hablar.

-Sucedió algo, ¿verdad?

-¿Por qué la pregunta? ya te había dicho que no.

-María me contó que Alicia quería hablar contigo y volteaste hacia otro lado.

-S-Si, supongo que no tenía nada que conversar con ella.

-Pero Ignacio acababa de entrar al salón y…

-Nada más no tenía nada que conversar con ella, es todo

-Sé identificar cuando alguien miente, es algo que mantengo de mi etapa cuando era aburrido; por eso se que estas mintiendo.

-Vale; Ignacio me pidió que deje de hablar con Alicia y yo realmente no quiero tener conflictos con nadie del salón.

-¿Y por ello estás dispuesto a dejar de hablar con la chica que te gusta?

-¡Ya te había dicho que no estaba seguro de si lo que sentía por ella era gusto!

-Bueno pero, ¿Y si en realidad si te gusta?, ¿Estás dispuesto a dejarla ir porque un tercero te lo pidió?

-N-No estoy seguro.

-¡Obviamente no!, si quieres, te ayudo a confrontar a Ignacio.

-¡No lo hagas!, seguro se pondría en tu contra.

-¿Crees que eso me importa? da igual lo que haga Ignacio, puedo explicarle todo a María, seguro nos ayudaría.

-No involucres a tu novia en esto.

-¿Por qué no? Alicia es su amiga, dudo que quiera que su amiga esté con un patán como el.

-¿Crees que sea buena idea?

-No lo sé, pero vale la pena ayudarte, ¿no?

-Supongo…

Eduardo se fue hacia su casa, al igual que yo.

Llegó el día siguiente, como siempre, me encontré con Eduardo antes de llegar a la estación y, de novedad, me encontré a Juan en la estación.

-¡Buenos días, Pancho!

Eduardo se acercó a mí para preguntarme al oído.

-¿Lo conoces?

-Si, es un compañero de secundaria

-No sabía que aún tuvieras contacto con compañeros de secundaria.

-Si pasa el tren adelantate, no se cuanto llegue a tardar hablando con él, debo informarle de lo último que ha pasado.

-De acuerdo.

Eduardo se alejó, teníamos tiempo antes de llegar a la escuela, así que pude platicar con Juan.

-¿Cómo te ha ido, Juan?

-Bien, ja, ja, ja. ¿Y tú?

-Supongo que mejor que la última vez.

-Ese es uno de…

-Si, intento volver a hacer amigos, lo que dijo Esteban…

-¿Has visto a Esteban?, ¿Cómo le ha ido?

-Supongo que bien, se le veía relajado

-Uf, que bueno, yo lo ví cuando recién había terminado con ella, en ese entonces se le veía algo deprimido.

-¿Enserio?, ¿sabes por qué?

-No, realmente no.

-Bueno.

-Oye, ¿Ya te enamoraste de alguien?

-¿Q-Qué?

-Me oíste bien, responde.

-N-No te estoy entendiendo, je, je, je.

-Esa risa nerviosa dice todo, ¿Cómo se llama?

-Es que…

-¿Es qué?

-Se llama Alicia- Dije mientras me moría de la vergüenza.

-Con que Alicia eh, ¿Es bonita?

–¿Enserio te interesa?

-Calma, no haré lo mismo que en secundaria, al contrario, esta vez te apoyaré.

-Ya veo.

-¿Entonces?

-Diría que es la más bonita del salón.

-¿Más que ella?

-Callate.

-Ja, ja, ja, solo bromeaba.

-Diría que nunca he visto a alguien tan hermosa como ella.

Juan no respondió… Espera, ¿lo qué acabo de decir?, agh, creo que realmente estoy enamorado de Alicia.

-Bueno, me tengo que ir, las clases empiezan en una hora.

-De acuerdo; ¡que te vaya bien con Alicia, Francisco!

Me dirigí a los andenes, en eso me llega un mensaje de Eduardo.

¡Adivina a quien me encontré a la entrada!

Dejame adivinar, ¿María?

Aparte de ella

¿Alicia?

Piensas muy rápido en ella, ja, ja, ja.

Callate.

Ja, ja, ja.

Entonces, ¿Si es ella?

Si

Eduardo estaba escribiendo, probablemente un mensaje largo.

Ignacio acaba de llegar, ¿Por donde andas?

Apenas acabo de subir al tren.

Si que fue una conversación larga, ¿Llegarás a tiempo?

Espero que sí.

Ignacio se acaba de confesar a Alicia.

Me quedé en shock, ¿Era acaso posible que el karma de haberla dejado ir me cayera tan rápido?

¡Ring! ¡Ring! ¡Ring!

Seguían llegando los mensajes, pero simplemente no quería revisarlos, silencié mi teléfono de camino a la escuela.

Bajando de la estación, me encontré a Manuel, otro compañero del salón, era el nerd del salón, a su lado, Julian, alguien casi tan listo como Manuel, pero quién encaja mejor como otaku del salón, ya qué, de todos modos, se llevaba bien con Rodolfo.

-Oye, ¿ese no es un compañero del salón?- Susurraban.

-¡Hey!- gritó Manuel

-¿Qué ocurre?- Pregunté

-Eres… déjame acordarme… ¿Pedro?

-Francisco.

-Ah, Francisco, perdón, suelo ser bueno recordando nombres, pero no fue el caso, ja, ja, ja.

-¿Tu eres amigo de Marcos, verdad?- Preguntó, con frialdad, Julian.

-Supongo que sí, aunque no tengo nada que ver con lo del tomo perdido.

-Bueno, entonces no tengo nada de lo qué conversar contigo.

-¿Estás esperando el Autobús, Francisco?

-Es correcto- Dije, en un tono algo serio.

-Bueno, esperemos juntos.

-Estoy de acuerdo.

Llegando a la escuela, Eduardo estaba en la entrada; como siempre, junto a María, pero se les notaba algo serios.

-¿Estás bien?- Preguntó con un tono de preocupación.

-Eduardo me contó lo que sentías por Alicia, lo siento mucho.- Era la primera vez que María me dirigía la palabra, para ser la primera vez, me esperaba mayor positividad, pero no era la situación.

-Entonces, ¿Ella aceptó?

-No lo sabemos, pero, siendo Ignacio, no lo dudaría.

-Bueno, creo que realmente no importa, ¿saben?

-¿¡Cómo que no importa!?, ¿Realmente no la amabas?

-Te dije, desde siempre, que no estaba seguro.

-¿Y quién lo está?

-No lo sé.

Salí corriendo hacia el salón, Eduardo intentó detenerme, pero no lo logró.

Antes de entrar, Ignacio me volvió a interceptar.

-Ya no importa lo que intentes con Alicia, ahora es mía.

-¿Alguien acaso te dijo que yo intentaba algo?

-¿No era acaso obvio?, de la nada te acercaste a ella.

-¿Y no creíste acaso que podía haber sido por coincidencia?

-¡Tsk!, ¡jamás!, ni por coincidencia podías lograr acercarte a ella.

-¿Eso según tú?

-¡Eso según todos!

-Bueno, pero acabas de decir que ahora es tuya, ¿no?

Me parecía algo posesivo de su parte, pero no deseaba contradecirlo.

Entré al salón, ví a Alicia hablando con Lia, de pronto, se acercó a mí.

-¡Buenos días, Francisco!- Decía, con una mirada dulce, de esas que en los romances enamoran al protagonista.

-B-Buenos días- Respondí, ¡no debía hablarle!, de lo contrario, Ignacio se enojaría conmigo.

-¿Podríamos hablar afuera del salón?

No debía hacerlo, no…

-¿Pasa algo, Alicia?- Preguntó Ignacio

-No te hable- Respondió, cortante, Alicia; era la primera vez que la escuchaba hablar así, ¿Tan rápido ya había ocurrido algo entre ellos?

-E-Está bien- Respondí

Ignacio se me quedó viendo, se notaba en sus ojos un repudio inexplicable.

-¿De qué querías hablar?- Pregunté afuera del salón.

-¿Me ayudas con Ignacio?

-¿En qué?

-Me pidió que fuera su novia, pero, creo que Lia sería mejor para él; ella si está enamorada de él.

-¿A tí no te gusta?- Pregunté, al hacerlo, sin embargo, sentí un nudo en la garganta, ¿Qué me está pasando?

-No realmente, nunca me han gustado los chicos extremadamente populares, es difícil hablar con ellos, solo piensan en cómo hacerse más populares.

-Ya veo; entonces…

-Le dije que no, ¿Por qué la pregunta?

-Está diciendo que tú eres…

-¿Que soy?

¡No consigo decírselo!

-¡Dice que le perteneces!

-¿¡Q-QUÉ!?- Preguntó, molesta.

-Lo que acabo de decir.

-Ven.

Me agarró del brazo, entramos al salón, hacia donde estaba Ignacio.

-¡IGNACIO!, te pido que dejes de decir mentiras, ¡YO NO QUIERO SALIR CONTIGO!

El salón se quedó en silencio, ¿En serio esto estaba sucediendo?

Ignacio no respondió de inmediato, cuando me dirigía a mi lugar, él gritó.

-¡Lo dice el cobarde que no puede confesar su amor!

Me quedé en shock, definitivamente sabía algo, ¿Será acaso que ha estado espiando nuestras conversaciones?

-¿Es correcto levantar falsos sobre un tercero porque te acaban de rechazar?- Preguntó Eduardo, al aire.

-¿Lo dice el que rechazó a María en un primer momento?, no me vengas a molestar, ¡cobarde!

-¿Solo sabes decir cobarde?- Preguntó Raul.

-¡Tsk!

Ignacio no tenía nada que decir en contra de Raul; de nuevo se dispersó un silencio por el salón.

Durante el receso, Eduardo se acercó a mí, nunca habíamos hablado en este horario.

-¡Hey compi!, aún no te deprimas, si Alicia rechazó a Ignacio, significa que aun tienes probabilidad, ¿no?

-Realmente no se si me importe.

-Ya, no te hagas, se que te deprimiste de saberlo.

-No molestes con eso, por favor.

-Te molestú, je, je je.

-¿Por qué le contaste a María?

-Te dije que ella te ayudaría, ¿no?

-Si, pero.

-Bueno, me retiro, voy a comer con María.

-De acuerdo.

En eso, se me acercó Ignacio.

-Esto no ha acabado, Pancho.

-¿Por qué me llamas así?

-¿Entonces no me recuerdas, eh?

-¿De dónde te debería conocer?

-Éramos compañeros del cole, ¿no te acuerdas?

-Lo lamento, no te recuerdo.

-Bueno, en ese entonces te gustaba… ¿Cómo se llamaba? Emilia, ¿no?, supe que fueron a la misma secundaria, yo me mudé hacia Palomeras Bajas, por lo que nunca supe que fué de ustedes.

-¿Entonces eres ese Ignacio?

-Si, soy ese Ignacio.

-L-Lo siento, tengo cosas por hacer.

-¡Suerte con el proyecto de química!

¿De qué hablará con el «proyecto de química»

Era hora de la clase de Química; en la clase anterior, el profesor había dicho que debíamos armar equipos para el proyecto final del año.

-Bien jóvenes, hoy deben armar sus equipos para hacer el proyecto final, recuerden que deben hacer equipos de un máximo de 4 integrantes.

-Francisco, ¿Hacemos equipo?- Preguntó Eduardo

-Está bien.

-Ahora vengo, voy a terminar de armar el equipo.

-De acuerdo.

Como era de esperarse, fue a buscar a María, daba igual a quien incluyese, nos íbamos a sentir como un estorbo para su romance, ¿De verdad estaba bien estar en su equipo?

-Bien, ya está el equipo.

-¿Quie…

De pronto, María y Alicia se acercaron a nosotros.

-Entonces, ¿Qué haremos con nuestro proyecto?- Preguntó María.

-El profesor dió un papelito a cada líder, el nuestro dice que haremos un reporte de algún experimento de nuestra elección, en la que debemos explicar el método científico y aparte de ello, hacer el experimento por nosotros mismos.

-Entiendo, ¿En donde lo hacemos?

-¡Yo puedo prestar mi casa!- Dijo Alicia, sin tapujos.

Espera un momento, eso significa que ¿¡Estaré en casa de Alicia!? no puede ser cierto.

-Planeemos todo por WhatsApp, ¿De acuerdo?

-¡De acuerdo!- Dijeron María y Alicia.

-D-De acuerdo.

Fuera de la escuela, Eduardo dijo que se iba a desviar por qué iba a casa de un familiar, entonces fui en autobús con Raul. Noté que el alma de nuestras conversaciones era que Eduardo fuera extrovertido, porque no conseguí conversar con Raul.

En los andenes de la estación hacia casa, me llegó una notificación, era acerca de que me habían agregado a un grupo, su nombre «grupo d quimica»; me pregunté quien tenía tan mala ortografía como para escribir así.

Oigan– Decía alguien con un número desconocido.

q paso?– Respondió alguien con otro número desconocido

Francisco– Decía Eduardo

¿Qué pasó?– respondí

q haremos para el proyecto?– preguntó el mismo número desconocido que escribió mal previamente.

Dejame pensarlo, María.– Respondió Eduardo, así que ese número era el de María y por lo tanto el otro.. ¿¡De Alicia!?

Alicia, ¿eres tú?– Pregunté, respondiendo al mensaje que ella había enviado.

Así es 🙂– Respondió.

Mi corazón iba a estallar, no entendía porque, era algo inexplicable, ¿Puede ser acaso que me he vuelto a enamorar de verdad?

Cuando reaccioné, ya habían avanzado en la conversación.

Que opinas, Francisco?– Preguntó Alicia.

¡Tenía que leer toda la conversación!

Eran un montón de mensajes por lo que dije

Esperen, voy a leer, me perdí un momento.

Alicia respondió con un emoji de risa.

Tras leer el montón de mensajes, respondí.

Estoy de acuerdo

Agregar al directorio el número de María no fue para nada difícil pero el de Alicia…

Hey

Oh, ¡hola Francisco!, ¿qué sucede?

¿Puedo agregar tu número?

Era necesario preguntar?

No realmente, pero… ¡no quiero molestarte!

No lo harás, ¿acaso no somos amigos?

Nunca me lo había preguntado

Creo que si

Obvio que si, bobis

eh…

Ay, perdón, nunca habíamos hablado así, ¿cierto?

Realmente no me molestó, pero no sabía cómo reaccionar, supongo que fue por impulso.

Fue en ese momento en el que por fin me decidí, quería que Alicia fuera mi novia.

Al día siguiente, de camino a la escuela no me encontré a Eduardo, Raul tampoco estuvo.

Llegando a la estación, me encontraba solo. faltaba media hora para llegar a la escuela.

Entonces me llegó un mensaje de Eduardo.

Dónde andas, bro?

Estoy en la estación.

Bueno, apúrate a llegar, ayer no fuí a mi casa, por eso no nos vimos en la estación

vale.

Me bajé una parada antes para comprar mi comida fuera, en eso, me encontré con Alicia a lo lejos, ella me vió igual y se acercó.

-Ho-Hola, Alicia, ¡Buenos días!

-¡Buenos días, Francisco!

-¿Co-Cómo estás?

-Bien, ¿Te parece si vamos juntos a la escuela?

-D-De acuerdo.

Alicia no habló mucho; de hecho, parecía como si estuviera esperando verme antes de entrar al salón, la verdad no entendía por qué.

-O-Oye, Francisco

-¿Qué pasó, Alicia?

-¿Sabes por qué quiero ir contigo a la escuela?

-No, ¿por qué?

-Siento confianza de tí, no quiero que Ignacio me intente molestar.

Por algún motivo, Alicia se veía más ansiosa por lo ocurrido ayer, más que, vaya, ayer.

Llegando a la escuela, nos encontramos a Eduardo, estaba, como era de esperarse, junto a María, al verme al lado de Alicia, me sonrieron, eso se sintió… misteriosamente bien.

-Uhhh, de la nada se volvieron más cercanos- Dijo, con un tono sarcástico Eduardo.

-Que bonitos se ven- Agregó María

¿Podía acaso esto ser más vergonzoso?

-Bueno, creo que por fin hice un amigo- Respondió Alicia

-S-Si

-Bueno pues, vayamos al salón, ¿no?

Entramos al salón los cuatro juntos, se sentía como ser parte de un grupo, sin embargo, se sentía como una experiencia nueva.

-¡Buenos días, Marcos!

-¡Buenos días, Francisco!

-¿Qué tal el día de ayer, conseguiste devolver aquel tomo de jujutsu kaisen que perdiste?

-Si, como le dije a Rodolfo, estaba en mi habitación, supongo que se cayó mientras hacía la mochila para antier.

-Que bueno que se arregló, ja, ja, ja.

-Supongo que sí, ja, ja, ja.

¿Por qué no consigo relajarme de lo de esta mañana?, Realmente no consigo dejar de pensar en que llegué a la escuela junto a Alicia, ¿Acaso si somos novios podré hacer eso todos los días?

-¿Pasa algo Francisco?- Preguntó Marcos

-N-No, nada, je, je, je.

-Bueno.

Las clases iniciaron; durante la clase de Inglés, la profesora pidió hacer parejas para la tarea.

-¿Hacemos equipo?- Preguntó Alicia.

-De acuerdo- Respondí, ¿En serio quería hacer equipo conmigo?

Tras analizar la situación del salón entendí mejor, Lia había iniciado su intento de conquistar a Ignacio -Me sorprende que haya alguien que pueda sentir amor por él- , eso dejaba sola a Alicia, porque obviamente María haría equipo con Eduardo, eso le dejaba de opción… a mí, el único chico, salvo Ignacio, que había decidido hablar con ella.

Empezamos la tarea, quería charlar fluidamente con Alicia, pero no sabía cómo, hasta que.

-Oye Francisco, ¿Te puedo llamar cisco?

-¿Ci-Cisco?

-Es una forma de acortar tu nombre.

-Ya veo.

-A este tipo de acortamientos se les llama hipocorísticos; por lo regular a los Franciscos se les llama «Paco», pero creo que no encaja contigo, ji, ji, ji.

-Me parece bien, ¿Yo te puedo llamar Ali?

-S-Si, me parece bien.

¿¡Qué más puedo decir!?, ¿Tan rápido me quedé sin conversación?

-T-Te cuesta hablar conmigo, cisco?

-N-No es eso.

-¿Y entonces qué es?

-Bu-Bueno, yo…

-¿Tu?

-Cambiando de tema, eres buena en inglés, verdad.

-¡Si!, siempre he sacado buenas notas en esta asignatura, soy toda una bilingüe; pero, ¿Por qué cambias de tema?, me agradaría saber más sobre ti.

¿¡Sobre mí!?

-Ya-Ya veo, ja, ja, ja- Mi risa me delataba, estaba nerviosísimo.

-Aunque si no quieres…

-¡N-No es eso!, si quieres te puedo contar un poco más.

-¡De acuerdo!

-Pues… por donde empiezo; cumplo años el 13 de Mayo, vivo en Vallecas y…

-¿Dijiste Vallecas?, tengo unos tíos que viven ahí, solemos visitarlos seguido y, no sé, creo que podría visitarte si quisieras…

-¿¡Q-Qué!?

-Es broma… pero si quisieras tal vez no

-¿N-No te incomodaría ir a visitarme?

-Contigo es con quien me siento más segura, cisco.

-¿E-Enserio?

-¿Te parezco una mentirosa?

-N-No, pero…

-Bueno, te hablaré más de mi; yo cumplo el 18 de Febrero, soy un poco mayor a ti, ji, ji, ji, por otro lado, yo vivo aquí en Puente de Vallecas, siempre vengo caminando a la escuela porque me queda cerca; de hecho, de los del equipo, soy quien más cerca vive de la escuela, por eso propuse mi casa.

-Ya veo.

-Que ganas tengo de que me visiten, ¡Seguro nos divertiremos mucho!

-Yo igual estoy emocionado por visitarte

Espera un momento, eso se puede malinterpretar, ¿no?

-Pe-Pero para hacer la tarea.

-Ja, ja, ja, ¿siempre eres tan gracioso, cisco?

-Solo se me salió- Dije, algo más nervioso que antes.

Cuando nos dimos cuenta, la clase ya estaba acabando y no habíamos empezado con la actividad siquiera, ¡Nos distrajimos demasiado en la conversación!, ¿Cómo es que una conversación tan improvisada y en la que tenía tantos nervios pudo durar tanto?

-¡Tenemos que apurarnos!- Dije, en voz tan alta que varios compañeros del salón empezaron a reír.

-S-Si, ya casi se acaba la clase- Respondió Alicia, con la cara roja.

Aunque nos apuramos, terminamos entregando una actividad… incompleta se queda corto, pero es lo único que se me ocurre para describirlo; sin embargo, a pesar de ello, fue divertido.

En el receso, me debía reunir con el equipo, por algún motivo era algo en lo que Eduardo me pidió expresamente llegar puntual.

Al llegar a la mesa, noté que solo Alicia se encontraba; Eduardo y María no habían llegado, ¿Qué clase de líder de equipo llega tarde a las reuniones organizadas por él mismo?

-Bueno, nos tocó estar solos de nuevo, ja, ja, ja- Mi risa nerviosa me delataba, se suponía que la conversación de ahora sería mucho más fácil porque tanto Eduardo como María aportarían.

-Si, eso veo- Respondió Alicia, noté que estaba más nerviosa que durante la actividad, supongo que esperaba lo mismo.

De pronto, alcancé a ver de fondo a Eduardo, parecía esconderse de nosotros trás la pared de uno de los edificios de la escuela; rápidamente me pregunté ¿Qué está haciendo?, ¿Por qué se esconde de nosotros?; ¿qué acaso no se da cuenta lo vergonzoso que es reunirnos y luego no llegar a la reunión?; de pronto, me llegó un mensaje al teléfono.

Oye Francisco, no podremos llegar a la reunión, ¿Por qué no platicas con Alicia en su lugar?

Esto es incomodo, ¿Sabes?

Te estoy generando una oportunidad, jejeje.

deja de decir que me generas oportunidades.

pero es que es la verdad.

cállate.

-Bueno, parece que no llegarán, ja, ja, ja- Mis nervios llegaban a niveles estratosféricos, ¿Como logré entablar conversación con Alicia hace tan solo unos minutos y ahora no lograban salir las palabras de mí?

-Eso me dice María igual- Respondió Alicia, quien también revisaba su teléfono.

-Bueno.

-Me dijo que conversemos un rato y que verían si lograban llegar.

-E-Esta bien.

-Cisco, ¿Alguna vez has tenido novia?

-N-No, realmente nunca he tenido novia, y tú, ¿Has tenido novio alguna vez?

-¿Te interesa?

-Tu preguntaste primero

-Bueno, eso es cierto, te responderé: en secundaria llegué a tener novio, fue un total patán, pero conseguí alejarme de él a tiempo. El era uno de los populares del salón, me enamoré perdidamente de él, fue en segundo año que finalmente le confesé lo que sentía, él me dijo que si quería salir conmigo, en ese momento todo fue felicidad para mí. Sin embargo, esa felicidad solo duró unos meses. antes de que me diera cuenta, él empezó a tratarme con desprecio, decía que habían chicas más bonitas que yo que querían salir con él, eso me hizo sentirme fatal, fue gracias a mis amigas, con quienes solía conversar todo lo que pasaba con él que decidí terminar la relación.

-¿Te dolió terminar con esa persona?

-Si, pero luego me di cuenta que era lo mejor que podía hacer, es algo de lo que no me arrepiento.

-Bueno, ya que me contaste sobre ello, la verdad es que, aunque es cierto que nunca he tenido novia, si me llegó a gustar alguien, la cuestión es que, desde el colegio, me llevaba con varios amigos y teniamos una amiga en común, su nombre, Emilia, no tarde mucho en darme cuenta de que me había enamorado de ella, pasar el tiempo con ella era genial; sin embargo, un día, un amigo me reveló que también le gustaba Emilia, siempre he sido un cobarde, por lo que, en un primer momento, decidí apoyarlo, fingía que a mí no me gustaba y alentaba su relación, sin darme cuenta de lo mucho que me dolía; sin embargo, no parecía haber avances en su relación. Un día durante tercer grado, decidí confesarme a Emilia, solo para descubrir que ese mismo día, más temprano, mi amigo había hecho lo propio. Del enojo hice algo que se podría considerar de patanes; empecé a hablar mal de mi amigo, como nos conocíamos desde la primaria, sabía tanto de él como para que a cualquiera le pudiera desagradar, sin embargo, en el calor de la situación ignoraba que dicho conocimiento era bilateral, si así lo quería, mi amigo podía hacer exactamente lo mismo; cuando conté todo eso a Emilia, apareció, por sorpresa, mi amigo, el, furioso por lo mal que le había hecho quedar, hizo lo propio, habló mal de mí, pero, para mi mala suerte, no solo con Emilia, sino con todo el salón; todo aquello que me generaba miedo, horror o enojo, todo el mundo lo sabía ahora, todo el mundo me podía humillar ahora.

En un principio, el resto de mis amigos se pusieron en contra de él, pero, tras contar su versión, ni el lazo más fuerte de amistad hacia mí quiso apoyarme. Estaba solo.

Fue difícil terminar la secundaria, lo último que quería era asistir, las burlas no se hacían esperar, a veces me acercaban a aquello que me aterraba, otras, me burlaban por cosas que hice en la primaria, todos, incluso Emilia.

Admito que tuve culpa en todo aquello, pero, lo que me hicieron pasar por ello…

-No era justo.

-S-Si.

-Luego de eso, me costó trabajo hablar con personas, cualquier cosa que hiciese o dijese demostraría lo patético que era, ¿no?

-No has hecho nada que considere patético; ¿sabes? creo que todos venimos con traumas o dolores de la secundaria, es una etapa muy difícil para cualquiera, pero, si tu pudiste volver a hablar con personas, creo que todos podemos superar aquellas dificultades de secundaria, ¿no crees?

-Si.

-A mí todo aquello me generó desconfianza sobre mi apariencia, ¿realmente soy bonita?

-Eres la más hermosa del mundo.

Alicia no contestó; cuando me di cuenta de lo que había dicho, me quedé rojo.

-¿T-Te gusto?- Preguntó, con nervios

¿¡Que debía contestar!?, aunque, pensándolo bien, yo me metí en esta situación, supongo que haber entrado tanto en confianza había causado esto y, ahora, debía actuar.

-E-Espera, no estoy lista para tu respuesta, ¿Podrías decirme el lunes?

-¡Cl-Claro!

Me salvaste Alicia, no habría podido responderte de todos modos, pero, te prometo que el lunes te diré lo mucho que te amo.

Volvimos a clase, cada uno por su lado, estábamos tan avergonzados como para volver juntos al salón.

-¿Cómo te fue con Alicia, Francisco?- Preguntó Eduardo

-C-Callate, n-no pasó nada.

-Ah, ¿Enserio?, yo la veo roja como tomate… y tú estás igual; acaso ya…

-¡N-No!, bueno… e-es una larga historia.

Le conté a Eduardo acerca de que, por impulso, me declaré indirectamente a Alicia.

-Ya veo, ¿y qué?, ¿cómo le expresaras lo mucho que la amas?

-N-No estoy seguro.

Estaba completamente seguro de que estaba completamente enamorado de ella pero, ¿Qué acaso los romances no tardan en formarse?, era un pensamiento que pasaba por mi mente en ese momento.

Era ya dicho lunes y, como era de esperarse, ya era hora de formalizar mi relación con Alicia, tuve toda la tarde para prepararme, así como también toda la noche.

-¡B-Buenos días, Cisco!- Dijo Alicia, mientras me hacía una sonrisa que, fácilmente podría describir como una de esas que en los animes enamoran al protagonista.

-B-Buenos días, Ali.

Nos quedamos en silencio, ¿Acaso debía ser yo el que tomara la iniciativa de la charla para continuar lo de ayer?

-Oye, Ali, sobre lo de ayer…

-E-Eh, si, sobre lo de ayer…

-Te amo- Dijimos ambos a la vez; ¿¡Es esto enserio!?

Ambos estábamos nerviosos, pero, decidí continuar.

-¿Quieres ser mi novia?

-Creo que vamos un poco rápido pero ¡si!

Tardé en reaccionar, ¿Cómo era posible?, en tan solo veintiún páginas ya nos habíamos vuelto novios, ¿Esto era real?

¿Espera, qué?

Entramos al salón agarrados de la mano; y, sin saberlo, mi vida en el bachillerato estaba a punto de dar una vuelta de ciento ochenta grados.

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