Arrancar el día sintiendo que no es mi lugar, que no es mi tiempo, mi cuerpo ni mi voz. Mis pensamientos entregando flashes de otras épocas, de aromas marinos y sonidos de cantos que no comprendo pero conozco, los oí cada día cuando estaba allí. Cierro lentamente los párpados y de pronto estoy en la orilla del mar, el aire es frío y salado, mis manos están gélidas y mis pies en el agua parecen ya no sentir nada en absoluto. Algo estoy buscando entre los sonidos de las olas y mis cantos, miro alrededor y no hay nada, ni nadie, estoy lejos de todo y me estremece de alegría. De pronto encuentro lo que busco, es la piedra que necesito. 

Suena el timbre de mi casa y vuelvo aquí, en un segundo pienso en no abrir la puerta y solo cerrar los ojos con fuerza para volver al mar, allí en donde tengo esa enorme sensación de libertad, sé que tenía un propósito, que hacía algo en aquella orilla, pero sin apuro, sin maquillaje, sin tecnología, sin cuerdas atándome a nada, solo la dicha de ser y estar, allí, buscando una piedra en la orilla del mar.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS