En la escurana de una contraposición se iluminan sombras pavorosas de frágiles llamaradas lánguidas. Le hablo a la botella, pidiéndole consejo. Con hilo dental la descorcho antes y después de que ésta muestre adónde he de ir; qué vacilaciones desatender y por dónde caminar con aquellos que en pena cargan su propia existencia.
Un niño viene braceando sobre el polvo y los guijarros del camino; a contracorriente. Viene hacia mí empero la tierra lo arrastra en dirección contraria ¿qué me querrá?…
Oscuridad rara vez calmosa; sordidez por lo regular arropada bajo las alas del ave fénix. Devenir y lapsos pasajeros pernotan colgados del cuello de un calcetín. De trompetas va el juego y ¿a quién no le apetece juguetear? Los puedes ver; un insecto palo y la hebilla de un cinturón haciéndolas sonar. Enraizadas encima de la ciudad cada nota se llena de polución. ¡Hasta mañana apreciado soñador!…
Aquel claro en el bosque no dilapida su ventaja numeral ni tampoco sus huecos amortajados. Los duendes traviesos lo saben y las sanguijuelas de dos piernas también. Contéstame pues ¿sabes que escupiendo para abajo te caerá desde arriba?…
Mala nueva, perseverante cuan idea metida en la cabeza del peluche descosido. Sombra de sapos soplados por atrás; grandilocuentes charlas en palacios de estiércol húmedo. A la vuelta cuadrados perfectamente circulares proyectando más sombras, plasmándose sobre la madrugada cerrada que no da opción a poderlas distinguir…
Tampoco apremian ni apresuran los minutos porque en menesterosa hora llenan cestas y cestas con adláteres descoyuntados y títeres descabezados. Llama mortecina prendida en el centro de una flor de plástico. Una vaca frisona con zapatillas de baile y tutú rosa pasa de puntillas…
En estos quehaceres gregarios se exhiben laxas embocaduras y contritas audacias. Hijos de la desilusión y padres de la agonía armados con revólveres sin tambor. A una contra un cielo violeta tornando de a pocos azul. Ilumíname de ilusiones póstumas, de sangrantes heridas morales, hazlo primorosa y delicadamente tal cual loba que amamanta a sus tres crías de gorrión…
En la oscuridad los bolsillos se llenan con bombillas de madera. Sueño despierto y despierto dormiré, soñando con ángeles soterrados en hielo y objetos que escapan a la gravedad. Funambulista torpe, jinete nocturno sin montura diurna y garrapatas por debajo de la ropa. Cocinadme lentamente empero degustándome voraz pues la sarna con gusto no pica pero sí mortifica…
El saltamontes llega tarde a clase de salto, una vez más, y la cigarra al trabajo. Sombras dantescas en una vieja pared embaldosada; si me muevo ellas se detienen, si me quedo inmóvil ellas acuden. Si duermo regresan, si permanezco despierto ultrajan y si bostezo no sé que pueda suceder. Concédanse tres deseos sin embargo el último anulará los dos primeros…
Al exhalar abre sus capullos la madreselva, al inhalar se marchitan gazanias y petunias. ¡Dejen pasar al conejo! Está viniendo con la carretilla cargada de noches y un par de estrellas. No quisiera ser yonqui de este contexto, ni siquiera al intentar recordar qué diablos hace este nudo en mi dedo.
Indiviso conjunto de sinsentidos, todos unidos por el cordón umbilical y fuerte como el grito de una bacteria. Si me lo dices me lo creo y si me lo creo es porque me lo has dicho. Muchas son las lenguas que caen garganta abajo, albergando a un impaciente inquisidor que desde las profundidades busca salida. Tobogán nefasto y retorcido ¡suspira viejo amigo! Medita quién fuiste… extrapólalo a lo que eres ahora. Muro de errores pertinaces, batallones desarmados y tregua inexistente al verse traspasados sus demarcaciones. No ayuda más que para arrojarte a los perros salvajes que al igual que las termitas se mueven por millones, en un único ser.
Una anciana aparece en la distancia. Trae una botella de aceite en una mano y una sartén en la otra. Me observa con ojos cansados y sonriendo apagada vierte aceite en la sartén para seguidamente tirárselo por encima. Así repite este proceso hasta vaciar la botella…
—Disculpe ¿le importaría freírme? —Me pregunta con aquella sonrisa triste perdida en la flacidez de su rostro.
Voces onerosas emplazan a la madrugada a citarse con poetas del verso y escritores de fuente en negrita. Ambicionan ser acompañadas mientras divagan o así lo juramenta aquella lechuza con pantuflas de pelo sintético y bufanda rodeándole el pico.
Despuntan al alba pérfidos puñales sin mango, encerrados en urnas de cristal soplado. Enlatados como sardinas, apartadas del mar, las quimeras se desviven en zapateados al calor del entusiasmo. Algunas intenciones y pocos hechos en procura de no desvelar esta ensoñación. ¡Cuán mortecina esta llama que ha quemado la primera gota de lluvia!
La báscula anuncia cambios no apetecidos. Gramos y kilos se abofetean al tiempo que un anciano susurra con mis labios en sus manos ¿en qué momento se los he prestado? En tanto que me enseña algunas sombras apocalípticas impresas en un único aspaviento hace amago de intercambiarlos por los suyos. ¡No! ¡Devuélvamelos! Y entonces saca una sartén y una botella de aceite…
A corta distancia de mi alargado mirar una ardilla aplastada contra el tronco de un alcornoque suspira por un inflador. Se ríe de su desgracia un zorro recién cepillado, vestido con traje, corbata y sombrero bombín de lana.
Doña madrugada acércase vivaracha cuan amante enamorada, asiéndome de la cintura. Me guiña un ojo bizco y a mí me reconforta no saber hacia dónde ve. Habla pausada, dulce como sabor salado…
—¡Psss! Recuerda indolente, si te duermes ellos volverán. Si te quedas despierto ellos ya habrán vuelto.
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