EL NIÑO Y LA SERPIENTE

Era un lugar campestre, donde un niño de unos siete años, correteaba a los cerdos para encerrarlos en el chiquero, ellos no querían entrar, el infante tomó una rama del totumo, y así pudo lograr que ingresaran al corral, de inmediato sintió en su pierna derecha el pinchazo, la vio parada, amenazadora, era muy grande, ella lo miraba con ojos intimidantes, el niño, de manera valiente con la rama del totumo la golpeó en la cabeza, y gritando pidió auxilio:

―Madrecita, una culebra me ha mordido, creó que la maté ―exclamó con su vocecita, en sus ojitos se le notaba el terror―. Cuando estaba encerrando los cerdos, en el pequeño montecito que está al lado de los mangos, pasé por su lado y me mordió. Madrecita, prométeme que no me dejaras morir, tengo miedo.

La madre cargó al niño y con la ayuda de sus vecinos lo llevó al centro médico del pueblo, explicando lo sucedido.

―Ayúdenme, a mi niño lo mordió una serpiente ―dijo suplicante, pero en el centro médico solo la miraron de una manera compasiva―. Qué sucede, porque no lo socorren, se lo ruego, no dejen morir a mi bebecito.

Una voz impersonal salió del centro médico, como arrastrando cada palabra y justificando la falta de atención médica, lo que no era explicable:

―Señora, aquí no contamos con los insumos necesarios para atenderlo. ―Ella levantó los ojos al cielo, su niño se estaba muriendo y ellos le decían que no podían hacer nada. Y como en una nebulosa escuchó―. Señora, tiene que llevarlo al hospital de la ciudad, donde tienen los medicamentos para el caso del niño.

―Madrecita, no me dejes morir ―pidió otra vez el niñito con su vocecita más débil, en ese instante un tembloroso movimiento lo acosó.

¡Terrible!, la ciudad muy lejos del pueblo, y por el tipo de veneno que poseía esa serpiente, el niño jamás llegaría con vida al hospital. La atribulada madre, tomando a su niño en brazos buscó el transporte, estaba decidida a salvarle la vida a su único hijo, cuyo padre no vivía con ellos.

Eran casi las diez de la noche, cuando una mujer cargando en sus brazos un niño apareció por la puerta de urgencias del hospital de la ciudad, había tenido que atravesar una ciénega y llegar a una carretera destapada, donde con mucho esfuerzo consiguió el traslado a la ciudad.

Todos quedaron atónitos al ver ese cuadro surrealista, la mujer y el niño en sus brazos, entrando a prisa por la puerta del hospital, y como brotando de lo más profundo del alma, se escuchó una voz de mujer.

―Atiéndanme al niño, por favor ―expresó la señora con voz suplicante, se le notaba el desespero, el camillero de turno le llevó una camilla, donde lo acostó―. Ayúdenlo que está muy grave, hemos viajado mucho tiempo desde que ocurrió el evento, creo que han pasado unas siete horas.

Al arribar al hospital, donde evaluaron el estado del niño, notaron la gravedad del caso: la respiración era lenta, el pulso débil y presentaba un edema en su pierna derecha; no entendían como había podido sobrevivir a esas horas sin atención médica, el personal médico, inició el tratamiento, y lo hospitalizaron en cuidados intensivos pediátricos.

La madre al ver trasladar a su niño lo abrazó, le tomó de la mano y le dio un beso, observó como él abría un poco los ojitos, esbozando una sonrisa de esperanza. ¡Oh!, una mágica conexión consciencial entre ambos se efectuó y le hablo como en un murmullo:

―Ya estamos aquí madrecita, esa culebra no nos vencerá ―la voz del niño se apagaba, al decir esto, el niño convulsionó y entró en un estado de inconsciencia.

Pasaban las horas y la madre no tenía información del niño, ella al ver salir una enfermera de la UCI, de un salto, se levantó de la banca donde estaba sentada y le preguntó:

―Buen día, doctora como amaneció mi bebecito ―indagó con voz nerviosa, y con lágrimas en sus ojos esperaba la peor noticia―. Doctorcita, aún vive mi rey.

―Tranquila señora, que amaneció mejor, es muy fuerte su hombrecito ―apuntó la enfermera con voz melódica y sonriendo le recomendó―. Busqué hospedaje y arréglese bien para que en la tarde lo pueda visitar, y él la vea bien bonita. Por más de un mes el niño luchó por su vida, logrando vencer la muerte, el amor de una madre por su hijo pudieron vencer todos los obstáculos presentados,

Ha pasado un año de aquel fatídico día, y un pequeñuelo en un lugar campestre, corre detrás de los cerdos para encerrarlos en su chiquero, pero ahora lo hace de forma diferente, lo ejecuta en una sola pierna, secuela física a la cual se ira adaptando, y pronto irá superando.

GUSTAVO HERRERA BOBB

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