CARTA DE LA LUNA AL RÍO

CARTA DE LA LUNA AL RÍO

Carla Rovira Pi

31/01/2024

Todo está oscuro y mi reflejo te convierte en espejo. Espejo en el que Narciso pudiera contemplarse. Y el brillo, el brillo parece entrar en comunicación contigo, arroyo que te has perdido en la oscuridad. La inspiración, te digo, es hija de la soledad y el silencio. Todo poeta se inspiraría en nuestro reflejo común: el mío como astro y el tuyo, como río de gotas al unísono. Esta, nuestra cháchara, convierte a todo ser sensible en poeta, porque sensibilidad es poesía. Y hay seres insensibles que jamás alcanzarían a entender un solo atisbo de esto que te estoy contando. Porque hay lectores mediocres, escritores mediocres, de todo hay. Y esos, que se enriquecen y se vanaglorian no nos entienden ni a ti, río, ni a mí, luna. Los poetas, que fabrican historias bellas con nuestros destellos escriben por placer; por lo que vender o no vender no llega a tal caso. La literatura no se vende, se escribe y se lee. Se crea junto a ti. Se escribe junto a mí. Así, la pena me sumerge en un ahogo inconfundible porque la buena literatura es marginada, para ser sustituida por la mediocridad. Las personas odian la creatividad y aman la realidad. Literatura y realidad se oponen en batallas campales. A veces, se hacen mezclas de realidad y ficción. A veces, es sólo ficción. A veces, es sólo realidad. ¿Dónde está la imaginación? El criterio de todo escritor es fruto de sus lecturas; el criterio de todo artista, fruto de la pintura; el de todo crítico de su imaginación. Los críticos son como los poetas aunque los poetas nunca serán como los críticos. Ambos usan la imaginación que es el camino de una ficción sin fronteras. Pero, el poeta, nos quiere. Y el crítico sólo aspira a alcanzar el éxito por lo que no sobrevive al tiempo. Y pronto, es arrastrado por el mar, por el vacío. El poeta al contemplarnos se inspira porque es puro. Y si ese silencio se rompiera acarrearía al vacío de la imaginación. Que griten los poetas a los críticos y rompan su inspiración. Que se ahoguen en el mar arrastrados por tu valiente y enérgica corriente. Que compongan oraciones hermosas para iniciar el silencio y así, puedan contemplarnos en noches estrelladas. Crítico y escritor se inspiran y des-inspiran mutuamente. Los críticos necesitan del arte y la literatura como los escritores y los artistas de los críticos. Pero, si una obra es bella, el crítico va a entrar en silencio. Ay…! Parece que va a salir el sol porque la polar brilla más que nunca y el poeta se va a dormir y en su sueño comprende que un lenguaje claro se acerca al público como las olas a la costa. Y que lo original siempre es incomprendido; la autenticidad también; el genio aún más. Pero luego despierta y es negra noche otra vez y nosotros, tú, río, y yo, la luna, le invitamos a amar. Y el yo del poeta aflora en cuanto se pone a amar. Y de lo que ama es de lo que puede escribir. Primero, experimenta la sensación de estar junto al río, al anochecer, y entonces piensa en ella. Ella, que es tan hermosa y tan viva. Sí, ella, la literatura. Y puesto que ama, se opone al crítico sin poder criticar aquello que ama. Cuando el arte se ha dejado amar, no han existido los críticos. En la época clásica, no existían críticos que molestaran al artista porque en ese tiempo, se amaba. Crítica es literatura barata en el sentido del alma y eso no existía porque los poetas se acordaban de nosotros. Sin embargo, hoy, se lee lo ilegible, no se lee al genio. El genio supera a lo ilegible, a la crítica, a la mediocridad. Y el poeta ha de ser mediocre para poder elegir y seleccionar para crear. El poeta capta, selecciona, escoge, reflexiona y crea inconscientemente. Al poeta le surge su arte desde el interior. Y ese arte es dar forma a una creación colectiva, también. Recuerdo a los trovadores medievales, aquí, junto a ti, río. Y después, a los escribas trasladándolo al buen latín. Aquí, algún canto-autor andaluz podría recitar sus fandangos de amor para que el aire de nuestra noche le diera en la cara. Pero, entonces, podría ser o no ser escuchado. En el caso de que alguien siguiera sus versos como el flautista de Hamelín este lugar desaparecería. Nuestro silencio se rompería. Si por el contrario, sólo se oyera a la voz del poeta cantando, en soledad, este lugar, aún sería más mágico. Y después, el poeta podría dar voces en la intimidad. Pero, sólo para que sus versos fueran escuchados en una valiente conversación como la de Cyrano de Bergerac que sólo aspiraba a alcanzar la mano de su amada. Y el silencio se hubiera roto en el momento, el lugar y el grado adecuados para alcanzar así su máxima sublimidad. Porque sí, al poeta sólo debe escuchársele en momentos adecuados. En momentos de inspiración y sensibilidad. En momentos de paz. Aquí, junto a ti por algunos pocos que sepan apreciar de verdad su valor. Y en caso, de no ser escuchado el poeta, al menos, todo ha quedado en el gusto de poder decir lo que sentía, lo que pensaba o simplemente habérselo inventado. Con mis rayos, que viajan desde el sol para reflejarse en mí, aquí, desde esta altura, llego hasta ti para que me orientes y estés de acuerdo conmigo en que hay sitios sólo para poetas sensibles. Uy! Veo una nube que oculta mi faz y de esta manera casi pierdo la comunicación contigo. Ahora, más oscuro no puede estar. Y el poeta, sin un mínimo de luz dándole en la cabeza no puede expresar eso que él llegue a sentir. Y entonces, se va y se ahoga. Y en su ahogo piensa que lo deja. Que ya nunca volverá a componer bellas canciones. Pero, al fin, la voz de dentro le grita fuerte y le dice: no compongas para los demás, no compongas para el río. Imagínate el río. Imagínate a la luna. Y escribe. Y en ese lamento, sobre ese lamento, para ese lamento, a ese lamento, contra ese lamento y en pos de todas las preposiciones del diccionario se pone a escribir aunque le salga mal. Simplemente para darse el gusto mientras espera que el gris de la nube sea arrastrada por una ráfaga de viento. ¿Qué pensarás río? Allí, a mil quilómetros de distancia de mí. Tú, que a veces circulas deprisa, otras vas más lento, otras te atascas, otras caes en picado. A veces tu caudal es extenso y otras es minúsculo. Río de la vida. Literatura es vida. Y detrás, oculto tras ese árbol se encuentra el individuo, el poeta. Y el poeta queda allí dormido y en su imitación el crítico también. Porque crítica también es poesía. Un tiempo sin crítica es un tiempo sin poesía. Crítica es la respuesta de la literatura. Es la crítica la que inventa formas nuevas. La literatura surge de la literatura. De la crítica, surge la literatura en respuesta a ella. De la literatura, surge la crítica. Todo es comunicación como tú río… y yo luna. Toda creación es recreación, imaginación de un mundo mejor. Cualquier mundo, estrellas, mares, o nosotros somos buenos para inspirar al poeta. Pero, la forma en que nos tratan es la cuestión. El mundo visible, la forma, y el invisible, la razón y el sentimiento, forman la obra del poeta. Río! Eres literatura… Yo soy literatura… Somos vida e inspiramos al poeta. De la poesía, surge la poesía porque poesía es comunicación. De cualquier canto rodado puede surgir una bella composición. De cualquier ramita de acebuche, de un soplo fatigado, de un grito, del silencio de la noche, del mismo batir del agua que fluye por tu corriente. La poesía trata a la poesía como impresión y a la vez, es creadora e independiente. Para apreciarla, hace falta erudición y empatía. Hay que saber colocarse en la piel del poeta. Poeta que debe ser crítico para con su obra. Así, perfila su inspiración surgida de cualquier rama de acebuche en una noche como esta, la nuestra. De esta manera, se perfila la personalidad del poeta, su temperamento, su carácter. Perfilado a través de la técnica. El poeta nos hace sonreír, derramar lágrimas, tirarnos de los pelos o asustarnos. El poeta crea emociones sanas porque en el fondo, todo lector entiende que literatura es ficción y así, por ejemplo, el llanto no llega a su límite más profundo. Ese es el objetivo de la poesía y de la crítica. Al poema se le ama de forma irracional. Y de ese amar, surge un nuevo poema, una nueva pintura, una partitura, una escultura. Y el poeta, aquí sentado junto a ti, escribe una composición que emocione al artista y que a su vez dibuje el boceto de una nueva obra. Porque todo poeta tiene carácter. Una sensibilidad extraordinaria en lo que se refiere a la belleza es causa de la obra del poeta. El sentido de la belleza nos lleva a entender el poema de dos maneras: una contemplativa y la otra, creadora. Ese sentido de la belleza se capta desde niños y es un poder de crítica respecto de todo poeta. Niños que se sientan en tu orilla, para acabar comprendiendo todo lo que te acabo de explicar: que hay dos tipos de literatura; la que se vende o crítica; la que no se vende, la de la inspiración porque su poeta ama la literatura. Ambas se necesitan mutuamente y a la vez, son opuestas. Poesía surge de la poesía. Y mientras concluyo mi carta el cielo va clareando. Ya llega el alba. Cada vez hay más luz y mi ángulo respecto a ti es menor. Ya oigo el silbido de los pájaros que habitan los olivos junto a ti. El poeta vuelve a dormir en su sueño diurno escuchando canciones para así, al llegar de nuevo la noche coger una ramita de acebuche y componer una bella y valiosa composición.

WILDE, Oscar. Intenciones. “El Crítico como Artista”. Madrid: Taurus, 1972.

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