EL MINISTRO
En el suntuoso despacho del ministro, la luz que entraba por la ventana se tornó mortecina, lúgubre. Los colores de la alfombra persa, que siempre habían resplandecido, ahora yacían apagados, sin vida.
—Tenemos que hacer algo urgentemente.
—¿A qué se refiere, Sr. Ministro?
—A lo que está pasando, a esa nueva moda. Ese horrible afán de protagonismo, que ha invadido a la gente como un horrible virus. Esto acabará teniendo consecuencias funestas. Hasta ahora no ha sido preocupante, más bien todo lo contrario, nos ha favorecido; pero de un tiempo a esta parte se está convirtiendo en algo terriblemente peligroso.
—Se refiere a las páginas web en las que captan…
—No diga tonterías, por dios. A esos ya los controla la guardia civil. Me refiero a los nuevos tiktokers que han aparecido. ¿Ha visto usted las cifras de audiencia? Tan solo diez de ellos ya tienen más de veintidós millones de seguidores, y va a más.
—¿Y qué pretende que hagamos, Sr. Ministro?
—Eso es cosa suya. Limiten la edad de acceso, inventen cualquier cosa. Digan que el uso continuado del móvil deja estéril; que visualizar videos, a la larga, produce ceguera, o que se ha demostrado que produce cáncer de cerebro. ¡Me da igual lo que digan, pero cierren esos canales! Prohíban la distribución de contenidos, multen a esos tipos, métanlos en la cárcel… Me da igual cómo lo hagan, pero acaben con esto.
—Pero, señor, hay millones de creadores de contenido digital que en las redes explican cómo se hacen unos huevos fritos, cómo se enrosca una bombilla o cómo se descorcha una botella de vino. No podemos…
—¡Me importan una mierda los creadores de contenido! Yo le voy a dar los nombres de esos terroristas peligrosos, los que destruirán todo lo creado si no lo impedimos con urgencia.
El ministro sacó una hoja del bolsillo de su traje azul de Armani pasado de moda y, después de desdoblarla cuidadosamente, leyó:
María Inés Baragatti, profesora jubilada de matemáticas de la Universidad de Hurdingham.
Javier García, físico. Trabaja en el Instituto de Física de altas energías de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Alicia Sentiles, Catedrática de Física Teórica de la UIB.
Adela Muñoz, Catedrática de Química Inorgánica de la Universidad de Sevilla.
Mar Bastero, Catedrática de Física Teórica de la Universidad de Grana…
—Disculpe que le interrumpa. ¿Por qué son peligrosas estas personas?
—Ya se lo he dicho, divulgan ciencia en las redes y la están poniendo de moda. Ya hay miles de profesores de instituto impartiendo clases gratuitas de matemáticas, de historia, de física, ¡de gramática! Si esto sigue así, estamos perdidos; la gente acabará teniendo cultura, conocimientos…
—¡Sr. Ministro, Sr. Ministro!
Una mano le zarandea levemente el hombro.
—Sr. Ministro —le repite nuevamente—, me parece que se ha quedado dormido.
—No, solo descansaba un momento los ojos.
—Ya han salido todos, señor. El pleno hace un rato que ha terminado y en la sala solo queda usted.
El bedel siguió hablando, pero el ministro había dejado de escucharle. Con avidez, cogió su móvil y abrió tiktok; después de repasar unas entradas, suspiró aliviado: todo había sido una pesadilla.
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