Al llevar a un cierto punto la introspección, la vida se torna insoportable para el débil. Malamente soporta el tedio aquél que no vuelve la vista hacia las miserias de sus próximos, cuando las suyas son suficientes para destronarlo de la cumbre en que pensaba reinar para siempre. El error siempre acecha en nuestras frágiles mentes, y la falta fundamental en que cae la mayoría es no incluir un margen de consideración para éste. Fue por casualidad, mientras mi mente vagaba tras de acordes estridentes, que me fijé en ella. Paseaba por la plaza de Luque su figura esbelta con ropas ceñidas al talle, se sentaba, se levantaba, leía algún SMS, mandaba otro. Y me pregunté ¿tras de qué erraba ella? ¿tras de qué ando errando yo? El amor y el hambre gobiernan el mundo.
Gente va y viene, aquí y allá, más aquí y más allá. La humanidad parece repetirse, yo aquí, ella allá, aquél en la esquina, esos de ahí, esperando, caminando, los mismos de siempre, los que no. Trato de ponerme en su lugar y comprenderlos, pero temo estar cayendo en el error de considerarme la medida, la vara con que se mide. Pero todos tenemos parámetros con los que medidos a los demás, heredadas y recibidas de acá y allá, que se fueron filtrando y forjando con la experiencia vital.
Son las ideas que asaltan mi mente cuando ando errando, como mis ideas sobre el amor. Como pareja quisiera una mujer con la que pudiera encajar, temo siquiera ser una pequeña molestia. Sé que pensaran, que todo sería muy rutinario, aburrido. ¡Tonterías! Si encajáramos perfectamente al pensamiento seguiría la acción, y a ésta la diversión.
Hay demasiados estúpidos que no entienden que tras unos ojos brillantes late un corazón humano que busca la dicha. Y no quiero que se engañen, no soy muy sensible, mas bien soy de los que piensan las cosas tres o cuatro, las veces que sean necesarias; no hace falta ser un mar de sensiblería para ser un buen hombre. Nacimos simios, el ser hombre debemos merecerlo.
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