Que bueno es caer, mojarse en el cielo, sacudirse las escamas del alma. Odiarse con amor, con locura. Bordar los ojos con nubes tibias, llenas de raíces. En este oscuro corazón de las cuatro de la tarde, naces tú, descolorida, mansa como el mar del viento. Naciste para que yo siembre agujas en tu vientre y arranque pétalos de tus senos virgenes, sin luz, sin agua del silencio. Eres mía por momentos y escapas de mi cuando te tengo. 

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