El doble momento perdido

El doble momento perdido

Edgar Rodríguez

24/03/2018

Santiago había sufrido de un extraño sentimiento de vacío existencial que nació casi inherente a él. Un día pensó en su vida, en todos los momentos que le habían causado sufrimiento en el pasado y en todo el tiempo que invirtió en su preocupación y posterior depresión vinculados a ellos. Ese mismo día descubrió lo que hace muchos años le había contado una empleada del hogar que fungió como mamá para calmar la ausencia de sus padres que nunca estaban en casa.

Ese consejo que recibió tenía que ver con el tiempo que él le dedicaba a sus problemas, era una advertencia que de agregarle más peso a las cosas malas que le sucedían en la vida, el calvario sería más grande que el sufrimiento necesario que esos eventos traían consigo. Aquel consejo resonó en su corazón, se esclareció en su memoria y penetró en lo más hondo de su conciencia, había tomado la determinación de no volver a añadir el peso innecesario que la mente le agrega a los acontecimientos.

Había estado sufriendo tanto, cuando le tocaba presentar un examen importante se volvía un manojo de nervios, antes los cambios se preocupaba acerca de lo que iba a pensar la gente de él y ante las malas noticias temía no ser lo suficientemente fuerte como para afrontar con entereza los desafíos. Pero desde ese día, en el que recordó los consejos de aquella noble mujer con la que guardaba sus más atesorados momentos de la niñez, no volvió a mirar atrás. Y en cada acontecimiento fatídico de su vida mantuvo una fuerza interior estoica que lo acompañaría y formaría parte de él como una característica principal de su personalidad.

Santiago De la Cruz también creyó con mucha determinación que las personas olvidaban frecuentemente el hecho de que van a morir y terminaban viviendo en una especie de espejismo de permanencia en el que el tiempo se detenía y que el darse cuenta de la naturaleza verdadera de la impermanencia era el golpe más fuerte, o por lo menos uno de los más fuertes, que la vida te ponía en frente. El no haber desarrollado esta conciencia acerca de lo que realmente importa te puede llegar a enloquecer, era por esto, que la mayoría de las personas en al sociedad, como repetía hasta el cansancio, estaban de alguna manera enloquecidos.

El sol de aquella mañana brillaba inusualmente en el cielo de la ciudad de las mezclas extrañas.

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