La huida de James

La huida de James

Mila Clemente

04/10/2023

               La noche en la que James escapó del orfanato, las copas de los árboles mostraban el color blanquecino del hielo. El niño huía de la bruja Emma, aquella noche dejó de recibir golpes de esa desalmada. No le importaba sufrir el frío de la noche, ni la soledad que se avecinaba. Deseaba estar solo. Caminaba entre los árboles de Hyde Park imaginándose volar entre nubes, pues la espesa niebla no le permitía ver aquella noche tenebrosa. Según avanzaba sonreía mientras creía la presencia de aves a su alrededor. Pájaros aliados volando para protegerlo.
El día anterior fue castigado por esa bruja despiadada. Se creía poderosa en aquel castillo llamado orfanato. James se ocultó a hurtadillas en la cocina por un pedazo de pan, pero Emma lo esperaba para humillar su alma, arrastrándolo con un tirón de orejas hasta su dormitorio.
James se colocaba su gorro para tapar sus doloridas orejas, el frío le empezó a agarrotar. Debía pensar en algo para entrar en calor. Sabía que en Hyde Park solía haber vagabundos que prendían fuego para evitar congelarse en las noches gélidas. Personas que por su mala fortuna terminaban en la calle como condena, sin amparo y rogando limosna. De pronto, apreció una sutil llama de fuego al fondo del camino. Apresuró el paso con la esperanza de encontrar uno de esos grupos de mendigos, caldeándose alrededor de una hoguera. Según se fue acercando al lugar, pudo comprobar que había tres personas reunidas junto al fuego; un señor mayor con barba blanca, una señora despeinada con pelo gris, y un señor de oscuro cutis. Sus pasos se escuchaban aminorar sobre la húmeda tierra. Por un momento sus pensamientos le anunciaban un mal presagio, ¿y si no eran buenas personas? Se quedó paralizado frente a ellos hasta verse observado por los tres individuos. Después abrió sus ojos asustados y un escalofrío avivó su miedo.

— Ven pequeño. Acércate. ¿A caso quieres congelarte? —dijo el señor de barba blanca.

Se acercó aliviado y mientras el calor apaciguaba sus músculos, la señora le ofreció algo de comida. El rostro de esa señora le tranquilizó. Su arrugada sonrisa le transmitió confianza. Y en cuestión de minutos le preparó un rincón donde dormir entre cartones y arbustos.
Al despertar al alba, unos pajarillos picoteaban las migas de pan caídas en el suelo. James sonrió al verlos. Después se percató que sobre él, yacía el brazo de la señora de pelo gris, protegiéndole del frío y de cualquier malhechor. Recordó que antes de dormirse, la señora le explicó que sabía de un matrimonio que necesitaba a un chico para trabajar de recadero. Así que la despertó impaciente, pues sabía que sería un trabajador brillante. Minutos más tarde se encontraban frente a la entrada de una acomodada vivienda en Notting Hill. Una placa junto a la puerta mostraba algo; Doctor Charles Johnson. Cuando James miró por primera vez los rostros del doctor Johnson y su amada esposa, intuyó que le esperaba un afortunado futuro. Y así fue, comenzó a trabajar de recadero para el matrimonio, y en menos de dos años, terminó siendo su tan deseado hijo adoptivo.

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